lunes, septiembre 29, 2008

Demetrio Pelaez, Multas jugosas, el único lenguaje que entendemos

DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO

Multas jugosas, el único lenguaje que entendemos

Ingenuos, optimistas compulsivos o cultivadores de utopías. Una de estas tres cosas han de ser quienes siempren dicen confiar en los métodos pedagógicos a la hora de solucionar cualquier problema social, porque la realidad es terca y casi nunca les da la razón. Da pena decirlo, pero es lo que hay. O por lo menos es lo que hay ahora, en este momento y en esta situación.

Echen la vista atrás unos cuantos años y recuerden cómo eran la mayoría de las campañas que organizaba la Dirección General de Tráfico para intentar frenar las muertes en carretera. Todas pretendían educarnos, hacernos entrar en razón, a través de anuncios que realmente lograban encoger el alma: padres desesperados ante el cadáver de un hijo cubierto por una manta en medio de la carretera, jóvenes en sillas de ruedas contando cómo cambió su vida aquella noche que volvieron a casa cocidos en garrafón, familias enteras muertas en el interior de coches retorcidos y hasta bebés que salían volando por el parabrisas porque su papá no les había atado a su sillita...

Negar la utilidad de aquellas campañas sería de necios, porque sí lo fueron, pero también deberíamos reconocer que el número de accidentes mortales sólo comenzó a bajar de una forma notable, tras muchos años de soportar una sangría que iba a más, cuando las autoridades de Tráfico decidieron combinar la pedagogía con la medicina del palo y el tentetieso, consistente en endiñar multas muy sustanciosas, de las que dejan temblando el bolsillo, a quienes desprecian las normas, y con la retirada del carné de conducir o incluso la cárcel a los temerarios que circulan muy bebidos o a velocidades extremas. Desde que entró el vigor el carné por puntos y se procedió a la reforma del Código Penal, el numero de muertos en carretera empezó a bajar de una forma tan sorprendente que en la actualidad, un año después, tenemos que remontarmos nada menos que a 1968 para encontrar una estadística igual de favorable (por trágica que sea). Y entonces surgen las eternas preguntas: ¿Por qué no se aplica la misma vara con todos los problemas que llevan lustros enquistados? ¿Por qué a muchos maltratadores se les sigue castigando con inservibles órdenes de alejamiento que burlan cuando quieren? ¿Por qué a cuatro graciosillos aficionados a los berridos nocturnos aún se les permite arruinar el sueño a miles de vecinos? ¿Por qué la gente continúa emborrachándose en la calle con total impunidad si en teoría está prohibido? ¿Por qué cada fin de semana Urgencias del Clínico sigue recibiendo a chavalitos de 15 años al borde del coma etílico? ¿Sería otra la la situación si a los botelloneros se les tratase con la misma dureza que a los conductores cafres? Y por último: ¿por qué siempre surgen expertos o supuestos lumbreras educativos que dicen que las sanciones no son el camino adecuado cuando está muy claro que es el único lenguaje que entendemos? Que respondan ellos.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1022&idNoticiaOpinion=348110

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