miercoles 20 de diciembre de 2006
Convivencia en la escuela
El Ararteko presentó ayer en el Parlamento un informe extraordinario sobre 'Convivencia y conflicto en los centros educativos'. El estudio, amplio, riguroso y cargado de recomendaciones prácticas, resulta muy oportuno en un momento en el que la conflictividad escolar, en la modalidad de acoso tanto entre los propios alumnos como hacia los profesores, se ha convertido con demasiada frecuencia en noticia y creado alarma más allá del mundo de la escuela. En este sentido, es reconfortante señalar que la primera observación del Ararteko se refiere precisamente al alto grado de satisfacción que la comunidad educativa -padres, profesores y alumnos- muestra hacia el centro concreto en que desarrolla su actividad. De este modo, la tendencia a proyectar sobre el sistema en general los problemas que afectan a centros o sectores particulares queda en cierta medida compensada por la valoración que los protagonistas hacen de sus propias vivencias.Sin embargo, el informe no oculta los riesgos reales que amenazan a día de hoy la convivencia en nuestras escuelas. Cabe destacar la enorme diferencia que se constata entre las valoraciones que de la conflictividad hacen, de un lado, los profesores y, de otro, los alumnos y, más en particular, los padres. Mientras el primer grupo tiende a resaltar su gravedad, el segundo se muestra más proclive a minusvalorarla. Este hecho indica ya por sí mismo, como hace notar el informe con acierto, que uno de los problemas de la correcta convivencia en la escuela radica precisamente en la deficiente comunicación que se da entre los miembros de la comunidad educativa y en el desigual compromiso con que cada uno de ellos afronta su responsabilidad. En este punto, los padres son probablemente los peor parados, tanto por la permisividad que muestran hacia sus hijos como por la indiferencia de que hacen gala hacia la escuela.Consecuentemente con este desigual compromiso, resulta muy preocupante la percepción que los profesores tienen de su propia situación. No es extraño que, siendo la educación su ocupación permanente, sean ellos los que más afectados se sientan por sus deficiencias. Pero resulta inquietante constatar que el profesorado se considere, en una alta proporción, «desbordado, abandonado y atrincherado frente a una tarea titánica para la que no dispone de los medios necesarios» y que culpe al Departamento de Educación de no dotarle de los «recursos adecuados» y a la sociedad «de exigir a la escuela lo contrario de lo que practica». Se desprende de esta percepción una falta de autoestima que, por subjetiva que sea en su manifestación, no puede dejar de ponerse en relación de causalidad con el escaso aprecio que tanto la Administración como la sociedad han mostrado tradicionalmente en nuestro país hacia este sector de los profesionales de la educación. Una llamada de atención, sin duda, tanto a aquélla como a ésta, para que se tomen más en serio sus responsabilidades para con estos trabajadores y les muestren el reconocimiento que su fundamental labor se merece.
miércoles, diciembre 20, 2006
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