viernes 30 de mayo de 2008
Las cifras no engañan
LA tasa armonizada de inflación en el 4,7 por ciento en mayo; el euríbor por encima del 5 por ciento; las ventas al por menor disminuyendo un 3,4 por ciento en abril; el mercado de la vivienda, compraventa e hipotecas, hundido en tasas negativas del 40 por ciento; la creación de empleo en mínimos y cayendo; el famoso superávit de las cuentas públicas evaporado por el desplome de la recaudación aun antes de dilapidarlo en promesas electorales; el crecimiento estimado en el segundo trimestre del año en tasas próximas a cero... Y todavía el presidente del Gobierno saca pecho y dice que crecemos más que Europa y estamos mejor preparados que nunca para afrontar un ajuste más intenso y rápido de lo previsto. Se pueden tergiversar las cifras, jugar con las comparaciones temporales, acudir a los tradicionales eufemismos, pero el malestar económico no puede ser ignorado por ningún dirigente democrático sin que suponga un desprecio a la ciudadanía.
El dato de inflación de ayer es muy malo, sin paliativos. No puede haber consuelo en que el diferencial con nuestros socios europeos se mantenga constante. No sólo porque el diferencial acumulado aumenta continuamente, lo que explica la progresiva pérdida de competitividad y el creciente deterioro de la actividad industrial, sino porque los niveles de inflación también importan, y mucho. Los efectos perniciosos de la inflación tienen mucho que ver con las expectativas que generan, con los comportamientos defensivos que provocan, y esas expectativas, esos comportamientos, dependen crucialmente de los niveles de inflación. Cualquier empresario sabe que la negociación colectiva este otoño va a ser complicada con una inflación del cinco por ciento. Como lo sabe cualquier administrador público, que tendrá que enfrentarse a funcionarios y pensionistas reclamando en la calle el mantenimiento de la capacidad adquisitiva. Que la amenaza de una espiral de precios y salarios se convierta en realidad no depende del diferencial, sino de la tasa de inflación. Y con tasas del cinco por ciento empieza a tener una elevada probabilidad. Sobre todo, si se percibe que enfrente hay un Gobierno débil, complaciente ante las movilizaciones sociales, preso del buenismo político y sin un proyecto definido, sin una alternativa económica de futuro.
El Gobierno puede refugiarse en la crisis interna del principal partido de la oposición para distraer la atención y hacer la vista gorda. Eso no cambiará la realidad de las cosas. Estamos sufriendo la peor crisis económica desde principios de los años ochenta, y no ha hecho más que empezar. La credibilidad del Ejecutivo está en mínimos. Zapatero hablaba de lejanas y pasajeras turbulencias financieras y han resultado ser un terremoto que ha endurecido y encarecido el acceso al crédito de las familias y empresas españolas hasta ahogarlas. Hablaba de una desaceleración deseada y gradual y se ha encontrado con un ajuste brutal. Hablaba de agilizar el mercado de la vivienda en alquiler y se ha encontrado con la dimisión del presidente de la Agencia Pública de Alquiler ante la magnitud de las pérdidas registradas. Hablaba de que la inflación volvería a tasas del tres por ciento en primavera y la tendremos en el cinco por ciento en verano. Tanto error de predicción no puede ser casual. Sobre todo, porque era perfectamente previsible; bastaba con mirar sin anteojos partidistas el indicador adelantado de actividad económica que publica el propio Ministerio de Economía y Hacienda. Podía ser comprensible, que no justificable, difuminar la realidad antes de las elecciones. Ahora es una completa irresponsabilidad que demuestra que el Gobierno está paralizado entre dos maneras de entender la economía. De un lado un presidente que siempre ha considerado la economía subordinada a sus intereses políticos, y que no parece dispuesto a que la coyuntura le estropee su bonita historia de ampliación de derechos y rediseño territorial. De otro, un vicepresidente sin peso político suficiente para imponer un equipo económico, una mirada realista de los hechos y una política coherente para hacerles frente. Así, entre ocurrencias, globos sonda y presiones interesadas, el tiempo pasa, la inflación se dispara y la economía se desploma.
http://www.abc.es/20080530/opinion-editorial/cifras-enganan_200805300309.html
viernes, mayo 30, 2008
Marcello, Conspiradores deprimidos
viernes 30 de mayo de 2008
Conspiradores deprimidos
Si es verdad que Rajoy ha ofrecido a Gallardón la vicepresidencia del PP y el alcalde la acepta, a los conspiradores de El Mundo y la COPE les van a dar los siete males y entonces dirán, hartos de razón en su locura, lo de ¿veis cómo Gallardón es el tapado de Rajoy? Y qué decir de Esperanza Aguirre, que no se atreve a ir a Valladolid, y que vive perdida en su propia confusión, de la que solamente ella es la culpable por haberse puesto en las manos del mandril Losantos y de Pedro J., sin imaginar —¡mira que se lo advertimos!— que estos dos son expertos en traicionar y morder la mano de todo el que les hizo un favor, llámense Aznar, Rato, Cascos, a los que ahora recurren en su empeño, desesperado, por dinamitar a Rajoy.
Los conspiradores mediáticos no son de fiar, como muy bien ha podido comprobar la presidenta de Madrid, a la que el locutor enloquecido de la COPE acaba de llamar “caradura y manipuladora”, por no apoyarle con mentiras e infamias en el juicio que le ha puesto Gallardón. Un acto de sensatez y de cobardía, al mismo tiempo, que ayer la presidenta quiso enmendar excusándose con Federico, diciendo que el juez no la dejó hablar y repitiendo, como lo dijo ante el Rey, eso de que a un periodista “no se le puede quitar el micrófono”, que fue lo que hizo ella con Germán Yanke en Telemadrid, temerosa de que el mandril la haga fija entre sus víctimas y, de paso, para evitar tener que colocarlo en Telemadrid si los obispos, al final, lo echan de la COPE.
Como también pudo comprobar Aguirre la descarada traición que le hizo Pedro J., que, tras llamarla “lideresa preferida”, no dudó en pasarse a Juan Costa en un santiamén, después de decir, incluso, que él preferiría pactar con Gallardón antes que Rajoy volviera a presidir el PP (sic).
Aunque todavía les quedan cartuchos —y algunos kamikazes dispuestos a secundarles, ya estamos a la espera del salto de la rana de Cayetana— para intentar dinamitar el congreso del PP, los conspiradores están pasando un mal momento porque el juicio del mandril les ha salido muy mal. Y temen que una sentencia condenatoria —por la vía penal— deje al mandril en la puerta de la COPE. Porque en esas circunstancias le será muy difícil al sector duro del obispado mantener al enloquecido e insultador —y presunto injuriador— en el sitio en que está.
Y si se les apaga ese altavoz, ya veremos dónde recala el mandril, porque no hay muchos sitios y porque Losantos no debería olvidar lo que le ocurrió a José María García (al que él mismo traicionó), que tras su despedida de la radio no ha podido regresar al campo audiovisual.
Y es que cuando se juega a liderar un periodismo de partido y se enarbolan las más rancias banderas de la derecha española, como estos dos hicieron en la pasada legislatura, luego no se pueden volver contra el PP, ni contra su líder, ni contra su alcalde, porque los militantes y votantes del partido no lo aceptan, y sólo les siguen los fanáticos. Y, tras lo ocurrido en el juicio de Losantos, donde Aguirre, Acebes y Zaplana dieron la espantá —entre otras cosas para no tener que compartir la sentencia—, cada vez son menos y más confundidos los que están siguiendo a los conspiradores de la información que ya se estrellaron con el 11-M, que han topado con la Justicia y que se pueden estrellar contra el PP. Con una clara ventaja para Pedro J., y es que a él siempre le quedará su amigo Zapatero, mientras que al mandril veremos qué le queda, un convento o Miami Beach.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=marcello
Conspiradores deprimidos
Si es verdad que Rajoy ha ofrecido a Gallardón la vicepresidencia del PP y el alcalde la acepta, a los conspiradores de El Mundo y la COPE les van a dar los siete males y entonces dirán, hartos de razón en su locura, lo de ¿veis cómo Gallardón es el tapado de Rajoy? Y qué decir de Esperanza Aguirre, que no se atreve a ir a Valladolid, y que vive perdida en su propia confusión, de la que solamente ella es la culpable por haberse puesto en las manos del mandril Losantos y de Pedro J., sin imaginar —¡mira que se lo advertimos!— que estos dos son expertos en traicionar y morder la mano de todo el que les hizo un favor, llámense Aznar, Rato, Cascos, a los que ahora recurren en su empeño, desesperado, por dinamitar a Rajoy.
Los conspiradores mediáticos no son de fiar, como muy bien ha podido comprobar la presidenta de Madrid, a la que el locutor enloquecido de la COPE acaba de llamar “caradura y manipuladora”, por no apoyarle con mentiras e infamias en el juicio que le ha puesto Gallardón. Un acto de sensatez y de cobardía, al mismo tiempo, que ayer la presidenta quiso enmendar excusándose con Federico, diciendo que el juez no la dejó hablar y repitiendo, como lo dijo ante el Rey, eso de que a un periodista “no se le puede quitar el micrófono”, que fue lo que hizo ella con Germán Yanke en Telemadrid, temerosa de que el mandril la haga fija entre sus víctimas y, de paso, para evitar tener que colocarlo en Telemadrid si los obispos, al final, lo echan de la COPE.
Como también pudo comprobar Aguirre la descarada traición que le hizo Pedro J., que, tras llamarla “lideresa preferida”, no dudó en pasarse a Juan Costa en un santiamén, después de decir, incluso, que él preferiría pactar con Gallardón antes que Rajoy volviera a presidir el PP (sic).
Aunque todavía les quedan cartuchos —y algunos kamikazes dispuestos a secundarles, ya estamos a la espera del salto de la rana de Cayetana— para intentar dinamitar el congreso del PP, los conspiradores están pasando un mal momento porque el juicio del mandril les ha salido muy mal. Y temen que una sentencia condenatoria —por la vía penal— deje al mandril en la puerta de la COPE. Porque en esas circunstancias le será muy difícil al sector duro del obispado mantener al enloquecido e insultador —y presunto injuriador— en el sitio en que está.
Y si se les apaga ese altavoz, ya veremos dónde recala el mandril, porque no hay muchos sitios y porque Losantos no debería olvidar lo que le ocurrió a José María García (al que él mismo traicionó), que tras su despedida de la radio no ha podido regresar al campo audiovisual.
Y es que cuando se juega a liderar un periodismo de partido y se enarbolan las más rancias banderas de la derecha española, como estos dos hicieron en la pasada legislatura, luego no se pueden volver contra el PP, ni contra su líder, ni contra su alcalde, porque los militantes y votantes del partido no lo aceptan, y sólo les siguen los fanáticos. Y, tras lo ocurrido en el juicio de Losantos, donde Aguirre, Acebes y Zaplana dieron la espantá —entre otras cosas para no tener que compartir la sentencia—, cada vez son menos y más confundidos los que están siguiendo a los conspiradores de la información que ya se estrellaron con el 11-M, que han topado con la Justicia y que se pueden estrellar contra el PP. Con una clara ventaja para Pedro J., y es que a él siempre le quedará su amigo Zapatero, mientras que al mandril veremos qué le queda, un convento o Miami Beach.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=marcello
Jose Oneto, A Rajoy le quedan solo tres lunes...
viernes 30 de mayo de 2008
A Rajoy le quedan sólo tres lunes…
José Oneto
Este fin de semana Mariano Rajoy podrá respirar más tranquilo, aunque en cualquier momento le pueden clavar un nuevo cuchillo. Pero en cierto modo puede relajarse porque sólo le quedan tres lunes para el Congreso del PP en Valencia convocado para el 20 de junio. Los lunes suele tocar lanzamiento de cuchillos, mientras el resto de la semana el espectáculo circense en el que se ha convertido el Partido Popular se centra en el rugido de los leones, en la actuación de los payasos o en los saltos de los enanos.
A tres semanas, tres lunes del Congreso del Partido Popular en Valencia y tras una guerra civil en la que ha caído María San Gil, la presidenta del Partido en el País Vasco; el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, todo un símbolo para muchos militantes; el secretario ejecutivo de Comunicación e íntimo colaborador de Mariano Rajoy Gabriel Elorriaga; Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña (que todavía se debate entre la duda y la desesperanza); Gustavo de Arístegui, al que muchos le han pedido que encabece una lista alternativa; Juan Costa, el coordinador del programa electoral del PP, que guarda silencio sobre su futuro y sobre su candidatura a la Presidencia, sólo Mariano Rajoy mantiene viva su candidatura a la Presidencia del partido y su ilusión (cosa incomprensible) a la candidatura en las elecciones generales que se tienen que celebrar en el año 2012.
Por el camino, en sólo unas semanas se ha ido Eduardo Zaplana, ha tirado la toalla el secretario general Ángel Acebes, se ha radicalizado la situación personal de Jaime Mayor Oreja, se han roto todos los puentes con el ex vicepresidente económico Rodrigo Rato, ha reaparecido Francisco Álvarez-Cascos para reivindicar las viejas esencias del partido, ha mostrado su preocupación por la situación el ex presidente José María Aznar, al que muchos le han empezado a pedir a gritos que intervenga activamente, y sólo Manuel Fraga, el fundador, mantiene, junto a su protegido, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, el apoyo, junto a los barones del partido, y la confianza en la candidatura de Mariano Rajoy.
A tres semanas de la cita valenciana, sólo Rajoy resiste a pesar de los insultos que le han dedicado desde determinados medios de comunicación, especialmente desde la radio de los obispos, con el visto bueno del cardenal Rouco Varela, a pesar de las descalificaciones, a pesar de las maniobras internas, a pesar de las “conspiraciones” de su propio entorno y a pesar del desconcierto de los militantes, que no se creen todavía lo que está pasando en ese espectáculo de tiradores de cuchillos, trapecistas y mujeres barbudas.
Hasta ahora Rajoy ha aguantado y se ha resistido a tirar la toalla. Con los avales bien amarrados, su discurso lineal y cansino pasa por pedir que cualquiera que lo desee se puede presentar y que el congreso está abierto a todos.
Veremos qué ocurre este lunes cuando comience a valorarse la noticia, no confirmada por Rajoy, de que estaría dispuesto a nombrar vicepresidente del partido al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, su más firme aliado en la lucha que el líder del PP ha emprendido después de la derrota electoral de marzo.
Gallardón sería de hecho el número dos del partido, por encima del secretario general, con lo cual se coloca en lugar privilegiado para optar a la sucesión del propio Rajoy en el caso de que el actual presidente popular tenga que tirar la toalla por algún fracaso electoral en las europeas, en las gallegas, en las vascas o en las catalanas.
Habrá que contemplar a los tiradores de cuchillos instalados en la Comunidad de Madrid en un espectáculo insólito. Mientras, esperemos al lunes…
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=oneto
A Rajoy le quedan sólo tres lunes…
José Oneto
Este fin de semana Mariano Rajoy podrá respirar más tranquilo, aunque en cualquier momento le pueden clavar un nuevo cuchillo. Pero en cierto modo puede relajarse porque sólo le quedan tres lunes para el Congreso del PP en Valencia convocado para el 20 de junio. Los lunes suele tocar lanzamiento de cuchillos, mientras el resto de la semana el espectáculo circense en el que se ha convertido el Partido Popular se centra en el rugido de los leones, en la actuación de los payasos o en los saltos de los enanos.
A tres semanas, tres lunes del Congreso del Partido Popular en Valencia y tras una guerra civil en la que ha caído María San Gil, la presidenta del Partido en el País Vasco; el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, todo un símbolo para muchos militantes; el secretario ejecutivo de Comunicación e íntimo colaborador de Mariano Rajoy Gabriel Elorriaga; Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña (que todavía se debate entre la duda y la desesperanza); Gustavo de Arístegui, al que muchos le han pedido que encabece una lista alternativa; Juan Costa, el coordinador del programa electoral del PP, que guarda silencio sobre su futuro y sobre su candidatura a la Presidencia, sólo Mariano Rajoy mantiene viva su candidatura a la Presidencia del partido y su ilusión (cosa incomprensible) a la candidatura en las elecciones generales que se tienen que celebrar en el año 2012.
Por el camino, en sólo unas semanas se ha ido Eduardo Zaplana, ha tirado la toalla el secretario general Ángel Acebes, se ha radicalizado la situación personal de Jaime Mayor Oreja, se han roto todos los puentes con el ex vicepresidente económico Rodrigo Rato, ha reaparecido Francisco Álvarez-Cascos para reivindicar las viejas esencias del partido, ha mostrado su preocupación por la situación el ex presidente José María Aznar, al que muchos le han empezado a pedir a gritos que intervenga activamente, y sólo Manuel Fraga, el fundador, mantiene, junto a su protegido, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, el apoyo, junto a los barones del partido, y la confianza en la candidatura de Mariano Rajoy.
A tres semanas de la cita valenciana, sólo Rajoy resiste a pesar de los insultos que le han dedicado desde determinados medios de comunicación, especialmente desde la radio de los obispos, con el visto bueno del cardenal Rouco Varela, a pesar de las descalificaciones, a pesar de las maniobras internas, a pesar de las “conspiraciones” de su propio entorno y a pesar del desconcierto de los militantes, que no se creen todavía lo que está pasando en ese espectáculo de tiradores de cuchillos, trapecistas y mujeres barbudas.
Hasta ahora Rajoy ha aguantado y se ha resistido a tirar la toalla. Con los avales bien amarrados, su discurso lineal y cansino pasa por pedir que cualquiera que lo desee se puede presentar y que el congreso está abierto a todos.
Veremos qué ocurre este lunes cuando comience a valorarse la noticia, no confirmada por Rajoy, de que estaría dispuesto a nombrar vicepresidente del partido al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, su más firme aliado en la lucha que el líder del PP ha emprendido después de la derrota electoral de marzo.
Gallardón sería de hecho el número dos del partido, por encima del secretario general, con lo cual se coloca en lugar privilegiado para optar a la sucesión del propio Rajoy en el caso de que el actual presidente popular tenga que tirar la toalla por algún fracaso electoral en las europeas, en las gallegas, en las vascas o en las catalanas.
Habrá que contemplar a los tiradores de cuchillos instalados en la Comunidad de Madrid en un espectáculo insólito. Mientras, esperemos al lunes…
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=oneto
German Yanke, Los errores del PP
viernes 30 de mayo de 2008
Los errores del PP
Germán Yanke
A Mariano Rajoy le pasa algo parecido a lo que cuenta Caireles del picador Fuentes, que, en un mal lance, fue volteado con violencia por el toro. Yacía ensangrentado y su amigo Paco Gaztambide se lanzó al ruedo y, mientras le palpaba preguntando dónde había sido herido, Fuentes le respondió: “Don Francisco, ha sido ¡en general!”.
La oposición interna con la que se está encontrando en estos meses previos al congreso del partido es también en general. Quiero decir que, aunque algunos gestos hayan y sigan siendo llamativos, no ha recibido cornada alguna que sea definitiva para apartarlo de la lidia. En la situación del PP, y a pesar de haber perdido las elecciones y tener coyunturales datos negativos (como la encuesta que hizo pública ayer el CIS), los golpes son en general, sin que haya entre los críticos un planteamiento más o menos unitario y coherente y sin que éstos consigan por el momento formalizar una candidatura alternativa. En el aspecto ideológico le combaten tanto desde el dogmatismo como desde el pragmatismo sin atisbo de ideología (incluso diría, en algunos casos, sin ápice de pensamiento). En el del liderazgo resulta que tiene, aunque algunos lo vean como el menor mal de los que aparecen en el escenario, más apoyos que cualquier otro.
Por eso la batalla del PP tiene un cierto aire patético, ya que no se trata de ganar, sino de desgastar. Y por eso también, porque es “en general”, hasta las pulgas, en el fragor de los focos que iluminan el espectáculo, se convierten en seres aparentemente peligrosos. Si no se hubieran acumulado tantas deslealtades, tantas traiciones y tanto ruido (y tantos fracasos ante los electores), la aparición en escena de algunos personajes menores movería a Rajoy, como mueve fuera del partido, a risa.
Sin embargo, en los últimos días se está visualizando que el punto de encuentro de los heterogéneos críticos —que resulta ser estar en contra del actual presidente por variados y contradictorios motivos— se está convirtiendo en otra cosa, ya sea de modo organizado o espontáneo. A Mariano Rajoy, a un lado las referencias a la moderación y el empeño de aglutinar a los diferentes, le falta todavía, a mi juicio, estructurar de modo serio y eficiente el proyecto político que pueda ser alternativa al PSOE. Pero lo que sabemos, tanto por sus palabras como por los nombres que se citan a su alrededor, es que no quiere hacer la oposición que el PP ha hecho durante estos últimos cuatro años aunque quiera mantener los “principios” que, en realidad, son las líneas que no se pretende rebasar en este cambio fundamental. Lo apunto porque algunos hablan de principios no como fronteras, sino como dogmas.
Sin duda, él mismo es responsable de una oposición bastante lamentable en el tono y en el préstamo, adecuadamente apoyado por los prestadores de la voz del partido a medios, colectivos e instituciones ajenas. El caso del 11-M fue, en este sentido, paradigmático, como lo fue, por no detallar ahora todos los desmanes, el empeño de presentarse ante la opinión pública, no como una opción que compite con otras, sino como una suma de certidumbres, a veces absolutas, que convierte al discrepante en un mistificador o propietario de una falsa conciencia. Sin duda, Rajoy, además, ha gestionado mal la situación desde el 9 de marzo. Pero se diría que, ahora, con unos y otros perfiles, unos por apego a los dogmas, otros por autodefensa y otros arrastrados por los acontecimientos, los críticos parecen oponerse a reconocer los errores de tan nefasta legislatura, como si un atisbo de sentido común fuese, como dicen algunos, una muestra de relativismo moral.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=german
Los errores del PP
Germán Yanke
A Mariano Rajoy le pasa algo parecido a lo que cuenta Caireles del picador Fuentes, que, en un mal lance, fue volteado con violencia por el toro. Yacía ensangrentado y su amigo Paco Gaztambide se lanzó al ruedo y, mientras le palpaba preguntando dónde había sido herido, Fuentes le respondió: “Don Francisco, ha sido ¡en general!”.
La oposición interna con la que se está encontrando en estos meses previos al congreso del partido es también en general. Quiero decir que, aunque algunos gestos hayan y sigan siendo llamativos, no ha recibido cornada alguna que sea definitiva para apartarlo de la lidia. En la situación del PP, y a pesar de haber perdido las elecciones y tener coyunturales datos negativos (como la encuesta que hizo pública ayer el CIS), los golpes son en general, sin que haya entre los críticos un planteamiento más o menos unitario y coherente y sin que éstos consigan por el momento formalizar una candidatura alternativa. En el aspecto ideológico le combaten tanto desde el dogmatismo como desde el pragmatismo sin atisbo de ideología (incluso diría, en algunos casos, sin ápice de pensamiento). En el del liderazgo resulta que tiene, aunque algunos lo vean como el menor mal de los que aparecen en el escenario, más apoyos que cualquier otro.
Por eso la batalla del PP tiene un cierto aire patético, ya que no se trata de ganar, sino de desgastar. Y por eso también, porque es “en general”, hasta las pulgas, en el fragor de los focos que iluminan el espectáculo, se convierten en seres aparentemente peligrosos. Si no se hubieran acumulado tantas deslealtades, tantas traiciones y tanto ruido (y tantos fracasos ante los electores), la aparición en escena de algunos personajes menores movería a Rajoy, como mueve fuera del partido, a risa.
