martes 4 de marzo de 2008
Rajoy negó a Zapatero el pan y la sal
Fernando González Urbaneja
No le negó el saludo, no era pertinente, pero ni un paso más allá. Rajoy reforzó la línea de ataque contra su adversario con voluntad de desbordarlo y sacarle de sus casillas. No lo consiguió. Zapatero parece blando pero es rocoso, no hay forma de abrazarle, se desvanece cuando le golpean. Fue un debate áspero y tenso durante los noventa minutos, el formato obligó a ambos a reiterar los mismos argumentos que el lunes anterior, de tal manera que en muchos momentos fue una especie de bis con los mismos argumentos y guión.
Ambos fueron leales al papel que habían asumido, a lo que les habían recomendado los asesores, no se separaron del guión ni un milímetro, porque de lo que se trataba era de no cometer errores, de no caer en las redes del adversario.
La estrategia de Rajoy fue negar y acusar. Negar que durante la legislatura el gobierno haya hecho una a derechas (y no me refiero a una posición ideológica) que el gobierno haya aplicado alguna política efectiva. Para a renglón seguido acusar al líder socialista de mentir y de engañar. El desdén que Rajoy muestra a Zapatero puede ser insalvable, no cesó de descalificarle ni cuando se despidió del público ya en la calle, a punto de montarse en el coche.
Las descalificaciones personales han sido una línea estratégica básica de la oposición desde el primer día que Zapatero llegó, por sorpresa y por los pelos, a la dirección del partido hace ya casi ocho años. A los populares Zapatero se les atragantó desde el primer día: le calificaron de líder irrelevante, provisional, que estaba de paso mientras volvía González… y elevaron la presión cuando en marzo del 2004 obtuvo más votos que Rajoy.
Acabar con Zapatero ha sido el eje de la oposición, desdeñarle, negarle cualquier oportunidad o margen de maniobra. Ha sido el culpable de casi todo lo alo que ha ocurrido en España estos años. Y la cosecha de esa estrategia, a la que Rajoy se ha afanado por encima de su propio carácter, se recogerá el domingo. Un éxito si los populares vuelven al gobierno y un fracaso si siguen en la oposición.
Por su parte Zapatero utilizó el truco de un libro blanco, que no logró enseñar, para confirmar sus datos y conclusiones y anunció un buen listado de compromisos concretos con los que trataba de vender proyectos e ilusiones.
Rajoy estuvo duro, acelerado, intenso, a 45 revoluciones, mientras Zapatero insistió en su guión tradicional, a 33 revoluciones, con los argumentos de la paz, el diálogo, la solidaridad y en entendimiento. Y para contener las arremetidas de su adversario, le interrumpió, negó, le enredó y aprovechó los huecos, por ejemplo con la guerra de Irak y con la irrelevante primera pregunta que Rajoy hizo en el Parlamento el año 2004.
Fueron muchos e importantes los temas que se quedaron sin tratar, en unos casos por el rígido formato y en otros porque fue un debate demasiado trabado, a veces sucio y casi siempre con vuelo rasante.
Probablemente ganaron los dos, ambos salieron satisfechos de su actuación, ajustada a sus pretensiones y expectativas. Cada comentarista y cada espectador habrá sacado las conclusiones que le han interesado, probablemente no han movido un voto, pero a partir del lunes habrá un veredicto: ganó el que obtenga más votos el
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=04/03/2008&name=urbaneja
martes, marzo 04, 2008
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