Un náufrago en la sopa
M. MARTÍN FERRAND
Miércoles, 01-10-08
EN algunas ocasiones, no muchas, Mariano Rajoy desciende de su acostumbrada situación ectoplásmica y, hecho carne mortal, se presenta ante su distinguida clientela. Ayer lo hizo en uno de esos desayunos que ya forman parte del nuevo casticismo madrileño, en el de Europa Press, y, para que no hubiera dudas sobre la solemnidad de su aparición, se hizo acompañar de María Dolores Cospedal, Alberto Ruiz-Gallardón, Manuel Fraga y varios ángeles, arcángeles, dominaciones, tronos y potestades de su peculiar y cambiante cumbre de poder. Querubines no asistieron al desayuno porque, parece, Javier Arenas gusta mejor el tejeringo que el churro y Soraya Sáenz de Santamaría, tan dinámica, prefiere hacer papeles a hacer bulto.
Sonaron, triunfales, los clarines anunciadores de tan singular plasmación, pero sólo fue para competir con el parto de los montes. Rajoy, revestido de gran jefe de la oposición, le dijo a los presentes con la solemnidad con la que Descartes pudiera haber pronunciado su Discours de la Methode: «He recibido la llamada del presidente, a las diez de la noche. Me dijo que teníamos que ponernos de acuerdo para fijar una fecha para hablar y le dije que estaba dispuesto a hablar». Eso son líderes y no los que asistieron a la Convención de Filadelfia o, más cercanos en el tiempo y en el espacio, los que pergeñaron y firmaron los Tratados de Roma.
La elocuencia descriptiva de Rajoy, pareja simétrica de la de José Luis Rodríguez Zapatero, se perfecciona con su análisis inmediato: «No quiero ir allí a hacerme una foto». El mundo se tambalea, una compleja crisis económica carcome, con la saña de las termitas, la estructura del mundo en que vivimos y el poder y su alternativa, como dos niños bonitos y desocupados dispuestos a compartir un gin-tonic, se hablan por teléfono y, sin entrar en materia, se dicen eso tan vago e impreciso, tan gastado e inane, como el «tenemos que hablar».
Álvaro de Laiglesia, gran titulador de novelas medianejas y divertidas, tuvo uno de sus grandes éxitos con Un náufrago en la sopa. ¿Se trataría de una premonición de Rajoy? Mal está que Zapatero y Pedro Solbes, que no supieron verla venir y que no aciertan por donde cogerla, anden dándole palos de ciego a una situación que exige fortaleza y criterio, decisiones enérgicas y capacidad para asumir medidas claramente impopulares. Ya sabemos quiénes son y lo que se puede esperar de ellos. Palabras huecas y gestos irritantes. Pero ésta era la ocasión para el lucimiento de Rajoy y de su teóricamente estelar equipo económico. Mientras crujen las bases en las que se sostiene nuestro mundo, Zapatero y Rajoy se verán próximamente «a falta de que busquemos un día y una hora entre los dos». Está por hacer el censo completo de los náufragos en la sopa del que depende nuestro futuro.
http://www.abc.es/20081001/opinion-firmas/naufrago-sopa-20081001.html
martes, septiembre 30, 2008
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