Envejecimiento poblacional, economía y bienestar
01.10.2008
Mª TERESA BAZO| CATEDRÁTICA DE SOCIOLOGÍA EN LA UPV-EHU
JESÚS FERREROR ecientemente se ha hecho público un informe de la oficina estadística de la UE sobre el envejecimiento inexorable de la población europea (fenómeno que se produce también en el plano mundial), redundando en los datos y afinándolos, y pronosticando un descenso del número de habitantes para 2060. En 2008 la población de los 27 países que conforman la Unión es de 495 millones. Para 2035 se espera que aumente hasta alrededor de 521 millones y se prevé un declive gradual hasta bajar a casi 506 millones en 2060. En este panorama, las proyecciones sobre la edad media de los habitantes de la UE pasan de 40 años en la actualidad a 48 en 2060.
Una baja natalidad unida a un aumento de la esperanza de vida explican este incremento de la media de edad de la población europea, hasta el punto de que el grupo de mayores ocupa un lugar cada vez más relevante en su seno. Si en la actualidad existen en la UE 85 millones de personas de 65 y más años, ese volumen ascenderá hasta 152 millones en 2060. En medio siglo casi se duplicará, con lo que supone de aumento en su número absoluto, pero sobre todo en su importancia proporcional sobre el conjunto. Se pasará del 17% de hoy al 30% al final del periodo. Si se analiza el grupo de personas de más edad, las que conforman la 'gran ancianidad', es decir, las de 80 y más años, el ritmo de crecimiento es aún mayor. Se espera que su presencia se triplique en los 27 países de la Unión de aquí a 2060, al pasar de 22 a 61 millones. Si las proyecciones sobre personas mayores son fáciles de realizar, salvo que se produzca una hecatombe de proporciones gigantescas, algo más difícil es acertar respecto al número total de habitantes de la UE. Un dato que, dado que no se esperan grandes variaciones en las pautas de natalidad, dependerá de cómo se produzcan los flujos migratorios.
El envejecimiento poblacional no es sólo resultado del aumento de la esperanza de vida, como consecuencia del descenso de las tasas de mortalidad, sino sobre todo, y es preciso resaltarlo, del descenso de las tasas de natalidad. Y ambas circunstancias se han manifestado durante las últimas décadas. Vivir más años y en mejores condiciones económicas, de salud y sociales ha sido el gran logro a lo largo del siglo XX de las sociedades desarrolladas. Sin embargo, ante el panorama que se presenta es evidente que surja la preocupación sobre, al menos, una de las consecuencias de estos procesos demográficos: el descenso de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años) y por tanto el aumento del índice de dependencia por vejez.
Para 2060 el grupo de población potencialmente activa se estima que habrá disminuido en unos cincuenta millones de personas, mientras que el contingente de 65 y más años habrá aumentado en casi 67 millones. El índice de dependencia por vejez (proporción de personas de 65 y más años sobre la población considerada en edad de trabajar) crecerá de forma notable desde el 25% actual al 54% al final del periodo estudiado. Eso significa que en el conjunto de la UE, cada persona anciana, que es sostenida actualmente por cuatro personas en edad de trabajar, sólo contará, en 2060, con dos.
En este período de tiempo, y por el mantenimiento continuado de las tasas bajas de natalidad, el número de mujeres en edad de reproducirse será cada vez menor, por lo que irá disminuyendo el número de nacimientos, al tiempo que aumentará el de muertes (por el amplio volumen de personas ancianas y muy ancianas). Como resultado de esos procesos, el crecimiento natural de la población (nacimientos menos muertes) llegará a ser negativo.
