Para que se nos tome en serio
EDUARDO SAN MARTÍN
Viernes, 14-11-08
EXISTE un vínculo sutil, pero bien a la vista de quien no se empeñe en mirar casi siempre hacia el punto ciego, entre el grado y el compromiso de nuestra presencia militar en Afganistán y el nivel de probabilidades de que en futuras cumbres internacionales no nos tengan que dejar pasar otra vez con una «entrada de reventa» (metáfora certera del compañero Camacho). El petit comité convocado para mañana en Washington, al que nos ha colado por la cocina el vecino francés, se supone que no a cambio sólo de las gracias, debe dar el pistoletazo de salida (y eso ya será un éxito) a una sucesión de reuniones en el seno de algunos de los foros internacionales previamente constituidos, por lo que nada permite augurar por ahora nuestra presencia futura en la refundación, ni del capitalismo, ni de ninguna otra cosa.
Puede que tenga razón Zapatero cuando proclama que la composición de esos grupos no se corresponde con la extensión de los problemas a resolver, ni con la importancia que han adquirido otros actores económicos en los últimos años. Ahora bien, estrafalaria pretensión es esta de querer dictar ahora el escenario y los guionistas de un remake de Bretton Woods cuando, mientras otros hacían sus deberes, nosotros hemos pasado los últimos cuatro años dialogando demasiado con las civilizaciones y no lo suficiente con los civilizados: con los que cortan el bacalao en el mundo o con los que pueden ayudar a que lo cortemos también nosotros. Aspiramos a que se nos reconozca la condición de gigante económico desde una raquítica estatura diplomática. Y, además, de hoy para mañana. La falta de audacia nunca ha sido el mayor defecto de Zapatero.
Para recuperar el papel internacional de España -el que lograron, aún con orientaciones distintas, las presidencias de Felipe González y José María Aznar- hará falta bastante más que ese humillante peregrinaje de miles de kilómetros para tirar de la saya a los privilegiados que sí tenían billete para Washington. Será necesario que, en el futuro, los actos se correspondan con las palabras, y las intenciones con los compromisos. Que abandonemos esa política de estar, pero sólo un poquito; o de que se vea que estoy, pero sin mancharme las manos.
Un azar desgraciado ha querido que, justo cuando Zapatero hacía por fin las maletas para Washington, la muerte de dos soldados haya puesto sobre el tapete nuestra participación en las misiones multinacionales que se desarrollan en Afganistán. Porque el grado y la naturaleza de esa participación explica las razones por las que, en muchas ocasiones, no podemos ser tomados en serio en ciertos foros mundiales. España, un país con 45 millones de habitantes y octava (o novena, según otras cuentas) economía del planeta, contribuye a la ISAF (una de las dos misiones de la ONU en Afganistán, comandada por la OTAN) con un misérrimo contingente de 780 efectivos destacado en regiones hasta hace pocos meses alejadas de las zonas de combate, mientras que países con menor peso económico o demográfico contribuyen con mayor generosidad y riesgo: Polonia, más de 1.000 soldados; Holanda, 1.700; y Canadá, 2.500. Por no hablar de los grandes europeos de los que Zapatero dice que nos tienen fila porque vamos a dejarlos en la cuneta pasado mañana: Reino Unido, unos 8.000 hombres; Alemania, 4.500; y Francia, 2.600.Y todos ellos siguen siendo pocos, según el nuevo «amigo americano».
Y después está el «complejo de Irak». Es absurdo establecer paralelismos entre Irak y Afganistán; pero tanto como no llamar a las cosas por su nombre para eludir a toda costa esa misma comparación. El portavoz del PSOE en la comisión de Defensa del Congreso insiste en la matraca de la terminología ONU: nuestras tropas cumplen allí «medidas para el establecimiento de la paz». Pero, ¿se puede «establecer la paz» en un país que no está en guerra? La dos últimas muertes reflejan en toda su trágica seriedad cuál es, más allá de las jergas oficiales, la naturaleza de la misión en Afganistán. Carme Chacón nos lo recuerda y nos da, además, razones para enorgullecernos de ello. Ese sí es un camino hacia Washington.
http://www.abc.es/20081114/opinion-firmas/para-tome-serio-20081114.html
viernes, noviembre 14, 2008
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