lunes 3 de marzo de 2008
PP y PSOE, el final de los principios
Manuel Martín Ferrand
“Cuando uno proyecta sus principios
en lo que hace, las cosas salen bien”
(Manuel Pizarro)
La frase de Manuel Pizarro, candidato número dos en la lista para el Congreso que el PP presenta en Madrid, es de las que merecen bronce. El problema reside, cuando se salta de lo personal a lo colectivo, en llegar a averiguar cuáles son los principios de, por ejemplo, nuestros dos grandes partidos nacionales. El PSOE se define en su propia sigla como “socialista”, “obrero” y “español”. No es necesario gastar dos líneas de este comentario para poner en evidencia lo anacrónico y ridículo de tal postulado. En esa militancia, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido un apóstata; pero, ¿cuáles son los principios del PP? Por más vueltas que le doy al asunto siempre termino por contemplar a nuestras dos grandes formaciones en el ámbito y el espíritu, los modos y planteamientos, de la socialdemocracia. Estamos en plena tiranía del Estado de bienestar, que es una mandanga, y, en consecuencia, los principios se subordinan a un objetivo “social” que, sin arrinconarle, disminuye la dimensión y trascendencia de la persona y, por supuesto, nos aleja del mérito y la pretensión de la excelencia.
Puedo decir lo que va más arriba, que es una inconveniencia, algo políticamente no correcto, porque no me presento a las elecciones y, dada mi edad senecta, me importa lo mismo —nada— caer en desgracia de los unos y de los otros. El respeto formal, que no real, con que tanto el PP como el PSOE tratan a la tercera edad me sirve de burladero para evitar una cornada que, por otra parte, tampoco me importa un pito. Pero es una desgracia ciudadana que, en vísperas de unas elecciones trascendentales para la Nación, resulte poco menos que imposible diseccionar los principios diferenciales entre los dos partidos de los que, inevitablemente, saldrá el próximo jefe del Ejecutivo.
Confieso mi susto ante la perspectiva de que José Luis Rodríguez Zapatero renueve su mandato por otros cuatro años. Cuatro que, imaginando cómo quedará el PP tras la contienda, pueden ser fácilmente ocho. O doce. La legislatura que ahora cumple ha sido una calamidad y sería difícil encontrar media docena de éxitos atribuibles a un Gobierno en el que abundan más los personajes risibles que los merecedores de respeto. En defensa de la oferta de Rajoy puede decirse que, seguro, no lo hará peor que Zapatero; pero, ¿es válida una parte notable de la troupe que forma en su cortejo? Si todos fueran como el citado Pizarro, gente de provecho que cuadra con el perfil tradicional de los liberales y los conservadores clásicos, no habría problemas; pero, ¿cuántos eduardos zaplanas y ángeles acebes lleva Rajoy en su zurrón y, en la hipótesis de la victoria, pueden reincidir —creo que esa es la palabra adecuada— en el Gobierno de la Nación?
Mis amigos de la derecha suelen objetar a ese modo de razonar con una pregunta: “¿Son mejores los nombres del PSOE?”. No, creo que no. Aquí la partitocracia ha establecido una casta política que asemeja mucho las dos grandes formaciones; pero, aunque los principios sean una evanescencia, el socialismo es incompatible con la libertad, a la que arrincona en bien de otros valores como la igualdad —y no precisamente de oportunidades— y a mí, personalmente, si la libertad del individuo, entendida como algo único e indivisible, no está en el vértice de la pirámide del proyecto nacional español, el juego establecido me interesa bastante poco. Lo justito para ir tirando mientras no quepa una objeción de conciencia fiscal.
¿Han reparado ustedes en que la millonada que a los partidos, a los dos grandes y a todos los demás, les cuesta una campaña electoral como la presente la pagamos nosotros? Confiesan los grandes un presupuesto de veinte millones por sigla. Es evidente que la cifra verdadera resulta mayor. ¿Cuánto sale de las cuotas de sus afiliados? ¿En razón de qué principio democrático nuestros impuestos tienen que ayudar a la propagación de las ideas que, legales y legítimas, no son las de nuestros gustos personales?
Ya que empezaba con una cita de Pizarro, terminaré con otra: “La primera medida del Gobierno del PP será la rebaja del IRPF”. Quizás por eso, sólo por eso, valga la pena votar al PP. En el peor de los casos, a igualdad de calidad e intensidad socialdemócrata, nos saldrá más barato.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=03/03/2008&name=ferrand
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