jueves, noviembre 13, 2008

German Yanke, Cumbre de bomberos

viernes 14 de noviembre de 2008
Cumbre de bomberos

Germán Yanke

O ya están de camino o se están preparando para el tan esperado viaje a Washington. Lo malo de estas reuniones es que, a pesar del interés y del entusiasmo de algunos de los participantes, pueden terminar defraudando. De hecho, la visión optimista de la convocada ahora por el presidente Bush no puede ir más allá del inicio de un proceso de reformas del sistema financiero internacional que deberá seguir bajo el impulso de su sucesor, Barack Obama, y que tardará tiempo en formalizarse en algo concreto que esperemos sea útil. Los documentos previos con los que viajan los mandatarios de los países presentes (Francia, muy napoleónica, sigue cursando invitaciones) no van más allá de generalidades y buenos propósitos. Seguramente llegarán a mejor puerto del que han comenzado el periplo, pero no se pueden esperar soluciones inmediatas ni decisiones que vayan más allá de la manifestación de una voluntad reformadora.

Disraeli decía que, cuando hay un incendio, lo lógico es llamar a los bomberos y no al ayuntamiento para que reforme la normativa de seguridad y prevención, que es lo que debe hacerse después. Ahora, en buena medida como disimulo de la confusión producida por la crisis, hay una cierta tendencia a obtener un vano provecho teórico, tentación que afectó al presidente Rodríguez Zapatero proponiéndose como valedor de las soluciones socialdemócratas o "de la izquierda" en vez de echar el agua necesaria para apagar el incendio que se extiende a su alrededor. Al margen de este tipo de excesos, la derecha liberal parece un tanto desconcertada y, salvo excepciones, no acaba de distinguir entre el mercado y la ficción en la que se ha vivido alegremente estos últimos años. La discusión, en todo caso, está resultando bastante pobre. Valdría más la pena que comenzáramos por llamar a los bomberos.

Y, después, a la hora de las reformas, que son necesarias, en vez de la grandilocuencia para tener más razón que el adversario, nos propongamos reformar el Estado, que evidentemente ha fallado en su obligación elemental de preservar la verdad de las ofertas y los derechos de los contratantes. Las crisis financiera y de la economía real tienen un componente político fundamental que atiende tanto a las leyes como a su imperio, a la ortodoxia (no digo ahora ideológica) de la utilización de los recursos y los bienes públicos y a la seriedad y eficiencia del funcionamiento de las instituciones.

Los bomberos -un tanto confusos en esta circunstancia- tendrán que contener el incendio. Pero después de tanto destrozo convendría preservar, más que las ideas y los mitos de unos y otros, la sociedad abierta.

Cumbre de bomberos

Germán Yanke


O ya están de camino o se están preparando para el tan esperado viaje a Washington. Lo malo de estas reuniones es que, a pesar del interés y del entusiasmo de algunos de los participantes, pueden terminar defraudando. De hecho, la visión optimista de la convocada ahora por el presidente Bush no puede ir más allá del inicio de un proceso de reformas del sistema financiero internacional que deberá seguir bajo el impulso de su sucesor, Barack Obama, y que tardará tiempo en formalizarse en algo concreto que esperemos sea útil. Los documentos previos con los que viajan los mandatarios de los países presentes (Francia, muy napoleónica, sigue cursando invitaciones) no van más allá de generalidades y buenos propósitos. Seguramente llegarán a mejor puerto del que han comenzado el periplo, pero no se pueden esperar soluciones inmediatas ni decisiones que vayan más allá de la manifestación de una voluntad reformadora.

