jueves 6 de noviembre de 2008
España y la lección americana
Pablo Sebastián
Después de la emoción y de la culminación de tan importante e histórico cambio político llevado a cabo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, llega el tiempo del análisis y la reflexión sobre las consecuencias que tendrá la espectacular llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, para la nación americana y para el resto del mundo, en general, y para Europa y España de una manera especial, por la cuenta que nos trae a todos. Y para empezar cabe subrayar, como destacaron tanto Obama como McCain en los discursos con los que cerraron la noche electoral, la fortaleza del sistema democrático de Estados Unidos, sus altas cotas de libertad política y la capacidad de los grandes partidos americanos, Demócrata y Republicano, para conectar con el sentimiento y las inquietudes de sus ciudadanos. Sin perder de vista algo tan fundamental como la coincidencia final de que lo más importante, gane quien gane las elecciones, es la cohesión y la unidad de la nación americana, así como el respeto de las instituciones del Estado.
Y esta última es la primera gran lección que deben aprender los españoles, empezando por el presidente Zapatero, quien nada más llegar al poder no se le ocurrió otra cosa que hablar de la "nación discutida y discutible", y de romper varios acuerdos esenciales de la Transición entre los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, sobre la estructura autonómica del Estado, con la reforma unilateral del Estatuto catalán, la lucha contra el terrorismo, la política exterior y el pacto de la reconciliación nacional destrozado con la Ley de la Memoria Histórica y el regreso a las tumbas de la Guerra Civil. De ahí que la distancia entre Obama y Zapatero sea abismal. Y no porque el presidente del Gobierno español sea el único responsable de la fractura política y social que vive nuestro país, y que empezó durante el segundo mandato de Aznar, sino porque tras los dramáticos atentados del 11-M en Madrid el principal objetivo político de Zapatero debió ser el de recuperar la unidad nacional y no, como hizo, profundizar en las heridas y abrir la caja de los truenos de la cohesión nacional, con ligereza y frivolidad y llegando al disparate de aceptar conversaciones políticas con ETA, como las que se celebraron en Loyola en el otoño del 2006.
Las otras lecciones que se desprenden de las elecciones americanas tienen muy difícil aplicación en nuestro país porque la democracia americana es una democracia real, mientras que en España tenemos una partitocracia en la que no existe la separación de los poderes del Estado, y en la que, entre otras muchas deficiencias, los españoles no pueden elegir directamente a nadie, ni al jefe del Estado, ni al presidente del Gobierno, ni a los diputados y senadores, ni a los presidentes autonómicos, alcaldes, etcétera. Aquí los ciudadanos entregan sus votos al aparato supremo de los partidos y ellos se encargan de todo lo demás, de ahí la nula representatividad directa de los parlamentarios y gobernantes de nuestro país, y la escasa calidad de nuestra clase política.
Otra lección de las elecciones americanas tiene que ver con la libertad de expresión que ha permitido que todos los ciudadanos tengan acceso a los grandes debates entre los candidatos, a sus proyectos y programas y a la iniciativa ciudadana, como la que acompañó a Obama a través de la mágica red de Internet. Aquí la prensa de partido, pública y privada, constituye una de las rémoras de nuestro sistema político, llegándose a situaciones que son tan pintorescas como que los medios mayoritarios que suelen apadrinar el partido que está en el poder, en vez de controlar la acción del Gobierno, se dedican a perseguir a la oposición -como ocurrió con Aznar y ocurre con Zapatero-, renunciando a su función democrática y social de contrapoder.
Que se prepare Obama, una vez que llegue a la Casa Blanca, si piensa que la ola de simpatía que lo ha encumbrado a la presidencia va a anestesiar el control de la prensa democrática americana. Ni los llamados medios afines ideológicamente al Partido Demócrata perderán la menor oportunidad de marcarle el territorio y vigilar su comportamiento democrático y político.
En fin, en Estados Unidos se inicia una nueva era que puede conducir a una auténtica revolución en el estilo de la presidencia, el ámbito económico financiero americano y mundial, y también en la que se espera que sea una nueva manera de entender las relaciones internacionales y las alianzas de la que sigue siendo la primera potencia del planeta, teniendo en cuenta que habitamos un mundo globalizado y comunicado, donde no se puede quedar fuera de juego la solidaridad ni la paz mundial.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/51962.asp
miércoles, noviembre 05, 2008
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