Visto y no visto
30.09.2008
MARÍA MAIZKURRENA
H ay una forma de ver el mundo que comparten la izquierda clásica y la derecha, y es una visión en la que una parte del mundo no se ve, o se ve sólo por encima. Es la visión de la era industrial, pero se ha prolongado hasta nuestros días. En ella, la frontera es económica, la economía es el mundo. Fuera está la naturaleza, que no pertenecería al mundo humano. Así no hay quien vea nada, porque es la sociedad humana la que debe ser puesta en el marco general de la naturaleza y acomodarse a sus leyes, y no al revés. La naturaleza puede ser una buena materia prima para fabricar salmos y églogas, piensan muchos cristianos, pero el que la consideren obra del creador no va a hacer que la traten sino como materia prima para la máquina económica. Que se ocupe Dios de ella, que para eso es cosa suya. Cada vez sabemos más de nuestra relación, no muy buena, con el mundo natural, y el incluir esa relación en nuestra concepción de la realidad de la que formamos parte parece ineludible. Parece, además, una de las ineludibles presiones que fuerzan una evolución del capitalismo, pero siempre están quienes no pueden o no quieren adaptarse a los nuevos tiempos y optan por negar la evidencia. Las abrumadoras confirmaciones del cambio climático no les afectan. Juzgan y descalifican a quienes saben más que ellos. Se pasan los datos, los informes y los avisos por el arco de triunfo. Les hacen mucha gracia, o juzgan despreciables, noticias como que la mitad de los anfibios de Europa se extinguirán en las próximas cuatro décadas, porque ¿se van a preocupar ellos por unos animalejos cuando hay tantas personas por las que preocuparse? Este argumento ignora, de buena o mala fe, la relación de las personas con los miserables bichos que son piezas en la gran máquina viva de la naturaleza, donde, si sacas un componente, las cosas empiezan a ir mal para todos. Ignora también el síntoma alarmante. Los científicos es que se empeñan en sembrar la alarma. Ahora se está cumpliendo una de las predicciones de esos molestos agoreros: amplias zonas de lo que fueron hielos permanentes en el Ártico se funden y se libera el metano que estaba atrapado en los fondos marinos, un gas que va a calentar aún más el calentamiento. El mundo está cambiando. ¿Por qué habrá dicho Stephen Hawking que no deberíamos poner todos nuestros huevos en una sola cesta, es decir, en un solo planeta? Extravagancias de científico genial. Nosotros a lo nuestro.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080930/opinion/visto-visto-20080930.html
lunes, septiembre 29, 2008
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