Disraeli decía que, cuando hay un incendio, lo lógico es llamar a los bomberos y no al ayuntamiento para que reforme la normativa de seguridad y prevención, que es lo que debe hacerse después. Ahora, en buena medida como disimulo de la confusión producida por la crisis, hay una cierta tendencia a obtener un vano provecho teórico, tentación que afectó al presidente Rodríguez Zapatero proponiéndose como valedor de las soluciones socialdemócratas o "de la izquierda" en vez de echar el agua necesaria para apagar el incendio que se extiende a su alrededor. Al margen de este tipo de excesos, la derecha liberal parece un tanto desconcertada y, salvo excepciones, no acaba de distinguir entre el mercado y la ficción en la que se ha vivido alegremente estos últimos años. La discusión, en todo caso, está resultando bastante pobre. Valdría más la pena que comenzáramos por llamar a los bomberos.

Y, después, a la hora de las reformas, que son necesarias, en vez de la grandilocuencia para tener más razón que el adversario, nos propongamos reformar el Estado, que evidentemente ha fallado en su obligación elemental de preservar la verdad de las ofertas y los derechos de los contratantes. Las crisis financiera y de la economía real tienen un componente político fundamental que atiende tanto a las leyes como a su imperio, a la ortodoxia (no digo ahora ideológica) de la utilización de los recursos y los bienes públicos y a la seriedad y eficiencia del funcionamiento de las instituciones.

Los bomberos -un tanto confusos en esta circunstancia- tendrán que contener el incendio. Pero después de tanto destrozo convendría preservar, más que las ideas y los mitos de unos y otros, la sociedad abierta.
Cumbre de bomberos

Germán Yanke


O ya están de camino o se están preparando para el tan esperado viaje a Washington. Lo malo de estas reuniones es que, a pesar del interés y del entusiasmo de algunos de los participantes, pueden terminar defraudando. De hecho, la visión optimista de la convocada ahora por el presidente Bush no puede ir más allá del inicio de un proceso de reformas del sistema financiero internacional que deberá seguir bajo el impulso de su sucesor, Barack Obama, y que tardará tiempo en formalizarse en algo concreto que esperemos sea útil. Los documentos previos con los que viajan los mandatarios de los países presentes (Francia, muy napoleónica, sigue cursando invitaciones) no van más allá de generalidades y buenos propósitos. Seguramente llegarán a mejor puerto del que han comenzado el periplo, pero no se pueden esperar soluciones inmediatas ni decisiones que vayan más allá de la manifestación de una voluntad reformadora.

Disraeli decía que, cuando hay un incendio, lo lógico es llamar a los bomberos y no al ayuntamiento para que reforme la normativa de seguridad y prevención, que es lo que debe hacerse después. Ahora, en buena medida como disimulo de la confusión producida por la crisis, hay una cierta tendencia a obtener un vano provecho teórico, tentación que afectó al presidente Rodríguez Zapatero proponiéndose como valedor de las soluciones socialdemócratas o "de la izquierda" en vez de echar el agua necesaria para apagar el incendio que se extiende a su alrededor. Al margen de este tipo de excesos, la derecha liberal parece un tanto desconcertada y, salvo excepciones, no acaba de distinguir entre el mercado y la ficción en la que se ha vivido alegremente estos últimos años. La discusión, en todo caso, está resultando bastante pobre. Valdría más la pena que comenzáramos por llamar a los bomberos.

Y, después, a la hora de las reformas, que son necesarias, en vez de la grandilocuencia para tener más razón que el adversario, nos propongamos reformar el Estado, que evidentemente ha fallado en su obligación elemental de preservar la verdad de las ofertas y los derechos de los contratantes. Las crisis financiera y de la economía real tienen un componente político fundamental que atiende tanto a las leyes como a su imperio, a la ortodoxia (no digo ahora ideológica) de la utilización de los recursos y los bienes públicos y a la seriedad y eficiencia del funcionamiento de las instituciones.

Los bomberos -un tanto confusos en esta circunstancia- tendrán que contener el incendio. Pero después de tanto destrozo convendría preservar, más que las ideas y los mitos de unos y otros, la sociedad abierta.

http://www.estrelladigital.es/ED/diario/53874.asp

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