Sin embargo, en los últimos días se está visualizando que el punto de encuentro de los heterogéneos críticos —que resulta ser estar en contra del actual presidente por variados y contradictorios motivos— se está convirtiendo en otra cosa, ya sea de modo organizado o espontáneo. A Mariano Rajoy, a un lado las referencias a la moderación y el empeño de aglutinar a los diferentes, le falta todavía, a mi juicio, estructurar de modo serio y eficiente el proyecto político que pueda ser alternativa al PSOE. Pero lo que sabemos, tanto por sus palabras como por los nombres que se citan a su alrededor, es que no quiere hacer la oposición que el PP ha hecho durante estos últimos cuatro años aunque quiera mantener los “principios” que, en realidad, son las líneas que no se pretende rebasar en este cambio fundamental. Lo apunto porque algunos hablan de principios no como fronteras, sino como dogmas.
Sin duda, él mismo es responsable de una oposición bastante lamentable en el tono y en el préstamo, adecuadamente apoyado por los prestadores de la voz del partido a medios, colectivos e instituciones ajenas. El caso del 11-M fue, en este sentido, paradigmático, como lo fue, por no detallar ahora todos los desmanes, el empeño de presentarse ante la opinión pública, no como una opción que compite con otras, sino como una suma de certidumbres, a veces absolutas, que convierte al discrepante en un mistificador o propietario de una falsa conciencia. Sin duda, Rajoy, además, ha gestionado mal la situación desde el 9 de marzo. Pero se diría que, ahora, con unos y otros perfiles, unos por apego a los dogmas, otros por autodefensa y otros arrastrados por los acontecimientos, los críticos parecen oponerse a reconocer los errores de tan nefasta legislatura, como si un atisbo de sentido común fuese, como dicen algunos, una muestra de relativismo moral.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=german
Alvaro Delgado-Gal, Uniendo puntos
viernes 30 de mayo de 2008
Uniendo puntos
ÁLVARO DELGADO-GAL
LA vida política ha adquirido en los Estados Unidos un tono áspero, agrio, rencoroso. La lógica sectaria ha mudado el debate en una batalla campal, y las palabras cruzan el aire silbando como proyectiles. El fenómeno ganó en intensidad tras la malhadada invasión de Irak, pero no resulta imputable sólo a ésta, o, ni siquiera, principalmente a ésta. La izquierda se encrespó considerablemente tras la primera victoria de Bush, conseguida de forma contenciosa. El enfado exacerbó una tendencia, una especie de progresión, que el mandato de Clinton había logrado atenuar, aunque no detener. La radicalización de la izquierda deriva en parte de que la derecha ha propendido a dominar los escenarios públicos desde Reagan en adelante. Hay, sin embargo, más. La izquierda tiene la sensación de que se le ha arrebatado algo. ¿El qué? Nada menos... que la revolución.
En Europa, asociamos todavía la revolución a un derribo violento del orden vigente y a la instauración repentina de otro inspirado en la justicia y la razón. Piénsese en La Libertad guiando al pueblo, el cuadro con que Delacroix celebró los tumultos parisinos de 1830. Desde el centro del cuadro la Libertad, en figura de matrona romana, intima el sacrificio de Lucrecia y la caída de la estirpe opresora de los Tarquinios. Nos movemos en un espacio de evocaciones sublimes, que están pidiendo a gritos un escenario de ópera, y dentro de él, los denuedos de un tenor. En América, la revolución es otra cosa. Se trata de un experimento en desarrollo constante, que los padres de la Constitución cifraron en fórmulas casi sibilinas y cuya interrupción se entiende que es intolerable y de alguna manera odiosa. El caso es que la izquierda está batiendo los timbales con una energía comparable a la que gasta en la orilla opuesta el evangelismo fundamentalista. El asunto no es para tomarlo a la ligera, y podría conocer paralelos al otro lado del Atlántico. De hecho, los conoce, según se comprobará por una noticia que reservo para el final de esta Tercera. Antes, sin embargo, tengo que hablarles de George Lakoff, autor de un opúsculo recientemente traducido al castellano.
Lakoff es un lingüista ilustre, e igualmente, según se echa de ver por el opúsculo (No pienses en un elefante, Editorial Complutense), un liberal furioso, en la acepción americana de la palabra. El librito, compuesto de piezas escritas poco antes de las presidenciales de 2004, está concebido como un manual de instrucciones para políticos de rompe y rasga. La tesis de Lakoff es que los demócratas no han sabido hacer lo que sí han hecho con eficacia, y eficacia letal, los republicanos: fijar las reglas de juego. El verbo preferido por Lakoff, «framing», no tiene traducción exacta a nuestro idioma. La forma substantivada de «framing» es «frame», «marco»: el truco de los republicanos ha consistido en encerrar las cuestiones en un marco que resalta su punto de vista y vela o expulsa el de sus rivales. Esto, de momento, es poco excepcional. Cualquier asesor de cualquier candidato a la presidencia del Gobierno sabe que una campaña está ya medio ganada cuando se discute de lo que al candidato le interesa que se discuta, en los términos que más le favorecen a él y menos al otro candidato. Lo notable son las enseñanzas que el autor extrae de su hallazgo. Lakoff nos relata lo que le ocurrió hace unos años. No acertaba a comprender qué podían tener en común las distintas entradas de los menús electorales, hasta que, ¡eureka!, dio con la clave. ¿Qué creyó descubrir Lakoff? Pues que las propuestas, por dispares que pudieran parecer, se desprendían, con rigor geométrico, de una intuición nuclear. Lakoff vincula esa intuición al modo como concebimos la familia. El conservador se apunta al modelo patriarcal, el cual, a su vez, se incrusta en una noción agustiniana de la vida. El niño es malo, y hay que disciplinarlo para que se desenvuelva en el mundo de afuera, surcado de tiburones y bestias feroces. El progresista, por el contrario, entiende la familia como un lugar cálido, en que padre y madre dispensan por igual amor a sus hijos. El niño es bueno, y la idea es amarle intensamente para que él haga lo propio con sus semejantes.
No estoy haciendo una parodia de Lakoff. Lakoff, asombrosamente, dice lo que yo digo que dice, de la manera exacta en que se lo hago decir. La conclusión inmediata, es que el conservador es un tipo muy antipático. Y el progresista, un tipo encantador. Dado que, en el fondo, todo quisque lleva en su ADN moral la secuencia progresista o conservadora, se es enteramente progresista o conservador, sin medias tintas. Ello plantea dos problemas. El primero se refiere al porcentaje residual de ciudadanos que vota unas veces a la izquierda, y otras a la derecha. ¿Cómo explicar su existencia en un espacio que está roto en dos mitades perfectamente complementarias? La respuesta de Lakoff es que el ciudadano de centro es como el doctor Jekyll. El genoma progresista manda sobre él por la mañana, hasta que por la tarde se activa el conservador, o al revés. ¿Solución? El demócrata astuto habrá de apagar en Jekyll al Hyde que sestea en los pliegues de su alma, y darle la vuelta a Hyde para que salga a la superficie el Jekyll oculto. El segundo problema es que los hechos deslucen la teoría. Hasta hace pocos decenios muchos sureños votaban demócrata, no por afinidad con la ideología progresista sino porque Lincoln había sido republicano. El agravio histórico rehusaba ausentarse del imaginario colectivo del sur y prevalecía sobre la división liberal/conservador. No menos problemático es el caso de los libertarios. Éstos prefieren a Reagan y compañía, a despecho de que su Weltanschauung sea estrictamente incompatible con el modelo patriarcal que cultivan los mormones o los baptistas de Georgia. Lakoff ignora estas objeciones, o las aparta con despejo olímpico.
Prosigamos. La tesis de que somos robots morales, unida a la reflexión de que los robots no votan atendiendo a razones, sino conforme al programa que está impreso en sus circuitos, sugiere dos consejos prácticos. Uno: no se deben esgrimir ideas sino imponer perspectivas, o como dice Lakoff, «marcos». Sentado un marco, se habrá establecido la visión más congruente con los propios principios y menos hospitalaria a los ajenos. Dos: cuanto más radical el programa, mejor. Matizar la propuesta nuclear, o abrirla o debilitarla con otras propuestas, expone al candidato a perder el control de su perspectiva, y por tanto, a ceder la iniciativa al enemigo. La resulta, es una substitución de la política por la guerra de exterminio. No debe sorprendernos el desenlace, harto natural cuando se parte del axioma de que una mitad de la Humanidad es buena, y la otra mala. Delego en el lector la tarea empeñosísima de conciliar la agenda de Lakoff con la idea de que el progresismo es amor.
¿Han prendido en Europa estos fuegos, desconocemos todavía si aurorales o crepusculares? Cada país es un mundo, y no se puede generalizar. Pero tenemos un dato referido a España: Lakoff pertenece al equipo de asesores estrella que Zapatero ha fichado tras buscar por aquí y por allá. Como dicen en los pasatiempos: «Únanse los puntos, y aparecerá el dibujo escondido».
http://www.abc.es/20080530/opinion-editorial/uniendo-puntos_200805300309.html
Uniendo puntos
ÁLVARO DELGADO-GAL
LA vida política ha adquirido en los Estados Unidos un tono áspero, agrio, rencoroso. La lógica sectaria ha mudado el debate en una batalla campal, y las palabras cruzan el aire silbando como proyectiles. El fenómeno ganó en intensidad tras la malhadada invasión de Irak, pero no resulta imputable sólo a ésta, o, ni siquiera, principalmente a ésta. La izquierda se encrespó considerablemente tras la primera victoria de Bush, conseguida de forma contenciosa. El enfado exacerbó una tendencia, una especie de progresión, que el mandato de Clinton había logrado atenuar, aunque no detener. La radicalización de la izquierda deriva en parte de que la derecha ha propendido a dominar los escenarios públicos desde Reagan en adelante. Hay, sin embargo, más. La izquierda tiene la sensación de que se le ha arrebatado algo. ¿El qué? Nada menos... que la revolución.
En Europa, asociamos todavía la revolución a un derribo violento del orden vigente y a la instauración repentina de otro inspirado en la justicia y la razón. Piénsese en La Libertad guiando al pueblo, el cuadro con que Delacroix celebró los tumultos parisinos de 1830. Desde el centro del cuadro la Libertad, en figura de matrona romana, intima el sacrificio de Lucrecia y la caída de la estirpe opresora de los Tarquinios. Nos movemos en un espacio de evocaciones sublimes, que están pidiendo a gritos un escenario de ópera, y dentro de él, los denuedos de un tenor. En América, la revolución es otra cosa. Se trata de un experimento en desarrollo constante, que los padres de la Constitución cifraron en fórmulas casi sibilinas y cuya interrupción se entiende que es intolerable y de alguna manera odiosa. El caso es que la izquierda está batiendo los timbales con una energía comparable a la que gasta en la orilla opuesta el evangelismo fundamentalista. El asunto no es para tomarlo a la ligera, y podría conocer paralelos al otro lado del Atlántico. De hecho, los conoce, según se comprobará por una noticia que reservo para el final de esta Tercera. Antes, sin embargo, tengo que hablarles de George Lakoff, autor de un opúsculo recientemente traducido al castellano.
Lakoff es un lingüista ilustre, e igualmente, según se echa de ver por el opúsculo (No pienses en un elefante, Editorial Complutense), un liberal furioso, en la acepción americana de la palabra. El librito, compuesto de piezas escritas poco antes de las presidenciales de 2004, está concebido como un manual de instrucciones para políticos de rompe y rasga. La tesis de Lakoff es que los demócratas no han sabido hacer lo que sí han hecho con eficacia, y eficacia letal, los republicanos: fijar las reglas de juego. El verbo preferido por Lakoff, «framing», no tiene traducción exacta a nuestro idioma. La forma substantivada de «framing» es «frame», «marco»: el truco de los republicanos ha consistido en encerrar las cuestiones en un marco que resalta su punto de vista y vela o expulsa el de sus rivales. Esto, de momento, es poco excepcional. Cualquier asesor de cualquier candidato a la presidencia del Gobierno sabe que una campaña está ya medio ganada cuando se discute de lo que al candidato le interesa que se discuta, en los términos que más le favorecen a él y menos al otro candidato. Lo notable son las enseñanzas que el autor extrae de su hallazgo. Lakoff nos relata lo que le ocurrió hace unos años. No acertaba a comprender qué podían tener en común las distintas entradas de los menús electorales, hasta que, ¡eureka!, dio con la clave. ¿Qué creyó descubrir Lakoff? Pues que las propuestas, por dispares que pudieran parecer, se desprendían, con rigor geométrico, de una intuición nuclear. Lakoff vincula esa intuición al modo como concebimos la familia. El conservador se apunta al modelo patriarcal, el cual, a su vez, se incrusta en una noción agustiniana de la vida. El niño es malo, y hay que disciplinarlo para que se desenvuelva en el mundo de afuera, surcado de tiburones y bestias feroces. El progresista, por el contrario, entiende la familia como un lugar cálido, en que padre y madre dispensan por igual amor a sus hijos. El niño es bueno, y la idea es amarle intensamente para que él haga lo propio con sus semejantes.
No estoy haciendo una parodia de Lakoff. Lakoff, asombrosamente, dice lo que yo digo que dice, de la manera exacta en que se lo hago decir. La conclusión inmediata, es que el conservador es un tipo muy antipático. Y el progresista, un tipo encantador. Dado que, en el fondo, todo quisque lleva en su ADN moral la secuencia progresista o conservadora, se es enteramente progresista o conservador, sin medias tintas. Ello plantea dos problemas. El primero se refiere al porcentaje residual de ciudadanos que vota unas veces a la izquierda, y otras a la derecha. ¿Cómo explicar su existencia en un espacio que está roto en dos mitades perfectamente complementarias? La respuesta de Lakoff es que el ciudadano de centro es como el doctor Jekyll. El genoma progresista manda sobre él por la mañana, hasta que por la tarde se activa el conservador, o al revés. ¿Solución? El demócrata astuto habrá de apagar en Jekyll al Hyde que sestea en los pliegues de su alma, y darle la vuelta a Hyde para que salga a la superficie el Jekyll oculto. El segundo problema es que los hechos deslucen la teoría. Hasta hace pocos decenios muchos sureños votaban demócrata, no por afinidad con la ideología progresista sino porque Lincoln había sido republicano. El agravio histórico rehusaba ausentarse del imaginario colectivo del sur y prevalecía sobre la división liberal/conservador. No menos problemático es el caso de los libertarios. Éstos prefieren a Reagan y compañía, a despecho de que su Weltanschauung sea estrictamente incompatible con el modelo patriarcal que cultivan los mormones o los baptistas de Georgia. Lakoff ignora estas objeciones, o las aparta con despejo olímpico.
Prosigamos. La tesis de que somos robots morales, unida a la reflexión de que los robots no votan atendiendo a razones, sino conforme al programa que está impreso en sus circuitos, sugiere dos consejos prácticos. Uno: no se deben esgrimir ideas sino imponer perspectivas, o como dice Lakoff, «marcos». Sentado un marco, se habrá establecido la visión más congruente con los propios principios y menos hospitalaria a los ajenos. Dos: cuanto más radical el programa, mejor. Matizar la propuesta nuclear, o abrirla o debilitarla con otras propuestas, expone al candidato a perder el control de su perspectiva, y por tanto, a ceder la iniciativa al enemigo. La resulta, es una substitución de la política por la guerra de exterminio. No debe sorprendernos el desenlace, harto natural cuando se parte del axioma de que una mitad de la Humanidad es buena, y la otra mala. Delego en el lector la tarea empeñosísima de conciliar la agenda de Lakoff con la idea de que el progresismo es amor.
¿Han prendido en Europa estos fuegos, desconocemos todavía si aurorales o crepusculares? Cada país es un mundo, y no se puede generalizar. Pero tenemos un dato referido a España: Lakoff pertenece al equipo de asesores estrella que Zapatero ha fichado tras buscar por aquí y por allá. Como dicen en los pasatiempos: «Únanse los puntos, y aparecerá el dibujo escondido».
http://www.abc.es/20080530/opinion-editorial/uniendo-puntos_200805300309.html
Pablo Sebastian, Rajoy, el que resiste gana
viernes 30 de mayo de 2008
Rajoy, el que resiste gana
Pablo Sebastián
En el escudo de armas del marquesado de Iria Flavia, con el que el Rey Juan Carlos premió al ilustre escritor Camilo José Cela, figura su lema, que dice así: “El que resiste gana”. En ese empeño parece estar al día de hoy el presidente del PP, Mariano Rajoy, haciendo frente, de cara al congreso del PP del próximo mes de junio, no ya a sus adversarios políticos, que ante la ausencia de otra candidatura no existen como tales, sino al juego sucio que algunos dirigentes del PP y medios de comunicación están proyectando en el seno del Partido Popular, sin otro objetivo que buscar el abandono de Rajoy y el descrédito de la convocatoria congresual, para que la crisis que inunda este partido se convierta en una enfermedad crónica, que permita a los conspiradores y dinamiteros de ocasión tener una segunda oportunidad para hacerse con el poder.
Sin embargo, lo grotesco de algunos ataques al líder del partido —como los planteados por Elorriaga, Arístegui, Ballestero, etc.— y lo más repugnante de algunas manipulaciones, inducidas —como la de San Gil— o premeditadas, que hablan de traición a los principios del PP y las víctimas del terrorismo, como las que han insinuado Jaime Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, tanto contra Rajoy como contra Gallardón, están provocando el efecto contrario al que los conspiradores esperaban, e incluso otras reacciones de un cierre de filas a favor del hasta ahora el único candidato a la presidencia del PP.
Un Rajoy que, lejos del abandonismo y la displicencia que marcaron sus últimos años como presidente del partido y líder de la oposición, está resultando ser más correoso y resistente de lo que algunos se esperaban y calculaban. Lo que, al margen de provocar sorpresa entre sus emboscados adversarios, está desarbolando a los que han pretendido organizar una segunda candidatura, primero con Aguirre, luego con Costa y finalmente con Rato, en la que los mencionados no parecen ponerse de acuerdo entre ellos, porque cada uno tiene sus propias ambiciones, y ninguno de los tres parece haber conseguido otros apoyos de los que circulan por Madrid.
Es verdad que en el PP hay posibles presidentes y cabezas de cartel para presentarse frente a Zapatero con más fuerza y mejores resultados que los de Rajoy. El propio Gallardón, Camps o Rato podrían estar en esa lista, una vez que Aguirre parece haber quemado ella misma por sus muchos errores sus posibilidades. Pero ninguno de ellos ha dado un paso al frente, y los dos primeros dieron su apoyo a Rajoy. También es cierto que Rajoy acumula dos derrotas y que —dada la posible competencia que tiene— su caso no es comparable a las terceras oportunidades electorales que tuvieron González y Aznar para llegar al poder. Como parece claro que Rajoy ha cometido graves errores en su gestión de la derrota electoral y en la crisis del PP.
Todo esto es cierto, pero también es verdad que es el único dirigente del PP que ha presentado su candidatura al congreso. Y además nadie puede decir ni argumentar que no salen otros candidatos porque el reglamento —hecho por los propios populares— del partido hace muy difícil que otro candidato pueda lograr la nominación y reunir los 600 avales que hacen falta para que se pueda presentar. Pero siendo esto así, como parece cierto que el aparato del PP y los barones que están con Rajoy han abusado de su posición a la hora de recopilar avales, sería muy difícil o imposible que, si aparece un candidato de aquí al inicio del congreso del partido, la actual dirección y la comisión de estatutos del partido le cierren el paso. Porque, entonces, la credibilidad del congreso y del equipo directivo que allí se nombre quedará devaluada y bajo todas las sospechas.
De manera que vamos a ver qué ocurre en las próximas tres semanas ante el inicio del congreso del PP, porque nada está escrito y el guión todavía podría cambiar, incluso durante la celebración del congreso. Ahora bien, parece que ha quedado claro que los golpes bajos y las sucias maniobras no van a desestabilizar a Rajoy ni a los que les apoyan, sino, al contrario, los están reforzando. Por ello, si alguien pretende, en buena lid, bajar a la arena lo deberá de hacer con la mayor franqueza y celeridad, porque los días se agotan y la resistencia de Rajoy se está convirtiendo en una cualidad. Por más que le faltan otras, como capacidad para formar un buen equipo y para aunar. Se ha dicho ayer que Rajoy pretende ofrecer a Gallardón una vicepresidencia primera, o única, lo que por su parte constituye un gesto y otra habilidad. Pero que se cuide Gallardón de los regalos, sobre todo si vienen de los gallegos, que son como los griegos, porque lo del caballo de Troya es un ejemplo que nadie debería olvidar.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=manantial
Rajoy, el que resiste gana
Pablo Sebastián
En el escudo de armas del marquesado de Iria Flavia, con el que el Rey Juan Carlos premió al ilustre escritor Camilo José Cela, figura su lema, que dice así: “El que resiste gana”. En ese empeño parece estar al día de hoy el presidente del PP, Mariano Rajoy, haciendo frente, de cara al congreso del PP del próximo mes de junio, no ya a sus adversarios políticos, que ante la ausencia de otra candidatura no existen como tales, sino al juego sucio que algunos dirigentes del PP y medios de comunicación están proyectando en el seno del Partido Popular, sin otro objetivo que buscar el abandono de Rajoy y el descrédito de la convocatoria congresual, para que la crisis que inunda este partido se convierta en una enfermedad crónica, que permita a los conspiradores y dinamiteros de ocasión tener una segunda oportunidad para hacerse con el poder.
Sin embargo, lo grotesco de algunos ataques al líder del partido —como los planteados por Elorriaga, Arístegui, Ballestero, etc.— y lo más repugnante de algunas manipulaciones, inducidas —como la de San Gil— o premeditadas, que hablan de traición a los principios del PP y las víctimas del terrorismo, como las que han insinuado Jaime Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, tanto contra Rajoy como contra Gallardón, están provocando el efecto contrario al que los conspiradores esperaban, e incluso otras reacciones de un cierre de filas a favor del hasta ahora el único candidato a la presidencia del PP.
Un Rajoy que, lejos del abandonismo y la displicencia que marcaron sus últimos años como presidente del partido y líder de la oposición, está resultando ser más correoso y resistente de lo que algunos se esperaban y calculaban. Lo que, al margen de provocar sorpresa entre sus emboscados adversarios, está desarbolando a los que han pretendido organizar una segunda candidatura, primero con Aguirre, luego con Costa y finalmente con Rato, en la que los mencionados no parecen ponerse de acuerdo entre ellos, porque cada uno tiene sus propias ambiciones, y ninguno de los tres parece haber conseguido otros apoyos de los que circulan por Madrid.
Es verdad que en el PP hay posibles presidentes y cabezas de cartel para presentarse frente a Zapatero con más fuerza y mejores resultados que los de Rajoy. El propio Gallardón, Camps o Rato podrían estar en esa lista, una vez que Aguirre parece haber quemado ella misma por sus muchos errores sus posibilidades. Pero ninguno de ellos ha dado un paso al frente, y los dos primeros dieron su apoyo a Rajoy. También es cierto que Rajoy acumula dos derrotas y que —dada la posible competencia que tiene— su caso no es comparable a las terceras oportunidades electorales que tuvieron González y Aznar para llegar al poder. Como parece claro que Rajoy ha cometido graves errores en su gestión de la derrota electoral y en la crisis del PP.
Todo esto es cierto, pero también es verdad que es el único dirigente del PP que ha presentado su candidatura al congreso. Y además nadie puede decir ni argumentar que no salen otros candidatos porque el reglamento —hecho por los propios populares— del partido hace muy difícil que otro candidato pueda lograr la nominación y reunir los 600 avales que hacen falta para que se pueda presentar. Pero siendo esto así, como parece cierto que el aparato del PP y los barones que están con Rajoy han abusado de su posición a la hora de recopilar avales, sería muy difícil o imposible que, si aparece un candidato de aquí al inicio del congreso del partido, la actual dirección y la comisión de estatutos del partido le cierren el paso. Porque, entonces, la credibilidad del congreso y del equipo directivo que allí se nombre quedará devaluada y bajo todas las sospechas.
