martes 19 de diciembre de 2006
Espantá catalana
POR EDURNE URIARTE
ALBERT Boadella habría preferido ser torero antes que dramaturgo y ver su nombre anunciado en los carteles de San Isidro bajo el apodo de El Rubiales. Lo contaba en el estreno de su obra «Controversia del toro y el toreo». «Como soy un acojonado, se hubiese hablado de las espantás de El Rubiales», añadió.
De valentía existen tipos, como de inteligencia. Y hasta es posible que un hombre osado hasta el límite como él, cuando de expresar ideas se trata, palidezca ante algunos toros. Pero no hemos perdido nada. El espectáculo frustrado, el toreo, se convirtió en otro real, el teatro. Y en el espectáculo de la vida es capaz de aguantar el tipo ante diez toros y no uno mientras otros muchos tiemblan delante de un novillo.
Como en esa espantá social y política que ha llevado al anunciado fin de las corridas de toros en Barcelona. Los propietarios de la Monumental aducen que los festejos ya no son rentables y que esto nada tiene que ver con la hostilidad de un ayuntamiento autoproclamado «antitaurino». Ni ellos se atreven a hablar claro ante el antiespañolismo oficial que dicta aficiones en Cataluña.
No es que hayan desaparecido los aficionados, es que no está bien visto que vayan. Y no por las presiones de los defensores de los animales. Eso es un mero adorno de la izquierda radical y ecologista, tan despistada con esto como con las pieles. La hostilidad antitaurina, la de los líderes catalanes nacionalistas, es puramente antiespañolista. Los toros no son bienvenidos, por españoles. Declarados poco acordes con la correcta catalanidad, la espantá ciudadana estaba servida. Ese toro sí que acojona.
martes, diciembre 19, 2006
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