lunes, septiembre 29, 2008

Irene Lozano, Querido Paul Newman

Querido Paul Newman

IRENE LOZANO

Lunes, 29-09-08
ES triste tener que escribirte al cielo de los justos, querido Paul, pero he de hacerlo porque no puedo pasar por alto la muerte del hombre más guapo del mundo, ni tampoco glosarla en un artículo, pues no encuentro manera de explicar por medios racionales tu atracción irresistible.
No vivía, tú lo sabías bien, ni en tus ojos, ni en tu cuerpo, ni en tus gestos. Eras -eres, en realidad, porque quiero hablar de ti en presente eterno- de una belleza compleja con efectos muy simples: te veo en la pantalla y oigo el ronroneo de mi yo agazapado y abisal, esa otra mujer que me habita a oscuras. Espero nunca distinguirla con claridad -a la luz de los dos o tres acontecimientos sobrenaturales comparables a una mirada tuya-, porque si eso llega a ocurrir será que su ronroneo se ha convertido en rugido y me va a arañar las entrañas hasta arruinarme la vida.
A lo largo de tu vida, Paul, conseguiste hacerte más bello a medida que ibas siendo menos guapo, lo cual demuestra que la belleza no se crea ni se destruye, ni mucho menos se opera: sólo se transforma bajo el sol apacible. La tuya tenía la rotundidad de los rostros que aman sinceramente a la humanidad. Y era, por encima de todo, inconcebible, por eso no puedo escribir de ti en el periódico. Una columna en blanco reflejaría con fidelidad mi estado de ánimo al ver tus fotos en la prensa, pero no puedo permitírmelo: el director pensaría que no he querido trabajar.
Por eso te escribo estas líneas y dejaré para mi artículo el gran pacto alcanzado en Washington por el cual el poder político certifica que estará al servicio del poder financiero en la salud y en la enfermedad, en la inhibición y en la intervención, hasta que la muerte los separe o al contribuyente medio le sangren las narices de hartazgo. Intuyo que no me fluirán las ideas, porque veo a ese Henry Paulson tan feo acaparar más atención que tú y pienso que se ha perdido todo sentido de la jerarquía informativa. Veo a esos congresistas, de tan mala facha que te topas con ellos en un callejón oscuro y no sabes si te da más miedo su fealdad o la naturalidad con que te roban la cartera, y me acuerdo de tus granujas decentes, los de El golpe o El color del dinero, tipos de fiar porque son legales aunque estén fuera de la ley.
Ahora tengo que concluir o se me echará encima la hora del cierre sin haber vapuleado a los feos canallas que se hacen pasar por gente respetable. Acabarán en el averno. Yo no, Paul. Espérame en el cielo. Y si aparecen por allí gracias a una absolución de última hora, avísame y nos vamos a arder a las piras del infierno.

http://www.abc.es/20080929/opinion-firmas/querido-paul-newman-20080929.html

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