De manera que vamos a ver qué ocurre en las próximas tres semanas ante el inicio del congreso del PP, porque nada está escrito y el guión todavía podría cambiar, incluso durante la celebración del congreso. Ahora bien, parece que ha quedado claro que los golpes bajos y las sucias maniobras no van a desestabilizar a Rajoy ni a los que les apoyan, sino, al contrario, los están reforzando. Por ello, si alguien pretende, en buena lid, bajar a la arena lo deberá de hacer con la mayor franqueza y celeridad, porque los días se agotan y la resistencia de Rajoy se está convirtiendo en una cualidad. Por más que le faltan otras, como capacidad para formar un buen equipo y para aunar. Se ha dicho ayer que Rajoy pretende ofrecer a Gallardón una vicepresidencia primera, o única, lo que por su parte constituye un gesto y otra habilidad. Pero que se cuide Gallardón de los regalos, sobre todo si vienen de los gallegos, que son como los griegos, porque lo del caballo de Troya es un ejemplo que nadie debería olvidar.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/05/2008&name=manantial
Oscar Molina, El señorito Ivan
viernes 30 de mayo de 2008
El señorito Iván
Óscar Molina
C UANDO uno escucha a Mariano Bermejo dando un mitin tiene la sensación de contemplar a alguien en un estado próximo al éxtasis. Nuestro Ministro se sube a las tribunas y se transmuta. Es único e incomparable el “crescendo” de un tono que comienza siendo templado y acaba envuelto en unas llamas que pretenden pintar algo parecido al verbo de la Justicia Universal entregado a la Tierra. Justicia, la que él mismo administra y cuya temperatura es igualmente ardiente, en términos similares a la Roma de Nerón. Don Mariano esculpe sus diatribas mitineras en un lenguaje ofensivo, excluyente y resucitador del mito de las dos Españas, y en ello se ha revelado como todo un experto, pero le falla la entonación. Llegado el momento más apocalíptico de sus intervenciones, el de su trance, se le adivina un deje de caudillo bananero sudamericano tan de bajo coste como su elemental ideología política. Una especie de acento imitador de los virtuosos del subfusil antillano que recuerda en cierto modo a los discursos de Hugo Chávez, y nos revela su oculta vocación frustrada de encendedor de masas en pos de una revolución que aquí nunca ha estado pendiente.
Resulta además que nuestro Chavez “low cost” es polifacético. No sólo se dedica al diseño de interiores en sus ratos libres con cargo a la pasta de todos, sino que ahora nos ha salido emulador del Señorito Iván, el despótico y despreciable terrateniente de “Los Santos Inocentes”. Desde las naturalezas muertas hasta la indumentaria, pasando por el paisaje de la dehesa, el encuadre de la obra de Delibes que nos ofrece Don Mariano es casi perfecto. Lástima de barba.
Hay quien podría interpretar la instantánea en clave de la revancha psicológica que nuestro Iván siempre ha tenido a flor de piel. Algo de ello hay en el subconsciente de quien muy posiblemente ve en cada venado que cae en su punto de mira un retal de épocas pasadas. En quien, por sus declaraciones públicas y hechos inmobiliarios, dispara sus postas por la boca de una escopeta que grita con estruendo algo así como: “ahora nos toca a nosotros”.
Pero lo que de verdad carga el rifle del Señorito Iván son las apetencias más propias y ejemplares de situaciones recién estrenadas. A nadie le amarga un dulce, y cuando uno ha estado toda la vida luchando por los derechos del pobre Paco, el guardés de la finca y contador de perdices a destajo, se puede permitir ciertos lujos; como reformar la casa con cargo a su jornal o irse de invitado a la finca donde trabaja para balacear ciervos a razón de unos 9.000 euros el día. A fin de cuentas, quienes vinieron al Mundo para acabar con los señoritos Ivanes y redimir a los Pacos, se han hecho con una buchaca de crédito y merecimiento lo suficientemente abultada como para tener gustos caros y burgueses. Eso es legitimidad, y no la herencia, abominable e inmoral vestigio de aquel tiempo que el nuevo Iván ha venido a borrar. Total, que Mariano elimina a Iván para acabar siendo Iván. Es curioso cómo llegan algunos a ser presos de sus propias fobias, y se transforman en ellas.
Este hombre va a acabar siendo todo un espectáculo, un “showman” de la vida política tan convencido de su propia providencialidad que no tiene reparo alguno en permitirse toda suerte de lujos, no ya materiales sino morales. Me refiero en concreto a su capacidad para apuntarse al movimiento obrero, hacerse con ello un magnífico hueco en la vida, y luego revelarse como implacable reventador de las huelgas que convoca el personal a su cargo. O ¡no se lo pierdan! descalificar la protesta de los cazadores contra la nueva Ley de Patrimonio Natural diciendo que son “los de la escopeta nacional, que invitan a las grandes fortunas a sus cotos y tienen nostalgia del NO-DO”, para luego vestirse de Iván y seguir disparando. Porque lo que mejor hace nuestro Iván es eso: disparar. Ya sea con escopeta o con la boca, dispara de maravilla; y en ambos casos sus cartuchos contienen el odio, la revancha, la semilla de la división y los perdigones del enfrentamiento.
Y a todo esto, Bambi sin decirle nada.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4652
El señorito Iván
Óscar Molina
C UANDO uno escucha a Mariano Bermejo dando un mitin tiene la sensación de contemplar a alguien en un estado próximo al éxtasis. Nuestro Ministro se sube a las tribunas y se transmuta. Es único e incomparable el “crescendo” de un tono que comienza siendo templado y acaba envuelto en unas llamas que pretenden pintar algo parecido al verbo de la Justicia Universal entregado a la Tierra. Justicia, la que él mismo administra y cuya temperatura es igualmente ardiente, en términos similares a la Roma de Nerón. Don Mariano esculpe sus diatribas mitineras en un lenguaje ofensivo, excluyente y resucitador del mito de las dos Españas, y en ello se ha revelado como todo un experto, pero le falla la entonación. Llegado el momento más apocalíptico de sus intervenciones, el de su trance, se le adivina un deje de caudillo bananero sudamericano tan de bajo coste como su elemental ideología política. Una especie de acento imitador de los virtuosos del subfusil antillano que recuerda en cierto modo a los discursos de Hugo Chávez, y nos revela su oculta vocación frustrada de encendedor de masas en pos de una revolución que aquí nunca ha estado pendiente.
Resulta además que nuestro Chavez “low cost” es polifacético. No sólo se dedica al diseño de interiores en sus ratos libres con cargo a la pasta de todos, sino que ahora nos ha salido emulador del Señorito Iván, el despótico y despreciable terrateniente de “Los Santos Inocentes”. Desde las naturalezas muertas hasta la indumentaria, pasando por el paisaje de la dehesa, el encuadre de la obra de Delibes que nos ofrece Don Mariano es casi perfecto. Lástima de barba.
Hay quien podría interpretar la instantánea en clave de la revancha psicológica que nuestro Iván siempre ha tenido a flor de piel. Algo de ello hay en el subconsciente de quien muy posiblemente ve en cada venado que cae en su punto de mira un retal de épocas pasadas. En quien, por sus declaraciones públicas y hechos inmobiliarios, dispara sus postas por la boca de una escopeta que grita con estruendo algo así como: “ahora nos toca a nosotros”.
Pero lo que de verdad carga el rifle del Señorito Iván son las apetencias más propias y ejemplares de situaciones recién estrenadas. A nadie le amarga un dulce, y cuando uno ha estado toda la vida luchando por los derechos del pobre Paco, el guardés de la finca y contador de perdices a destajo, se puede permitir ciertos lujos; como reformar la casa con cargo a su jornal o irse de invitado a la finca donde trabaja para balacear ciervos a razón de unos 9.000 euros el día. A fin de cuentas, quienes vinieron al Mundo para acabar con los señoritos Ivanes y redimir a los Pacos, se han hecho con una buchaca de crédito y merecimiento lo suficientemente abultada como para tener gustos caros y burgueses. Eso es legitimidad, y no la herencia, abominable e inmoral vestigio de aquel tiempo que el nuevo Iván ha venido a borrar. Total, que Mariano elimina a Iván para acabar siendo Iván. Es curioso cómo llegan algunos a ser presos de sus propias fobias, y se transforman en ellas.
Este hombre va a acabar siendo todo un espectáculo, un “showman” de la vida política tan convencido de su propia providencialidad que no tiene reparo alguno en permitirse toda suerte de lujos, no ya materiales sino morales. Me refiero en concreto a su capacidad para apuntarse al movimiento obrero, hacerse con ello un magnífico hueco en la vida, y luego revelarse como implacable reventador de las huelgas que convoca el personal a su cargo. O ¡no se lo pierdan! descalificar la protesta de los cazadores contra la nueva Ley de Patrimonio Natural diciendo que son “los de la escopeta nacional, que invitan a las grandes fortunas a sus cotos y tienen nostalgia del NO-DO”, para luego vestirse de Iván y seguir disparando. Porque lo que mejor hace nuestro Iván es eso: disparar. Ya sea con escopeta o con la boca, dispara de maravilla; y en ambos casos sus cartuchos contienen el odio, la revancha, la semilla de la división y los perdigones del enfrentamiento.
Y a todo esto, Bambi sin decirle nada.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4652
De lo idus de marzo al solsticio en Valencia
Crisis del PP: entre profesionales anda el juego
De los idus de marzo al solsticio en Valencia
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
JOSÉ ANTONIO NAVARRO GISBERT
La aparición de Mariano Rajoy en el balcón de Génova 13, el 9 de marzo arropado por su esposa con una expresión que valía por un millón de palabras, culminó con un adiós del líder que en aquel momento tenía todo el significado de una despedida. Cabía esperar que cualquiera de los derrotados en la cita electoral, sería víctima de un ajuste de cuentas ejecutado por sus partidarios, cumpliendo el axioma de que la derrota es huérfana. No cabían justificaciones del tenor de dulce derrota o amarga victoria: o derrota o victoria, sin paliativos, y loor al triunfador y un tupido velo para cubrir la retirada del derrotado. Sin embargo, como impulsados por un resorte, al unísono, la parte más visible del aparato del Partido Popular, se disparó en un ejercicio de apoyo a su líder para insuflarle ánimos en su decaído espíritu. Fue, sin que quepa conferir a esta actitud un carácter peyorativo, una reacción automática de los políticos populares, situados en las posiciones de control político, administrativo y operativo del partido.
Nada nuevo bajo el sol, aunque haya desatado una tormenta con efectos impredecibles. Conviene una reflexión acerca de los políticos profesionales, o con mayor propiedad con los profesionales de la política. Y una advertencia: cuidado con la descalificación extensiva a toda la llamada clase política, porque puede arrastrar al desprecio, junto a personas, a instituciones con el consabido riesgo de producir rupturas de difícil reparación.
Profesionales de la política
Es evidente la profesionalización de la clase política española, situación extensible al resto del mundo. Excepcionalmente existe algún político en ejercicio que viva la política sin depender de ella, es decir, sin vivir de la política, dependiendo su mantenimiento y el de sus familias de la suerte que les favorezca en el ejercicio de su actividad. Varía la situación de esta clase política entre estar detentando el poder o aspirando a ello desde la oposición. Vale decir que incluso en este último caso esos profesionales de la política sin estar al abrigo del ejercicio del poder, cuentan, en mayor o menor grado, con remuneraciones que los pueden hacer proclives a la burocratización, aparcando incluso los idealismos que motivaron su dedicación a la política al por menor. Con los pies en el suelo admitamos esa realidad para, en el caso del Partido Popular, entender el apoyo que una parte importante de su dirigencia se aprestó a dar al candidato derrotado, sin que éste lo reclamara hasta que se vio presa del aparato encabezado por los nuevos barones de la Hispania neocarolingia.
La profesionalización de la política arranca en España desde que tras el golpe de Primo de Rivera de 1923, puso fin a la compatibilidad de simultanear el ejercicio de una cartera ministerial con la actividad profesional privada. Y sin ir más lejos, al inicio de la transición los Alcaldes de capitales de provincia y Presidentes de Diputaciones Provinciales percibían una remuneración de 5.000 pesetas mensuales, circunstancia ésta que obligaba tanto a los mencionados cargos como a los miembros de las Cámaras legislativas al ejercicio de sus profesiones dado lo exiguo de sus ingresos en función de su actividad política.
El cambio hasta llegar a la situación actual ha sido radical. Cuanto político accede a cargos de relativa importancia está obligado a la dedicación exclusiva a sus funciones y como contraprestación percibe una remuneración suficiente para cubrir sus necesidades. Si bien esto ha supuesto un avance ofrece asimismo un balance negativo. El hecho es que esta situación beneficia la disciplina de los políticos en relación a sus respectivos partidos, pero es fuente de una sumisión a éstos, de la que sólo pueden librarse aquellas personas dotadas de méritos excepcionales o de suficiencia económica.
En Defensa de la Nación española, José Manuel Otero sostiene que «…los líderes, aun aquellos que siguen abiertos al diálogo y a las sugerencias cuando ya se han apagado las candilejas de los escenarios, soportan mal ciertas discrepancias, especialmente cuando quienes las manifiestan son de “los propios”, lo cual aconseja al político que no quiere jugarse su carrera o el sostenimiento de su familia, primero sacrificar la expresión de sus juicios críticos, y a la larga, reducirlos.»
Refiriéndose al tema de la profesionalización de la política, Azaña, en el Cuaderno de la Pobleta dejó dicho: «Yo no concibo la política como una carrera personal y, ni siquiera como una profesión en la cual se haya de ir ocupando posiciones por el simple transcurrir del tiempo y que se ejerza unas veces en el Poder y más veces en la Oposición, pasando por los turnos de adversidad o prosperidad que los vaivenes de la política traen consigo. Yo no lo concibo así… lo que hay que hacer es agotarse, rendir la máxima utilidad, y cuando el Partido o uno mismo está agotado o esterilizado, lo mejor es marcharse o acabar la vida donde uno no estorbe, dejando que otros ocupen el puesto.»
Claro que Azaña es hombre de otro tiempo. La profesionalización de la política es un hecho que, como al campo, no hay modo de ponerle puertas. Cierto es que Azaña, bien dotado culturalmente, y provisto de singulares dotes para ingeniosas ocurrencias, y en ocasiones para la invectiva mordaz, transmite con las palabras anteriores su característico dogmatismo, pero admitamos lo que de descriptivo puedan tener al analizar la situación por la que atraviesa el Partido Popular.
Veteranos y noveles
En los próximos días, semanas, meses, acaso años, el partido que mayoritariamente representa a la oposición, estará sujeto a tensiones que, en el mejor de los casos, consolidará en el liderazgo a quien en estos momentos es una incógnita. Como característica de estos tiempos la presencia de las generaciones de relevo tendrá un papel estelar, para asumir éstas el liderazgo, o respaldar a quien de las figuras fulgurantes compita generacionalmente con los pesos pesados actuales. En situaciones tan fluidas como la actual dentro del Partido Popular, es difícil poner a funcionar la bola de cristal que nos permita avizorar el futuro inmediato. Queda para otra ocasión expresar vaticinios partiendo del esto es lo que hay.
Sin embargo, resulta evidente que personalidad tan significativa en la vida política española de los últimos lustros, como el incombustible Manuel Fraga, en lugar de representar un papel de apagafuegos en las pugnas internas, asuma una actitud beligerante al parcializarse por alguien como Ruiz Gallardón, al margen de sus valores y eficacia al frente de acaso la alcaldía más compleja de España, constituye un punto de fricción excluyente. Don Manuel Fraga, que hace algunos años, al abandonar su responsabilidad política nacional, tras la indicación de José María Aznar como líder del PP, declaró, seguramente con la espontaneidad con que se da respuesta a bocajarro a los periodistas, que le había llegado el tiempo de irse preparando para la muerte, al tomar actitudes que incitan a discrepancias dentro de un Partido a cuya consolidación contribuyó de manera excepcional, no está tomando en cuenta la sentencia de Petrarca de que «un bel morir tuta una vita onora.» Y no es que, Dios nos libre, le deseemos ninguna muerte a don Manuel; al contrario: larga vida que sirva para iluminar a quienes van a necesitar luces en Valencia, cuando al final de la cosecha de cerezas y en el momento en que las brevas alcanzan su punto de sazón, el Partido Popular se disponga a decidir su futuro en un Congreso cargado de incógnitas.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2284
De los idus de marzo al solsticio en Valencia
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
JOSÉ ANTONIO NAVARRO GISBERT
La aparición de Mariano Rajoy en el balcón de Génova 13, el 9 de marzo arropado por su esposa con una expresión que valía por un millón de palabras, culminó con un adiós del líder que en aquel momento tenía todo el significado de una despedida. Cabía esperar que cualquiera de los derrotados en la cita electoral, sería víctima de un ajuste de cuentas ejecutado por sus partidarios, cumpliendo el axioma de que la derrota es huérfana. No cabían justificaciones del tenor de dulce derrota o amarga victoria: o derrota o victoria, sin paliativos, y loor al triunfador y un tupido velo para cubrir la retirada del derrotado. Sin embargo, como impulsados por un resorte, al unísono, la parte más visible del aparato del Partido Popular, se disparó en un ejercicio de apoyo a su líder para insuflarle ánimos en su decaído espíritu. Fue, sin que quepa conferir a esta actitud un carácter peyorativo, una reacción automática de los políticos populares, situados en las posiciones de control político, administrativo y operativo del partido.
Nada nuevo bajo el sol, aunque haya desatado una tormenta con efectos impredecibles. Conviene una reflexión acerca de los políticos profesionales, o con mayor propiedad con los profesionales de la política. Y una advertencia: cuidado con la descalificación extensiva a toda la llamada clase política, porque puede arrastrar al desprecio, junto a personas, a instituciones con el consabido riesgo de producir rupturas de difícil reparación.
Profesionales de la política
Es evidente la profesionalización de la clase política española, situación extensible al resto del mundo. Excepcionalmente existe algún político en ejercicio que viva la política sin depender de ella, es decir, sin vivir de la política, dependiendo su mantenimiento y el de sus familias de la suerte que les favorezca en el ejercicio de su actividad. Varía la situación de esta clase política entre estar detentando el poder o aspirando a ello desde la oposición. Vale decir que incluso en este último caso esos profesionales de la política sin estar al abrigo del ejercicio del poder, cuentan, en mayor o menor grado, con remuneraciones que los pueden hacer proclives a la burocratización, aparcando incluso los idealismos que motivaron su dedicación a la política al por menor. Con los pies en el suelo admitamos esa realidad para, en el caso del Partido Popular, entender el apoyo que una parte importante de su dirigencia se aprestó a dar al candidato derrotado, sin que éste lo reclamara hasta que se vio presa del aparato encabezado por los nuevos barones de la Hispania neocarolingia.
La profesionalización de la política arranca en España desde que tras el golpe de Primo de Rivera de 1923, puso fin a la compatibilidad de simultanear el ejercicio de una cartera ministerial con la actividad profesional privada. Y sin ir más lejos, al inicio de la transición los Alcaldes de capitales de provincia y Presidentes de Diputaciones Provinciales percibían una remuneración de 5.000 pesetas mensuales, circunstancia ésta que obligaba tanto a los mencionados cargos como a los miembros de las Cámaras legislativas al ejercicio de sus profesiones dado lo exiguo de sus ingresos en función de su actividad política.
El cambio hasta llegar a la situación actual ha sido radical. Cuanto político accede a cargos de relativa importancia está obligado a la dedicación exclusiva a sus funciones y como contraprestación percibe una remuneración suficiente para cubrir sus necesidades. Si bien esto ha supuesto un avance ofrece asimismo un balance negativo. El hecho es que esta situación beneficia la disciplina de los políticos en relación a sus respectivos partidos, pero es fuente de una sumisión a éstos, de la que sólo pueden librarse aquellas personas dotadas de méritos excepcionales o de suficiencia económica.
En Defensa de la Nación española, José Manuel Otero sostiene que «…los líderes, aun aquellos que siguen abiertos al diálogo y a las sugerencias cuando ya se han apagado las candilejas de los escenarios, soportan mal ciertas discrepancias, especialmente cuando quienes las manifiestan son de “los propios”, lo cual aconseja al político que no quiere jugarse su carrera o el sostenimiento de su familia, primero sacrificar la expresión de sus juicios críticos, y a la larga, reducirlos.»
Refiriéndose al tema de la profesionalización de la política, Azaña, en el Cuaderno de la Pobleta dejó dicho: «Yo no concibo la política como una carrera personal y, ni siquiera como una profesión en la cual se haya de ir ocupando posiciones por el simple transcurrir del tiempo y que se ejerza unas veces en el Poder y más veces en la Oposición, pasando por los turnos de adversidad o prosperidad que los vaivenes de la política traen consigo. Yo no lo concibo así… lo que hay que hacer es agotarse, rendir la máxima utilidad, y cuando el Partido o uno mismo está agotado o esterilizado, lo mejor es marcharse o acabar la vida donde uno no estorbe, dejando que otros ocupen el puesto.»
Claro que Azaña es hombre de otro tiempo. La profesionalización de la política es un hecho que, como al campo, no hay modo de ponerle puertas. Cierto es que Azaña, bien dotado culturalmente, y provisto de singulares dotes para ingeniosas ocurrencias, y en ocasiones para la invectiva mordaz, transmite con las palabras anteriores su característico dogmatismo, pero admitamos lo que de descriptivo puedan tener al analizar la situación por la que atraviesa el Partido Popular.
Veteranos y noveles
En los próximos días, semanas, meses, acaso años, el partido que mayoritariamente representa a la oposición, estará sujeto a tensiones que, en el mejor de los casos, consolidará en el liderazgo a quien en estos momentos es una incógnita. Como característica de estos tiempos la presencia de las generaciones de relevo tendrá un papel estelar, para asumir éstas el liderazgo, o respaldar a quien de las figuras fulgurantes compita generacionalmente con los pesos pesados actuales. En situaciones tan fluidas como la actual dentro del Partido Popular, es difícil poner a funcionar la bola de cristal que nos permita avizorar el futuro inmediato. Queda para otra ocasión expresar vaticinios partiendo del esto es lo que hay.
Sin embargo, resulta evidente que personalidad tan significativa en la vida política española de los últimos lustros, como el incombustible Manuel Fraga, en lugar de representar un papel de apagafuegos en las pugnas internas, asuma una actitud beligerante al parcializarse por alguien como Ruiz Gallardón, al margen de sus valores y eficacia al frente de acaso la alcaldía más compleja de España, constituye un punto de fricción excluyente. Don Manuel Fraga, que hace algunos años, al abandonar su responsabilidad política nacional, tras la indicación de José María Aznar como líder del PP, declaró, seguramente con la espontaneidad con que se da respuesta a bocajarro a los periodistas, que le había llegado el tiempo de irse preparando para la muerte, al tomar actitudes que incitan a discrepancias dentro de un Partido a cuya consolidación contribuyó de manera excepcional, no está tomando en cuenta la sentencia de Petrarca de que «un bel morir tuta una vita onora.» Y no es que, Dios nos libre, le deseemos ninguna muerte a don Manuel; al contrario: larga vida que sirva para iluminar a quienes van a necesitar luces en Valencia, cuando al final de la cosecha de cerezas y en el momento en que las brevas alcanzan su punto de sazón, el Partido Popular se disponga a decidir su futuro en un Congreso cargado de incógnitas.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2284
Montecassino, cuando los americanos destruyeron...
