Madonna: gato por liebre
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Domingo, 17-08-08
SÓLO admiro una cosa en Madonna, pero ésta, en superlativo: nadie sabe venderse mejor que ella. Es la reina del reclamo, la emperatriz del autobombo, la soberana de la imagen, en un mundo donde todo se hace cada vez más inconsistente. Es lo que explica que una mujer que no es guapa, ni sabe cantar, ni bailar, ni domina otro arte que el de la publicidad, haya llegado a los 50 años en la cúspide de la fama. Y los que te rondaré morena. O rubia, pues ha sido ambas cosas y siempre se las arregla para sacarse otro truco de la manga o de alguna otra prenda más íntima de su indumentaria.
He seguido su carrera desde que saltó a primera línea de actualidad, a mediados del los 80, con su «Como una virgen». Fue su primer golpe publicitario, en el universo del rock, dominado por el sexo más o menos duro. Asistí a su presentación en el Madison Square Garden, no porque me atrajese, sino porque su manager nos había enviado entradas a todos los corresponsales extranjeros en Nueva York, pensando ya en su proyección internacional. Me fui en el descanso, incapaz de soportar más «los chillidos de un gato al que han pisado la cola», como creo recordar que caractericé la voz de la cantante en la crónica que escribí para ABC. Fuera, la multitud que se había quedado sin entrada me contemplaba asombrada y un tanto indignada por verme salir.
No la he vuelto a ver ni escuchar en directo desde entonces, bastándome y sobrándome lo poco que he oído y visto de sus grabaciones: Madonna ha continuado supliendo sus carencias artísticas con montajes cada vez más audaces y espectaculares. De «virgen» pasó a «devorahombres». De «devorahombres», a ponerse la ropa interior sobre la de calle. El siguiente paso fue masturbarse en escena, o hacer que se masturbaba. La vimos luego en una escena de sexo colectivo interracial, que se convirtió en libro, con tanto o más éxito que el disco. El lesbianismo era la etapa obligada a continuación, con un par de incursiones en el cine, en busca de un Oscar que no logró, aunque lo tuvo cerca con Evita. Resulta significativo que, para interpretar ese papel, tuviera que tomar clases de canto, ya que la parafernalia que la envuelve en sus conciertos no bastaba en la pantalla. Y cuando parecía haber agotado todas las variantes sexuales, nos sale vendiendo sus cincuenta años, con el mismo éxito que vende todo. Supongo que venderá también su llegada a octogenaria. El objetivo es siempre el mismo: que el público se fije en lo que viste, en lo que hace, en cualquier cosa menos en lo que canta o baila. Pues como se fije en lo que canta y baila, saldrá corriendo, como yo del Madison.
Aunque hay que admitir su valía. No es fácil mantenerse en primera línea casi tres décadas en un mundo como el nuestro, donde la fama dura quince minutos. Madonna parece haberle encontrado el truco, renovándose cada cuarto de hora. Falsamente, claro, pero ¿qué importa? En ese sentido, es también un fenómeno político.
http://www.abc.es/20080817/opinion-firmas/madonna-gato-liebre-20080817.html
lunes, agosto 18, 2008
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