lunes, septiembre 29, 2008

Ignacio Camacho, Cuestion de confianza

Cuestión de confianza

Martes, 30-09-08

IGNACIO CAMACHO
LOS expertos en economía, que es la profesión de moda si nos abstraemos de los resultados de sus análisis, han diagnosticado muy certeramente que la clave de la crisis es la desconfianza. Lo que no está tan claro es si hay crisis porque no hay confianza o si no hay confianza porque hay crisis. El caso es que nadie se fía de nadie, sobre todo a la hora de prestarse dinero. La gente mira con recelo a los bancos, sin acabar de creerse lo del mejor sistema financiero del mundo, y se pregunta si su dinero estará seguro en ellos. Los bancos miran de reojo a la clientela y se preguntan si estarán seguras sus hipotecas; ya dejó dicho Galbraith que el dinero se diferencia de una amante o de un coche en que importa lo mismo a quienes lo tienen que a los que no. En ambos casos hay razones para la suspicacia y el mosqueo. Pero el colmo de la desconfianza es que los bancos tampoco se fían unos de otros, y así no hay manera de que nadie le dé un crédito a nadie. La situación ha llegado a un punto en el que los gobiernos han dejado de creer en la banca -salvo el nuestro, ya se sabe- y empiezan a apuntalarla con grandes sumas, que ahora se llaman inyecciones para evitar el desprestigiado término de nacionalización. Los economistas consideran que el peor síntoma es la desconfianza interbancaria, porque bloquea la actividad y colapsa la circulación financiera, pero a simple vista parece más grave la perspectiva ciudadana: que los banqueros duden de la solvencia de sus clientes forma parte de la lógica tradicional del sistema, pero cuando un tipo deja de creer que sus ahorros estén a salvo en manos de la banca es que estamos a punto de regresar al precapitalismo. Y si los propios capitalistas son incapaces de darse garantías entre ellos, no hay muchas razones para ser más crédulos. El monetarismo puro siempre ha tenido mala prensa entre el pueblo llano; la mayoría de nosotros sigue pensando, como Bertolt Brecht, que es más grave fundar un banco que robarlo. Aunque ejemplos hay, y recientes, de tipos capaces de hacer las dos cosas.
En estas circunstancias de descrédito literal no tiene nada de extraño que la oposición sospeche de las intenciones del Gobierno cuando la llama a negociar soluciones. Rajoy se malicia que Zapatero le quiere dar el abrazo del oso, que pretende agarrarse a su cintura como los boxeadores apurados, para detener el castigo y tomar aire. Al presidente lo tienen groggy las encuestas, sin que el adversario haga otra cosa que bailar a su alrededor amagando con darle la puntilla. Durante meses, ZP ha rechazado cualquier clase de ayuda, sugerencia o consejo, y ahora busca un retrato cosmético, como el de McCain y Obama, para salir del atolladero. Quiere compartir riesgos y que el PP le dé crédito y liquidez, cosas ambas que ya no hay forma de encontrar en ningún banco, ni siquiera en el de España. En América suele examinarse a los gobernantes con la pregunta de si merecen comprarle un coche usado. A Zapatero, que tiene fama de mal pagador político, bastaría con plantearle si es de fiar para concederle una hipoteca.

http://www.abc.es/20080930/opinion-firmas/cuestion-confianza-20080930.html

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