miercoles 1 de octubre de 2008
DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO
Un yogurcito y una manzana para la cena
Hay gente que lleva toda la vida en crisis. Quizá ya el médico que los trajo al mundo no les dio los obligados cachetillos para reaccionar, sino una malleira en toda regla. "Para que espabiles pronto, chavalín". A veces entras en el súper y ves cómo algunos abueletes se encaminan a la caja sólo con un yogur y una manzana en la mano. No es que estén a régimen porque les preocupa lucir mal tipo en el gimnasio, es que la pensión de 400 euros no les da para más alegrías. Infinidad de parias llevan también muchas décadas en crisis permanente y por eso contemplan la actual con cara de póker. Malamente puede afectarles la subida galopante del euríbor si jamás pudieron plantearse la compra de una vivienda, ni siquiera de un chabolo. Aun sin llegar a esos extremos, muchos miles de familias humildes están viendo que la hipoteca les acogota cada vez más, que el pisito que compraron donde Nicanor perdió el tambor se les lleva ya el 70% del escaso dinero que entra en casa y que los cobradores del frac del banco están a punto de llamar a su puerta.
Todo ese conglomerado humano debe estar analizando con grandes dosis de sorna, o de cabreo in crescendo, ciertas noticias que aparecen machaconamente desde hace unas semanas, como la que destaca el batacazo que se ha metido el turismo en agosto, también en Santiago, y los malos tiempos que corren para el sector. Eso quiere decir, interpretan, que las clases más acomodadas ya no están en condiciones de pasarse todo el verano viajando por ahí, vaya por Dios, ni de pagar 6.000 euros por el alquiler de un apartamentillo con vistas al mar, y a lo peor hasta don Pedro, su señora y sus dos hijos tendrán que cambiar el spa de cinco estrellas que habían reservado en Canarias para pasar el puente de la Constitución por un vulgar hotelito de tres estrellas, con lo mucho que le gustaba a Pedrito, mecachis, el desayuno tipo buffet servido al lado del jacuzzi.
Claro que el turismo se está resintiendo. Y también la venta de coches de lujo, y la de apartamentos en la costa, y muchos ya han echado el freno a las comilonas constantes en restaurantes caros, aunque seguramente deberíamos centrar nuestra preocupación en quienes realmente las están pasando canutas, no en los que tendrán que recortar su presupuesto turístico.
Seguro que recuerdan la noticia: el pasado martes por la noche, un cocinero en paro, cuarentón y amenazado de desahucio pilló por banda una bombona de butano e hizo estallar en mil pedazos la pequeñísima buhardilla en la que vivía en Santiago. No murió él, ni se llevó por delante a varios vecinos, porque Alá es grande. Dicen que podría estar mal de la cabeza. Quizá, pero deberíamos empezar a acostumbrarnos a ver más este tipo de sucesos, sobre todo después de que Solbes haya afirmado que no debemos temer por nuestros ahorros. Ufff, qué miedo.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1023&idNoticiaOpinion=348465
martes, septiembre 30, 2008
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