Un episodio impresionante de la II guerra mundial
Montecassino: cuando los americanos destruyeron la primera abadía benedictina
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
HORACIO BOLÓ
El 15 de febrero de 1944, a las 9,45, la primera ola del más formidable ejército aéreo visto en los cielos de Italia, 142 fortalezas volantes, sobrevolaba los techos del convento fundado por San Benito a principios del Siglo VI en la cima de Montecassino. 453 toneladas de bombas destruyeron totalmente ese lugar reverenciado por toda la cristiandad y cuna de la cultura europea. De las ruinas se alzaban gritos desgarradores. No había ningún soldado alemán entre las víctimas.
En septiembre de 1943 el ejército aliado que luchaba contra Alemania e Italia estaba constituido fundamentalmente por tropas norteamericanas y había desembarcado en Calabria, en Salerno y en Tarento, e inició su marcha hacia Roma, a la que pensaba llegar en pocas semanas. Necesitaron nueve meses. Un obstáculo muy importante e imprevisto paralizaba la marcha: Casino, pequeña ciudad ubicada al pie precisamente del famoso monasterio.
Con anterioridad el gobiernos italiano, previendo la posibilidad de un desembarco del ejército aliado en la costa entre Nápoles y Calabria, había hecho trasladar al Monasterio de Montecassino algunos de los tesoros de los museos de Nápoles, entre ellos tres obras de Tiziano, dos de Rafael y obras de Tintoreto y Brueghel y la famosa Leda de Leonardo da Vinci. ¡Casi nada! ¿Quién osaría atacar un Monasterio tan venerable? El jefe del ejército alemán que operaba en la zona había prohibido a todo soldado entrar con armas al Monasterio y en la puerta había una guardia permanente que hacía cumplir la orden.
Los alemanes se dieron cuenta que Montecassino era un punto estratégico y previeron que allí se libraría una batalla decisiva. Un alto oficial del ejército alemán se entrevistó con el superior del Monasterio y le advirtió de que pensaban que la Abadía podía ser atacada. El alto mando alemán ofreció al Abad trasladar los preciados tesoros que cobijaban los muros del Monasterio a un lugar seguro bajo la custodia y la responsabilidad del ejército alemán. El Abad aceptó este generoso ofrecimiento. A pesar de la escasez de combustible y de medios de trasporte, en medio de esa guerra, los alemanes trasladaron en nada menos que 120 camiones setenta mil volúmenes de la biblioteca que contenían los archivos más antiguos y preciosos, junto a más de mil doscientos manuscritos únicos e invaluables, al Vaticano. Las obras de los grandes pintores fueron llevadas a un castillo en Spoleto. Este gesto honroso de los alemanes logró salvar obras valiosísimas e irrecuperables de nuestra cultura, pero no lograron salvar el Monasterio ni a los que en él se cobijaron.
Los aliados iniciaron el ataque, encontrando una feroz resistencia. Debido a que no podían explicarse la eficacia de la artillería alemana, un grupo de oficiales de alto grado consideraron que dentro del Monasterio había puestos de observación e incluso cañones y ametralladoras pesadas: sólo así se explicaba el éxito del ejército alemán en la defensa de la posición. Por lo tanto, pese a la oposición de varios comandantes, se toma la decisión de bombardear la Abadía. Un testigo ocular cuenta: "Pudimos asistir como en una platea a ese bombardeo. Recuerdo haber visto desplomarse como un castillo de naipes paneles de muro antes de que el polvo que se levantaba y el humo de las bombas nos ocultara el derrumbamiento... Llegó una segunda oleada de aviones y destruyó lo que quedaba en pie...". El general Wilson dijo en su informe: "141 fortalezas volantes lanzaron 287 toneladas de bombas explosivas de 500 libras; fueron seguidas por 47 B-25 y 47 B-26 que lanzaron aún otras 100 toneladas de bombas superexplosivas." Entre las ruinas se encontraron más de 300 cadáveres: ningún militar alemán.
Al día siguiente, 16 de febrero, y durante todo el 17, la artillería continuó bombardeando el Monasterio. A pesar de la propuesta de los alemanes de una tregua para evacuar a los sobrevivientes, el ejército aliado no la aceptó. Una interrupción fortuita del fuego permitió su evacuación.
El plan de bombardear la Abadía lo había impuesto el general neozelandés Freyberg y, como lo había previsto el general Clark, los soldados alemanes se instalaron en las ruinas y se necesitaron meses para desalojarlos. Es interesante que la toma final de Montecassino fue hecha por el ejército polaco.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2287
Montecassino: cuando los americanos destruyeron la primera abadía benedictina
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
HORACIO BOLÓ
El 15 de febrero de 1944, a las 9,45, la primera ola del más formidable ejército aéreo visto en los cielos de Italia, 142 fortalezas volantes, sobrevolaba los techos del convento fundado por San Benito a principios del Siglo VI en la cima de Montecassino. 453 toneladas de bombas destruyeron totalmente ese lugar reverenciado por toda la cristiandad y cuna de la cultura europea. De las ruinas se alzaban gritos desgarradores. No había ningún soldado alemán entre las víctimas.
En septiembre de 1943 el ejército aliado que luchaba contra Alemania e Italia estaba constituido fundamentalmente por tropas norteamericanas y había desembarcado en Calabria, en Salerno y en Tarento, e inició su marcha hacia Roma, a la que pensaba llegar en pocas semanas. Necesitaron nueve meses. Un obstáculo muy importante e imprevisto paralizaba la marcha: Casino, pequeña ciudad ubicada al pie precisamente del famoso monasterio.
Con anterioridad el gobiernos italiano, previendo la posibilidad de un desembarco del ejército aliado en la costa entre Nápoles y Calabria, había hecho trasladar al Monasterio de Montecassino algunos de los tesoros de los museos de Nápoles, entre ellos tres obras de Tiziano, dos de Rafael y obras de Tintoreto y Brueghel y la famosa Leda de Leonardo da Vinci. ¡Casi nada! ¿Quién osaría atacar un Monasterio tan venerable? El jefe del ejército alemán que operaba en la zona había prohibido a todo soldado entrar con armas al Monasterio y en la puerta había una guardia permanente que hacía cumplir la orden.
Los alemanes se dieron cuenta que Montecassino era un punto estratégico y previeron que allí se libraría una batalla decisiva. Un alto oficial del ejército alemán se entrevistó con el superior del Monasterio y le advirtió de que pensaban que la Abadía podía ser atacada. El alto mando alemán ofreció al Abad trasladar los preciados tesoros que cobijaban los muros del Monasterio a un lugar seguro bajo la custodia y la responsabilidad del ejército alemán. El Abad aceptó este generoso ofrecimiento. A pesar de la escasez de combustible y de medios de trasporte, en medio de esa guerra, los alemanes trasladaron en nada menos que 120 camiones setenta mil volúmenes de la biblioteca que contenían los archivos más antiguos y preciosos, junto a más de mil doscientos manuscritos únicos e invaluables, al Vaticano. Las obras de los grandes pintores fueron llevadas a un castillo en Spoleto. Este gesto honroso de los alemanes logró salvar obras valiosísimas e irrecuperables de nuestra cultura, pero no lograron salvar el Monasterio ni a los que en él se cobijaron.
Los aliados iniciaron el ataque, encontrando una feroz resistencia. Debido a que no podían explicarse la eficacia de la artillería alemana, un grupo de oficiales de alto grado consideraron que dentro del Monasterio había puestos de observación e incluso cañones y ametralladoras pesadas: sólo así se explicaba el éxito del ejército alemán en la defensa de la posición. Por lo tanto, pese a la oposición de varios comandantes, se toma la decisión de bombardear la Abadía. Un testigo ocular cuenta: "Pudimos asistir como en una platea a ese bombardeo. Recuerdo haber visto desplomarse como un castillo de naipes paneles de muro antes de que el polvo que se levantaba y el humo de las bombas nos ocultara el derrumbamiento... Llegó una segunda oleada de aviones y destruyó lo que quedaba en pie...". El general Wilson dijo en su informe: "141 fortalezas volantes lanzaron 287 toneladas de bombas explosivas de 500 libras; fueron seguidas por 47 B-25 y 47 B-26 que lanzaron aún otras 100 toneladas de bombas superexplosivas." Entre las ruinas se encontraron más de 300 cadáveres: ningún militar alemán.
Al día siguiente, 16 de febrero, y durante todo el 17, la artillería continuó bombardeando el Monasterio. A pesar de la propuesta de los alemanes de una tregua para evacuar a los sobrevivientes, el ejército aliado no la aceptó. Una interrupción fortuita del fuego permitió su evacuación.
El plan de bombardear la Abadía lo había impuesto el general neozelandés Freyberg y, como lo había previsto el general Clark, los soldados alemanes se instalaron en las ruinas y se necesitaron meses para desalojarlos. Es interesante que la toma final de Montecassino fue hecha por el ejército polaco.
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Los socialistas rechazan el crucifijo, su gran aliado para una España laica
Algo más que una guerra de símbolos
Los socialistas rechazan el crucifijo, su gran aliado para una España laica
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
FERNANDO DE HARO
Ramón Jáuregui lanzó a finales de los años 90 una invitación al diálogo entre cristianos y socialistas. En un memorable artículo en El País hacía un interesante ejercicio de autocrítica en el que subrayaba la necesidad de que el PSOE se abriera a un debate franco con los católicos. Algunos se lo tomaron en serio.
Fue el caso de la Asociación Cultural Peguy, puesta en marcha por personas vinculadas a Comunión y Liberación, que le invitó a participar en una mesa redonda sobre educación. El diálogo fue interesante precisamente porque cada una de las partes fue fiel a su experiencia. La cosa no se prolongó el tiempo. Jáuregui prefirió buscar posiciones más afines y las encontró en el socialismo vasco. Alentó el nacimiento, dentro del partido, de la corriente “Cristianos socialistas”.
El diálogo que propugnaba entonces se ha convertido ya en una cuestión interna. Pero toda esta historia le ha dado a Jáuregui la imagen de ser el hombre que, a diferencia de otros como Álvaro Cuesta –el “comecuras” por excelencia-, representa la moderación en la política religiosa de los socialistas. Jáuregui ha sido el encargado este martes en el Congreso de rebatir la proposición no de ley que había presentado Izquierda Unida en la que reclamaba la retirada de los signos religiosos en las tomas de posesión de los cargos públicos.
La proposición era una iniciativa más en la carrera laicista que se ha desatado entre los partidos de izquierda y nacionalistas, a la que no es ajena el PP. En realidad, la presencia de los símbolos religiosos no está regulada, lo que quería demostrar Izquierda Unida es que tenía iniciativa después de que De La Vega haya anunciado una modificación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Lo más interesante de la tarde parlamentaria fue la intervención de Ramón Jáuregui. Frases como la de que “el crucifijo está de más en las tomas de posesión de los ministros, pero no debe hacerse una ley para prohibirlo” fueron muy ilustrativas. Luego un elogio de los gobiernos socialistas que han conseguido en los últimos años, sin hacer ruido, ir retirando los símbolos cristianos –porque es de lo que estamos hablando- de los espacios públicos. Dicho de otro modo, a pesar del diálogo, Jáuregui sigue viendo en el crucifijo el símbolo de confesionalidad que ya nadie desea, y no la expresión de una tradición histórica que introdujo y defiende con claridad la separación de la Iglesia y el Estado.
En la sociedad postmoderna y nuevamente religiosa, en la que el islam avanza, la cruz es una garantida de laicidad. Es una lástima que en este punto los socialistas españoles sean tan antiguos. Prefieren convertirse en los enemigos del crucifijo, cuando podría ser su gran aliado para defender una España verdaderamente laica. En materia de religión no es posible el vacío, los espacios se llenan muy rápido.
Las declaraciones que ha hecho María Teresa Fernández de la Vega apuntan a que la reforma de la ley de libertad religiosa que se va a poner en marcha limitará ciertas expresiones públicas de la fe. Algunas de las asociaciones que han reclamado en los tribunales la retirada de los crucifijos de las aulas alegan que su presencia vulnera la libertad de conciencia y el principio de aconfesionalidad. Hay una interesante jurisprudencia ya en nuestros tribunales que le pone coto a la fiebre iconoclasta. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en una sentencia del 13 de marzo de 2003, asegura que el adjetivo de “mariana” que aparece en el escudo de Lucena no supone una vulneración de la libertad de conciencia y de la aconfesionalidad del Estado, sino el reconocimiento de un hecho histórico. Del mismo modo, el Tribunal Constitucional, en su sentencia del 6 de junio de 1991, sostuvo que el principio de aconfesionalidad no obligaba a retirar la imagen de la Virgen del escudo de la Universidad de Valencia.
Los expertos menos ideologizados subrayan que nuestros tribunales aceptan los signos de la tradición cristiana en los lugares públicos por su perfil civil y cultural. El socialismo español hasta que llegó Zapatero reconocía ese valor “histórico”, civil del crucifijo. En realidad, el cristianismo no es más que una historia, un acontecimiento que se ha dilatado a través de los siglos: el crucificado, resucitado y presente en el tiempo, ha hecho posible la laicidad, que se le dé a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No es una conquista definitiva.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2285
Los socialistas rechazan el crucifijo, su gran aliado para una España laica
elmanifiesto.com
30 de mayo de 2008
FERNANDO DE HARO
Ramón Jáuregui lanzó a finales de los años 90 una invitación al diálogo entre cristianos y socialistas. En un memorable artículo en El País hacía un interesante ejercicio de autocrítica en el que subrayaba la necesidad de que el PSOE se abriera a un debate franco con los católicos. Algunos se lo tomaron en serio.
Fue el caso de la Asociación Cultural Peguy, puesta en marcha por personas vinculadas a Comunión y Liberación, que le invitó a participar en una mesa redonda sobre educación. El diálogo fue interesante precisamente porque cada una de las partes fue fiel a su experiencia. La cosa no se prolongó el tiempo. Jáuregui prefirió buscar posiciones más afines y las encontró en el socialismo vasco. Alentó el nacimiento, dentro del partido, de la corriente “Cristianos socialistas”.
El diálogo que propugnaba entonces se ha convertido ya en una cuestión interna. Pero toda esta historia le ha dado a Jáuregui la imagen de ser el hombre que, a diferencia de otros como Álvaro Cuesta –el “comecuras” por excelencia-, representa la moderación en la política religiosa de los socialistas. Jáuregui ha sido el encargado este martes en el Congreso de rebatir la proposición no de ley que había presentado Izquierda Unida en la que reclamaba la retirada de los signos religiosos en las tomas de posesión de los cargos públicos.
La proposición era una iniciativa más en la carrera laicista que se ha desatado entre los partidos de izquierda y nacionalistas, a la que no es ajena el PP. En realidad, la presencia de los símbolos religiosos no está regulada, lo que quería demostrar Izquierda Unida es que tenía iniciativa después de que De La Vega haya anunciado una modificación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Lo más interesante de la tarde parlamentaria fue la intervención de Ramón Jáuregui. Frases como la de que “el crucifijo está de más en las tomas de posesión de los ministros, pero no debe hacerse una ley para prohibirlo” fueron muy ilustrativas. Luego un elogio de los gobiernos socialistas que han conseguido en los últimos años, sin hacer ruido, ir retirando los símbolos cristianos –porque es de lo que estamos hablando- de los espacios públicos. Dicho de otro modo, a pesar del diálogo, Jáuregui sigue viendo en el crucifijo el símbolo de confesionalidad que ya nadie desea, y no la expresión de una tradición histórica que introdujo y defiende con claridad la separación de la Iglesia y el Estado.
En la sociedad postmoderna y nuevamente religiosa, en la que el islam avanza, la cruz es una garantida de laicidad. Es una lástima que en este punto los socialistas españoles sean tan antiguos. Prefieren convertirse en los enemigos del crucifijo, cuando podría ser su gran aliado para defender una España verdaderamente laica. En materia de religión no es posible el vacío, los espacios se llenan muy rápido.
Las declaraciones que ha hecho María Teresa Fernández de la Vega apuntan a que la reforma de la ley de libertad religiosa que se va a poner en marcha limitará ciertas expresiones públicas de la fe. Algunas de las asociaciones que han reclamado en los tribunales la retirada de los crucifijos de las aulas alegan que su presencia vulnera la libertad de conciencia y el principio de aconfesionalidad. Hay una interesante jurisprudencia ya en nuestros tribunales que le pone coto a la fiebre iconoclasta. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en una sentencia del 13 de marzo de 2003, asegura que el adjetivo de “mariana” que aparece en el escudo de Lucena no supone una vulneración de la libertad de conciencia y de la aconfesionalidad del Estado, sino el reconocimiento de un hecho histórico. Del mismo modo, el Tribunal Constitucional, en su sentencia del 6 de junio de 1991, sostuvo que el principio de aconfesionalidad no obligaba a retirar la imagen de la Virgen del escudo de la Universidad de Valencia.
Los expertos menos ideologizados subrayan que nuestros tribunales aceptan los signos de la tradición cristiana en los lugares públicos por su perfil civil y cultural. El socialismo español hasta que llegó Zapatero reconocía ese valor “histórico”, civil del crucifijo. En realidad, el cristianismo no es más que una historia, un acontecimiento que se ha dilatado a través de los siglos: el crucificado, resucitado y presente en el tiempo, ha hecho posible la laicidad, que se le dé a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No es una conquista definitiva.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2285
Jorge Alcalde, La guerra de dos mundos
viernes 30 de mayo de 2008
CIENCIA
La guerra de dos mundos
Por Jorge Alcalde
Cuando ven películas como Star Wars, a los físicos les llama la atención la facilidad con que las naves espaciales explotan, generando una formidable deflagración de luces anaranjadas y violetas. Cómo el fuego se expande alrededor de la infortunada nao cósmica, cual bola voraz, hasta iluminar la pantalla entera. Cómo incluso con los ojos cerrados se puede averiguar si nos encontramos ante una escena de combate estelar, gracias al sonido de las explosiones y el bisbiseo de los rayos láser. Y es que todo eso es físicamente imposible.
En el espacio interestelar, que no está vacío de materia... pero casi, no se podrían observar explosiones de combustible como ésas ni, aún menos, escuchar ruido alguno. Es lo que tiene la física (en este caso la relativa a la combustión en un medio aéreo y la transmisión de las ondas del sonido), que cuando menos te lo esperas va y te arruina una película.
Bueno, arruinar, arruinar… no es precisamente la palabra ideal. Al menos si uno se ha leído antes este libro de Sergio Palacios. Porque quizás entonces lo que ocurra es que pueda sentarse delante del DVD y empezar a ver los filmes de ciencia ficción con otros ojos; con los de un científico.
La obra que nos ocupa pertenece a un género ya explotado en la divulgación anglosajona y española. No es, pues, una aventura original, pero está resuelta con suficiente rigor, soltura y capacidad de diversión como para ser altamente recomendable.
El autor, profesor de física y novel en cuestiones de divulgación a gran escala, repasa la iconografía cinematográfica más al uso en el género de la ciencia ficción, y la usa para extraer sencillas y populares lecciones de ciencia real. Por estas páginas pasan cañones de rayos láser y espadas de luz que dan cuenta de la ciencia del láser y sus verdaderas aplicaciones en la vida terrestre y mortal; se analizan los viajes interestelares made in Hollywood para, acto seguido, explicar cuán pequeña es la capacidad humana de llegar mucho más allá de Marte (para alcanzar la estrella más cercana a la Tierra después del Sol, Proxima Centauri, serían necesarios 2.800 años de viaje y combustible equivalente a toda la masa de la Vía Láctea; eso, si nos decidiéramos a no frenar ni una sola vez...). Vuela Superman y se nos cuentan prodigiosas ecuaciones de aerodinámica (sin transcribir un solo número, cosa que los lectores agradecemos). Se habla de visitantes alienígenas con todo el escepticismo tecnológico que un buen físico puede poner en el empeño. Etcétera. Con este juego, el lector se divierte casi tanto como viendo una secuela más de Star Trek.
No soy de los que piensan que los libros de divulgación científica tengan que servir necesariamente para enseñar ciencia. Basta en ocasiones con que fascinen, entretengan y ofrezcan una cara amble de la investigación. Basta con que logren que el lector se sienta atraído por disciplinas tan duras como la química, la física y la matemática, pierda los complejos y los miedos y advierta que de estas cosas también se puede hablar con una sonrisa en los labios. Sergio Palacios lo ha conseguido con este libro, para todos los públicos.
SERGIO PALACIOS: LA GUERRA DE DOS MUNDOS. Robin Book (Barcelona), 2008, 248 páginas.
JORGE ALCALDE dirige y presenta en LDTV el programa VIVE LA CIENCIA.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234832
CIENCIA
La guerra de dos mundos
Por Jorge Alcalde
Cuando ven películas como Star Wars, a los físicos les llama la atención la facilidad con que las naves espaciales explotan, generando una formidable deflagración de luces anaranjadas y violetas. Cómo el fuego se expande alrededor de la infortunada nao cósmica, cual bola voraz, hasta iluminar la pantalla entera. Cómo incluso con los ojos cerrados se puede averiguar si nos encontramos ante una escena de combate estelar, gracias al sonido de las explosiones y el bisbiseo de los rayos láser. Y es que todo eso es físicamente imposible.
En el espacio interestelar, que no está vacío de materia... pero casi, no se podrían observar explosiones de combustible como ésas ni, aún menos, escuchar ruido alguno. Es lo que tiene la física (en este caso la relativa a la combustión en un medio aéreo y la transmisión de las ondas del sonido), que cuando menos te lo esperas va y te arruina una película.
Bueno, arruinar, arruinar… no es precisamente la palabra ideal. Al menos si uno se ha leído antes este libro de Sergio Palacios. Porque quizás entonces lo que ocurra es que pueda sentarse delante del DVD y empezar a ver los filmes de ciencia ficción con otros ojos; con los de un científico.
La obra que nos ocupa pertenece a un género ya explotado en la divulgación anglosajona y española. No es, pues, una aventura original, pero está resuelta con suficiente rigor, soltura y capacidad de diversión como para ser altamente recomendable.
El autor, profesor de física y novel en cuestiones de divulgación a gran escala, repasa la iconografía cinematográfica más al uso en el género de la ciencia ficción, y la usa para extraer sencillas y populares lecciones de ciencia real. Por estas páginas pasan cañones de rayos láser y espadas de luz que dan cuenta de la ciencia del láser y sus verdaderas aplicaciones en la vida terrestre y mortal; se analizan los viajes interestelares made in Hollywood para, acto seguido, explicar cuán pequeña es la capacidad humana de llegar mucho más allá de Marte (para alcanzar la estrella más cercana a la Tierra después del Sol, Proxima Centauri, serían necesarios 2.800 años de viaje y combustible equivalente a toda la masa de la Vía Láctea; eso, si nos decidiéramos a no frenar ni una sola vez...). Vuela Superman y se nos cuentan prodigiosas ecuaciones de aerodinámica (sin transcribir un solo número, cosa que los lectores agradecemos). Se habla de visitantes alienígenas con todo el escepticismo tecnológico que un buen físico puede poner en el empeño. Etcétera. Con este juego, el lector se divierte casi tanto como viendo una secuela más de Star Trek.
No soy de los que piensan que los libros de divulgación científica tengan que servir necesariamente para enseñar ciencia. Basta en ocasiones con que fascinen, entretengan y ofrezcan una cara amble de la investigación. Basta con que logren que el lector se sienta atraído por disciplinas tan duras como la química, la física y la matemática, pierda los complejos y los miedos y advierta que de estas cosas también se puede hablar con una sonrisa en los labios. Sergio Palacios lo ha conseguido con este libro, para todos los públicos.
SERGIO PALACIOS: LA GUERRA DE DOS MUNDOS. Robin Book (Barcelona), 2008, 248 páginas.
