martes 4 de marzo de 2008
Rajoy y Zapatero se enzarzan
EL segundo debate entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy puede no decidir las elecciones generales del próximo día 9, pero sí influirá en sus imágenes políticas ante la opinión pública. A estas alturas, hay ya una saturación de análisis sociológicos sobre la incidencia de estos enfrentamientos televisados y lo mejor es, sin duda, esperar a contar los votos. Ambos candidatos acudieron a su segunda cita con las cámaras de televisión precedidos por unos sondeos confusos, que dan al PSOE como ganador, pero que no cierran ninguna tendencia para el día de las elecciones. Lo que está claro es que resultará muy difícil para el PSOE mejorar los resultados de 2004 y más fácil para el PP acortarlos. La fragilidad de las encuestas se basa en la existencia de voto oculto a los populares, la persistencia de una bolsa de indecisos y las incertidumbres sobre el reparto final de escaños. Esto último es lo que explica que la victoria del PSOE en votos pueda no reflejarse en una diferencia correlativa en escaños. Incluso sería posible una victoria del PP en parlamentarios, aunque no en votos. Ahora es cuando los estrategas socialistas empiezan a valorar que tan importante es acumular votos como repartirlos adecuadamente. Nadie debería llamarse a engaño si se consuma este desfase entre votos y escaños, porque se ha venido produciendo desde el comienzo de la democracia en beneficio de los partidos nacionalistas y regionalistas y en perjuicio de los partidos nacionales minoritarios que, superando en votos totales a aquellos, sin embargo, suelen tener una menor representación parlamentaria. También sucedió en las elecciones autonómicas catalanas de 2003, cuando CiU ganó a los socialistas en escaños, a pesar de perder por medio punto porcentual.
Con estas posibilidades en la mano, Zapatero y Rajoy se enfrentaron ayer en un nuevo debate -ágil, trabado y tenso en algunos momentos, sobre todo en su duro rifirrafe a cuenta de Irak, ETA y del 11-M, y reiterativo en los argumentos esenciales-, en busca de la consolidación de su electorado natural, de la atracción de los indecisos y de la victoria personal frente al otro. En el primer debate, Rodríguez Zapatero estuvo retraído, claramente a rebufo de los comienzos que protagonizaba Rajoy en cada bloque de asuntos sobre los que debían discutir. Ayer, el candidato socialista quiso aprovechar que tenía el primer turno para invertir los términos y lo hizo con agresividad, interrumpiendo en muchas ocasiones a su oponente, y exponiendo una auténtica batería de propuestas económicas y sociales de futuro: creación de dos millones de puestos de trabajo, subida de pensiones, un acuerdo con sindicatos y empresarios para superar la desaceleración, 150.000 nuevas viviendas de protección oficial... Zapatero se pareció más al protagonista de un mitin -«la economía le ha importado un bledo», llegó a espetar a Rajoy- que al polemista convincente que debió ser ayer. Los contenidos no fueron originales, salvo la táctica de exponerlos, porque acentuó sus propios perfiles progresistas para satisfacer a los votantes de izquierda que podrían inclinarse por otros partidos políticos. Zapatero, con más recursos dialécticos que en el debate del pasado lunes, y con mayor capacidad de reacción, buscó el voto de los extremistas.
Rajoy, por su parte, no estuvo dispuesto a cambiar los papeles del primer debate. No quiso ir de actor secundario ni dejarse arrebatar el guión de sus mensajes. Sabía que el gran valor político de su campaña ha sido el lanzamiento de propuestas para grandes mayorías sociales en materia económica, de seguridad, de educación o de inmigración, ámbitos en el que volvió a superar en contundencia y argumentación al candidato del PSOE, a quien recordó el análisis del Financial Times sobre la gestión económica del Gobierno: «Un estropicio sin precedentes en la reciente historia de España». Rajoy era consciente de que a Zapatero no le valía empatar el debate, porque habría sido incoherente con su política de gobierno, orientada a la exclusión y la marginación de la derecha democrática. Por eso, Rajoy tomó la delantera en cada intervención al centrarse en su propio discurso y no perdió el tiempo en discordias menores. En definitiva, un debate que no habrá consumido las posibilidades de los candidatos para captar esos miles de votos que pueden decidir el último diputado de una circunscripción.
http://www.abc.es/20080304/opinion-editorial/rajoy-zapatero-enzarzan_200803040254.html
lunes, marzo 03, 2008
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