lunes 3 de marzo de 2008
España perderá el debate
Pablo Sebastián
El segundo debate electoral entre Rajoy y Zapatero, candidatos inevitables a la Presidencia del Gobierno, a nuestro pesar, se presenta a los ojos de los expertos y analistas como la última oportunidad, el último cartucho, de este duelo a la luz de la luna del que, amén del espectáculo, poco más saldrá en claro para los electores, por parte de estos dos dirigentes políticos que han defraudado a muchos españoles y dejado mucho que desear a lo largo de la pasada legislatura. Y los que, en el día de hoy, no tienen mejor argumento de campaña que el de poner en valor las carencias y los errores del contrario, a sabiendas de que corren el riesgo de que los ciudadanos perciban que ninguno merece la victoria y el gobierno de la nación.
El uno, Zapatero, como el presidente de un Gobierno que tenía ante sí la urgente tarea de curar las heridas y la fractura social abierta por la masacre del 11-M entre los españoles, y que prefirió ahondar en la herida, en pos de las viejas y fuera del tiempo y lugar “dos Españas” de la Guerra Civil, la izquierda y la derecha, de la unidad nacional y el nacionalismo separatista. Un nacionalismo pesetero e insaciable al que Zapatero convirtió en aliado y peligroso compañero de viaje, rompiendo el consenso de la Transición y de la lucha antiterrorista, empeñado en pasar como moderno “príncipe de la paz”, que ofrecía a ETA: “paz por soberanía”, o por territorios, como si de la guerra de palestina se tratara. Y que cometió el histórico error de unir (del brazo de Carod y Otegi) en un mismo proyecto la reforma autonómica federal —ensayada en el Estatuto catalán— y la negociación con ETA, hasta traspasar los límites de la decencia, como ocurrió al aceptar la reanudación de las negociaciones en el 2007 y mintiendo a los españoles, cuando ETA ya había roto la tregua en el atentado mortal de Barajas, que luego repitió, con otro doble crimen, al sur de Francia, en Capbretón.
Todo ello adornado con la intempestiva retirada de las tropas de Iraq y un rosario de conquistas sociales con las que Zapatero quiso teñir de rojo su mandato, mientras guiñaba su famosa ceja a Castro, Chaves y Morales, y perdía el tren del pragmatismo y del realismo socialdemócrata de la vieja Europa, cuyos principales líderes, Brown, Merkel, Sarkozy y Prodi no se acordaron de España para debatir la crisis económica. Extrañados, quizás, por el empeño de Zapatero de negar la crisis para no estropear su campaña electoral, y por su pasión de “no alineado” con Occidente y de vendedor de esa Alianza de Civilizaciones, decorado propio de Las mil y una noches, que ni siquiera entusiasmó a sus interlocutores, Gadafi, Adhmadineyad, Mohamed VI o Erdogán. Menudo ambiente de Alianza se percibe, ahora, en Gaza, Líbano, Irán, Afganistán y Pakistán.
En estos momentos, y ante el temor de que el PSOE pueda volver a ganar las elecciones, muchos españoles se preguntan: ¿habrá aprendido algo en estos cuatro pasados años Zapatero?; y, pesimistas, añaden: y si va a ganar, sería mejor que lo hiciera con mayoría suficiente para no caer en manos de los nacionalistas. Y concluyen: ¿Cómo va a ser capaz de afrontar la crisis de la economía quien ha provocado una profunda crisis institucional?
Al otro lado del escenario, el panorama no es mejor. Rajoy ha sido incapaz de recomponer el centro derecha dinamitado por Aznar, y se dejó llevar y mangonear por esa derecha bronca que tiró en el 2004 el poder por la ventana, creyendo que el ruido y los errores del contrario, en vez de una alternativa razonable y razonada, eran la solución a todos sus males, y justificaría la flagrante carencia de credibilidad de sus equipos (como los liderados por Acebes, Zaplana, Aguirre y Aznar) y de un proyecto de recuperación de la cohesión nacional perdida. Jugando el PP al triste empeño del cuanto peor —en la economía, el terrorismo y la inmigración, por ejemplo— mejor para ellos, aunque fuera peor para España. Convirtiendo la soledad, a la que les había sometido el Pacto del Tinell del PSOE con los nacionalistas, en una nueva Numancia de la que sólo se podría escapar liderando una cruzada, patriotera y confesional, regresando a los errores de la conspiración y de la masacre del 11M, y sin reconocer sus disparates en la guerra de Iraq.
Lo que lejos de configurar una alternativa razonable al tiempo de Zapatero ha empatado el partido de los disparates y espantado, más que convencido, a los ciudadanos del centro moderado que podrían haber inclinado el fiel de la balanza electoral a su favor.
Y en éstas estamos y están los votantes españoles, deshojando la margarita del mal menor, y sumidos en su sonora orfandad. Esperando el espectáculo del enésimo enfrentamiento entre Zapatero y Rajoy, como el que hoy se va a escenificar, por segunda vez, en televisión. Y convencidos, como hoy lo están muchos ciudadanos, de que ellos mismos y el interés general serán el próximo día 9 de marzo los seguros perdedores en la noche electoral.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=03/03/2008&name=manantial
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