JORGE ALCALDE dirige y presenta en LDTV el programa VIVE LA CIENCIA.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234832
jueves, mayo 29, 2008
Juan Ramon Rallo, Aprovechese del boom de las materias primas
viernes 30 de mayo de 2008
ECONOMÍA
Aprovéchese del boom de las materias primas
Por Juan Ramón Rallo
Desde el pasado mes de agosto, las materias primas se han situado en el foco de atención de casi todo el mundo: periodistas, especuladores, inversores, ciudadanos de a pie. Las brutales subidas del petróleo, los alimentos y los metales preciosos están repercutiendo en el día a día de familias y empresas: nadie puede escapar al subidón de las commodities. Como suele suceder, en estas circunstancias todo el mundo trata de arrimar el ascua a su sardina y aprovechar la situación para promover su propia agenda ideológica.
El caso paradigmático es el de los neomalthusianos: parece que la carestía actual de productos tan básicos como los alimentos vendría a validar su tantas veces pronosticado agotamiento de los recursos naturales. El problema es que no conozco a ningún neomalthusiano que se haya hecho rico comprando materias primas cuando éstas están baratas y vendiéndolas cuando están caras. Yo prefiero fiarme de los análisis rigurosos de quienes predijeron a tiempo el boom de las materias primas y sacaron provecho de sus predicciones.
Puede que el caso más conocido sea el de Jim Rogers, uno de los grandes gurús de la inversión en materias primas. En 1970 Rogers, que previó la explosión de los precios de las commodities, fundó junto con George Soros el famoso fondo de inversión Quantum, que en sólo once años alcanzó una rentabilidad del 3.500%. Rogers suele comentar con orgullo que pudo jubilarse a la temprana edad de 37 años, lo que le ha permitido volcarse desde entonces en su mayor afición: el turismo.
Rogers es un auténtico trotamundos: ha visitado más de 115 países, y hoy por hoy es la persona que más kilómetros ha hecho a bordo de un vehículo a motor, según consta en el Libro Guiness de los Récords. Fruto de sus peripecias viajeras son sus libros Investment Biker y Adventure Capitalist.
En 1998 nuestro personaje detectó que el precio de las materias primas estaba tremendamente infravalorado y que se avecinaba un alza en los mismos que se prolongaría por espacio de unos quince años. Así las cosas, decidió crear su propio fondo de inversión en materias primas: el Rogers International Commodity Index (RICI). Desde 1998 hasta la actualidad, el valor del RICI se ha multiplicado por cinco.
Seis años más tarde dio a la imprenta Hot Commodities, donde explicó por qué creía que el boom de las materias primas iba a durar varios años más y expuso los rudimentos de la inversión fundamental en materias primas. Quienes le hicieran caso, seguro que obtuvieron pingües beneficios: desde que dio a la imprenta Hot Commodities, el fondo de Rogers casi ha duplicado su valor.
Por fortuna, Netbiblo acaba de publicar en español esta obra imprescindible de Rogers, bajo el título de El boom de las materias primas. La estructura es bastante sencilla y clara: dos capítulos iniciales donde se explica por qué las materias primas son y van a seguir siendo un mercado provechoso, dos de carácter más técnico donde se expone cómo funcionan estos mercados y otros seis en los que se analizan los fundamentos de oferta y demanda de diversas materias primas y en los que Rogers da su opinión sobre lo que podría deparar el futuro.
Pese a que predijo la carestía de las materias primas, nuestro autor no es un neomalthusiano, no cree que el mundo se encamine hacia el agotamiento de los recursos (excepción hecha del petróleo); de hecho, su predicción es que el actual boom durará hasta mediados de la siguiente década.
Rogers explica que durante el s. XX se han alternado ciclos de precios altos y bajos en el mercado de las materias primas, con una duración de entre diez y quince años. Los tres grandes booms de precios se produjeron en 1907-1920, 1933-1953 y 1968-1981: todos terminaron con un colapso de los precios y una sobreproducción de materias primas por otros diez o quince años.
La explicación que proporciona Rogers a estos ciclos, si bien tiene un ápice de verdad, pasa por alto el elemento esencial. Según Rogers, cuando los precios de las materias primas están altos, los empresarios efectúan inversiones masivas para incrementar la oferta. Dado que los proyectos para localizar, extraer, procesar y distribuir las materias primas son duraderos y costosos, la etapa de precios altos se prolonga durante más de una década. El problema es que, cuando toda esta enorme nueva capacidad productiva entra en funcionamiento, la oferta se incrementa tanto que los precios se desploman. Y como los precios están tan bajos y la capacidad productiva es tan elevada, debido a la sobreinversión anterior, ningún empresario invierte durante más de una década en el campo de las materias primas (un ejemplo: EEUU no ha construido una sola refinería de petróleo desde 1976). La oferta se estanca, pero la demanda sigue subiendo poco a poco (especialmente estimulada por los precios bajos), hasta que llega el momento en que vuelven a subir los precios y el ciclo se reanuda.
El problema de esta teoría es que parece que sea el libre mercado el responsable de semejante caos productivo. La explicación de Rogers sería mucho más rica y explicativa si incorporara la teoría austriaca del ciclo económico, que demuestra que los procesos generalizados de mala inversión en los sectores más alejados del consumo (como las materias primas) se deben a la intervención de los bancos centrales en los mercados crediticios.
Es una pena que Rogers ignore la teoría austriaca, ya que él mismo no escatima críticas a la Reserva Federal, y en particular a su actual presidente, Ben Bernanke. En noviembre, por ejemplo, llamó "tonto de remate" por decir que la depreciación del dólar no afectaría a los estadounidenses que no compraran en el extranjero. Asimismo, en marzo propuso cerrar la Fed para terminar con la pérdida de valor del billete verde.
El boom de las materias primas es un libro fascinante no sólo para aquellos que quieran lucrarse con las mismas. Como el propio Rogers explica, es necesario conocer cómo funciona el mercado de las materias primas para invertir con éxito en los demás.
Si las predicciones del autor están en lo cierto, las materias primas seguirán en precios altos hasta 2015. Eso sí, si piensa invertir en ellas, tenga en cuenta que el propio Rogers pronosticó en febrero que los precios van a sufrir a medio plazo una corrección a la baja, como consecuencia de la crisis internacional. Lo que no quita, claro, para que, hasta 2015, la inversión en estos activos vaya a ser una de las más rentables.
JIM ROGERS: EL BOOM DE LAS MATERIAS PRIMAS. Valor (Barcelona), 2008, 228 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234834
ECONOMÍA
Aprovéchese del boom de las materias primas
Por Juan Ramón Rallo
Desde el pasado mes de agosto, las materias primas se han situado en el foco de atención de casi todo el mundo: periodistas, especuladores, inversores, ciudadanos de a pie. Las brutales subidas del petróleo, los alimentos y los metales preciosos están repercutiendo en el día a día de familias y empresas: nadie puede escapar al subidón de las commodities. Como suele suceder, en estas circunstancias todo el mundo trata de arrimar el ascua a su sardina y aprovechar la situación para promover su propia agenda ideológica.
El caso paradigmático es el de los neomalthusianos: parece que la carestía actual de productos tan básicos como los alimentos vendría a validar su tantas veces pronosticado agotamiento de los recursos naturales. El problema es que no conozco a ningún neomalthusiano que se haya hecho rico comprando materias primas cuando éstas están baratas y vendiéndolas cuando están caras. Yo prefiero fiarme de los análisis rigurosos de quienes predijeron a tiempo el boom de las materias primas y sacaron provecho de sus predicciones.
Puede que el caso más conocido sea el de Jim Rogers, uno de los grandes gurús de la inversión en materias primas. En 1970 Rogers, que previó la explosión de los precios de las commodities, fundó junto con George Soros el famoso fondo de inversión Quantum, que en sólo once años alcanzó una rentabilidad del 3.500%. Rogers suele comentar con orgullo que pudo jubilarse a la temprana edad de 37 años, lo que le ha permitido volcarse desde entonces en su mayor afición: el turismo.
Rogers es un auténtico trotamundos: ha visitado más de 115 países, y hoy por hoy es la persona que más kilómetros ha hecho a bordo de un vehículo a motor, según consta en el Libro Guiness de los Récords. Fruto de sus peripecias viajeras son sus libros Investment Biker y Adventure Capitalist.
En 1998 nuestro personaje detectó que el precio de las materias primas estaba tremendamente infravalorado y que se avecinaba un alza en los mismos que se prolongaría por espacio de unos quince años. Así las cosas, decidió crear su propio fondo de inversión en materias primas: el Rogers International Commodity Index (RICI). Desde 1998 hasta la actualidad, el valor del RICI se ha multiplicado por cinco.
Seis años más tarde dio a la imprenta Hot Commodities, donde explicó por qué creía que el boom de las materias primas iba a durar varios años más y expuso los rudimentos de la inversión fundamental en materias primas. Quienes le hicieran caso, seguro que obtuvieron pingües beneficios: desde que dio a la imprenta Hot Commodities, el fondo de Rogers casi ha duplicado su valor.
Por fortuna, Netbiblo acaba de publicar en español esta obra imprescindible de Rogers, bajo el título de El boom de las materias primas. La estructura es bastante sencilla y clara: dos capítulos iniciales donde se explica por qué las materias primas son y van a seguir siendo un mercado provechoso, dos de carácter más técnico donde se expone cómo funcionan estos mercados y otros seis en los que se analizan los fundamentos de oferta y demanda de diversas materias primas y en los que Rogers da su opinión sobre lo que podría deparar el futuro.
Pese a que predijo la carestía de las materias primas, nuestro autor no es un neomalthusiano, no cree que el mundo se encamine hacia el agotamiento de los recursos (excepción hecha del petróleo); de hecho, su predicción es que el actual boom durará hasta mediados de la siguiente década.
Rogers explica que durante el s. XX se han alternado ciclos de precios altos y bajos en el mercado de las materias primas, con una duración de entre diez y quince años. Los tres grandes booms de precios se produjeron en 1907-1920, 1933-1953 y 1968-1981: todos terminaron con un colapso de los precios y una sobreproducción de materias primas por otros diez o quince años.
La explicación que proporciona Rogers a estos ciclos, si bien tiene un ápice de verdad, pasa por alto el elemento esencial. Según Rogers, cuando los precios de las materias primas están altos, los empresarios efectúan inversiones masivas para incrementar la oferta. Dado que los proyectos para localizar, extraer, procesar y distribuir las materias primas son duraderos y costosos, la etapa de precios altos se prolonga durante más de una década. El problema es que, cuando toda esta enorme nueva capacidad productiva entra en funcionamiento, la oferta se incrementa tanto que los precios se desploman. Y como los precios están tan bajos y la capacidad productiva es tan elevada, debido a la sobreinversión anterior, ningún empresario invierte durante más de una década en el campo de las materias primas (un ejemplo: EEUU no ha construido una sola refinería de petróleo desde 1976). La oferta se estanca, pero la demanda sigue subiendo poco a poco (especialmente estimulada por los precios bajos), hasta que llega el momento en que vuelven a subir los precios y el ciclo se reanuda.
El problema de esta teoría es que parece que sea el libre mercado el responsable de semejante caos productivo. La explicación de Rogers sería mucho más rica y explicativa si incorporara la teoría austriaca del ciclo económico, que demuestra que los procesos generalizados de mala inversión en los sectores más alejados del consumo (como las materias primas) se deben a la intervención de los bancos centrales en los mercados crediticios.
Es una pena que Rogers ignore la teoría austriaca, ya que él mismo no escatima críticas a la Reserva Federal, y en particular a su actual presidente, Ben Bernanke. En noviembre, por ejemplo, llamó "tonto de remate" por decir que la depreciación del dólar no afectaría a los estadounidenses que no compraran en el extranjero. Asimismo, en marzo propuso cerrar la Fed para terminar con la pérdida de valor del billete verde.
El boom de las materias primas es un libro fascinante no sólo para aquellos que quieran lucrarse con las mismas. Como el propio Rogers explica, es necesario conocer cómo funciona el mercado de las materias primas para invertir con éxito en los demás.
Si las predicciones del autor están en lo cierto, las materias primas seguirán en precios altos hasta 2015. Eso sí, si piensa invertir en ellas, tenga en cuenta que el propio Rogers pronosticó en febrero que los precios van a sufrir a medio plazo una corrección a la baja, como consecuencia de la crisis internacional. Lo que no quita, claro, para que, hasta 2015, la inversión en estos activos vaya a ser una de las más rentables.
JIM ROGERS: EL BOOM DE LAS MATERIAS PRIMAS. Valor (Barcelona), 2008, 228 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234834
Victoria Llopis, Vaclav Habel, vivir en la verdad
viernes 30 de mayo de 2008
SEA BREVE, POR FAVOR
Václav Havel: vivir en la verdad
Por Victoria Llopis
Galaxia Gutenberg acaba de publicar Sea breve, por favor. Pensamientos y recuerdos, una suerte de memorias del que fuera presidente de Checoslovaquia (y de Chequia) tras la Revolución de Terciopelo: Václav Havel.
Nacido en Praga en 1936, Havel fue uno de los más destacados activistas por la democracia luego de la invasión soviética de Checoslovaquia (1968). Impulsó el movimiento Carta 77 y fundó, como contrapunto a la célula del Partido Comunista en la Unión de Escritores, el Círculo de Escritores Independientes. Por ello, por no desistir de su verdad, fue perseguido y encarcelado.
"Me gustaría recordar que no sólo he participado en un cambio de Gobierno sino que también estuve entre los que tuvieron que construir un Estado democrático desde cero", escribe Havel en estas páginas; y dice encontrar una sólida unidad cuando analiza su presente y su pasado:
No creo que en mi vida se pueda encontrar ningún cambio claro entre los tiempos en que no me ocupaba de la política y la época en la que me dediqué a ella. Hasta cierto punto, de hecho, siempre me consagré a la política o a los asuntos públicos y siempre, incluso como mero escritor, fui un fenómeno político. Así funcionan las cosas en condiciones totalitarias.
Havel ostentó la Presidencia de Checoslovaquia entre 1989 y 1992, y la de Chequia entre 1993 y 2003. En un primer momento no estaba muy convencido de dar tal salto, pero al final venció la llamada de su entorno, que le pedía un ejercicio de responsabilidad: "No podía pasarme toda la vida criticando para después, cuando se tiene la oportunidad de mejorar las cosas, no intervenir".
Por lo que hace a Carta 77, sostiene que su importancia radicó en que aglutinó a gente de muy diversa procedencia: trotskistas, comunistas reformistas, socialistas, liberales, democristianos, conservadores, gente que rechazaba ser metida en un cajón político cerrado... "Era fascinante comprobar que la existencia de un enemigo común y de un programa antitotalitario común basado en la idea de los Derechos Humanos hacía que en cuestiones básicas concretas todos tiraran de la misma cuerda".
Por sus páginas desfilan nombres de otros protagonistas del final del siglo XX: Milan Kundera, Václav Belohradsky, Adam Michnik, Gorbachov (a juicio de Havel, sólo quería levantar un poco la tapa de la olla a presión que era la Unión Soviética, pero no cayó en la cuenta de que situaciones como aquélla la tapa sale disparada... y para siempre), el papa Juan Pablo II ("Me atrevo a decir que éramos amigos"), John Major, el presidente alemán Weizsäcker, Boris Yeltsin o Lech Walesa ("Doy prioridad a una política que sale del corazón y no de alguna teoría [...] Un electricista de corazón en el lugar adecuado puede influir en la Historia de una Nación"). Al recordar sus encuentros con el presidente ucraniano Yuschenko, hace una reflexión sobre las fronteras culturales de Europa y Occidente frente a la alteridad de Eurasia; y lúcidamente pone el dedo en la llaga sobre lo que denomina "el postcomunismo" en las antiguas repúblicas soviéticas que no han tendido a un sistema realmente abierto, sino a lo que denomina "capitalismo mafioso" o "democracia mafiosa". Por ello, su futuro es incierto.
Havel no oculta su desazón por el devenir de la Unión Europea ("Sólo tiene órganos colectivos y funciones rotatorias, un fenómeno típico de un país previo a su fragmentación"): clama por que se dote de una Carta y una Constitución sencillas, y lamenta que el sueño cumplido de integrar a Chequia en la Unión haya devenido en cuasi-pesadilla por los errores observados en el funcionamiento del club comunitario. Asimismo, critica el torpe abuso totalitario de la palabra paz en el panorama europeo.
Entre recuerdos y pensamientos, Havel va desgranando su concepción de la política; en pasajes como el que sigue:
En los últimos quince años he tenido la oportunidad de convencerme de la importancia, en un Estado democrático, de que la política no sea una mera tecnología del poder, sino que dé un verdadero servicio a los ciudadanos; un servicio, a poder ser, desinteresado, fundado en ideales concretos y que atienda al orden moral por encima de nosotros, que perpetúe los intereses de la raza humana a largo plazo y que no sólo le inquieten las preferencias de la sociedad del momento; en definitiva, que se niega a convertirse en un mero juego de diversos intereses particulares o fines pragmáticos tras los que finalmente se esconde un único objetivo: el afán de mantenerse en el timón a cualquier precio.
En cuanto a la idea que tiene de la democracia, cabe destacar estas líneas:
Actúo conforme a mi conciencia y sentido de la justicia, y me incumbe expresar, mediante mis actos, mi parecer en calidad de Jefe del Estado. Si esta opinión se rechaza por votación, me inclino ante la sabiduría del Parlamento, que no es sino la de la ciudadanía. Sin embargo, mi responsabilidad es actuar, si lo considero necesario, contra este sentido común aunque teniendo en cuenta que, si éste prevalece, como demócrata respetaré su decisión.
Sea breve, por favor es un texto a corazón abierto de un importante testigo del turbulento final del siglo XX europeo. Muy recomendable para quienes piensen que ética y política no están, no pueden estar, disociadas.
VÁCLAV HAVEL: SEA BREVE, POR FAVOR. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores (Barcelona), 2008, 440 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234830
SEA BREVE, POR FAVOR
Václav Havel: vivir en la verdad
Por Victoria Llopis
Galaxia Gutenberg acaba de publicar Sea breve, por favor. Pensamientos y recuerdos, una suerte de memorias del que fuera presidente de Checoslovaquia (y de Chequia) tras la Revolución de Terciopelo: Václav Havel.
Nacido en Praga en 1936, Havel fue uno de los más destacados activistas por la democracia luego de la invasión soviética de Checoslovaquia (1968). Impulsó el movimiento Carta 77 y fundó, como contrapunto a la célula del Partido Comunista en la Unión de Escritores, el Círculo de Escritores Independientes. Por ello, por no desistir de su verdad, fue perseguido y encarcelado.
"Me gustaría recordar que no sólo he participado en un cambio de Gobierno sino que también estuve entre los que tuvieron que construir un Estado democrático desde cero", escribe Havel en estas páginas; y dice encontrar una sólida unidad cuando analiza su presente y su pasado:
No creo que en mi vida se pueda encontrar ningún cambio claro entre los tiempos en que no me ocupaba de la política y la época en la que me dediqué a ella. Hasta cierto punto, de hecho, siempre me consagré a la política o a los asuntos públicos y siempre, incluso como mero escritor, fui un fenómeno político. Así funcionan las cosas en condiciones totalitarias.
Havel ostentó la Presidencia de Checoslovaquia entre 1989 y 1992, y la de Chequia entre 1993 y 2003. En un primer momento no estaba muy convencido de dar tal salto, pero al final venció la llamada de su entorno, que le pedía un ejercicio de responsabilidad: "No podía pasarme toda la vida criticando para después, cuando se tiene la oportunidad de mejorar las cosas, no intervenir".
Por lo que hace a Carta 77, sostiene que su importancia radicó en que aglutinó a gente de muy diversa procedencia: trotskistas, comunistas reformistas, socialistas, liberales, democristianos, conservadores, gente que rechazaba ser metida en un cajón político cerrado... "Era fascinante comprobar que la existencia de un enemigo común y de un programa antitotalitario común basado en la idea de los Derechos Humanos hacía que en cuestiones básicas concretas todos tiraran de la misma cuerda".
Por sus páginas desfilan nombres de otros protagonistas del final del siglo XX: Milan Kundera, Václav Belohradsky, Adam Michnik, Gorbachov (a juicio de Havel, sólo quería levantar un poco la tapa de la olla a presión que era la Unión Soviética, pero no cayó en la cuenta de que situaciones como aquélla la tapa sale disparada... y para siempre), el papa Juan Pablo II ("Me atrevo a decir que éramos amigos"), John Major, el presidente alemán Weizsäcker, Boris Yeltsin o Lech Walesa ("Doy prioridad a una política que sale del corazón y no de alguna teoría [...] Un electricista de corazón en el lugar adecuado puede influir en la Historia de una Nación"). Al recordar sus encuentros con el presidente ucraniano Yuschenko, hace una reflexión sobre las fronteras culturales de Europa y Occidente frente a la alteridad de Eurasia; y lúcidamente pone el dedo en la llaga sobre lo que denomina "el postcomunismo" en las antiguas repúblicas soviéticas que no han tendido a un sistema realmente abierto, sino a lo que denomina "capitalismo mafioso" o "democracia mafiosa". Por ello, su futuro es incierto.
Havel no oculta su desazón por el devenir de la Unión Europea ("Sólo tiene órganos colectivos y funciones rotatorias, un fenómeno típico de un país previo a su fragmentación"): clama por que se dote de una Carta y una Constitución sencillas, y lamenta que el sueño cumplido de integrar a Chequia en la Unión haya devenido en cuasi-pesadilla por los errores observados en el funcionamiento del club comunitario. Asimismo, critica el torpe abuso totalitario de la palabra paz en el panorama europeo.
Entre recuerdos y pensamientos, Havel va desgranando su concepción de la política; en pasajes como el que sigue:
En los últimos quince años he tenido la oportunidad de convencerme de la importancia, en un Estado democrático, de que la política no sea una mera tecnología del poder, sino que dé un verdadero servicio a los ciudadanos; un servicio, a poder ser, desinteresado, fundado en ideales concretos y que atienda al orden moral por encima de nosotros, que perpetúe los intereses de la raza humana a largo plazo y que no sólo le inquieten las preferencias de la sociedad del momento; en definitiva, que se niega a convertirse en un mero juego de diversos intereses particulares o fines pragmáticos tras los que finalmente se esconde un único objetivo: el afán de mantenerse en el timón a cualquier precio.
En cuanto a la idea que tiene de la democracia, cabe destacar estas líneas:
Actúo conforme a mi conciencia y sentido de la justicia, y me incumbe expresar, mediante mis actos, mi parecer en calidad de Jefe del Estado. Si esta opinión se rechaza por votación, me inclino ante la sabiduría del Parlamento, que no es sino la de la ciudadanía. Sin embargo, mi responsabilidad es actuar, si lo considero necesario, contra este sentido común aunque teniendo en cuenta que, si éste prevalece, como demócrata respetaré su decisión.
Sea breve, por favor es un texto a corazón abierto de un importante testigo del turbulento final del siglo XX europeo. Muy recomendable para quienes piensen que ética y política no están, no pueden estar, disociadas.
VÁCLAV HAVEL: SEA BREVE, POR FAVOR. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores (Barcelona), 2008, 440 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234830
Horacio Vazquez-Rial, Los liberales y el fantasma de Fernando Siete
viernes 30 de mayo de 2008
LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
Los liberales y el fantasma de Fernando Siete
Por Horacio Vázquez-Rial
Los centenarios suelen, más allá de su inútil rimbombancia, que no cambia el destino intelectual de casi nadie, producir o dar oportuna publicidad a algunas obras que en otras fechas pasarían con menos gloria. Fue el caso, por ejemplo, de la Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno, escrita al hilo del tercer centenario cervantino. Este segundo centenario del alzamiento popular de 1808 es prolífico en novedades, no pocas de ellas útiles reediciones de clásicos, como Los afrancesados de Miguel Artola o, lateralmente, las Memorias de Godoy.
