jueves, marzo 06, 2008

Ignacio San Miguel, Curas rebeldes y fanaticos

jueves 6 de marzo de 2008
Curas rebeldes y fanáticos

Ignacio San Miguel

L OS curas nacionalistas son un contrasentido. Catolicismo y nacionalismo son dos conceptos incompatibles, un oxímoron sin justificación ni sustancia. Porque el catolicismo es universal por su propia esencia y significado. Sin embargo, no se puede negar la existencia de católicos nacionalistas, ni de curas nacionalistas. Lo que ocurre es que tienen muy poco de católicos.

Un ejemplo lo tenemos en lo ocurrido hace unos días en la diócesis de Bilbao entre estos curas nacionalistas. Ante el nombramiento de Mario Iceta Gavicagogeascoa, natural de Guernica, como obispo auxiliar de Bilbao, la comisión permanente del Consejo Pastoral de la diócesis ha dimitido en pleno. ¿Motivo? Que monseñor Iceta no es nacionalista, aunque sea vasco y conozca muy bien el vascuence. Como dijo Xavier Arzalluz cuando se enteró del nombramiento: “Este señor es extraño a nosotros. No es de los nuestros. No es progresista como el clero de aquí.” No se atrevió a decir “no es nacionalista”, pues le debió de parecer demasiado provocador y se acogió cobardemente a lo de progresista. Aunque es cierto que el clero vasco, además de nacionalista, es mayoritariamente progre. Y es difícil encontrar seres humanos más repelentes y desagradables de ver, oír y tratar que los curas que, además de nacionalistas son progres. Coincide con el hecho de que son anticatólicos por partida doble.

Y este anticatolicismo no tiene más paladina expresión que protestar con soberbia ostentosa ante un nombramiento papal como es del de monseñor Iceta. Y uno se pregunta quiénes se han creído que son estos curas. De todas formas, esta decisión no parece que fue tomada espontáneamente por los rebeldes, sino por consejo de Uriarte, el obispo de San Sebastián. Este señor fue en el pasado, y durante muchos años, obispo auxiliar de monseñor Larrea, obispo de Bilbao. Aprovechándose de la pusilanimidad de este obispo, realizó una labor muy intensa pro-nacionalista en la diócesis y montó una estructura a base de consejos que coartasen el poder del titular de la diócesis. El obispo Blázquez, quien no se distingue por su indómito valor, dejó intactos estos consejos, que ahora se le rebelan.

Varios aspectos destacan en este incidente. Sobre todo, el fanatismo de estos curas, que colocan su nacionalismo por encima de cualquier consideración religiosa, en este caso su obediencia al Papa y un elemental respeto al obispo auxiliar recién nombrado. Se sabe que su nacionalismo y su progresismo les impide simpatizar con el papa actual, así como tampoco simpatizaban con el anterior, pero esto no es una excusa para la descortesía y la desvergüenza para con aquél y para con el obispo recién nombrado. También es digna de notarse la influencia del obispo Uriarte. Este prelado de San Sebastián, así como su antecesor Setién son figuras sombrías y nefastas en la Iglesia vasca. En la actualidad, sólo habrá dos o tres seminaristas en el Seminario de San Sebastián (en el conjunto del País Vasco hay seis). No muchos años antes de acceder al obispado Setién había más de quinientos. Sí; ya sabemos que no se puede achacar únicamente a la mala gestión de unos obispos el desplome de las vocaciones, que está generalizado. Pero una cosa es soportar una bajada impresionante, y, otra, quedar a cero. ¿Hicieron algo para evitar esta catástrofe? ¿Acaso no echaron gasolina al fuego con su nacionalismo y su progresismo? Lo curioso es que no parece importarles nada esta situación de ruina y devastación. Es tan acuciante su preocupación íntima, que es el nacionalismo, que cualquier otra consideración les resbala. Pero, entonces ¿cuál es su religión? Porque lo cierto es que no han hecho nada, que se sepa, para la defensa y promoción de la religión católica. Todo lo contrario.

En el Vaticano conocen bien esta situación. Es lógico que se les haya informado con detalle. No puede gustarles nada esta gestión desastrosa que agudiza la crisis de la Iglesia. Setién tuvo que dimitir por presiones de las alturas. Y ahora le toca a Uriarte jubilarse en junio próximo. ¿Quién la sucederá?

Don José Ignacio Munilla era párroco de la iglesia El Salvador de Zumárraga, en Guipúzcoa. Acostumbraba a colaborar de vez en cuando con artículos en “El Diario Vasco”, de San Sebastián. La índole de sus escritos era insólita, precisamente por ser totalmente coherente con la enseñanza católica. Condenaba nada menos que el aborto, el homosexualismo, hablaba de castigo y salvación, etc. Era una anomalía, algo sorprendente para la Iglesia vasca y hasta para “El Diario Vasco”. No podía menos de llamar la atención, tanto de aquellos que leían con sumo agrado sus escritos, como de los que oían de nuevo las enseñanzas que odiaban.

No hará todavía un año que Munilla fue nombrado obispo de Palencia. El Papa, a su manera suave pero tenaz, va promocionando al clero auténticamente católico. Es una labor de regeneración y recuperación de valores religiosos tradicionales demasiado grande para que pueda concluirse en un pontificado, pero la dirección está marcada para los pontífices del futuro.

Volviendo a Munilla, un analista comentó que su marcha a Palencia era un viaje de ida y vuelta. No explicaba esta enigmática sugerencia, pero quizás en su mente bailaba la noticia de que Uriarte debía jubilarse en el próximo mes de junio.

¿Iceta en Bilbao y Munilla en San Sebastián? Podría ser. Dada la evolución de los acontecimientos, parece posible y coherente. Sería un golpe muy duro para los curas nacionalistas. Pero la Iglesia no debiera ocuparse en dar alegrías a quienes aligeran de gente los templos, reducen las vocaciones a cero y desdeñan el magisterio y las decisiones del Papa. Algunos hablan con ojos asustados de la posibilidad de un cisma. Estos temores hacen reír. Son demasiado cobardones para tomar tal decisión. No hay cuidado. Su fanatismo, aunque persistente y viscoso, carece del fuego que empuja a los hombres arrojados.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4487

No hay comentarios: