lunes, septiembre 29, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Anecdota toxica

lunes 29 de septiembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ

a bordo

Anécdota tóxica

Por lo visto, el avestruz sigue siendo el gran protagonista del asunto de la vieira. Lo prueban esos invitados a los Debates de El Correo que calificaron lo sucedido de anecdótico o, lo que es lo mismo, de suceso circunstancial o irrelevante, según la definición académica del término. Lo que ocurrió no fue una cosa ni la otra.

Si lo fuera, ni la Guardia Civil, ni el fiscal, ni el juez habrían actuado como lo hicieron. Tachar de anecdótico el episodio es tanto como considerarlos frívolos. Al parecer, los agentes debieron callar sus pesquisas, o debió ser la autoridad judicial quien las archivara, para así no perjudicar a los implicados. Una omertà gastronómica a la que se unieron destacados intelectuales y pensadores en un banquete de desagravio cuya toxicidad no estuvo en los manjares, sino en los mensajes que se dieron.

Pero volviendo al debate que nos sirve el amigo Pousa con su tradicional maestría, y a esa palabra que se repite (anecdótico), sorprende que sean cargos de la administración quienes la utilicen. Gracias a la iniciativa de Luis, muchos se han enterado de que existe una Subdirección Xeral de Control de Riscos Ambientais para a Saúde, que vela por la seguridad alimentaria.

Uno dormiría y comería más tranquilo sabiendo que tal departamento funciona, si no fuera porque no detectó las famosas vieiras enfermas. Escondido en la fronda administrativa, habrá también otro órgano encargado de inspeccionar los establecimientos de hostelería, al que también se le pasó el molusco dichoso. En fin, que la defensa hace agua por todas partes.

Habría que esperar al menos un reconocimiento de los fallos que sin duda se produjeron, pero el tiempo pasa y un espeso silencio cubre el asunto. Lejos de admitir el fuera de juego de la administración, el encargado de luchar contra los Riscos Ambientais para a Saúde proclama que la responsabilidad fundamental de los productos que se ponen en el mercado es del operador alimentario. ¿Qué hace él entonces?

No nos cebemos sin embargo en el subdirector xeral porque el restaurador que formaba parte del panel insiste primero en que el vieirogate es algo anecdótico, para después afirmar que la comercialización ilegal del producto lleva sucediendo desde hace mucho tiempo. O sea, que es anecdótico y a la vez frecuente, raro pero habitual, extraño y de todos los días.

El único que se desmarca del avestruz es el patrón mayor de Barallobre. Para él no hay anécdotas, sino una situación generalizada que empuja a sectores marginales al marisqueo furtivo. Esa confesión tan franca nos lleva de nuevo a la administración para preguntarnos por su escaso éxito en el control de esta actividad.

En su peregrinaje desde la ría hasta el restaurante, la vieira tóxica ha saltado varios controles administrativos, burlado organismos alimentarios, salvado vigilancias y regateado inspecciones. Y no estamos ante una red sofisticada como las de los narcos, con ramificaciones internacionales y un escenario que abarca medio mundo. No; entre el origen y el destino del molusco hay como mucho cien kilómetros.

Entre el origen y el destino de la vieira hay una administración más anecdótica que eficaz. El furtivismo la toma de coña, los comercializadores se ríen de ella, unos pocos restauradores compran el producto convencidos de su impunidad, y por encima un selecto grupo de la intelligentsia hace del chef poco escrupuloso un mártir de la opresión. Manda el avestruz.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1021&idNoticiaOpinion=347624

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