En medio de esa babel entre fernandina y afrancesada destaca una obra sobre los liberales que se encontraban exactamente en el medio de esos dos focos de tensión: Liberales de 1808, de Jorge Vilches, joven doctor en Ciencias Políticas y Sociología, editado por Gota a Gota. El texto, muy objetivo y hasta se diría con una buscada distancia emocional, resulta por momentos conmovedor, supongo que porque la verdad, asumida y expuesta, siempre lo es. Y lo que Vilches cuenta y analiza no sólo es verdadero, sino que lo es trágicamente.
Hubo españoles movilizados contra Bonaparte por sencillo y noble patriotismo. Un patriotismo que, a pesar del falaz discurso histórico actual de los nacionalismos, fue común a todos hasta no hace mucho tiempo. Hace cuarenta años visité la muy bella ciudad de Gerona por primera vez, acompañado por una gerundense de pura cepa, con una indiscutible ristra de apellidos catalanes y nada afín al régimen, aún vigente, del general Franco. Y tengo muy presente el orgullo con que me mostró un castillo en el que aún se conservaban las heridas de la metralla del francés. Después, como narra ejemplarmente Albert Boadella en Adiós Cataluña, los franquistas devinieron nacionalistas. Pero ésa es otra historia. El caso es que Vilches documenta perfectamente las actitudes de vascos, catalanes y gallegos, integrantes todos de una misma nación, que, por cierto, no nació entonces: sólo se hizo visible, pero preexistía al movimiento.
Mientras el deseado rey Fernando tejía bufandas y quemaba libros herejes de la biblioteca de su anfitrión francés, el señor de Talleyrand, quien le había alojado a pedido del Emperador y vivía desesperado por el destino de sus preciosos volúmenes, aquí sucedían otras cosas. Fernando era un individuo casi inmaculadamente repugnante, capaz de escribir una carta a Bonaparte diciéndole que no podía haber mejor elección para el trono de España que su hermano José. En Bayona, era un muerto político; y ya se sabe lo que ocurre con los muertos cuando hace falta: se los inventa. En nombre del rey ausente se hizo todo, desde las Juntas hasta la Constitución de Cádiz, pasando por la independencia de la mayoría de los países hispanoamericanos, que se dieron gobierno de facto hasta tanto regresara el monarca: en 1813 ya era tarde, no había retroceso posible.
En América, esos hechos se recuerdan como revoluciones. En España, la revolución que se incubaba en el interior de la guerra contra el francés acabó por darse de bruces con el rostro de escasa nobleza de Don Fernando. Los liberales que la habían promovido se sintieron fracasados y murieron antes de comprender que, a pesar del monarca y sus casi veinte años de reinado absolutista, habían cambiado tal vez más cosas de las que se habían propuesto cambiar.
En un capítulo sobre la guerra de propaganda entre españoles y franceses, titulado "Patriotas en el papel", llega Vilches a un importantísimo asunto, que tendría que hacer reflexionar muy seriamente a todo el mundo acerca de los vínculos de España con los Estados Unidos. Los liberales españoles, que se cuidaron muy bien de emplear un lenguaje jacobino en sus arengas, periódicos o libelos, no podían tomar como modelo para su enfrentamiento con el Antiguo Régimen la Revolución Francesa: primero, porque Bonaparte era su heredero y la consecuencia más evidente del Terror del 93; segundo, porque, lisa y llanamente, se luchaba contra Francia, y tercero, porque nadie quería evocar el Terror. La Revolución Americana, en cambio, era un modelo de movimiento popular que había triunfado con escasos recursos y un enorme esfuerzo humano y que no había necesitado del Terror para imponerse (continúa siendo la única gran revolución que no fue seguida por un período de terror).
La cuestión del afrancesamiento, y la compleja deriva intelectual y emocional de no pocos liberales de entonces, la explica Vilches en el capítulo "Españoles por la libertad" con envidiable sencillez:
Unos (...) tomaron partido por la lucha contra toda tiranía, otros vieron en la sustitución de los Borbones por los Bonaparte una oportunidad para la regeneración de la patria, para el restablecimiento del despotismo ilustrado carlostercerista. Fueron los casos de Meléndez Valdés, Cabarrús, Moratín y Gonzalo O’Farrill, entre otros.
Y finaliza el capítulo "La hora de los liberales", ya en la derrota de la revolución que había tenido su punto más alto en la Constitución del 12, con dos párrafos de tremenda, rabiosa actualidad:
Los liberales cometieron varios y graves errores estratégicos, como ligarse a un fernandismo que mitificaba la figura de un rey cuyas opiniones políticas desde 1808 se desconocían. La exaltación de Fernando como salvador hacía imposible un régimen constitucional o representativo basado en la reducción considerable de sus facultades regias. Tampoco los liberales supieron ganarse a los altos mandos del ejército, y no crearon hasta poco antes del golpe de estado de 1814 su propia fuerza armada, la milicia nacional; aunque esto de poco hubiera servido ante un ejército y un pueblo que mayoritariamente se postraba ante su rey absoluto.
Pero el gran error fue no llegar a un acuerdo más amplio con los realistas en materia constitucional, lo que podría haber sujetado a un rey titubeante en los primeros momentos de su vuelta a España, a costa de reducir el radicalismo del texto de 1812. En suma, el discurso de la nación como sujeto político que tomaba el protagonismo para darse una nueva Constitución, el que sostuvieron los liberales desde 1808, debía haber considerado también a los no liberales como parte de esa nación. En respuesta, y sin justificación que valga, los enemigos de la libertad se tomaron su revancha, su turno: el golpe de Estado de mayo de 1814, y la cruel e ingrata represión posterior.
Palabras de un maestro que, sin duda, será en poco tiempo uno de nuestros historiadores más leídos. Tiene el tiempo, las ganas y la información necesarios para emprender una seria tarea pendiente: una biografía definitiva, desde el punto de vista liberal, que no afrancesado, del Rey Felón. Precedida, desde luego, por La España de Fernando VII de Artola. Por ahora, con Liberales de 1808 ha puesto en nuestras estanterías una obra imprescindible. Creo que nadie hasta la fecha había reunido y ordenado de manera tan inteligente los materiales que poseemos sobre el período, confuso como pocos.
JORGE VILCHES: LIBERALES DE 1808. Gota a Gota (Madrid), 2008, 352 páginas.
Pinche aquí para acceder a la página web de HORACIO VÁZQUEZ-RIAL.
vazquez-rial@telefonica.net
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234828
LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
Los liberales y el fantasma de Fernando Siete
Por Horacio Vázquez-Rial
Los centenarios suelen, más allá de su inútil rimbombancia, que no cambia el destino intelectual de casi nadie, producir o dar oportuna publicidad a algunas obras que en otras fechas pasarían con menos gloria. Fue el caso, por ejemplo, de la Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno, escrita al hilo del tercer centenario cervantino. Este segundo centenario del alzamiento popular de 1808 es prolífico en novedades, no pocas de ellas útiles reediciones de clásicos, como Los afrancesados de Miguel Artola o, lateralmente, las Memorias de Godoy.
En medio de esa babel entre fernandina y afrancesada destaca una obra sobre los liberales que se encontraban exactamente en el medio de esos dos focos de tensión: Liberales de 1808, de Jorge Vilches, joven doctor en Ciencias Políticas y Sociología, editado por Gota a Gota. El texto, muy objetivo y hasta se diría con una buscada distancia emocional, resulta por momentos conmovedor, supongo que porque la verdad, asumida y expuesta, siempre lo es. Y lo que Vilches cuenta y analiza no sólo es verdadero, sino que lo es trágicamente.
Hubo españoles movilizados contra Bonaparte por sencillo y noble patriotismo. Un patriotismo que, a pesar del falaz discurso histórico actual de los nacionalismos, fue común a todos hasta no hace mucho tiempo. Hace cuarenta años visité la muy bella ciudad de Gerona por primera vez, acompañado por una gerundense de pura cepa, con una indiscutible ristra de apellidos catalanes y nada afín al régimen, aún vigente, del general Franco. Y tengo muy presente el orgullo con que me mostró un castillo en el que aún se conservaban las heridas de la metralla del francés. Después, como narra ejemplarmente Albert Boadella en Adiós Cataluña, los franquistas devinieron nacionalistas. Pero ésa es otra historia. El caso es que Vilches documenta perfectamente las actitudes de vascos, catalanes y gallegos, integrantes todos de una misma nación, que, por cierto, no nació entonces: sólo se hizo visible, pero preexistía al movimiento.
Mientras el deseado rey Fernando tejía bufandas y quemaba libros herejes de la biblioteca de su anfitrión francés, el señor de Talleyrand, quien le había alojado a pedido del Emperador y vivía desesperado por el destino de sus preciosos volúmenes, aquí sucedían otras cosas. Fernando era un individuo casi inmaculadamente repugnante, capaz de escribir una carta a Bonaparte diciéndole que no podía haber mejor elección para el trono de España que su hermano José. En Bayona, era un muerto político; y ya se sabe lo que ocurre con los muertos cuando hace falta: se los inventa. En nombre del rey ausente se hizo todo, desde las Juntas hasta la Constitución de Cádiz, pasando por la independencia de la mayoría de los países hispanoamericanos, que se dieron gobierno de facto hasta tanto regresara el monarca: en 1813 ya era tarde, no había retroceso posible.
En América, esos hechos se recuerdan como revoluciones. En España, la revolución que se incubaba en el interior de la guerra contra el francés acabó por darse de bruces con el rostro de escasa nobleza de Don Fernando. Los liberales que la habían promovido se sintieron fracasados y murieron antes de comprender que, a pesar del monarca y sus casi veinte años de reinado absolutista, habían cambiado tal vez más cosas de las que se habían propuesto cambiar.
En un capítulo sobre la guerra de propaganda entre españoles y franceses, titulado "Patriotas en el papel", llega Vilches a un importantísimo asunto, que tendría que hacer reflexionar muy seriamente a todo el mundo acerca de los vínculos de España con los Estados Unidos. Los liberales españoles, que se cuidaron muy bien de emplear un lenguaje jacobino en sus arengas, periódicos o libelos, no podían tomar como modelo para su enfrentamiento con el Antiguo Régimen la Revolución Francesa: primero, porque Bonaparte era su heredero y la consecuencia más evidente del Terror del 93; segundo, porque, lisa y llanamente, se luchaba contra Francia, y tercero, porque nadie quería evocar el Terror. La Revolución Americana, en cambio, era un modelo de movimiento popular que había triunfado con escasos recursos y un enorme esfuerzo humano y que no había necesitado del Terror para imponerse (continúa siendo la única gran revolución que no fue seguida por un período de terror).
La cuestión del afrancesamiento, y la compleja deriva intelectual y emocional de no pocos liberales de entonces, la explica Vilches en el capítulo "Españoles por la libertad" con envidiable sencillez:
Unos (...) tomaron partido por la lucha contra toda tiranía, otros vieron en la sustitución de los Borbones por los Bonaparte una oportunidad para la regeneración de la patria, para el restablecimiento del despotismo ilustrado carlostercerista. Fueron los casos de Meléndez Valdés, Cabarrús, Moratín y Gonzalo O’Farrill, entre otros.
Y finaliza el capítulo "La hora de los liberales", ya en la derrota de la revolución que había tenido su punto más alto en la Constitución del 12, con dos párrafos de tremenda, rabiosa actualidad:
Los liberales cometieron varios y graves errores estratégicos, como ligarse a un fernandismo que mitificaba la figura de un rey cuyas opiniones políticas desde 1808 se desconocían. La exaltación de Fernando como salvador hacía imposible un régimen constitucional o representativo basado en la reducción considerable de sus facultades regias. Tampoco los liberales supieron ganarse a los altos mandos del ejército, y no crearon hasta poco antes del golpe de estado de 1814 su propia fuerza armada, la milicia nacional; aunque esto de poco hubiera servido ante un ejército y un pueblo que mayoritariamente se postraba ante su rey absoluto.
Pero el gran error fue no llegar a un acuerdo más amplio con los realistas en materia constitucional, lo que podría haber sujetado a un rey titubeante en los primeros momentos de su vuelta a España, a costa de reducir el radicalismo del texto de 1812. En suma, el discurso de la nación como sujeto político que tomaba el protagonismo para darse una nueva Constitución, el que sostuvieron los liberales desde 1808, debía haber considerado también a los no liberales como parte de esa nación. En respuesta, y sin justificación que valga, los enemigos de la libertad se tomaron su revancha, su turno: el golpe de Estado de mayo de 1814, y la cruel e ingrata represión posterior.
Palabras de un maestro que, sin duda, será en poco tiempo uno de nuestros historiadores más leídos. Tiene el tiempo, las ganas y la información necesarios para emprender una seria tarea pendiente: una biografía definitiva, desde el punto de vista liberal, que no afrancesado, del Rey Felón. Precedida, desde luego, por La España de Fernando VII de Artola. Por ahora, con Liberales de 1808 ha puesto en nuestras estanterías una obra imprescindible. Creo que nadie hasta la fecha había reunido y ordenado de manera tan inteligente los materiales que poseemos sobre el período, confuso como pocos.
JORGE VILCHES: LIBERALES DE 1808. Gota a Gota (Madrid), 2008, 352 páginas.
Pinche aquí para acceder a la página web de HORACIO VÁZQUEZ-RIAL.
vazquez-rial@telefonica.net
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234828
Estanflcion
30-V-2008
Estanflación
Solbes parte de un error fundamental al considerar que esta es una recesión puntual, breve y traída de fuera
El peor de los escenarios económicos ya está aquí. Estancamiento –y nuestra economía, diga lo que diga el Gobierno, está estancada–, combinado con inflación creciente, extremo difícil de ocultar tras los datos del IPCA anunciados este jueves. Los números no pueden ser peores para las expectativas económicas. El IPCA, índice de precios armonizado que sirve de referencia al Eurostat para trazar un mapa inflacionario fiel dentro de la Unión, se ha disparado como nunca antes lo había hecho. La tasa anual en mayo es del 4,7%, cinco décimas más que en abril y 2,3 puntos por encima de la de hace un año. Si a esto le sumamos que las ventas minoristas van camino de desplomarse y que los beneficios empresariales, los mismos que hacen posible las inversiones que aseguran crecimiento y empleo, estén seriamente comprometidos para el ejercicio actual, el panorama no puede ser más desalentador.
El fenómeno de la estanflación hizo su aparición en los años 70 del siglo pasado cuando, para sorpresa de los economistas keynesianos, las economías occidentales se estancaron generando tasas de paro y de inflación de dos dígitos. Las recetas intervencionistas de estímulo artificial de la demanda que se aplicaron no hicieron más que agravar el problema hasta que no quedó un solo dólar que gastar en las arcas públicas de Estados Unidos y Europa. En esta ocasión, salvando el tiempo y las distancias, las medidas que, al menos el Gobierno español, pretende aplicar no son muy diferentes de aquellas. Solbes parte de un error fundamental al considerar que esta es una recesión puntual, breve y traída de fuera que puede parchearse con gasto público en espera de que las materias primas bajen su precio en los mercados internacionales y se reactive el sector de la construcción.
Lo cierto es que esta crisis no será breve ni, por descontado, se debe sólo o ni siquiera principalmente a la difícil coyuntura internacional. La inflación, los problemas de liquidez bancaria y hasta el alza desmesurada en las materias primas son en buena parte consecuencia directa del maleamiento intensivo de la moneda por parte del Banco Central Europeo. El paro, por su parte, se debe a la rigidez extrema de nuestro mercado laboral y a la falta de competitividad crónica de nuestra economía. Salir de la estanflación que nos atenaza por vez primera en tres lustros requiere un replanteamiento integral de la política monetaria y económica, tanto en Francfort como en Madrid. Lo que de ninguna manera nos sacará de una pesadilla que se va a cobrar millones de parados y la depauperización progresiva de toda la sociedad serán las fórmulas mágicas que dice tener Solbes escondidas en alguna carpeta.
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_43820.html
Estanflación
Solbes parte de un error fundamental al considerar que esta es una recesión puntual, breve y traída de fuera
El peor de los escenarios económicos ya está aquí. Estancamiento –y nuestra economía, diga lo que diga el Gobierno, está estancada–, combinado con inflación creciente, extremo difícil de ocultar tras los datos del IPCA anunciados este jueves. Los números no pueden ser peores para las expectativas económicas. El IPCA, índice de precios armonizado que sirve de referencia al Eurostat para trazar un mapa inflacionario fiel dentro de la Unión, se ha disparado como nunca antes lo había hecho. La tasa anual en mayo es del 4,7%, cinco décimas más que en abril y 2,3 puntos por encima de la de hace un año. Si a esto le sumamos que las ventas minoristas van camino de desplomarse y que los beneficios empresariales, los mismos que hacen posible las inversiones que aseguran crecimiento y empleo, estén seriamente comprometidos para el ejercicio actual, el panorama no puede ser más desalentador.
El fenómeno de la estanflación hizo su aparición en los años 70 del siglo pasado cuando, para sorpresa de los economistas keynesianos, las economías occidentales se estancaron generando tasas de paro y de inflación de dos dígitos. Las recetas intervencionistas de estímulo artificial de la demanda que se aplicaron no hicieron más que agravar el problema hasta que no quedó un solo dólar que gastar en las arcas públicas de Estados Unidos y Europa. En esta ocasión, salvando el tiempo y las distancias, las medidas que, al menos el Gobierno español, pretende aplicar no son muy diferentes de aquellas. Solbes parte de un error fundamental al considerar que esta es una recesión puntual, breve y traída de fuera que puede parchearse con gasto público en espera de que las materias primas bajen su precio en los mercados internacionales y se reactive el sector de la construcción.
Lo cierto es que esta crisis no será breve ni, por descontado, se debe sólo o ni siquiera principalmente a la difícil coyuntura internacional. La inflación, los problemas de liquidez bancaria y hasta el alza desmesurada en las materias primas son en buena parte consecuencia directa del maleamiento intensivo de la moneda por parte del Banco Central Europeo. El paro, por su parte, se debe a la rigidez extrema de nuestro mercado laboral y a la falta de competitividad crónica de nuestra economía. Salir de la estanflación que nos atenaza por vez primera en tres lustros requiere un replanteamiento integral de la política monetaria y económica, tanto en Francfort como en Madrid. Lo que de ninguna manera nos sacará de una pesadilla que se va a cobrar millones de parados y la depauperización progresiva de toda la sociedad serán las fórmulas mágicas que dice tener Solbes escondidas en alguna carpeta.
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_43820.html
Las trampas del CIS no deben consolar al PP
30-V-2008
Las trampas del CIS no deben consolar al PP
El hecho es que el PSOE se mantiene, el PP cae y UPyD ya duplica en intención de voto sus resultados de las generales. Y eso que la encuesta se celebró antes de que la deriva del PP se visualizara en la marcha de Maria San Gil.
El primer sondeo del CIS con valoración política tras los comicios generales del 9 de marzo sitúa al PP en el 37,6% en estimación de voto –dos puntos y medio menos que el logrado en las elecciones–, mientras mantiene al PSOE en el 43,6%.
Antes de entrar a valorar los resultados, conviene llamar la atención sobre graves defectos y sesgos que nuevamente contienen las encuestas del CIS. Así, que el 46% de los encuestados declaren haber votado al PSOE, frente a un 26,8% y un 4,5% que manifiestan haberlo hecho por PP e IU, ya deja en evidencia las carencias de representatividad de la muestra de la que se quiere extrapolar datos para toda la población.
No por extendido y frecuente es menos criticable que para la valoración de las intervenciones de los distintos dirigentes en los debates –en este caso de investidura– se tome en consideración no sólo a quienes las siguieron en su totalidad o en gran parte de las mismas, sino también y con el mismo peso, a quienes sólo la siguieron en parte o sin seguirlas "han leído u oído informaciones sobre ellas". Eso, por no hablar de la inclusión de la opinión de quienes "ni han seguido el debate ni han oído nada sobre él" respecto a la "utilidad" de las medidas anunciadas en esa ocasión por Zapatero para hacer frente a la situación económica.
También cabe destacar el sesgo de muchas preguntas que parecen más querer primar la estimación que se tiene del dirigente que la medida política supuestamente sometida a valoración. Tal es el caso referido a la opinión sobre la política del agua y los problemas de sequía en algunos territorios. En lugar de preguntar al encuestado su opinión por los trasvases, el CIS le informa del rechazo del Gobierno a los mismos, para preguntar a continuación: "En este asunto, ¿con que propuestas está usted más de acuerdo con las de Zapatero o con las de Rajoy?
¿Y qué decir respecto a la lucha contra el terrorismo? En lugar de pedir la opinión de los encuestados sobre lo "imprescindible", "sólo conveniente" o "perjudicial" que les parece la inclusión de los nacionalistas en un pacto antiterrorista, el CIS lo que da a elegir son dos afirmaciones. La primera es: "En política antiterrorista, lo fundamental es alcanzar un pacto con el PP." La segunda: "Sería muy importante alcanzar un pacto antiterrorista con todos los partidos democráticos." Preguntadas así las cosas, el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo jamás habría logrado ni conservado sus altísimas cotas de popularidad.
Dicho esto, y centrándonos en la caída en estimación de voto del PP, este partido no debe buscar ningún consuelo ni en estas "trampas" ni en el hecho de que tradicionalmente el partido perdedor en las generales pierda todavía más en el primer sondeo de valoración política que se celebra tras los comicios. Por menor que sea la caída del PP respecto a la que sufrió con posterioridad a las elecciones de 2004, y por mucho que Rajoy mejore su nota media del 3,95 al 4,24, lo cierto es que la desconfianza hacia Rajoy es del 75 por ciento –lo que incluye a sus propios votantes– y que la nota media de Zapatero también mejora.
Tampoco debe buscar consuelo el PP en la percepción cada vez más negativa de la situación económica. El hecho es que el PSOE se mantiene, el PP cae y UPyD ya duplica en intención de voto sus resultados de las generales. Y eso que la encuesta se llevó a cabo con anterioridad a la renuncia de María San Gil, que tanto malestar está causando entre los votantes populares.
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_43823.html
Las trampas del CIS no deben consolar al PP
El hecho es que el PSOE se mantiene, el PP cae y UPyD ya duplica en intención de voto sus resultados de las generales. Y eso que la encuesta se celebró antes de que la deriva del PP se visualizara en la marcha de Maria San Gil.
El primer sondeo del CIS con valoración política tras los comicios generales del 9 de marzo sitúa al PP en el 37,6% en estimación de voto –dos puntos y medio menos que el logrado en las elecciones–, mientras mantiene al PSOE en el 43,6%.
Antes de entrar a valorar los resultados, conviene llamar la atención sobre graves defectos y sesgos que nuevamente contienen las encuestas del CIS. Así, que el 46% de los encuestados declaren haber votado al PSOE, frente a un 26,8% y un 4,5% que manifiestan haberlo hecho por PP e IU, ya deja en evidencia las carencias de representatividad de la muestra de la que se quiere extrapolar datos para toda la población.
No por extendido y frecuente es menos criticable que para la valoración de las intervenciones de los distintos dirigentes en los debates –en este caso de investidura– se tome en consideración no sólo a quienes las siguieron en su totalidad o en gran parte de las mismas, sino también y con el mismo peso, a quienes sólo la siguieron en parte o sin seguirlas "han leído u oído informaciones sobre ellas". Eso, por no hablar de la inclusión de la opinión de quienes "ni han seguido el debate ni han oído nada sobre él" respecto a la "utilidad" de las medidas anunciadas en esa ocasión por Zapatero para hacer frente a la situación económica.
