jueves, marzo 06, 2008

Pablo Sebastian, Zapatero y la libertad

jueves 6 de marzo de 2008
Zapatero y la libertad

Pablo Sebastián
Ha declarado Zapatero en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes y delante de los actores, escritores y artistas que apoyan su campaña electoral, que quiso cerrar los debates frente Rajoy con la frase de “buenas noches y buena suerte” con la intención de hacer una alusión a la libertad de expresión, en particular, y a las libertades, en general. Puede que el presidente, como dicen en su entorno y él lo confirma veladamente, haya aprendido de sus errores a su paso por la presidencia del Gobierno y que, en su proyecto de no caer en más despropósitos, haya incluido en el campo de la libertad de expresión el deseo de mejorar y liberar el mundo de la información y de la libre opinión, de las distintas ataduras que hacen que, tanto bajo su actual mandato que ahora termina, como en los pasados gobiernos de Aznar, en España la situación de las libertades en general y la de expresión de manera concreta están muy lejos del ideal democrático, por lo que Zapatero no está en condiciones de sentirse orgulloso con lo ocurrido bajo su mandato.
En lo que a la libertad de expresión se refiere, Zapatero no podría presumir de nada. Sus pretendidos logros en materia de información y comunicación, con la ampliación del número de canales de TV, y mayor autonomía, que no independencia, en RTVE, no son tales sino más bien una simulación. Porque en RTVE siguen mandando en la empresa y en los programas y servicios informativos los mismos pro socialistas que ya lo estaban antes de la reforma, lo que le garantiza su sumisión al Gobierno y al PSOE. Lo de las nuevas cadenas de televisión, de momento, se ha saldado con que hay dos canales nacionales más en abierto, como son La Sexta y Cuatro, y los dos al servicio de Zapatero y del PSOE con unas cotas de manipulación y de fanatismo nunca vistas en otras cadenas nacionales, ni siquiera en la RTVE que sigue controlando el Gobierno. Está, eso sí, el horizonte de la televisión digital, pero no será una realidad, por los menos hasta después del 2012, una vez que pasen las próximas elecciones generales.

En cuanto a la libertad de expresión en internet, las cosas han ido a peor con Zapatero que con Aznar. Durante el mandato de Zapatero, los medios de internet han sido excluidos de la Agenda de Comunicación del Gobierno por orden de la Secretaría de Estado de Comunicación —dicen, ¡ahora!, en la campaña electoral, que van a rectificar—, una cosa que nunca ocurrió con los gobiernos de Aznar. Además se dio la orden expresa de excluir los medios de internet de la publicidad estatal, cuando es notorio que su audiencia es muy superior a la audiencia de medios locales y regionales que sí reciben publicidad del Estado y de los gobiernos autónomos y locales. Y, lo que es peor, esta política excluyente —dibujada en su día por Miguel Barroso— ha sido aplicada con premeditación calculada desde el palacio de la Moncloa. Y se ha hecho con el argumento de que estos medios no son tan fáciles de controlar como los grandes grupos de comunicación, a base de prebendas y favores, y porque en internet hay más libertad y no progresan, como en la prensa, la radio y la televisión, el periodismo de partido que inunda la vida política española.

Una militancia furiosa, que fomentan el PSOE y el PP con sus escuderías de fanáticos que inundan las radios y televisiones públicas y privadas, en pos de un reality ajeno a una prensa de calidad, digna e independiente que garantice la función de contrapoder que en toda democracia deben tener los medios de comunicación. Algo, como diría el propio Zapatero, que al líder del PSOE le ha importado “un bledo” en los pasados años. Y puede que otro bledo le importe al PP, visto lo que se hace en ese partido —por ejemplo, por parte de Esperanza Aguirre— con la libertad de expresión. Una libertad dañada, en cuyo sometimiento o politización colaboran de manera muy directa los grandes grupos de comunicación, en defensa de su posición dominante y de privilegio, y despreciando la función de la libertad de prensa y del periodismo independiente y de calidad.

Y aquí llegamos al fondo de la cuestión, porque cuando fallan las libertades es la democracia misma la que se resiente. Se aprecia, por ejemplo, en el sistema partitocrático español, donde la libertad política está bajo mínimos. ¿Qué oportunidades tiene, de verdad, un nuevo partido político? Que se lo pregunten a Rosa Díez o a Albert Rivera. O, ¿qué libertad de discurso e interpelación al Gobierno y otros partidos tienen los diputados españoles en el Parlamento, donde además están sometidos al mandato imperativo de su respectivo partido, lo que para colmo prohíbe la Constitución? Y ¿qué decir de la libertad de cátedra en las universidades, por ejemplo, de Cataluña y del País Vasco, donde muchos profesores son amenazados, agredidos o insultados?

En el campo de las libertades, en general, Zapatero tiene que reconocer que lo que ocurre en el País Vasco dista mucho de un régimen de libertades con todas sus garantías. Que los alcaldes no nacionalistas no puedan levantar en los ayuntamientos la bandera de España, o que en las calles y plazas de ese país figuren, como si de héroes se tratara, las fotos de los presos etarras, es algo que constituye un desafío a la democracia y a las libertades, amén de una amenaza pública y permanente para los cargos públicos y ciudadanos, muchos de los cuales deben pasear con escoltas, temiendo no sólo por su libertad sino por su vida. El derecho a estudiar y utilizar el idioma español en Euskadi, además de un derecho constitucional, debe ser algo natural que no puede ser amenazado por nadie, ni obstaculizado, y menos aún por las instituciones vascas, como ocurre en esa comunidad autónoma. Si Zapatero no reconoce esta situación es porque no quiere o no le conviene, pero ésa y no otra es la realidad.

En Cataluña ocurren cosas parecidas con los símbolos del Estado, el idioma castellano, con los ciudadanos no nacionalistas e incluso en la enseñanza (donde no se permiten colegios y universidades que enseñen en castellano) y en la vida económica, comercial, judicial y administrativa, lo que, además de ir en contra de la Constitución, constituye, como en Euskadi, una clara involución democrática, y una pérdida de soberanía del Estado español en los dos territorios. El drama de Cataluña, o el agravante, reside en que en esa Comunidad Autónoma gobierna el PSOE, lo que deja en evidencia al presidente del Gobierno y su discurso sobre las libertades. Y no es cierto, ni mucho menos, sino más bien una infamia, que quienes denuncian estas situaciones en Cataluña y el País Vasco son los enemigos del pueblo vasco o catalán. Más bien, al contrario, son demócratas y españoles.

Naturalmente, los pactos de gobierno que se avecinan, tanto si gana Rajoy como si lo hace Zapatero, no presagian nada bueno para la plena recuperación de las libertades y de la democracia en dichas comunidades autónomas, en las que el Partido Popular tiene su parte de responsabilidad porque fue bajo el primer Gobierno de Aznar, cuando se aplicó en Cataluña la famosa ley de “normalización lingüística”, mientras también se hacía la vista gorda en el País Vasco. Como el PP y el PSOE tienen respectivas responsabilidades en el campo de la libertad de expresión.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=06/03/2008&name=manantial

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