jueves 6 de marzo de 2008
Apuntaciones sobre el antes y el después del día 9
Antonio Castro Villacañas
E SPERO no escandalizar demasiado, pero a mi juicio estas elecciones, las del próximo domingo día 9 de marzo, tienen una importancia semejante, tanto en el plano cultural como en el político, y lo mismo para España que para el resto de Europa, e incluso para todo el mundo, que la importancia de las elecciones republicanas, esas habidas en 1931, 1933 y 1936... Con ello quiero decir que a mí me parecen muestras de una especie de ensayo o tanteo sobre la fuerza de dos posiciones políticas y culturales diametralmente opuestas y por ello de muy difícil convivencia. Esos dos bloques aprovechan cualquier ocasión, sobre todo si tiene amplia repercusión pública, para probar sus diferentes armas dialécticas y poner a punto nuevas estrategias capaces de darles victoria o predominio.
No creo que se me pueda tachar de pesimista. De hecho, la confrontación de referencia se viene dando desde el comienzo de la mal llamada "transición". Es obvio que tras la muerte de Franco España pasó por un difícil periodo político, de necesaria adaptación al escenario y los modos predominantes en la vida pública europea y americana. Lo malo para nosotros fue que quienes dirigieron y protagonizaron esos años no se dieron cuenta de que tan indispensable empresa política debía realizarse en medio de una guerra de índole cultural, nunca declarada pero sí claramente efectiva, que desde varios decenios antes, afectaba a los diferentes pueblos componentes de eso tan eficaz y complejo que suele llamarse Occidente. Esa guerra, permanentemente efectiva, que se desarrolla sobre más de mil escenarios concretos, podemos definirla como el conflicto establecido entre el relativismo y la certeza. Los protagonistas y dirigentes de nuestra transición creyeron que la mejor manera de consolidar su "status" personal -sin poner del todo en peligro el "status" socioeconómico alcanzado con tan gran esfuerzo por España en los anteriores decenios- era la de someterse a la dictadura del relativismo establecida en el llamado "mundo libre" a partir de esos mismos años.
Sin pretender llevar a cabo un análisis total de ese conflicto, pues pienso que el hacerlo se escapa de los naturales límites de mis apuntaciones, sí quiero dejar constancia de que a mí me parece evidente la existencia de un amplio campo de actuación cultural, política y socioeconómica entre los definidos por los lemas "sólo existe una verdad, y esa es la que yo poseo" y el "todo es relativo y por tanto igual da esto que lo otro"... No solo de pan vive el hombre, y menos aún de una sola clase o especie de pan; pero tampoco es cierto que dé lo mismo comer pan negro que pan blanco, pan de Alcalá, francesillas o vienesas...
En la contienda preelectoral de los comicios del día 9, tanto los partidarios de José Luis Rodríguez como los de Mariano Rajoy o -si ustedes lo prefieren así- igual los seguidores del PP que los del PS(OE), se han limitado a cumplir con su papel... Al margen del tono más o menos brutal de ciertos discursos, que han rebajado el tono del debate político, populares y socialistos han hecho y siguen haciendo lo que les piden que hagan quienes en ellos mandan: por abajo, la masa de sus seguidores; desde arriba, los ocultos poderes vivos y muertos de sus posturas tradicionales o simplemente pasadas. Ferraz y Génova -utilizo como símbolo de los dos principales partidos políticos los nombres de las calles donde PS(OE) y PP mantienen sus respectivos "cuarteles generales"- saben muy bien como se juega a "buenos" y "malos". Ambos creen que el pueblo español es tan inocente o tan atontado como para poder ser convencido de que con distintas apariencias ambas pandillas son equivalentes o bastante iguales. Si Felipe, Rubalcava o Bermejo -o Pizarro, Arenas o Gallardón- asumen un especial protagonismo en ciertas ocasiones, la verdad debemos buscarla en que Zapatero o Rajoy aprecian y utilizan su especial combatividad para determinados momentos.
Los populares son personas, en general, de ideas conservadoras. Creen, por ejemplo, que la homosexualidad es una tendencia hacia un mal moral intrínseco, pues así lo calificó Benedicto XVI cuando todavía era el cardenal Ratzinger. Su patrimonio cultural lo conciben como base de desafío o defensa frente a las ideas predominantes en los ámbitos socialistas. Con ello no reeditan, no reavivan, pero sí reviven, el clásico enfrentamiento entre derechas e izquierdas, conservadores y "progresistas"...
