miércoles, marzo 05, 2008

Carlos Semprun Maura, ¿No os da vergüenza?

CRÓNICAS COSMOPOLITAS
miercoles 5 de marzo de 2008
¿No os da vergüenza?
Por Carlos Semprún Maura
Hemos asistido a una vergonzosa comedia que ha movilizado a los medios de forma tan estrambótica como miserable: Fidel Castro anuncia que no se presenta como candidato a la reelección, la comunidad internacional de los imbéciles y los truhanes finge emocionarse y los medios dedican innumerables horas y páginas a analizar el prodigioso acontecimiento.

Se dicen las cosas más estrambóticas: se trata de un acontecimiento histórico, de una nueva etapa; ¿estaremos ante el comienzo de un cambio?; ¿quién será el sucesor de Fidel? Se dedican toneladas de imágenes y de comentarios a la prodigiosa noticia. El País, por ejemplo, le dedica docenas de páginas durante días, y hasta finge preguntarse si será Raúl Castro quien sucederá a su hermano, como si no supiera que en Cuba no hay elecciones, que todo es trampa. Toda esa agitación mediática no es más que un pedo.

Yo vi por televisión el siniestro espectáculo de esa Asamblea reunida para "elegir al nuevo presidente", y al propio Raúl Castro votarse a sí mismo, puesto que era el único "candidato"; esa fúnebre parodia de las Asambleas que tienen algo que decir, cuando en Cuba todo está decidido de antemano por el Lider Máximo. Y vosotros, fils de pute, hacéis como si esa farsa tuviera algo de realidad. Da náuseas.

Todo estaba preparado, mangoneado. Nada ha cambiado en Cuba. Nada. Ni siquiera la silla del poder. Porque Fidel Castro sigue ejerciendo el poder absoluto.

Otros tiranos y dictadores –o sus entornos– decidieron lo contrario: fingir seguir en su cargo cuando ya lo habían abandonado por razones de edad o de salud. Algo así ocurrió con Salazar en Portugal y con Brezhnev en la URSS. Por los mismos motivos, Fidel ha decidido descargar sobre su hermano las fatigas del poder, los viajes, las entrevistas (salvo las importantes), los discursos de siete horas, las asambleas y reuniones de toda índole, para limitarse modestamente a ser un "soldado de la pluma" (¡y además cursi!). Pero en realidad sigue siendo el Líder Máximo, el primer secretario del PC cubano, que no es un cargo honorífico, y el propio Raúl ha anunciado a bombo y platillo que se someterá a las órdenes y consejos de Fidel. ¡Menuda farsa!

Con buen sentido de la publicidad, Castro ha hecho ese gesto para dárselas de generoso, humilde y demócrata, y el político más rico del mundo (Forbes) ha logrado así su cometido; gracias, eso sí, al apoyo servil de tantos medios, que han fingido creerse esa comedia y exaltado lo que no existe, como en el Retablo de las Maravillas: su generoso abandono del poder, y la democrática elección de su sucesor.

Todo esto ha sido posible porque, aunque mucho menos que hace veinte años, Castro y la Cuba comunista siguen gozando de gran prestigio entre los papanatas, progres o no; porque Cuba es bella; porque el comunismo es bello; y, sobre todo, porque Fidel Castro es antiyanqui. Mucho se perdona y mucho se admira a todos los que son antiyanquis, trátese de Castro, de Chávez o de Ben Laden.

Cuba es una férrea dictadura, un esperpento donde la abolición de la propiedad privada y el resto de medidas comunistas han condenado a sus habitantes a la miseria. De hecho, para sobrevivir, Cuba necesita la ayuda exterior, y aunque Venezuela ayude, no basta. Por ello, el castrismo juega, con el perfecto cinismo de las tiranías, con sus presos. Necesita encarcelar a disidentes para mantener un alto nivel de miedo en la Isla, y de vez en cuando libera a algunos (como las FARC) para demostrar a los miembros de la UE y a los demás países que comercian con él que no es tan malo como se le pinta. El objetivo, claro, es facilitar los intercambios comerciales y la llegada de subvenciones. Muchos de esos países, y en primer lugar España, son cómplices de ese chantaje. El Gobierno español actual, se entiende, y esperemos que no sea el mismo dentro de unos días.

Lo que francamente no entiendo es que gentes como Jorge Edwards puedan escribir cosas como las que le leí el otro día en El País. (Perdí el ejemplar, pero no la memoria). Yo tengo una larga amistad con Edwards y siento una real admiración por su obra, pero cuando escribe que Kruschov evitó una guerra mundial en 1962, al retirar los misiles de Cuba, frente a las pretensiones de Castro, me indigno. ¿Cómo puede escribir esas cosas, don Jorge? Fue Kruschov quien instaló los cohetes nucleares en Cuba, que apuntaban a los USA, y fue el presidente Kennedy quien le planteó un ultimátum: o retiras los cohetes, o los destruimos. Y Kruschov se rajó y los retiró. Éstos son los hechos, que nada tienen que ver con lo que escribes, Jorge.

Yo no conozco América Latina, salvo por mis lecturas, que no es mal método de conocimiento, pero conozco el comunismo, y eso de la moderación de los partidos comunistas latinoamericanos que dice Edwards es pura filfa. Mientras existió la URSS, Moscú dirigió todos los partidos comunistas del mundo, y siempre con dos bazas: el terrorismo, la lucha armada, en ciertas circunstancias (y países), y la acción electoral, política y sindical en otras. A veces hasta jugaba las dos a la vez. Pensemos, por ejemplo, en Italia: el Kremlin apoyaba a las Brigadas Rojas y al PCI, por entonces liderado por Enrico Berlinguer, que protestó en diversas ocasiones contra ese doble juego, que dificultaba su proyecto político del "compromiso histórico".

Cuba, la bella Cuba, con tantos magníficos escritores en el exilio y tantas otras cosas, seguirá siendo un presidio. Porque nadie, dentro o fuera, se atreve a hacer nada contra el régimen castrista.

Parece inverosímil, pero lo es sólo a medias: ante la opinión pública mundial, Cuba se presenta como un diminuto David enfrentado a un gigantesco Goliat. Pero este Goliat, después del fracaso de la operación de Bahía de Cochinos (1961), mal preparada, con insuficientes medios militares, y ejecutada en un mal momento (yo sospecho desde hace tiempo que se trató de un fracaso voluntario, para fastidiar a Kennedy; y que Kennedy tenía enemigos mortales pronto quedó demostrado), no ha hecho nada más contra el castrismo, más bien al revés, por temor a enfrentarse con importantes sectores de la opinión pública, sobre todo en los propios USA, y porque los sucesivos presidentes, incluido el mejor, Reagan, han considerado siempre que Cuba no representaba el menor peligro. Salvo para los cubanos.


http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276234389

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