También cabe destacar el sesgo de muchas preguntas que parecen más querer primar la estimación que se tiene del dirigente que la medida política supuestamente sometida a valoración. Tal es el caso referido a la opinión sobre la política del agua y los problemas de sequía en algunos territorios. En lugar de preguntar al encuestado su opinión por los trasvases, el CIS le informa del rechazo del Gobierno a los mismos, para preguntar a continuación: "En este asunto, ¿con que propuestas está usted más de acuerdo con las de Zapatero o con las de Rajoy?
¿Y qué decir respecto a la lucha contra el terrorismo? En lugar de pedir la opinión de los encuestados sobre lo "imprescindible", "sólo conveniente" o "perjudicial" que les parece la inclusión de los nacionalistas en un pacto antiterrorista, el CIS lo que da a elegir son dos afirmaciones. La primera es: "En política antiterrorista, lo fundamental es alcanzar un pacto con el PP." La segunda: "Sería muy importante alcanzar un pacto antiterrorista con todos los partidos democráticos." Preguntadas así las cosas, el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo jamás habría logrado ni conservado sus altísimas cotas de popularidad.
Dicho esto, y centrándonos en la caída en estimación de voto del PP, este partido no debe buscar ningún consuelo ni en estas "trampas" ni en el hecho de que tradicionalmente el partido perdedor en las generales pierda todavía más en el primer sondeo de valoración política que se celebra tras los comicios. Por menor que sea la caída del PP respecto a la que sufrió con posterioridad a las elecciones de 2004, y por mucho que Rajoy mejore su nota media del 3,95 al 4,24, lo cierto es que la desconfianza hacia Rajoy es del 75 por ciento –lo que incluye a sus propios votantes– y que la nota media de Zapatero también mejora.
Tampoco debe buscar consuelo el PP en la percepción cada vez más negativa de la situación económica. El hecho es que el PSOE se mantiene, el PP cae y UPyD ya duplica en intención de voto sus resultados de las generales. Y eso que la encuesta se llevó a cabo con anterioridad a la renuncia de María San Gil, que tanto malestar está causando entre los votantes populares.
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_43823.html
Miguel Martinez, Contra la subida de carburantes
jueves 29 de mayo de 2008
Contra la subida de los carburantes
Miguel Martínez
U N servidor, que suele huir como del diablo de las cadenas de mensajes propagadas por Internet, acaba de enviar a su numerosa lista de contactos un mensaje en cadena, eso sí, teniendo la debida precaución de incluir a los destinatarios en el apartado CCO (copia oculta) de su programa de correo, a fin de que queden ocultos a los ojos de Spammers, o recolectores de direcciones electrónicas a las que enviar luego correo basura, precaución -ocultar a los destinatarios- que siempre debiera observarse cuando se reenvía un mensaje en cadena.
¿El motivo? No sé si noble, pero sin duda práctico. Intentar que la acción de protesta ante la espectacular subida del precio de los carburantes no se quede en el siempre socorrido –aunque inútil- derecho al pataleo, habitualmente acompañado de una reiterada sarta de juramentos en arameo –sánscrito en el caso de los más intelectuales- y una no menos extensa lista de imprecaciones y palabras malsonantes cada vez que acudimos al surtidor. Si tienen interés por la idea, les ruego a mis queridos reincidentes que sigan leyendo.
Hará cosa de unos meses, se empezó a distribuir por Internet un mensaje en cadena que proponía una fecha concreta en la que nadie debería repostar combustible. Aquel día señalado debía servir como medida de presión y toque de atención a las compañías petroleras. El correo electrónico presentaba una serie de cifras que ponían de manifiesto que un solo día de abstinencia gasolinera reportaría pérdidas significativas a las compañías. Un servidor, que además de ser de letras sólo entiende de economía lo justo para llegar -y no sin ciertos equilibrios- a fin de mes, le pareció aquella campaña una enorme chorrada, pues qué más les dará a las compañías que pospongamos desde el jueves hasta el viernes nuestro paso por taquilla si finalmente acabamos pasando, pero ésta que a continuación les comento, sí tiene visos de éxito –al menos en teoría- siempre y cuando seamos capaces de organizarnos. Las cifras manejadas en ese e-mail expresan que, reenviándolo a todos nuestros contactos, puede llegar a trescientos millones de destinatarios en sólo ocho días. Les cuento.
Quienes quiera que hayan diseñado la campaña han elegido dos empresas en las que proponen que no se reposte combustible jamás de los jamases bajo ningún concepto. Éstas son la inglesa BP y la norteamericana Shell. No me pregunten que por qué ésas y no otras porqué no tengo ni puñetera idea, pero el quid de la cuestión reside, precisamente, en que todo quisque se concentre en hacerles el vacío exactamente a las mismas empresas, si no, no funciona.
Evidentemente, si nadie reposta en esas gasolineras, éstas tendrán que reaccionar bajando precios o tendrán que meter la gasolina en lavativas hipoalérgicas y con ellas hacer lo que ustedes se imaginan. El día que el señor BP y el señor Shell se avengan a razones, quizás podamos plantearnos volver a su redil y decirle al señor Repsol y al señor CAMPSA que, o va bajando precios más que don BP, o que ya le puede ir comprando a éste sus lavativas usadas.
Estarán conmigo en que es un planteamiento un tanto ingenuo y que su aplicación es tan utópica como la bondad innata del ser humano, pero algo habrá que hacer cuando otra vez somos, exclusivamente, los sufridos consumidores los que hemos de sostener, a base de rascarnos aún más el bolsillo, la codicia sin freno de los productores y distribuidores de crudo y la anuencia –no exenta de responsabilidad en muchos casos- de nuestros adorados políticos.
Si a todos nos parece de recibo que la crisis energética la hemos de padecer exclusivamente los consumidores, no hay nada que hacer. Pero habrá quién piense que no es descabellado exigir a las empresas que ellos también contribuyan con su granito de arena y que, en tanto no escampe el temporal, reduzcan, ni que sea una pizca, sus espectaculares ganancias y que los gobiernos revisen la fiscalidad de los combustibles para que no seamos sólo los ciudadanos de a pie –cualquiera saca el coche- los encargados de soportar esta disparatada escalada de precios.
Y si en un acceso de vanidad le pasa por la cabeza a quien les escribe que quizás el señor BP o don Shell bien pudieran ser uno de sus queridos reincidentes, sólo decirles que no hay nada personal en este artículo, que un servidor no es más que el mensajero que, por suerte, tiene derecho a repostar su vehículo en el surtidor que le dé la gana, y que el día en el que sus precios sean mejores que los de los demás, quien les escribe estará encantado de utilizar de nuevo sus servicios. Mientras eso no suceda, miren bien la foto que ven en el ángulo superior derecho de esta página, porque ya me han visto bastante en sus gasolineras. Por mucho que esta iniciativa quede en nada -que duda mucho un servidor que esta pataleta sobreviva a valores tan sagrados como la comodidad y el desánimo de creer que uno sólo es uno y no parte de todos, y por mucho que todos sí podríamos- esta campaña sí ha servido a este columnista para aburrirles a ustedes durante unos minutos sin haberse estrujado excesivamente los sesos. Mil disculpas a mis queridísimos y comprensivos reincidentes, especialmente a don BP y al señor Shell. Aunque tampoco sería de extrañar que BP y Shell aprovecharan para vender bajo cuerda sus gasolina a la competencia en plan compadreo total, mientras que don CAMPSA y don Repsol se frotan las manos y se van de copas con BP y Shell para celebrarlo.
En tal caso, un servidor se va a plantear hacer lo que Miguel Angel Rodríguez “El Sevilla” en una de sus canciones:
Tengo un coche que es mi ruina.
No como carne desde que lo tengo, to pa gasolina.
Como un día me pique
y es que me compro una mountain bike.
Nuestra maltrecha capa de ozono merece muchísimo más nuestros esfuerzos -pedalear es duro- que las compañías petrolíferas. Y seguro que nos lo agradece infinitamente más.
http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/
Contra la subida de los carburantes
Miguel Martínez
U N servidor, que suele huir como del diablo de las cadenas de mensajes propagadas por Internet, acaba de enviar a su numerosa lista de contactos un mensaje en cadena, eso sí, teniendo la debida precaución de incluir a los destinatarios en el apartado CCO (copia oculta) de su programa de correo, a fin de que queden ocultos a los ojos de Spammers, o recolectores de direcciones electrónicas a las que enviar luego correo basura, precaución -ocultar a los destinatarios- que siempre debiera observarse cuando se reenvía un mensaje en cadena.
¿El motivo? No sé si noble, pero sin duda práctico. Intentar que la acción de protesta ante la espectacular subida del precio de los carburantes no se quede en el siempre socorrido –aunque inútil- derecho al pataleo, habitualmente acompañado de una reiterada sarta de juramentos en arameo –sánscrito en el caso de los más intelectuales- y una no menos extensa lista de imprecaciones y palabras malsonantes cada vez que acudimos al surtidor. Si tienen interés por la idea, les ruego a mis queridos reincidentes que sigan leyendo.
Hará cosa de unos meses, se empezó a distribuir por Internet un mensaje en cadena que proponía una fecha concreta en la que nadie debería repostar combustible. Aquel día señalado debía servir como medida de presión y toque de atención a las compañías petroleras. El correo electrónico presentaba una serie de cifras que ponían de manifiesto que un solo día de abstinencia gasolinera reportaría pérdidas significativas a las compañías. Un servidor, que además de ser de letras sólo entiende de economía lo justo para llegar -y no sin ciertos equilibrios- a fin de mes, le pareció aquella campaña una enorme chorrada, pues qué más les dará a las compañías que pospongamos desde el jueves hasta el viernes nuestro paso por taquilla si finalmente acabamos pasando, pero ésta que a continuación les comento, sí tiene visos de éxito –al menos en teoría- siempre y cuando seamos capaces de organizarnos. Las cifras manejadas en ese e-mail expresan que, reenviándolo a todos nuestros contactos, puede llegar a trescientos millones de destinatarios en sólo ocho días. Les cuento.
Quienes quiera que hayan diseñado la campaña han elegido dos empresas en las que proponen que no se reposte combustible jamás de los jamases bajo ningún concepto. Éstas son la inglesa BP y la norteamericana Shell. No me pregunten que por qué ésas y no otras porqué no tengo ni puñetera idea, pero el quid de la cuestión reside, precisamente, en que todo quisque se concentre en hacerles el vacío exactamente a las mismas empresas, si no, no funciona.
Evidentemente, si nadie reposta en esas gasolineras, éstas tendrán que reaccionar bajando precios o tendrán que meter la gasolina en lavativas hipoalérgicas y con ellas hacer lo que ustedes se imaginan. El día que el señor BP y el señor Shell se avengan a razones, quizás podamos plantearnos volver a su redil y decirle al señor Repsol y al señor CAMPSA que, o va bajando precios más que don BP, o que ya le puede ir comprando a éste sus lavativas usadas.
Estarán conmigo en que es un planteamiento un tanto ingenuo y que su aplicación es tan utópica como la bondad innata del ser humano, pero algo habrá que hacer cuando otra vez somos, exclusivamente, los sufridos consumidores los que hemos de sostener, a base de rascarnos aún más el bolsillo, la codicia sin freno de los productores y distribuidores de crudo y la anuencia –no exenta de responsabilidad en muchos casos- de nuestros adorados políticos.
Si a todos nos parece de recibo que la crisis energética la hemos de padecer exclusivamente los consumidores, no hay nada que hacer. Pero habrá quién piense que no es descabellado exigir a las empresas que ellos también contribuyan con su granito de arena y que, en tanto no escampe el temporal, reduzcan, ni que sea una pizca, sus espectaculares ganancias y que los gobiernos revisen la fiscalidad de los combustibles para que no seamos sólo los ciudadanos de a pie –cualquiera saca el coche- los encargados de soportar esta disparatada escalada de precios.
Y si en un acceso de vanidad le pasa por la cabeza a quien les escribe que quizás el señor BP o don Shell bien pudieran ser uno de sus queridos reincidentes, sólo decirles que no hay nada personal en este artículo, que un servidor no es más que el mensajero que, por suerte, tiene derecho a repostar su vehículo en el surtidor que le dé la gana, y que el día en el que sus precios sean mejores que los de los demás, quien les escribe estará encantado de utilizar de nuevo sus servicios. Mientras eso no suceda, miren bien la foto que ven en el ángulo superior derecho de esta página, porque ya me han visto bastante en sus gasolineras. Por mucho que esta iniciativa quede en nada -que duda mucho un servidor que esta pataleta sobreviva a valores tan sagrados como la comodidad y el desánimo de creer que uno sólo es uno y no parte de todos, y por mucho que todos sí podríamos- esta campaña sí ha servido a este columnista para aburrirles a ustedes durante unos minutos sin haberse estrujado excesivamente los sesos. Mil disculpas a mis queridísimos y comprensivos reincidentes, especialmente a don BP y al señor Shell. Aunque tampoco sería de extrañar que BP y Shell aprovecharan para vender bajo cuerda sus gasolina a la competencia en plan compadreo total, mientras que don CAMPSA y don Repsol se frotan las manos y se van de copas con BP y Shell para celebrarlo.
En tal caso, un servidor se va a plantear hacer lo que Miguel Angel Rodríguez “El Sevilla” en una de sus canciones:
Tengo un coche que es mi ruina.
No como carne desde que lo tengo, to pa gasolina.
Como un día me pique
y es que me compro una mountain bike.
Nuestra maltrecha capa de ozono merece muchísimo más nuestros esfuerzos -pedalear es duro- que las compañías petrolíferas. Y seguro que nos lo agradece infinitamente más.
http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/
Ismael Medina, No solo se la juega el PP, se la juega España
jueves 29 de mayo de 2008
No sólo se la juega el PP. Se la juega España
Ismael Medina
L A pasada semana insertaba “AVC” (es hoy más indicativa que la B la V vasca de Vocento) un artículo de Antonio Garrigues Walter sobre el liberalismo. Pretendía explicarnos lo que es el liberalismo con fría literatura muy de superbufete para las altas finanzas. No sé lo que habrán sacado en limpio otros lectores. Después de releerlo por dos veces me quedé sin saber lo que es el liberalismo. O lo que es según Garrigues. Me lo aclaró un artículo de Juan Pedro Quiñonero, también en “AVC”, titulado “Delanoë, liberal y socialista”. Bertrand Delanoë, alcalde de París por el PSF, que pretende convertirse en candidato a la presidencia de la República, se declaró “liberal y… socialista”, según titulaba “Le Nouvel Observateur”.
A algunos puede sorprender que se pueda ser a un mismo tiempo liberal y socialista. ¿Pero acaso no hay socialistas que se proclaman católicos? ¿O comunistas que declaran demócratas? ¿O conservadores que se dicen progresistas? ¿O rojos, como Rodríguez, que engordan las arcas de los banqueros? ¿O republicanos que defienden la monarquía? ¿O eclesiásticos que anteponen un reductor nacionalismo de caverna al ecumenismo de la Iglesia? Sucede en la actualidad con las ideologías lo que ya anticipaba hace años Gonzalo Fernández de la Mora: tan hueras y muertas están que sólo les queda el nombre. Lo que hay bajo la etiqueta es pura farfolla
EL POSIBLE CENTRO DEMOCRATICO LIBERAL Y EL PRECEDENTE DEL PRD
LO único interesante del artículo de Garrigues, al menos para mí, era el anuncio, como de pasada, de la próxima aparición de un partido con el título de Centro Democrático Liberal. ¿Otra operación Roca a la vista? Recuerdo para quienes lo hayan olvidado o no lo conocieron el lanzamiento del Partido Reformista Democrático en 1984. Felipe González llevaba dos años cómodamente instalado en la Moncloa y la llamada derecha hacía la travesía del desierto tras el fracaso a que Fraga condujo a los “siete magníficos”. ¿Pretendía el PRD ocupar ese espacio o convertirse de cara al futuro electoral en el partido bisagra equivalente a los partidos liberalistas de Gran Bretaña o Alemania? Estoy persuadido de que se buscaba lo primero.
La aparición en escena del PRD estuvo precedida de una callada preparación. Lo denuncié más de una vez en “El Alcázar”. Para seleccionar a los que habrían de formar parte de las candidaturas se utilizaron métodos pseudocientíficos muy propios del catalán Punset. A los inicialmente captados para la operación genérica de salvación de la democracia, todavía sin nombre ni nombres, se les conducía en un automóvil con cristales opacos hasta el garaje de un edificio desde el que eran llevados a una cabina hermética en la que se les sometía a un complejo test por un entrevistador invisible. Unos fueron rechazados sin mayores explicaciones y sin que se les aclarase de qué se trataba. Oteros fueron incorporados al proyecto. Un sistema propio de servicios de inteligencia.
Lo anterior puede parecer irrelevante. Pero no lo es quienes formaban parte del equipo dirigentes junto a Ronca Junyent, candidato a la presidencia del gobierno: Antonio Garrigues Walker, como presidente del partido; Florentino Pérez, secretario general; y miembros de la directiva Rafael Arias Salgado, ex ministro de Fomento con UCD, Federico Carlos Sainz de Robles, primer presidente del Consejo General del Poder Judicial que encabezaba lista por Madrid, y Pilar del Castillo, ex ministro de Educación. Había otros de menor relevancia, si bien de pareja cuerda relativista. El PRD presentó listas en todas las autonomías, salvo en Cataluña y Galicia. Y no por falta de medios en ambas taifas. Había que respetar los intereses de CiU y Coalición Galega, integrados en la operación. Gozó el PRD de un consistente respaldo mediático y financiero. Pero su fracaso fue estrepitoso: sólo obtuvo 194.538 votos, equivalentes al 0,96% de los emitidos. El electorado conservador no picó el anzuelo.
CUANDO LAS ETIQUETAS SON LO DE MENOS
MIGUEL ROCA Y JUNYENT creció políticamente en CiU. Pero antes, al calor del “mayo francés” había formado parte de los llamados “felipes”, o FLP (Frente de Liberación Popular), junto a Narciso Serra y otros que comparecerían más tarde en el entero arco partitocrático, incluido el PCE. Sólo estuvo en la cárcel el menos significado socialmente y
menos vinculado a la burguesía catalana. Roca y Serra, marcharon juntos en un despacho de abogados, promocionado por Narciso Carreras, tío de Serra y hombre fuerte de un consorcio financiero catalán. A raíz del transaccionismo partitocrático y de la disolución del FLP llegó para sus componentes el momento de tomar partido. Roca y Serra se jugaron a los chinos quien se afiliaría al catalanismo y quien al socialismo. Nada invento. Lo dejó escrito en “ABC” (todavía era órgano monárquico-liberalista) Julio Cerón, que había sido hombre fuerte del FLP.
Los muy influyentes despachos de abogacía de Garrigues y Roca tienen hoy por clientes a los más poderosos grupos financieros y empresariales de España, algunos de cuyos principales accionistas cruzan intereses en Cataluña y el resto de España. Grupos, además, que, advertidos de la crisis económica en ciernes, se apresuraron escapar del “ladrillo” para diversificar sus inversiones en otros sectores y en el extranjero, más a cubierto del estallido del globo inmobiliario. Un reventón que sufren grandes empresas que se confgiaron. Y, por lo general, las de nivel medio y bajo. Serán aquéllas que, amparadas desde el poder, jugaron a caballo ganador y colocado las que se beneficiaran casi exclusivamente de la inyección de dinero anunciada por el gobierno Rodríguez en materia de infraestructuras. Tampoco conviene obviar en este ámbito las conexiones de los Garrigues en los USA, la proximidad que mantuvieron con el clan Kennedy y que el apellido Walter se emplaza en la parentela colateral de los Rockefeller.
He considerado oportuno el anterior recordatorio de la “operación Roca” como precedente del anuncio hecho por Antonio Garrigues Walker de aparición de un partido denominado Centro Democrático Liberal. Le faltó añadir y Progresista o Reformista. Pero es innecesario cuando se conoce el percal. Y si el PRD surgió cuando todavía andaban las aguas revueltas en Coalición Popular y el Partido Popular vivía en estado fetal, resulta sugestivo en aras de la especulación que Garrigues haga pública la inminencia del Centro Democrático Liberal en el momento justo en que el Partido Popular sufre un maremoto interior y mediático a causa del desplazamiento de Rajoy hacia un inducido centrismo progresista en el que no pocos de sus componentes, a un tiempo relativistas y oportunistas, buscan hacerse con las riendas del partido.
NADA ES LO QUE PARECE O SE QUIERE QUE PAREZCA
SERÁ tan difícil como arriesgado entender lo que sucede en España, no sólo en el Partido Popular, si nos dejamos atrapar por el circo mediático en cuya trampa han caído los que ambicionan prosperar en torno a Rajoy o contra él. O los que se mueven por disciplinas más o menos ocultas y ajenas al partido. Algunas de las claves las analicé en mis dos anteriores crónicas. Ahora conviene explorar otros aspectos del problema.
Aludía al comienzo a la falta de entidad política de cualesquiera denominaciones tópicas, como izquierda, centro, derecha, progresismo, socialismo, liberalismo y un largo etcétera. También quedaron desguazados los conceptos de Nación, de formas de Estado o de sistemas políticos. Se puede hablar con desparpajo incluso de monarquía republicana, como hizo Rodríguez. O suponer que hoy vivimos en libertad y en democracia. Los conceptos básicos de la ciencia política se han convertido ya en meros juegos de artificio para desviar la atención de la maloliente fosa común en que han sido arrojados, cual un Paracuellos de ideas. Me sorprende que todavía, y con lo que ha caído, haya profesionales de la ciencia política que enjuician el presente desde una erudición inservible en la práctica. Viven en una nube, tienen que disimular su dependencia de unos u otros partidismos o les asusta asumir la realidad.
Una vieja sentencia a la que me he referido en alguna ocasión alerta de que a la política se accede por ambición, por vanidad o por idealismo. Y que a los primeros se les compra, a los segundos se les gana con oropeles y a los terceros hay que matarlos, unas veces mediante la eliminación física y otras con la muerte política. También se ha escrito que el poder corrompe. Y es cierto. Quien ejerce el poder sin ideales, y por ende sin frenos morales ni espíritu de servicio a la comunidad, tiene en sus manos las llaves para satisfacer cualquier tipo de satisfacciones personales o de grupo. Compra voluntades y hasta vende la suya a poderes superiores si así lo reclama su permanencia en el machito. Alfonso Guerra, un cínico consumado, lo resumió de manera certera en su famosa frase de que “quien se mueve no sale en la foto”. Y ésta, a fin de cuentas, es la esencia del totalitarismo partitocrático.
LA DISCIPLINA DE PARTIDO SE IMPONE DESDE EL PODER Y QUIEBRA EN LA OPOSICIÓN
EL partido en el poder sin lastres morales ni prejuicios éticos tiene a su favor la posibilidad de cosificar legalmente arbitrios que le garanticen la fidelidad ovejuna de los ambiciosos o de los vanidosos en cualesquiera ámbitos institucionales. Y de comprar votos parlamentarios de los partidos minoritarios cuando lo precise. O de venderse, insisto, aunque el precio se muy oneroso para la comunidad nacional.
Más comprometida es la situación del partido mayoritario en la oposición, tras la pérdida del poder. Sus posibilidades de amachambrar un fiel soporte clientelista se ven seriamente mermadas. Se reducen a las estructuras de dirección del partido, a las taifas propias y a las otras administraciones que todavía controla. Y es en ese momento cuando, al socaire de etiquetas hueras, tratan de recuperar terreno los ambiciosos sin escrúpulos, tantos de ellos bajo paraguas de oscuros poderes. Por supuesto que en estos rifirrafes para dirimir posiciones de ventaja es necesaria la muerte política de los idealistas. Sucedió en el P(SOE) cuando estaba en la oposición y ocurre ahora en el PP.