Al pueblo español, me atrevo a pensar, le da igual que el sector eléctrico sea público o privado. Lo que de veras le importa es que funcione lo mejor y más barato que pueda hacerse. Es otro ejemplo. Y otro más el desconocimiento y la minusvaloración que la mayor parte de ese mismo pueblo tiene respecto de la teoría social y económica marxista, a pesar de los esfuerzos que para divulgarla hacen muchos socialistas, o gracias precisamente a ello. La triste verdad es que, mas allá de esos y otros muchos posibles ejemplos, en las elecciones del domingo 9 de marzo se libra una batalla que trasciende las ideologías que en simple apariencia la protagonizan. A un lado están situadas las fuerzas que en el fondo representan la dictadura ideológica; al lado opuesto, las que de una u otra forma representan la libertad. No es verdad -a mi
juicio- que las ideas y las personas "populares" sean por sí y ante el mundo identificables al cien por cien con la libertad exacta y pura, pero con toda evidencia está claro que el PP y cuanto representa se sitúa en el lado de la libertad dentro del campo de batalla antes citado.
No es ningún delirio afirmar que quienes voten a los candidatos socialistas están seguros de que con ello contribuyen de modo notable a que España progrese, pues para ellos representan un notable avance social y cultural tanto el aborto como la eutanasia, por ejemplo. Para la gran mayoría de los populares y para un buen número de otros españoles tales prácticas constituyen la muestra del abandono de los principios morales en favor de la utilidad y la comodidad... No debe olvidarse que también la esclavitud, el racismo y la esterilización forzosa de algunas personas fueron consideradas en determinados momentos como prácticas progresistas por quienes las propugnaban y con ellas se favorecían.
En 1981 el estadounidense Alastair MacIntyre publicó "After virtue", uno de los ensayos que dieron contenido intelectual a la revolución conservadora de Ronald Reagan. En él su autor establece paralelismos entre la decadencia del Imperio Romano y la actual situación euroamericana, y sostiene que en ambos casos puede observarse la existencia de una profunda crisis moral. Para salir de ella, MacIntyre propugna tener por modelo a San Benito, el fundador de los monasterios que preservaron la cultura greco-romana y los valores judeo-cristianos (es decir, Europa) a lo largo del tiempo de la barbarie.
Para mí está claro que la solución de los problemas españoles y mundiales no se encuentra en que minorías inteligentes se encierren en ninguna clase de torres defensivas o de monasterios espirituales, sin que por ello debamos menospreciarlos. No, la solución no está en que nos recluyamos en ninguna especie de cenobios apartados. No debemos proponernos abandonar el mundo a nuestros contrarios, sino desafiar a éstos mediante la creación inteligente y constante de minorías aptas para su persistente ataque.
Yo no creo que la mayoría siempre tenga razón, y me afirmo en tal creencia por haber sido testigo presencial de fervores populares de muy diferente signo, pues los tuve republicanos ingenuos -al
principio- en mi misma calle, y acto seguido -en la pantalla del cine- extraordinariamente populosos en favor de Hitler, Mussolini o Stalin... De esta clase me los tropecé, siendo todavía niño, en el Madrid rojo. De entonces para acá he tenido ocasión de ver multitud de manifestaciones populares de muy diversos signos, e incluso he participado en varias de ellas, prácticamente compuestas por la misma clase e igual número de personas, que aclamaban o atacaban este o aquel objetivo político según lo aconsejasen las circunstancias o las conveniencia del momento. Ello me ha llevado a pensar que el pueblo español, como todos los pueblos, se deja llevar por impulsos o razones que unas veces están por encima y otras por debajo de los racionales alineamientos políticos.
Vuelvo al hecho de las elecciones del domingo 9. Me parece que ya todo está decidido. Cada uno de los electores sabe ya si va a ir a votar, si se va a ir a otro sitio, o si va a quedarse en casa. También sabe a quién votará -PS(OE), PP, preferentemente- o si lo hará en blanco. Por eso me parece inútil recomendar intenciones o actitudes de voto. Por eso no quiero que esta apuntación termine siendo un pronóstico, sino una advertencia. Gane quien gane el escrutinio del domingo, sea Rajoy o Rodríguez quien venza en la posterior elección que ha de celebrarse en el salón de sesiones en el Parlamento, España continuará "en pie de guerra", por fortuna solo dialéctica. La brecha abierta por la "tra(ns)ición" no se cierra con la victoria de uno u otro de los partidos enfrentados el domingo que viene. Por eso yo les digo a cuantos me piden consejo u orientación en este tema que voten al partido que les parezca más útil o menos malo...
El dilema "relativismo o certeza" seguirá existiendo.
Las reflexiones íntimas sobre el bien y el mal, sobre la buena y la mala política, seguirán siendo cada vez más necesarias. Ni el PP ni el PS(OE) tienen futuro.
Nos hace falta "otra cosa".
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4484
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