lunes 10 de marzo de 2008
El fin de la televisión
Los augures del periodismo profetizaron que el auge de Internet acabaría matando la prensa escrita. Todavía lo siguen afirmando hoy; pero lo cierto es que, hasta la fecha, el fenómeno más reseñable que a la prensa le ha ocurrido desde el advenimiento de Internet ha sido la aparición de los periódicos gratuitos, que desde luego no parecen tener muchas ganas de estirar la pata. En cuanto a los periódicos ‘de toda la vida’, que hoy se impone designar ‘periódicos de pago’, es cierto que encuentran dificultades para renovar su clientela, es cierto que en muchos casos han tenido que afrontar una disminución de sus tiradas, pero… tampoco parece que se hallen en plena agonía. Sí se adivina, desde luego, que el periódico de papel y tinta lo tiene cada vez más chungo para competir con los demás medios de comunicación –incluido Internet– en el suministro inmediato de noticias; pero se trata de una dificultad que ya antes habían tenido que afrontar, en competencia con la radio y la televisión. Podemos intuir que los periódicos de pago del futuro, para sobrevivir, tendrán que ofrecer un tratamiento de la información ‘alternativo’, menos volcado en el puro suministro de información que en el análisis original y hondo de la misma; podemos intuir también que el público natural de ese tratamiento menos epidérmico de la información será más reducido y exigente que el que todavía hoy acude al quiosco: pero esta obligatoria metamorfosis que los periódicos de pago habrán de abordar en un futuro más o menos próximo no conlleva su desaparición. Sobrevivirán aquellos periódicos que sepan adaptarse a las nuevas demandas de ese público más exigente; pero esa adaptación los hará a la postre más fuertes.
Del mismo modo que la televisión no acabó con la radio, Internet no acabará con la prensa escrita. Es cierto que la televisión firmó el acta de defunción de algunos subgéneros radiofónicos que hallaron un mejor cauce expresivo a través de la imagen (pienso, por ejemplo, en los seriales); pero el vínculo que la radio entabla con los oyentes no pudo ser destruido, por ser de una naturaleza muy íntima y persuasiva. El vínculo que un lector entabla con un periódico es también muy diverso del vínculo que el internauta entabla con la información que fluye por la Red; y, en general, puede decirse que la satisfacción que brinda la lectura en papel no puede en modo alguno ser emulada por la satisfacción que procura la lectura en una pantalla. No entraremos aquí a valorar si son satisfacciones más o menos intensas; nos contentaremos con decir que son satisfacciones diversas, tal vez complementarias, pero desde luego una no anula la otra. Las grandes obras de la literatura las podemos encontrar en Internet; y, sin embargo, la gente sigue acudiendo a una librería o a una biblioteca para leerlas. Yo mismo, cuando deseo citar tal o cual verso de Virgilio, tal o cual paradoja de Chesterton, acudo a Internet para cerciorarme de su formulación exacta; en cambio, no se me ocurriría otro modo de zambullirme en la deleitosa lectura de las Geórgicas o de El hombre que fue jueves que con un libro en las manos. Y creo que la gente seguirá en el futuro disfrutando de la fragante lectura de un periódico si quienes se encargan de confeccionarlo y escribirlo saben atender las demandas de su público, sin obsesionarse por el suministro informativo.
Pero existe otro medio de comunicación al que Internet ha herido de muerte, aunque paradójicamente no se hable de ello. Me estoy refiriendo, naturalmente, a la televisión, o siquiera a la televisión no especializada temáticamente. La clientela de las televisiones es cada vez más provecta; las nuevas generaciones se aburren cada vez más contemplando los formatos televisivos tradicionales. Yo mismo, que no soy nada joven (y, desde luego, nada moderno), puedo confesar sin rubor que dedico más tiempo a YouTube que a la televisión, que me aburre sobremanera por su previsibilidad cansina. El espectador joven exige a la información visual un mayor dinamismo que el que puede ofrecer la televisión, entre otras razones porque la televisión es, entre todos los medios de comunicación existentes, el que demanda un destinatario más pasivo; y los destinatarios más jóvenes se están rebelando contra ese papel de estafermos que la televisión les adjudica. No quisiera dármelas de arúspice, pero sospecho que el espectador inquieto que ha nacido al socaire de Internet acabará dándole la espalda a la televisión convencional, antes que a la prensa escrita.
http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=2907&id_firma=5691
lunes, marzo 10, 2008
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