viernes 7 de marzo de 2008
Un pacto contra el nacionalismo
POR IGNACIO CAMACHO
DE las pocas certezas que cabe colegir de unas encuestas en las que nadie tiene la confianza necesaria, hay dos que bien podrían servir para sentar las bases de una nueva política, gane quien gane, a partir del diez de marzo. Una, que la mayoría de los votantes del PSOE y del PP prefieren una fórmula de gobierno que no pase por el pacto con los nacionalismos. Y dos, que muy probablemente habrá a partir del lunes menos diputados nacionalistas en el Congreso. Pues bien, si esto es así, ¿por qué demonios hemos de resignarnos a que esas fuerzas minoritarias, que tienen un sentido excluyente, parcial e insolidario de la convivencia española, sigan determinando la vida institucional de una España en la que no creen?
Para evitarlo bastaría con que quienes dicen ser unos caballeros se comportasen como tales siendo fieles a su palabra. No hace falta disfrazarse de alemanes para formar una grossenkoalitionen, o como se diga, entre los dos grandes partidos nacionales. Sería suficiente con atenerse al compromiso verbal suscrito por Rajoy y Zapatero durante la precampaña: no intentar gobernar si no se ganan las elecciones. Si el perdedor respetase la voluntad de los ciudadanos facilitando la investidura del vencedor, con una simple abstención, los nacionalismos periféricos perderían de inmediato la llave con la que se han acostumbrado a elegir al presidente del Gobierno. Luego habría que gobernar, claro, y la gobernanza exige acuerdos, porque además tampoco se trata de marginar a nadie y los nacionalistas tienen tanto derecho como el que más a ser tenidos en cuenta. Lo que ya es hora de romper es el derecho de pernada que les concede el sistema electoral para reservarse la potestad de garantizar la elección presidencial a cambio de unas vueltas más de la centrifugadora del Estado.
Muchos ciudadanos que van a respaldar al centro-derecha preferirían, en caso de que el PP no saliese victorioso, un PSOE con mayoría absoluta como mal menor frente a una coalición socialnacionalista (ojo, por ahora no lo diremos al revés), sobre todo si es con ERC, BNG y sus compañeros antisistema. No está claro que eso ocurra al revés con la mayoría de los votantes de la socialdemocracia, pero sí con una porción significativa de ellos. En todo caso, la tradición socialista española es la de un partido nacional, igualitario, y si Zapatero ha generado dudas entre sus propias filas es precisamente por su alejamiento de ese hilo histórico del pensamiento político de la izquierda. La gran pérdida de estos cuatro años ha sido la de ese consenso imprescindible en torno a la cohesión del Estado.
Recuperarlo es difícil, pese a las proclamas retóricas de los candidatos, pero el primer paso debería quedar zanjado antes incluso de que se cierre la campaña. Queda una jornada; los mítines de cierre otorgan aún a ZP y a Rajoy una oportunidad para proclamar por separado un compromiso de grandeza. Claro que es soñar por soñar, pero los ciudadanos que vamos a decidir el domingo tenemos la obligación de señalar a nuestros líderes la altura moral del listón que queremos que salten para representarnos con la dignidad necesaria.
http://www.abc.es/20080307/opinion-firmas/pacto-contra-nacionalismo_200803070252.html
viernes, marzo 07, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario