miercoles 5 de marzo de 2008
El día después del debate
LAS consecuencias políticas del segundo debate entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy quedaron ayer un tanto veladas por la realidad actual de la situación económica y del pesimismo general de los españoles, acentuado con unos datos del paro que, no por esperados, dejan de resultar inquietantes y ponen en evidencia al Gobierno. Aun así, el segundo enfrentamiento televisado entre Rajoy y Zapatero -que contó con un millón menos de espectadores que el del lunes anterior- no debería ser obviado porque, pese al previsible resultado de los sondeos posteriores -que vuelven a reflejar la percepción sobre la imagen de ambos candidatos, pero no la intención de voto de los encuestados-, permitió comprobar hasta qué punto el presidente del Gobierno desconfía de las posibilidades de su gestión como reclamo electoral y tiene que recurrir a esos permanentes viajes al pasado que tanto le gustan. Y permitió comprobar también cómo la solidez de los argumentos esgrimidos volvió a apuntalar las intervenciones del candidato del PP. Conviene no perder de vista, para valorar estos debates en su justa dimensión, que la legislatura socialista ha girado en torno a la marginación política del PP y a la deslegitimación de la derecha democrática. El PSOE ha fracasado en este objetivo y los debates lo han demostrado: Rajoy está en el partido, cuyo resultado final es aún incierto porque la estimación de voto al PP -cercana al 40 por ciento- deja abiertas todas las posibilidades para el 9 de marzo.
Sin embargo, a uno y otro candidato cabe reprocharles que olvidaran algunos de los grandes asuntos de Estado. Apenas se habló de política exterior, justo cuando Iberoamérica atraviesa una crisis prebélica muy preocupante. Tampoco abordaron la delicada situación por la que atraviesa institucionalmente la Justicia en España, tan perjudicada por las polémicas entre tribunales, por la actuación de la Fiscalía General y por la paralización del Consejo General del Poder Judicial. Especialmente inexcusable fue, asimismo, la ausencia de propuestas para proteger a la mujer frente a la violencia machista, pese a las cuatro víctimas mortales que se contabilizaron la pasada semana y que, a la postre, centraron las intervenciones de ambos candidatos en sus mítines inmediatamente posteriores.
Y más allá de lo que no se habló, conviene incidir, por su trascendencia, en dos afirmaciones de José Luis Rodríguez Zapatero, tanto por su gravedad de fondo como por el hecho de que fueran realizadas por quien ostenta la presidencia del Gobierno. En primer lugar, es impropio que el jefe del Ejecutivo recurriese a la utilización de la cifra de muertos en atentados terroristas como argumento fiable para demostrar que su legislatura ha sido mejor que la anterior. Antes de contabilizar a los muertos como si se tratasen de pura mercancía, Zapatero debería ser más consciente de la dignidad del cargo que ocupa. Y en segundo lugar, poco cabe argumentar contra quien presume de liderar el partido y el Gobierno que «ha sido el eje central de la democracia». O Zapatero tiene también una idea discutida y discutible de lo que es la democracia o su afirmación no es sino el reconocimiento de que la única política válida es la del «cordón sanitario» contra el PP y la del Pacto del Tinell. En cualquier caso, estos debates eran una asignatura pendiente de la estrategia electoral, pero parece claro que serán un factor más, y no el principal, que tengan en cuenta los electores el próximo día 9.
http://www.abc.es/20080305/opinion-editorial/despues-debate_200803050247.html
miércoles, marzo 05, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario