martes, noviembre 04, 2008

Valentin Puig, A los autonomos, ni caso

martes 4 de noviembre de 2008
A los autónomos, ni caso

VALENTÍ PUIG
EL autónomo -profesional, trabajador, empresario- es el hombre olvidado, más olvidado hoy que de costumbre, intentando sobrevivir entre la rueda dentada de la crisis financiera y los desplazamientos tectónicos de la recesión. En España, los autónomos hasta ahora han significado un 18 por ciento del empleo y un 20 por ciento de la riqueza en proceso de generación. Se les tiene en cuenta cuando crean riqueza y construyen sus micro-empresas; se les ignora cuando hay contracción crediticia, elevado riesgo de paro y destrucción de tejido empresarial. Dejan de tener rostros; en parte, ni cotizan como ciudadanos. Para entonces hay que salvar bancos y grandes empresas. Este año, se pierden cien autónomos al día. No tienen derecho al paro, ni a la baja médica. La factura de la crisis les sale muy cara, carísima, de forma desproporcionada y asimétrica.
Son más de tres millones de españoles, con sus familias, familias que no pocas veces están trabajando a destajo en esas micro-empresas, un vivero de afán empresarial, de espíritu competitivo, en el comercio, la hostelería, el transporte, la agricultura. En no poca medida, son una escuela excelente para la cultura del esfuerzo. Con el retroceso económico, las pequeñas empresas familiares, nucleadas en torno al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA), están constatando ahora la fragilidad de un sistema que prácticamente las desprotege.
Si a la estructura del Estado asistencial le corresponde cubrir el desempleo, lo propio de las políticas de Gobierno debiera ser fomentar el empleo. Uno de los métodos más eficaces para generar empleo es la figura del trabajador autónomo, salvo que los Gobiernos -especialmente los socialistas- le sacan provecho en época de vacas gordas y lo dejan en la cuneta cuando llegan las vacas flacas. En el caso de los autónomos, los incentivos públicos revierten inmediatamente en el crecimiento económico porque no hay sector más fundamentado en la iniciativa personal, la competencia, la imaginación empresarial, la creatividad y la asunción del riesgo. Crean empleo, lideran nuevas tendencias empresariales, tantean territorios económicos por explorar. Pero no es paradójico que el Gobierno de Zapatero prefiera contentar a las grandes empresas y a los mega-bancos. Por su propia existencia, el autónomo es alguien que nada a contracorriente de las inercias colectivistas y de la seguridad de quien trabaja bajo el paraguas del Estado. Hay algo de intemperie en las condiciones climatológicas con las que el profesional autónomo tiene que bregar todos los días. Empeñado en maquillar la crisis, al Gobierno socialista por fuerza tenía que írsele aún más de la memoria ese hombre olvidado que es el autónomo.
En los últimos años, casi una década y media de crecimiento, gran parte de la nueva clase media española emergió cotizando como autónomo, con costes fijos y muy a menudo sin ingresos fijos. Ha sido un factor sobresaliente de la movilidad social. Ahora tiene que cerrar sus pequeños negocios y comprueba, si ya no lo sabía, que el contraste entre la protección del asalariado y la desprotección del autónomo es muy grande. El momento es de intensa vulnerabilidad para un sector fundamental de la economía productiva española, pero se habla poco de soluciones, de garantías para el crédito, de una asistencialidad más razonable.
Con la crisis financiera, al pequeño empresario autónomo le está faltando la mínima liquidez para financiar su iniciativa, por muchas horas de trabajo que le eche. El encarecimiento de los préstamos conduce a una inseguridad que altera los fundamentos de confianza que constituyen un buen hacer económico. Según las diversas organizaciones que representan a sectores de esos profesionales por cuenta propia, la mitad sufrirán de carencia crediticia a causa de la crisis financiera. En concreto, los cálculos elevan a un cuarto de millón los autónomos que difícilmente podrán resistir hasta finales de noviembre. Sus bajas en la Seguridad Social llegan al 35 por ciento. Algunas medidas solventes ha propuesto Ricardo Montoro en el PP, pero al Gobierno de Zapatero no se le ocurre nada concreto. Tampoco a los sindicatos, tan dedicados al monocultivo funcionarial y por naturaleza recelosos de la iniciativa privada. Ese es un desequilibrio que no es tan sólo de la economía: corresponde a toda la sociedad española. La sospecha es que el autónomo no importa para nada al Estado.
vpuig@abc.es

http://www.abc.es/20081104/opinion-firmas/autonomos-caso-20081104.html

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