En el escenario descrito, si el crecimiento de la población depende sólo del desarrollo natural se producirá un descenso. Sin embargo, si continúan los procesos migratorios que lleven a la entrada de personas en edad de trabajar, esta tendencia podría corregirse. La inmigración es, en la Unión Europea, la única esperanza, hoy por hoy, para sostener el aumento de población, aunque las estadísticas indican que a largo plazo su efecto no podrá subsanar el decrecimiento natural. En las proyecciones se observa que, a pesar de la inmigración, el volumen de la población europea irá descendiendo paulatinamente hasta 2060. En 2010 se espera un aumento de alrededor de casi dos millones de habitantes en la UE, pero ese crecimiento va haciéndose menor hasta ser nulo en 2035 y pasar luego a negativo, llegando a perderse desde esa fecha hasta 2060 algo más de un millón de habitantes.
España, se estima, contará en 2060 con casi siete millones más de habitantes que en 2010, es decir, casi 52 millones. El efecto positivo de la inmigración, calculado en más de once millones, compensará la pérdida de cinco millones de su demografía interna. Las estimaciones por décadas señalan el máximo número de habitantes en 2040, para ir descendiendo en las dos décadas siguientes. Obviamente, ese crecimiento por inmigración podrá ser posible si las condiciones socioeconómicas permanecen constantes: las personas tienden a desplazarse y emigrar a los países que pueden proporcionarles mejores condiciones de vida. En este contexto, el temor a la quiebra del sistema de pensiones, ante la falta de cotizantes y el aumento de los pensionistas, no carece de fundamento por la propia configuración del sistema, basado en la aportación de los trabajadores y de las empresas. Aunque hay recursos todavía por apurar.
Es esencial que las condiciones económicas permitan el pleno empleo, aunque existan altibajos, para que puedan trabajar realmente quienes se consideran estadísticamente 'población en edad laboral'. No todas las personas de 15 a 64 años se encuentran trabajando ni en esta recesión económica que empieza a manifestarse, ni en los tiempos de mayor bonanza. Si se analizan los llamados 'trabajadores mayores', se ve que muchos de ellos han sido expulsados del mercado laboral y han pasado de cotizar a la Seguridad Social a cobrar pensiones del fondo común. En las últimas décadas no se produce ese fenómeno por procesos de reestructuración industrial, como en la de los años 80, sino en empresas con beneficios millonarios. Y la sangría continúa. En Europa se estima que una cuarta parte de las personas del subgrupo de edad de 60 a 64 años ya se encuentra fuera del mercado de trabajo. En cuanto a las mujeres, no todas las potencialmente activas se encuentran trabajando. En España, según algunos informes internacionales, la proporción de mujeres empleadas se encuentra por debajo de los dos tercios. Y finalmente, si se analiza el desempleo juvenil, se concluye que el mayor desafío a las políticas en los países desarrollados es reducir el desempleo entre las personas de 18 a 24 años. Se entiende que la situación de la juventud en el mercado laboral no ha mejorado mucho durante las últimas décadas, tanto por los niveles de desempleo como por los bajos salarios. Ante el temor a la falta de cotizantes por causas demográficas, puede afirmarse que existe todavía un potencial notable para los próximos años en la mayor parte de los países desarrollados entre jóvenes, mujeres y trabajadores mayores. Parece, pues, claro que frente el envejecimiento irreversible de la población es imprescindible que aumente el número de personas empleadas que coticen a la Seguridad Social, si se quieren incrementar los niveles de vida de todos los grupos y mantener los sistemas de bienestar. Además de las posibilidades que a corto y medio plazo ofrece la inmigración, de cara al futuro no puede olvidarse el papel que ha jugado la tecnología desde la Revolución Industrial al aumentar la productividad, y no conocemos todavía todo su potencial.
Queda una cuestión fundamental, que el aumento de la riqueza que se está produciendo en el mundo repercuta en la mejora de las condiciones de vida y trabajo de todas las personas. Con la extensión mundial de los mercados de trabajo con mano de obra barata, y la domesticación de los trabajadores jóvenes en nuestras sociedades apoltronadas en el consumo y la frivolidad, no parece creíble que eso se vaya a producir por la sola voluntad de quienes controlan los recursos y el poder.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081001/opinion/envejecimiento-poblacional-economia-bienestar-20081001.html
martes, septiembre 30, 2008
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