Martín Ferrán, que en “AVC” no pierde ocasión de zarandear a los del PP, venga o no venga a cuento, echaba en cara días atrás a Rajoy que no expulsara de inmediato a Gabriel Elorriaga tras su carta de desenganche del presidente de su partido, publicada en “El Mundo” y cuyo director, Pedro J. Ramírez, ha cambiado el rumbo 180 grados y tornado en lanzas contra Rajoy lo que antes eran ramos de rosas. Manuelo Fraga ha dicho del artículo de Elorriaga que es una sandez. Pero no ha ocultado su apoyo a Ruiz- Gallardón para convertirlo en el segundo de Rajoy. Me parece más grave que el artículo de Elorriaga la incursión de Manuel Fraga, siempre propenso a comportarse como el tópico elefante en una cacharrería. Su condición de presidente honorario del Partido Popular, que no su ejecutoria, plagada de sombras, le autorizan para evacuar consejos a la dirección del partido. Pero de puertas adentro. Excita en vez de mediar cuando, llevado de su afán de notoriedad, lo hace en plaza pública.
No mucho antes de la carta de Elorriaga se conoció que la dirección del P(SOE)
decidió abrir expediente a su diputado Barrio, miembro además del Comité Federal del partido. El gravísimo pecado de Barrio consistió en violar la disciplina monolítica en el Congreso al votar a favor de la moción opositora a la alcaldada de Rodríguez de considerar legítima la contratación de su fiel secretario de Estado, Taguas, por el poderoso grupo de presión inmobiliario, a la espera éste de que el ICO lo socorra con un oleaje de créditos blandos. Barrio no tardó en humillarse con la excusa de que estaba distraído y se confundió. Pudo aducir, si de verdad se creyera políticamente honesto, que la constitución exige el funcionamiento democrático de los partidos y rechaza la especie del voto imperativo. ¿Pero sirve la constitución para algo que no sea violarla y usarla para farándulas conmemorativas? La constitución, la democracia o la Justicia son hoy meras calcomanía de antiguos mitos.
Una situación parecida, a la que no se alude, padeció el PSOE tras la derrota electoral de Felipe González. El congreso de puertas semiabiertas dio ocasión para un rifirrafe por la sustitución de González no muy diverso en esencia al actual del PP. Se destruyeron entre sí los que ansiaban ser designados: Bono, Almunia y Borrell. Se buscó una solución de emergencia con la elección del candidato de la facción Nueva Vía, un gris José Luís Rodríguez Zapatero, que postulaba un cambio de orientación un tanto nebuloso. Una solución de emergencia que no pocos, entre ellos Felipe González, todavía con la batuta del partido en sus manos, consideraban transitoria. Se daba por seguro que perdería las elecciones generales frente al PP, ya de Rajoy, y que esa sería sobrada justificación para promover su relevo con más calma y un único candidato pactado de antemano. Pero rompieron tales las previsiones la matanza del 11 de marzo de 2004, todavía sin esclarecer en lo que realmente importa, y su vil aprovechamiento bajo la dirección de Pérez Rubalcaba. Lo más notable de Rodríguez desde entonces ha consistido en la sistemática anulación de la vieja guardia gonzalera, orillando a unos y comprando a otros, como Bono, con opíparos platos de lentejas. Se ha rodeado de muy fieles mediocres o de severa obediencia masónica para que nadie le haga sombra y el partido retorne a su antigua rigidez totalitaria y a su obsesión laicista contra la Iglesia. Católica, aunque no contra otras confesiones. Menos aún, frente al fanatismo islamista.
CUANDO NO SON LOS PRINCIPIOS LOS QUE PRIMAN
LO que en principio desató el maremoto entre los notables del PP no fueron en sí mismos los fundamentos ideológicos y su adaptación a los nuevos tiempos, sino los encargados de definirlos y los elevados a su nueva corte de dirección. Una línea común identificaba a la mayoría de ellos: laicismo más o menos pronunciado, intensificación del autonomismo estatutario de índole federalista, aproximación a los nacionalismos periféricos y basculación hacia lo que se ha dado en llamar centro progresista o liberalismo reformista. En síntesis, recrudecimiento del relativismo y aproximación a los linderos de del otro relativismo laicista, el del P(SOE), según lo reclamado por el monarca a Rodríguez y a Rajoy. Y como en el Génova, al contrario que en Ferraz, no impera un granítico totalitarismo, sino un convenio entre familias políticas, era inevitable que se repucharan quienes se sentían desplazados y se envalentonaran aquellos otros que atisbaban la ocasión de medrar.
La gran cuestión a dilucidar en el inminente congreso de Valencia no reside ya tanto en los enfrentamientos personales sino en cuestiones de fondo, eso que se ha dado llamar principios, aunque también su entidad conceptual esté desvirtuada.
Alguien ha recordó que la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) estaba integrada por partidos o familias de variada condición sectorial, pero que a todos unían unas sólidas convicciones compartidas: la fe religiosa, el amor a una España unida y un radical rechazo a la deriva frentepopulista. No puede decirse lo mismo del actual Partido Popular, aunque sí de un alto porcentaje de sus militantes y electores. Ahí radica precisamente el fundamental dilema en que se hoy debate el Partido Popular: hacer suyos los dictados del Nuevo Orden Mundial o perder en torno a dos millones de votos.
Lo más atractivo del próximo congreso de Valencia radica, a mi entender, en la confrontación sin trucos ni arteros condicionamientos entre la declaración oficial de principios con la alternativa encabezada por Vidal-Quadras, amén de otras iniciativas correctoras de grupos o personas. Y como son de público conocimiento, invito a que quienes siguen mis crónicas lean esos textos con atención y los cotejen.
La declaración oficial de principios parece inicialmente correcta. Pero enseguida se descubre que bajo un leguaje de aséptica moderación alienta un difuso ánimo acomodaticio a las circunstancias que anida en la personalidad de los elegidos por Rajoy para configurar su nuevo equipo de dirección. El descubrimiento de ese substrato en su debate con Lassalle, y no el texto de la declaración en sí, fue lo que incitó a María San Gil, mujer de firmes principios, a denunciar el equívoco. Quienes son fieles a sus ideales y se juegan la vida por ellos no con comprables ni tienen cabida entre arbitristas. Lassalle lo sabía y la empujó al abandono. A la muerte política.
La alternativa de principios encabezada por Vidal-Quadras precisa con realismo los retos perentorios a que hoy se enfrente el partido. Y también España. Pero su propuesta de que sean compartidos por Rodríguez, su gobierno y el P(SOE) sólo podrá
entenderse bajo dos condiciones: que tales posiciones no sean susceptibles de transacciones a la baja como parece ser el deseo del monarca y d el NOM; y que se debatan sin restricciones en sede parlamentaria.
Para el PP, pero sobre todo para España, no es tiempo de apaños ni de taranganas. Si en los políticos prima el estar, a los españoles nos importa el ser. Ya no caben dudas hamletianas.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4649
No sólo se la juega el PP. Se la juega España
Ismael Medina
L A pasada semana insertaba “AVC” (es hoy más indicativa que la B la V vasca de Vocento) un artículo de Antonio Garrigues Walter sobre el liberalismo. Pretendía explicarnos lo que es el liberalismo con fría literatura muy de superbufete para las altas finanzas. No sé lo que habrán sacado en limpio otros lectores. Después de releerlo por dos veces me quedé sin saber lo que es el liberalismo. O lo que es según Garrigues. Me lo aclaró un artículo de Juan Pedro Quiñonero, también en “AVC”, titulado “Delanoë, liberal y socialista”. Bertrand Delanoë, alcalde de París por el PSF, que pretende convertirse en candidato a la presidencia de la República, se declaró “liberal y… socialista”, según titulaba “Le Nouvel Observateur”.
A algunos puede sorprender que se pueda ser a un mismo tiempo liberal y socialista. ¿Pero acaso no hay socialistas que se proclaman católicos? ¿O comunistas que declaran demócratas? ¿O conservadores que se dicen progresistas? ¿O rojos, como Rodríguez, que engordan las arcas de los banqueros? ¿O republicanos que defienden la monarquía? ¿O eclesiásticos que anteponen un reductor nacionalismo de caverna al ecumenismo de la Iglesia? Sucede en la actualidad con las ideologías lo que ya anticipaba hace años Gonzalo Fernández de la Mora: tan hueras y muertas están que sólo les queda el nombre. Lo que hay bajo la etiqueta es pura farfolla
EL POSIBLE CENTRO DEMOCRATICO LIBERAL Y EL PRECEDENTE DEL PRD
LO único interesante del artículo de Garrigues, al menos para mí, era el anuncio, como de pasada, de la próxima aparición de un partido con el título de Centro Democrático Liberal. ¿Otra operación Roca a la vista? Recuerdo para quienes lo hayan olvidado o no lo conocieron el lanzamiento del Partido Reformista Democrático en 1984. Felipe González llevaba dos años cómodamente instalado en la Moncloa y la llamada derecha hacía la travesía del desierto tras el fracaso a que Fraga condujo a los “siete magníficos”. ¿Pretendía el PRD ocupar ese espacio o convertirse de cara al futuro electoral en el partido bisagra equivalente a los partidos liberalistas de Gran Bretaña o Alemania? Estoy persuadido de que se buscaba lo primero.
La aparición en escena del PRD estuvo precedida de una callada preparación. Lo denuncié más de una vez en “El Alcázar”. Para seleccionar a los que habrían de formar parte de las candidaturas se utilizaron métodos pseudocientíficos muy propios del catalán Punset. A los inicialmente captados para la operación genérica de salvación de la democracia, todavía sin nombre ni nombres, se les conducía en un automóvil con cristales opacos hasta el garaje de un edificio desde el que eran llevados a una cabina hermética en la que se les sometía a un complejo test por un entrevistador invisible. Unos fueron rechazados sin mayores explicaciones y sin que se les aclarase de qué se trataba. Oteros fueron incorporados al proyecto. Un sistema propio de servicios de inteligencia.
Lo anterior puede parecer irrelevante. Pero no lo es quienes formaban parte del equipo dirigentes junto a Ronca Junyent, candidato a la presidencia del gobierno: Antonio Garrigues Walker, como presidente del partido; Florentino Pérez, secretario general; y miembros de la directiva Rafael Arias Salgado, ex ministro de Fomento con UCD, Federico Carlos Sainz de Robles, primer presidente del Consejo General del Poder Judicial que encabezaba lista por Madrid, y Pilar del Castillo, ex ministro de Educación. Había otros de menor relevancia, si bien de pareja cuerda relativista. El PRD presentó listas en todas las autonomías, salvo en Cataluña y Galicia. Y no por falta de medios en ambas taifas. Había que respetar los intereses de CiU y Coalición Galega, integrados en la operación. Gozó el PRD de un consistente respaldo mediático y financiero. Pero su fracaso fue estrepitoso: sólo obtuvo 194.538 votos, equivalentes al 0,96% de los emitidos. El electorado conservador no picó el anzuelo.
CUANDO LAS ETIQUETAS SON LO DE MENOS
MIGUEL ROCA Y JUNYENT creció políticamente en CiU. Pero antes, al calor del “mayo francés” había formado parte de los llamados “felipes”, o FLP (Frente de Liberación Popular), junto a Narciso Serra y otros que comparecerían más tarde en el entero arco partitocrático, incluido el PCE. Sólo estuvo en la cárcel el menos significado socialmente y
menos vinculado a la burguesía catalana. Roca y Serra, marcharon juntos en un despacho de abogados, promocionado por Narciso Carreras, tío de Serra y hombre fuerte de un consorcio financiero catalán. A raíz del transaccionismo partitocrático y de la disolución del FLP llegó para sus componentes el momento de tomar partido. Roca y Serra se jugaron a los chinos quien se afiliaría al catalanismo y quien al socialismo. Nada invento. Lo dejó escrito en “ABC” (todavía era órgano monárquico-liberalista) Julio Cerón, que había sido hombre fuerte del FLP.
Los muy influyentes despachos de abogacía de Garrigues y Roca tienen hoy por clientes a los más poderosos grupos financieros y empresariales de España, algunos de cuyos principales accionistas cruzan intereses en Cataluña y el resto de España. Grupos, además, que, advertidos de la crisis económica en ciernes, se apresuraron escapar del “ladrillo” para diversificar sus inversiones en otros sectores y en el extranjero, más a cubierto del estallido del globo inmobiliario. Un reventón que sufren grandes empresas que se confgiaron. Y, por lo general, las de nivel medio y bajo. Serán aquéllas que, amparadas desde el poder, jugaron a caballo ganador y colocado las que se beneficiaran casi exclusivamente de la inyección de dinero anunciada por el gobierno Rodríguez en materia de infraestructuras. Tampoco conviene obviar en este ámbito las conexiones de los Garrigues en los USA, la proximidad que mantuvieron con el clan Kennedy y que el apellido Walter se emplaza en la parentela colateral de los Rockefeller.
He considerado oportuno el anterior recordatorio de la “operación Roca” como precedente del anuncio hecho por Antonio Garrigues Walker de aparición de un partido denominado Centro Democrático Liberal. Le faltó añadir y Progresista o Reformista. Pero es innecesario cuando se conoce el percal. Y si el PRD surgió cuando todavía andaban las aguas revueltas en Coalición Popular y el Partido Popular vivía en estado fetal, resulta sugestivo en aras de la especulación que Garrigues haga pública la inminencia del Centro Democrático Liberal en el momento justo en que el Partido Popular sufre un maremoto interior y mediático a causa del desplazamiento de Rajoy hacia un inducido centrismo progresista en el que no pocos de sus componentes, a un tiempo relativistas y oportunistas, buscan hacerse con las riendas del partido.
NADA ES LO QUE PARECE O SE QUIERE QUE PAREZCA
SERÁ tan difícil como arriesgado entender lo que sucede en España, no sólo en el Partido Popular, si nos dejamos atrapar por el circo mediático en cuya trampa han caído los que ambicionan prosperar en torno a Rajoy o contra él. O los que se mueven por disciplinas más o menos ocultas y ajenas al partido. Algunas de las claves las analicé en mis dos anteriores crónicas. Ahora conviene explorar otros aspectos del problema.
Aludía al comienzo a la falta de entidad política de cualesquiera denominaciones tópicas, como izquierda, centro, derecha, progresismo, socialismo, liberalismo y un largo etcétera. También quedaron desguazados los conceptos de Nación, de formas de Estado o de sistemas políticos. Se puede hablar con desparpajo incluso de monarquía republicana, como hizo Rodríguez. O suponer que hoy vivimos en libertad y en democracia. Los conceptos básicos de la ciencia política se han convertido ya en meros juegos de artificio para desviar la atención de la maloliente fosa común en que han sido arrojados, cual un Paracuellos de ideas. Me sorprende que todavía, y con lo que ha caído, haya profesionales de la ciencia política que enjuician el presente desde una erudición inservible en la práctica. Viven en una nube, tienen que disimular su dependencia de unos u otros partidismos o les asusta asumir la realidad.
Una vieja sentencia a la que me he referido en alguna ocasión alerta de que a la política se accede por ambición, por vanidad o por idealismo. Y que a los primeros se les compra, a los segundos se les gana con oropeles y a los terceros hay que matarlos, unas veces mediante la eliminación física y otras con la muerte política. También se ha escrito que el poder corrompe. Y es cierto. Quien ejerce el poder sin ideales, y por ende sin frenos morales ni espíritu de servicio a la comunidad, tiene en sus manos las llaves para satisfacer cualquier tipo de satisfacciones personales o de grupo. Compra voluntades y hasta vende la suya a poderes superiores si así lo reclama su permanencia en el machito. Alfonso Guerra, un cínico consumado, lo resumió de manera certera en su famosa frase de que “quien se mueve no sale en la foto”. Y ésta, a fin de cuentas, es la esencia del totalitarismo partitocrático.
LA DISCIPLINA DE PARTIDO SE IMPONE DESDE EL PODER Y QUIEBRA EN LA OPOSICIÓN
EL partido en el poder sin lastres morales ni prejuicios éticos tiene a su favor la posibilidad de cosificar legalmente arbitrios que le garanticen la fidelidad ovejuna de los ambiciosos o de los vanidosos en cualesquiera ámbitos institucionales. Y de comprar votos parlamentarios de los partidos minoritarios cuando lo precise. O de venderse, insisto, aunque el precio se muy oneroso para la comunidad nacional.
Más comprometida es la situación del partido mayoritario en la oposición, tras la pérdida del poder. Sus posibilidades de amachambrar un fiel soporte clientelista se ven seriamente mermadas. Se reducen a las estructuras de dirección del partido, a las taifas propias y a las otras administraciones que todavía controla. Y es en ese momento cuando, al socaire de etiquetas hueras, tratan de recuperar terreno los ambiciosos sin escrúpulos, tantos de ellos bajo paraguas de oscuros poderes. Por supuesto que en estos rifirrafes para dirimir posiciones de ventaja es necesaria la muerte política de los idealistas. Sucedió en el P(SOE) cuando estaba en la oposición y ocurre ahora en el PP.
Martín Ferrán, que en “AVC” no pierde ocasión de zarandear a los del PP, venga o no venga a cuento, echaba en cara días atrás a Rajoy que no expulsara de inmediato a Gabriel Elorriaga tras su carta de desenganche del presidente de su partido, publicada en “El Mundo” y cuyo director, Pedro J. Ramírez, ha cambiado el rumbo 180 grados y tornado en lanzas contra Rajoy lo que antes eran ramos de rosas. Manuelo Fraga ha dicho del artículo de Elorriaga que es una sandez. Pero no ha ocultado su apoyo a Ruiz- Gallardón para convertirlo en el segundo de Rajoy. Me parece más grave que el artículo de Elorriaga la incursión de Manuel Fraga, siempre propenso a comportarse como el tópico elefante en una cacharrería. Su condición de presidente honorario del Partido Popular, que no su ejecutoria, plagada de sombras, le autorizan para evacuar consejos a la dirección del partido. Pero de puertas adentro. Excita en vez de mediar cuando, llevado de su afán de notoriedad, lo hace en plaza pública.
No mucho antes de la carta de Elorriaga se conoció que la dirección del P(SOE)
decidió abrir expediente a su diputado Barrio, miembro además del Comité Federal del partido. El gravísimo pecado de Barrio consistió en violar la disciplina monolítica en el Congreso al votar a favor de la moción opositora a la alcaldada de Rodríguez de considerar legítima la contratación de su fiel secretario de Estado, Taguas, por el poderoso grupo de presión inmobiliario, a la espera éste de que el ICO lo socorra con un oleaje de créditos blandos. Barrio no tardó en humillarse con la excusa de que estaba distraído y se confundió. Pudo aducir, si de verdad se creyera políticamente honesto, que la constitución exige el funcionamiento democrático de los partidos y rechaza la especie del voto imperativo. ¿Pero sirve la constitución para algo que no sea violarla y usarla para farándulas conmemorativas? La constitución, la democracia o la Justicia son hoy meras calcomanía de antiguos mitos.
Una situación parecida, a la que no se alude, padeció el PSOE tras la derrota electoral de Felipe González. El congreso de puertas semiabiertas dio ocasión para un rifirrafe por la sustitución de González no muy diverso en esencia al actual del PP. Se destruyeron entre sí los que ansiaban ser designados: Bono, Almunia y Borrell. Se buscó una solución de emergencia con la elección del candidato de la facción Nueva Vía, un gris José Luís Rodríguez Zapatero, que postulaba un cambio de orientación un tanto nebuloso. Una solución de emergencia que no pocos, entre ellos Felipe González, todavía con la batuta del partido en sus manos, consideraban transitoria. Se daba por seguro que perdería las elecciones generales frente al PP, ya de Rajoy, y que esa sería sobrada justificación para promover su relevo con más calma y un único candidato pactado de antemano. Pero rompieron tales las previsiones la matanza del 11 de marzo de 2004, todavía sin esclarecer en lo que realmente importa, y su vil aprovechamiento bajo la dirección de Pérez Rubalcaba. Lo más notable de Rodríguez desde entonces ha consistido en la sistemática anulación de la vieja guardia gonzalera, orillando a unos y comprando a otros, como Bono, con opíparos platos de lentejas. Se ha rodeado de muy fieles mediocres o de severa obediencia masónica para que nadie le haga sombra y el partido retorne a su antigua rigidez totalitaria y a su obsesión laicista contra la Iglesia. Católica, aunque no contra otras confesiones. Menos aún, frente al fanatismo islamista.
CUANDO NO SON LOS PRINCIPIOS LOS QUE PRIMAN
LO que en principio desató el maremoto entre los notables del PP no fueron en sí mismos los fundamentos ideológicos y su adaptación a los nuevos tiempos, sino los encargados de definirlos y los elevados a su nueva corte de dirección. Una línea común identificaba a la mayoría de ellos: laicismo más o menos pronunciado, intensificación del autonomismo estatutario de índole federalista, aproximación a los nacionalismos periféricos y basculación hacia lo que se ha dado en llamar centro progresista o liberalismo reformista. En síntesis, recrudecimiento del relativismo y aproximación a los linderos de del otro relativismo laicista, el del P(SOE), según lo reclamado por el monarca a Rodríguez y a Rajoy. Y como en el Génova, al contrario que en Ferraz, no impera un granítico totalitarismo, sino un convenio entre familias políticas, era inevitable que se repucharan quienes se sentían desplazados y se envalentonaran aquellos otros que atisbaban la ocasión de medrar.
La gran cuestión a dilucidar en el inminente congreso de Valencia no reside ya tanto en los enfrentamientos personales sino en cuestiones de fondo, eso que se ha dado llamar principios, aunque también su entidad conceptual esté desvirtuada.
Alguien ha recordó que la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) estaba integrada por partidos o familias de variada condición sectorial, pero que a todos unían unas sólidas convicciones compartidas: la fe religiosa, el amor a una España unida y un radical rechazo a la deriva frentepopulista. No puede decirse lo mismo del actual Partido Popular, aunque sí de un alto porcentaje de sus militantes y electores. Ahí radica precisamente el fundamental dilema en que se hoy debate el Partido Popular: hacer suyos los dictados del Nuevo Orden Mundial o perder en torno a dos millones de votos.
Lo más atractivo del próximo congreso de Valencia radica, a mi entender, en la confrontación sin trucos ni arteros condicionamientos entre la declaración oficial de principios con la alternativa encabezada por Vidal-Quadras, amén de otras iniciativas correctoras de grupos o personas. Y como son de público conocimiento, invito a que quienes siguen mis crónicas lean esos textos con atención y los cotejen.
La declaración oficial de principios parece inicialmente correcta. Pero enseguida se descubre que bajo un leguaje de aséptica moderación alienta un difuso ánimo acomodaticio a las circunstancias que anida en la personalidad de los elegidos por Rajoy para configurar su nuevo equipo de dirección. El descubrimiento de ese substrato en su debate con Lassalle, y no el texto de la declaración en sí, fue lo que incitó a María San Gil, mujer de firmes principios, a denunciar el equívoco. Quienes son fieles a sus ideales y se juegan la vida por ellos no con comprables ni tienen cabida entre arbitristas. Lassalle lo sabía y la empujó al abandono. A la muerte política.
La alternativa de principios encabezada por Vidal-Quadras precisa con realismo los retos perentorios a que hoy se enfrente el partido. Y también España. Pero su propuesta de que sean compartidos por Rodríguez, su gobierno y el P(SOE) sólo podrá
entenderse bajo dos condiciones: que tales posiciones no sean susceptibles de transacciones a la baja como parece ser el deseo del monarca y d el NOM; y que se debatan sin restricciones en sede parlamentaria.
Para el PP, pero sobre todo para España, no es tiempo de apaños ni de taranganas. Si en los políticos prima el estar, a los españoles nos importa el ser. Ya no caben dudas hamletianas.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4649
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