jueves, noviembre 13, 2008

Juan Urrutia, El Infierno Vasco

viernes 14 de noviembre de 2008
El Infierno Vasco

Juan Urrutia

I ÑAKI ARTETA ha rodado una película que no va a granjearle fama, gloria ni dinero, tan sólo el respeto de muchos y el odio de otros tantos. Se trata de un documento videográfico incómodo, molesto porque cuenta la verdad que tanto se esfuerzan en esconder los mandamases vascos, una certeza cruel que ilustra perfectamente uno de los protagonistas del filme al decir: “a mí no me echó ETA, me echaron los nacionalistas”.

El totalitarismo extremo de aquellos que se llaman a sí mismos moderados resulta de una crueldad devastadora cuando se traduce en exclusión social, amenaza y agresión. Nos hallamos inmersos en una sociedad que, en lugar de apoyar al débil, al asediado, le dice con infame cinismo: “no aparques junto a mi coche, no vaya a ser…” Palabras que resuenan cada día, de ésta o similares formas, en los oídos de miles de amenazados, el mensaje queda claro: están solos.

Una parte de la sociedad vasca es agresiva, mucho, contra las personas que osan expresar sus pensamientos. Cuando éstos no son acordes a lo establecido tácitamente por más de treinta años de represión ideológica contra el constitucionalismo, el desprecio se palpa en el ambiente. Dicha actitud, promovida por el sistema educativo jeltzale, viene de perlas a quienes han echado raíces en las poltronas de Ajuria Enea. Cuantos más votantes no nacionalistas se marchen, mayor será su trozo del pastel.

Lo realmente grave es que denunciar estos hechos no es harto complicado solamente en las tierras vascas, sino también en el resto de España. Es comprensible que una turba de fanáticos intente impedir que se distribuya una película que evidencia sus crímenes. Es su oficio. Sin embargo, que sea complicado encontrar salas donde proyectar El Infierno Vasco dentro de la España libre, resulta deprimente.

Más arriba decía que la película de Iñaki Arteta, en la línea de la anterior y recomendabilísima Trece entre mil, narra una verdad incómoda. Correcto, pero no en exclusiva para el nacionalismo, también para el constitucionalismo inoperante, acomodado en la apatía moral. Si el conjunto de los ciudadanos de este país fuera consciente de que en Euskadi no sólo asesina ETA, sino que además parte de su sociedad tortura diariamente hasta matar en vida a miles de personas, las anula como seres humanos y las sirve en bandeja a los terroristas, si eso fuera vox populi, el Gobierno correría serio riesgo de que sus gobernados le exigieran responsabilidades por su pasividad ante hechos tan atroces.

Resultaría terriblemente difícil para nuestro Ejecutivo dejar de contar con el sustento del totalitarismo vasco, ¿quién les ayudaría cuando nadie aprobase sus presupuestos? Mientras nuestros diferentes gobiernos han dormido y duermen tranquilos contando como compañeros de mus a Ibarretxe e Iñigo Urkullu, antes Arzalluz y sus nueces, miles de personas sufren a diario la represión de los acólitos de la endogamia. Y es que al nacionalismo, presuntamente moderado, no le escandaliza en absoluto esta situación. De hecho aporta muchos miles de euros, 225.000 este año, creo recordar, para que los familiares de presos etarras tengan pagados los gastos de desplazamiento hasta las cárceles. Con dicha medida se justifica a ETA, se legitima la causa de los terroristas y con ello se ataca a quienes padecen amenazas hasta que mueren asesinados o se van. No tengo conocimiento de que el Gobierno vasco haya destinado jamás 225.000 euros a costear la rehabilitación de heridos de bala, las prótesis de mutilados por ETA o el tratamiento psiquiátrico de quienes quedaron fuertemente afectados por ver morir a un ser querido de un disparo. Vista la actitud del nacionalismo vasco, si nos preguntamos de lado de quién están, de quienes mueren o de quienes matan, la respuesta es sencilla, juzguen ustedes.

No es de extrañar que, desamparados por el Gobierno español y asediados por el vasco, más de doscientas mil personas, sólo durante el mandato de Juan José Ibarretxe, hayan perdido las fuerzas, la esperanza y la ilusión por criar a sus hijos en la tierra que les vio nacer, lugar donde ni siquiera se les permite educar a éstos en su lengua materna, el castellano. Su marcha puede calificarse, por tanto, de exilio. Son las víctimas que no salen en los telediarios, aquellas cuyo dolor se oculta. Iñaki Arteta tiene los arrestos de darles voz en El Infierno Vasco, véanla, no escucharán testimonio más verídico de lo que sucede realmente tras el inexpugnable telón de silencio que rodea a esta sórdida región.


Si desean visionar El Infierno Vasco, pueden hacerlo en las siguientes ciudades y salas:


Madrid (Cine Paz)
Barcelona (Cine Alexandra)
Bilbao (Multicines)
Vitoria (Cine Florida)
Valladolid (Cine Casablanca)
Albacete (Cine Candilejas)
Gerona (Cine Albéniz)
Santander (Cine Los Ángeles)
Pamplona (Cine Olite)


Más información sobre la película en:

http://www.elinfiernovasco.com/

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4915

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