miercoles 27 de agosto de 2008
Tratemos con respeto la tragedia
Félix Arbolí
L A prensa y la televisión deben informar sobre todo los acontecimientos y sucesos que ocurren, pero en el tiempo preciso y la medida adecuada. Es su obligada misión. Comprobando que la noticia sea veraz y nada reiterativa para evitar la falta de interés y del pretendido impacto emocional que debe surtir entre los sufridos espectadores y lectores. Si estamos repitiendo a todas horas la misma retahíla, sin ningún dato nuevo e interesante, corremos el riesgo de hacer funcionar los mandos cansados ya de oír siempre la misma historia, aunque tenga una fuerza dramática impresionante o precisamente por ello al sentirnos incapaces de soportar tanta presión y tanta angustia repetidas hasta la saciedad.
Deben tenernos al corriente del hecho o suceso, pues es su obligación, pero sin excederse en sus atribuciones, ni abusar del dolor o la tragedia ajena para acaparar tiempo en pantalla, atraer espectadores y sacar unos minutos extras a la publicidad. Sin pretender machacarnos uno y otro día tratando de hundirnos aún más en el espanto. Lo estamos comprobando desgraciadamente en estos trágicos días en los que tantas familias han quedado rotas y afligidas ante la inesperada pérdida de unos seres queridos a los que vieron partir para gozar unos días de descanso o regresar de los mismos y no lo han podido recibir con la alegría del retorno. España entera se estremeció de dolor y personas e instituciones aquí y más allá de nuestras fronteras se ciñeron el negro, si no pudieron por fuera, en lo más íntimo de sus sentimientos. Pocas voces se alzaron al cielo impetrando el descanso eterno para las víctimas, de acuerdo con sus creencias. Los comentaristas pasan de esas “menudencias”. Eso no vende papel ni acapara espacios televisivos. Ninguna frase de consuelo espiritual para los padres, esposos o hijos que han quedado sufriendo un hueco muy difícil, por no decir imposible, de volver a llenar. Y es precisamente este convencimiento de que se han ido a un mundo mejor y estarán gozando una vida eterna libre de problemas los únicos pensamientos que pueden aliviar, aún a costa de muchas lágrimas y esfuerzos, el luto que siente el alma y llora el corazón a base de desgarros. .Algo que nada tiene que ver con crespones y brazaletes, aunque se exhiban en señal de solidaridad y merezcan el respeto de todos.
Hay veces, Dios me perdone, que los medios de comunicación parece que están esperando, no digo deseando, que ocurran estas tragedias para acaparar el mayor número de horas repitiendo imágenes y diálogos impactantes, solo cortados por los más numerosos anuncios publicitarios de una serie de firmas que presentan sus productos en ese escaparate que les brinda el dolor y la desgracia. Yo, francamente, no me sentiría cómodo anunciando mis productos en ese espacio donde la muerte es protagonista y el sufrimiento compañero de reparto. Me daría la impresión de carroñero al utilizar esas muertes en beneficio de mis productos, sabiendo que los ojos de toda España estarán pendientes de imágenes y sonidos. Es mi opinión personal Vería más consecuente, correcto y respetable que en noticias de ese tipo no se diera publicidad, o si se emite fuera al final, para no cortar la emoción del momento con esa intromisión intolerable. No se pueden alternar imágenes de muerte, horror y sufrimiento, con la sonrisa del Binaca o la chica del Wondrebrá, por citar dos marcas al azar. ¿O es que los directivos del medio y los de la casa anunciadora no sienten respeto y consideración hacia lo que se está informando?.
He visto y oído repetidamente una y otra vez, durante todos estos días a las mismas corresponsales situadas lo más próximas que les permitían del lugar del accidente, repitiendo escenas y diálogos que ya nos sabíamos de memoria, de triste y terrible memoria, intentando justificar espacio y micro, ya que siempre ofrecían el mismo panorama de un campo lejano, donde ella señalaba que tras aquella colina (que el realizador no enfocaba), había ocurrido el drama. Posteriormente, haciendo ostentación de que se trataba de una “exclusiva” daban las filmaciones de un aficionado que poco pudo aportar a lo ya conocido, sabido y aprendido, salvo la escasa calidad de la imagen. Acompañando a estas reiteradas imágenes, cuando descansaba la reportera en su retahíla, aparecía un señor que nos explicaba detalladamente la manera como iban a tratar a los familiares de las víctimas, que considero una labor muy loable y de suma importancia, pero nada interesante en ese momento al espectador. Eso sí mientras lo entrevistaban, se anunciaba a través de un rótulo su nombre y cargo, con la misma pomposidad que si se tratara de la entrevista al inventor de un importante fármaco que iba aliviar prodigiosamente el sufrimiento de los familiares.
