miercoles 1 de octubre de 2008
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
Un debate desfasado
Estoy por decir que el debate, adelantado y sin datos, sobre el monto que los presupuestos generales del Estado para el próximo año destinará a inversiones en infraestructuras en Galicia, está desfasado respecto a las actuaciones prioritarias que marca la lucha contra la crisis económica mundial, y al nuevo modelo de crecimiento económico que surgirá de las cenizas de un sistema financiero que sobrevoló la economía real colocando ladrillos en el cielo con tecnología financiera de hipotecas de alto riesgo, para luego, incapaz de controlar el babel, dejarlo a la suerte de la ley de la gravedad.
Una mirada al interior de la economía gallega nos muestra que los sectores y las empresas que mejor están tirando y soportando el huracán de Wall Street son aquellas que han ido avanzado en la conquista de los mercados internacionales no sobre las vías de inexistentes altas velocidades, sino sobre los raíles del saber hacer bien las cosas, incorporar los avances tecnológicos, ser innovadores, gozar de una buena organización y, de resultas de todo ello, obtener mejoras de la productividad que garantizan la competitividad en los mercados abiertos.
Resulta obvio que Galicia debe redondear el proceso de modernización de sus infraestructuras con la conexión por AVE con la Meseta, enlazar el Eje Atlántico con Oporto y Lisboa, y asegurar una vía alternativa de acceso a la Europa central por la cornisa cantábrica. El aspecto geoestratégico del conjunto no es discutible desde el ángulo gallego.
Ahora bien, una cosa es eso y otra el supuesto de que las infraestructuras del transporte son el mejor aliado que necesita la mano invisible para que la economía gallega crezca a ritmo asiáticos.
Tal creencia, en la que unos cuantos principios ideológicos se entremezclan con presentimientos esotéricos, fue defendida por quienes apostaron por un modelo de crecimiento, ya periclitado, basado en la construcción masiva de vivienda residencial en la costa gallega, destinada a gente de Madrid y otras grandes ciudades. Ni que decir tiene que para atraer esa demanda, el acortamiento del tiempo del viaje es un factor de mucho peso.
A su vez, las infraestructuras del transporte son uno de los negocios de mayor fuste de las grandes constructoras, y el sector no duda en presionar a las Administraciones públicas para que gran parte de los presupuestos sean destinados a obra pública. Por cierto que ya veremos en qué quedan, en el escenario de la postcrisis, ciertas fórmulas de financiación privada de las vías de alta capacidad, pues no es descartable que el Estado se vea obligado a ir al rescate de ellas.
La posición política que vinculaba el AVE con un modelo de crecimiento que tenía como motor al sector inmobiliario y que, consecuentemente, se oponía (aún se opone) a la ley de medidas urgentes de protección del litoral y a una ordenación que racionalice los usos del territorio y los someta a las premisas de equilibrio con el medioambiente y el paisaje, a fin de configurar el marco de un crecimiento sostenible, se encuentra hoy sin modelo y sin referentes exteriores por los que guiarse. Se dirá que, al menos, defiende el AVE. Sí, pero ¿por qué y para qué lo defienden, más allá de la confrontación sobre las hojas del calendario? Sin un modelo de crecimiento económico no hay respuesta.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1023&idNoticiaOpinion=348421
martes, septiembre 30, 2008
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