El buenista, el farsante y el provocador
EDURNE URIARTE
Miércoles, 13-08-08
CONVERTIR el descalificador adjetivo de buenista en una cualidad, nada menos que en la estrategia de futuro de la política exterior mundial, como ha dicho la socialista Elena Valenciano, es un ejercicio de provocadora torpeza política. O de buenismo, en cualquiera de las dos acepciones usadas por los críticos de Zapatero, la mala o la peor. La actitud de un ingenuo que sólo ve una parte de la realidad o la irresponsabilidad de un político que no se entera de nada.
Aplicado a los problemas de España y del mundo, el buenismo de Zapatero ha consistido en ofrecer diálogo a casi toda circunstancia, sujeto y condición. Que los nacionalistas exigen la independencia, diálogo; que los terroristas amenazan de muerte a los españoles, diálogo; que Al Qaeda proclama la yihad contra Occidente, diálogo. Que la violencia de género se recrudece, pues he ahí la excepción. Cárcel y represión. Diálogo, ni a los arrepentidos, que el buenismo de Zapatero también tiene sus límites. Lo que le agradecerá la política mundial de la que Valenciano le ha convertido en gran artífice junto a Obama.
Pues bien, la estrategia de futuro de la política exterior mundial comienza a dar sus frutos, aquí, en España. De los frutos etarras, sobra todo comentario. Baste consolarse con el hecho de que al menos no tenemos aún las instituciones vascas en manos de la mesa de partidos formada con ETA. Que si al buenismo le hubieran dejado desplegar todas sus posibilidades, ése era el final de la historia.
De los frutos en el resto de acciones emprendidas por el socio español de Obama, Iñigo Urkullu y Joan Puig han tenido la amabilidad de hacernos un resumen. Dado que el buenismo, es decir, «el liderazgo cooperativo, constructivo, basado en el diálogo y no en la fuerza», en definición de Valenciano, se dirigía a ellos, a los nacionalistas radicales y radicalizados, su resumen tiene un alto valor informativo y analítico. Urkullu ha llamado al buenista provocador. Y Joan Puig, farsante.
Cuatro años de buenismo, cuatro años de alternativa a la estrategia de crispación, de confrontación, de intolerancia hacia los nacionalismos, de centralismo, de nacionalismo español y algunas cosas más que dijo el buenista del PP, y aquí estamos. En pleno éxito. Con un PNV al que sólo le falta echarse a la calle a montar barricadas. Y lo de las barricadas es algo menos figurativo de lo que parece, teniendo en cuenta que amenazan, de momento, con montar urnas ilegales para consultar sobre la independencia. Mientras llaman provocador al buenista por llevar su secesión al Tribunal Constitucional. Más o menos lo mismo que antes el buenista llamaba al PP, por decirle que empezara por ahí, por la ley, la unidad de España y la Constitución, y no por el diálogo sobre la secesión.
En el otro foco de su éxito, en Cataluña, le llaman farsante. A lo que añade Joan Puig, excelso representante de ERC, uno de sus socios de gobierno, que con España no se puede negociar, que sólo hay que comunicarle el día y la hora de la declaración unilateral de independencia. Lo que da una idea de lo que da de si el liderazgo inteligente, que también lo ha llamado así Valenciano.
El resultado más impresionante de la ideología mundial del futuro, sin embargo, es el cosechado en las propias filas. Esto sí que es un éxito inigualable. Que tome nota Obama. No contento con llevar a Urkullu y a Puig al punto descrito más arriba, nuestro buenista ha logrado radicalizar a sus propios compañeros de partido. Amedrentador, gritón y bronquista es más o menos lo que han añadido los socialistas catalanes a los elogios de Urkullu y Puig.
La guerra desatada en las propias filas socialistas a cuenta de la estrategia buenista tiene hechuras de una irresistible comedia de humor negro. Con los socialistas de una parte de España exigiendo al PSC lo mismo que exigía la derecha durante los últimos cuatro años. Con la vicepresidenta criticando a Montilla en un tono que ella misma hubiera calificado de crispación hace cinco meses. Y con todos ellos tirándose a la cabeza el Estatuto «perfectamente constitucional» que antes tiraban a la cabeza del PP.
Como bien dice Valenciano, somos, sin duda alguna, un ejemplo puntero para el futuro de la política mundial.
http://www.abc.es/20080813/opinion-firmas/buenista-farsante-provocador-20080813.html
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