jueves 6 de marzo de 2008
ELECCIONES EN LA CONFERENCIA EPISCOPAL
El cardenal de la unidad y de la comunión
Por José Francisco Serrano Oceja
Por un voto, hace tres años, el cardenal Rouco se quedó a las puertas de alcanzar un tercer mandato como presidente de la Conferencia Episcopal e igualar así la hazaña del cardenal Vicente y Enrique Tarancón. Por un voto ha salido elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española, hecho singular que no se había producido nunca a lo largo de la no muy extensa historia de este organismo de coordinación pastoral de las diócesis españoles.
Ha habido esta semana mucho juego sucio y mucha intoxicación no sólo sobre las personas que pudieran ser presidentes de este organismo sino sobre su proceso y su finalidad. Quizá debamos recordar el día en que el señor Zapatero, en los pasillos de una sonada recepción en el Palacio Real, se atrevió a abrir una veda pública de caza y captura de los cardenales españoles y, en particular, del arzobispo de Madrid dado que fue el anfitrión y aglutinador de la celebración de la familia cristiana del pasado mes de diciembre. La ironía no permite decir que quien le ha hecho la campaña al cardenal Rouco ha sido el presidente del Gobierno, pero sí ratifica una idea reiterada a lo largo del tiempo: a la Iglesia, a los obispos, no les gusta que nadie interfiera en sus tomas de decisión, y menos un desatacado opositor de lo católico.
Es hora de preguntarnos, ¿quién es el cardenal Rouco? ¿Cómo es el cardenal Rouco? ¿Acaso el cardenal político del que habla el partido socialista, al que se refiere el señor Blanco en sus reiteradas regurgitaciones? ¿O es el pastor de la Iglesia capaz de entusiasmar a esa infantería ligera que son los nuevos movimientos y realidades eclesiales que conforman el Pueblo de Dios? ¿Será el cardenal Rouco un presidente de una Conferencia Episcopal de todos los obispos? ¿O será el presidente de unos pocos, los que le han votado?
El cardenal Rouco es, ante todo y sobre todo, un hombre de historia y de comunión. Es una personalidad que como pocos ha protagonizado, vivido, sentido, la historia de la Iglesia en la España contemporánea y de la Iglesia universal. Aunque fuera nombrado obispo por Pablo VI, es un hombre que ha vivido ligado a Juan Pablo II y a una interpretación certera, afinada, teológica y espiritual del Concilio Vaticano II. Por las venas del cardenal Rouco circula la savia de una renovación de la Iglesia que brota del Concilio Vaticano II y que fecunda el tejido eclesial y la vida cristiana de los fieles desde una profunda fe y desde un no menos profundo conocimiento de las ideas, corrientes y pensamientos de la Europa posterior a la Segunda Guerra mundial.
El arzobispo de Madrid es un hombre con experiencia. No creo que se pueda decir que haya vencido en las elecciones a presidente de la Conferencia Episcopal; a lo sumo ha convencido, porque su acrisolada trayectoria al frente de este organismo, en fechas pasadas, puso muy alto el listón del discernimiento ético y moral de la realidad que vive España. Ahí están documentos como Valoración moral del terrorismo, de sus causas y de sus consecuencias o el texto sobre la teología en España a los cuarenta años del Concilio Vaticano II, idea originaria y originante del cardenal.
Quien durante muchos años trabajó codo con codo con el cardenal Rouco, el que fuera su obispo auxiliar, monseñor Eugenio Romero Pose, su confidente y amigo, escribió las siguientes líneas sobre su episcopado en Santiago, con motivo del nombramiento del arzobispo de Madrid como cardenal de la Iglesia, que considero son la mejor carta de presentación del hoy presidente de la Conferencia Episcopal: "Su trayectoria y su talante universitario hacía que su mano estuviera siempre tendida hacia los claustros del saber. Su cercanía y su ser para todos le conducía a estar en medio de los sencillos. Y, no en último lugar, su inquebrantable a amor a la Iglesia le impulsaba a defender, a toda costa y en todo momento, su libertad y la búsqueda de la colaboración con los que proponían el bien común. Su lema y su tesoro más preciado ha sido, y es, el de la comunión y el de la unidad." Antes, ahora y siempre.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234385
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