lunes 3 de marzo de 2008
Hay más partidos
POR IRENE LOZANO
UNA legislatura mala sólo podía terminar con una campaña pésima, lastrada por el peso de los últimos cuatro años mucho más de lo que dejan ver las apelaciones conscientes al futuro.
El meollo está, como suele ocurrir, en lo que se dice sin querer. De repente, a un destacado cargo del PP se le escapa que su partido busca promover la abstención entre potenciales votantes socialistas. Ese tipo de confesiones son las que sonsaca el gran periodismo, a veces por accidente, como aquello de la tensión y el dramatismo, pero siempre de forma involuntaria: en política, como en cualquier otra contienda, revelar la estrategia propia resulta una táctica tan perjudicial que sólo puede hacerse por desliz.
No es casual que las palabras de los líderes a las que se esté prestando mayor atención en esta campaña hayan sido las pronunciadas por descuido. Parece imperar la certeza de que las verdaderas intenciones de los políticos permanecen siempre en secreto y sólo dicen la verdad por despiste. Y lo peor es ellos mismos fomentan esa percepción cuando explotan los actos involuntarios del contrincante como índices de su esencia más genuina.
De este modo, la única pepita de verdad que hemos sacado del río de los eslóganes es que ambos están de acuerdo en que una alta participación favorecerá al PSOE, y una alta abstención, al Partido Popular. La cuestión es que ese pronóstico ya lo daban por cierto la gran mayoría de los analistas antes de las respectivas confesiones.
Si lo sabía todo el mundo, ¿por qué podrían Zapatero y Elorriaga lamentar haber afirmado que el rey está desnudo? Porque ninguno de los dos partidos está dispuesto a admitir sus errores en esta nefasta legislatura. El PP derechizado ha renunciado a su público más moderado y sólo confía en que no asista a la fiesta. Se inclina por la abstención por pura coherencia: cree que, con ser el sufragio un importante acto de participación democrática, lo son más las manifestaciones. El proyecto socialista, en el caso de que exista, consiste en demostrar que ellos son malos, pero los otros son peores: no pide el voto convencido, sólo el voto.
Así que la pequeña pepita nos revela la poca estima en que tienen a los ciudadanos: quieren que no votemos o que lo hagamos sin entusiasmo alguno. No es imprescindible creer en la democracia para dar mítines con profesionalidad, como la fe no le era necesaria en sus misas al cura unamuniano de San Manuel Bueno Mártir.
Pero en estos últimos cuatro años los dos grandes partidos han contribuido tanto a desacreditar su actividad que resulta imprescindible recordarles que no somos feligreses sin derecho a réplica ni votantes que se mueven a cuerda. Que creemos en la política y, por suerte, hay más partidos a los que votar.
http://www.abc.es/20080303/opinion-firmas/partidos_200803030246.html
lunes, marzo 03, 2008
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