Y de nuevo la cámara enfocando a Mavi, Paqui, Juani y demás colaboradoras para que volvieran a contarnos una vez más lo del accidente y la colina, que a la cámara no parecía interesarle mucho mostrar. Daban la desagradable impresión de que quisieran alargar un tema que no daba más de sí, porque no les dejaban acercarse ni informar convenientemente, pero que ellos necesitaban para cubrir pantalla y atraer la atención de los millones de espectadores que a esas horas estábamos con el alma en vilo y en ese estado continuábamos porque nadie nos sacaba de dudas, si siquiera en el número de víctimas mortales que pasaron de siete según una informadora, a veinte, sesenta, ciento cuarenta y por fin y fatídicamente a las ciento cincuenta y tres ofrecidas últimamente.
De pasada, un sacerdote explicaba el aspecto moral o enfoque espiritual. Pero unas breves palabras como cogidas al vuelo o para llenar ese pequeño hueco entre la publicidad y la reiteración. ¿Tan poco importan estas cuestiones a los que han emprendido este desconocido y eterno viaje? Sinceramente, si hubiera tenido la desgracia de tener un familiar entre esas personas que han perdido la vida de esa manera tan espantosa e inesperada, me sentiría ofendido con ese despliegue innecesario e hiriente que han montado para alargar al máximo la trágica noticia, incluso con escenas de otros accidentes similares y anteriores, que lo único que conseguían o ¿pretendían?, era meter el miedo en el cuerpo de todos los que no tuvieran más remedio que subir a un avión. Una estratagema innecesaria Como la de entrevistar en el aeropuerto a los pasajeros que debían iniciar sus vuelos o regresaban del mismo, aumentando con ello sus lógicos miedos y preocupaciones. ¿Sirve de algo este machaconeo improcedente e injustificado?. Creo que este proceder no solo no ha servido de consuelo a los familiares, que debería haber sido el fin perseguido, sino que a base de repeticiones, montajes y alusiones, han ido lacerando los sentimientos del espectador y fijando en sus recuerdos escenas y comentarios que deberíamos intentar superar, que no olvidar, para que podamos sentirnos serenos y consolados. ¡No digamos, por supuesto, lo que significará para los afectados!
Con toda mi solidaridad a los familiares de esas personas que ya no se encuentran entre nosotros y posiblemente lo estén pasando mucho mejor donde se hallan en la actualidad, porque peor que en este mundo absurdo, despiadado y angustioso no creo que exista otro lugar, he de reconocer que he sentido vergüenza ajena como persona y como periodista de la manera tan poco correcta y profesional como han tratado una información que merecía más intimidad, más sentimiento y más respeto al dolor de los que han quedado destrozados con ese espantoso drama. ¡Ya está bien señores de alargar más la tragedia para no perder la audiencia de los que viven en un mundo masoquista y cruel! Esos que parecen gozar contando cadáveres y presenciando lágrimas ajenas, como si se tratara de una de las novelas de la sobremesa, no en su contenido, sino en sus inagotables representaciones.
Noticia importante las visitas de los ministros de Trabajo, Fomento e Interior y el contacto permanente con el Rey. Un dato que se repetía una y otra vez, aunque en ningún momento se ofreciera la llegada de tan solidarias autoridades al lugar del accidente, que no dudamos sí ocurrió. Al día siguiente, la visita de los Reyes y la visión de las autoridades centrales y regionales moviéndose entre los familiares en un intento inútil de consolarlos.
Llevamos tres días de luto oficial y de programas especiales sobre el mismo tema y las mismas imágenes con alguna que otra variación. Ahora la desdichada colina alterna su anónimo protagonismo con las escenas del exterior del enorme tanatorio improvisado en IFEMA. Nos quedan aún más días de tragedia televisiva y exclusivas, porque el asunto se presta a ello, según los directivos de la programación. El único consuelo es que son días en los que poca televisión verán los afectados, evitándose con ello escenas y momentos que nunca pensarían tener que presenciar y sufrir.
¿Donde está Dios en estos momentos? Al parecer, en ningún lugar, ya que no se le menciona para nada. Es un tema tabú y poco recomendable en los tiempos que vivimos. Posiblemente haya quienes piensen que es responsable de esta tragedia y no quieran ni oír hablar de Él. Otros, aceptarán con resignación cristiana su dolor e intercederán por el alma de sus difuntos para que encuentren el descanso y la paz eterna. La triste y desagradable realidad es que por una u otra causa ciento cincuenta y tres personas han perdido la vida y ha causado una ruina moral y sentimental a un número mucho mayor. Se habla de investigaciones, labores de mantenimientos y una caja negra que en contra de lo habitual ha quedado algo deteriorada. Buscan a esa cabeza de turco en quien descargar las responsabilidades, aunque no haya sido el único culpable. Para el que ha perdido a un hijo, unos padres, hermano o familiar, nada les hará recuperarlos y poderlos abrazar. ¿Hasta cuando estará reptando esta serpiente de verano para seguir ocupando espacios y páginas en los medios de comunicación? Yo sólo pido una oración por el descanso de esas almas que han hallado al fin su destino y una buena dosis de resignación y fortaleza a todos sus familiares.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4792
martes, agosto 26, 2008
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