miércoles, abril 26, 2006

Matrimonios en la ciudad

jueves 27 de abril de 2006
ALTO PRECIO DE LOS PISOS
Matrimonio en la ciudad
Por Jennifer Roback Morse
El matrimonio y la familia están siendo duramente criticados estos días. Y sin embargo, casarse y tener hijos sigue siendo un objetivo importante para la mayoría. ¿Qué es lo que hace tan esquivo a este objetivo?
Aparte de todas las fuerzas ideológicas y culturales que trabajan en contra del amor para toda la vida en el seno del matrimonio, los factores económicos conspiran para que la formación de un hogar sea más cara de lo que debiera ser. Y eso a su vez, hace innecesariamente difícil que los jóvenes cumplan con los estándares cristianos de esperar a tener relaciones sexuales dentro del matrimonio.
Uno de los factores que contribuyen a retrasar el matrimonio es el alto coste para establecerse independientemente. Los mayores gastos de los jóvenes son los impuestos, los préstamos de estudio y la vivienda. Y parándose a pensar, las políticas públicas pueden influir en cada uno de estos gastos.
Por ejemplo, el precio de la vivienda depende enormemente de las recalificaciones y las regulaciones medioambientales. Un artículo recientemente publicado en el Journal of Law and Economics explica por qué los precios de la vivienda son tan altos en Manhattan.
Los autores, Joe Gyourko, Edward Glaeser y Raven Saks, explican que el elevado precio de la vivienda en Manhattan no se reduce a algo tan simple como una cantidad fija de terreno. Los promotores podrían construir más viviendas poniendo más plantas en los edificios ya existentes. Construir más plantas no requiere más terreno.
¿Sabe lo caro que está el mercado inmobiliario en Manhattan? El valor medio de una vivienda ocupada por su dueño en Manhattan subió de 245.633 dólares en 1980 a 377.246 dólares en el año 2000 (ambas cifras en dólares de 2002), lo que representa una subida real que es el doble de la media nacional durante el mismo período de 20 años. Hay otra forma de verlo: los apartamentos vendidos en 1984 tenían un precio de 4.015 dólares por metro cuadrado. En 2002, el precio medio de venta ( en dólares constantes de 2002) se había disparado a 6.685 dólares por metro cuadrado.
Obviamente, el aumento de la demanda es parte del esquema. Pero, ¿por qué la oferta no subió lo suficiente como para mantener los precios estables? A pesar de que los precios están por las nubes, la cantidad de viviendas ha crecido menos del 10% desde 1980. En cambio, en los años 50 se construyeron decenas de miles de apartamentos en Manhattan y los precios no variaron.
Los incrementos de los costes de producción no son ni de lejos una razón para los aumentos de precio. Gyourko, economista de la Universidad de Pennsylvania, y sus coautores de Harvard, calculan que los costes de construcción de un típico apartamento en Manhattan eran, como mucho, de unos 3200 dólares por metro cuadrado, alrededor de la mitad del precio medio de venta. Esta diferencia entre los costes de construcción y los precios exigen una explicación.
De modo que, ¿por qué han subido los costes de la vivienda en Manhattan? Los autores creen que la respuesta está en la regulación de vivienda. Citan cosas como la recalificación del suelo, permisos de uso e inspecciones de construcción. También señalan las exigencias que hay para la protección de lugares históricos lo cual puede absorber los recursos en contiendas de relaciones públicas y provocar retrasos costosos en la construcción.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la familia, el matrimonio y el sexo? ¿Cómo es que el alto coste de la vivienda hace que sea más difícil que la gente cumpla con las exigencias de la moralidad cristiana?
Mírelo de esta forma: nuestros cuerpos están físicamente listos para la reproducción cuando somos adolescentes. En realidad, la edad promedio de la primera menstruación ha estado bajando y cada vez hay más niñas de 13 años biológicamente preparadas para la maternidad. Pero no están listas para la independencia económica hasta estar cerca de cumplir los 30 años.
Eso significa que tenemos una diferencia de 15 años entre el momento en que estamos biológicamente listos y el momento en que estamos económicamente listos. Todas esas hormonas incontenibles tratando de que nos reproduzcamos. La diferencia entre la edad de las primeras menstruaciones y la edad primera del matrimonio crea, digámoslo así, cierta tensión en la sociedad. En estos momentos, la clase media se las arregla con anticonceptivos y los pobres con ayudas sociales.
A los adolescentes de clase media les dicen que el sexo antes del matrimonio está bien, siempre y cuando no termine en embarazo. De modo que se puede tener unos 10, 15 ó 20 años de sexo estéril antes de estar preparados para sentar cabeza, casarse y tener hijos. Se desarrollan ciertos hábitos durante esos años, hábitos sobre la forma de ver el sexo, el trato con la pareja y lo que esperamos de ella y de la vida en general. Estos hábitos entorpecen activamente la capacidad de construir matrimonios felices y duraderos. Cuando finalmente se quiere tener hijos, hay que desaprender muchos de esos hábitos.
Y esto sin mencionar que la fertilidad retrasada a menudo significa fertilidad reducida. Muchas mujeres listas que pensaban que era prudente esperar hasta los 30 para tener hijos, descubren con consternación que ya no pueden tenerlos.
¿No sería algo bueno que hiciéramos posible económicamente que los veinteañeros se pudieran casar durante los mejores años de fertilidad? En generaciones anteriores, una pareja de 18 años podía casarse y tener éxito.
Los que respaldan las regulaciones de vivienda son los dueños de las viviendas. Típicamente favorecen las regulaciones que aumentan el valor de sus casas. Mi esposo y yo vivimos en el sur de California. Somos propietarios de una casa. Cada vez que sube el mercado inmobiliario, nuestro balance mejora. Pero esos mismos incrementos de precio hacen que sea más difícil que nuestros hijos puedan vivir cerca de nosotros. A menos que se muden con nosotros. No sé qué pensará usted pero yo ando buscando otra solución mejor.
Claro que no hay excusa para el pecado. Por otra parte, los adultos tienen como responsabilidad hacer lo que puedan para ayudar a que los jóvenes vivan de acuerdo a las enseñanzas cristianas. Podemos hacer algo con el alto precio de la vivienda. Podemos disminuir los requisitos para conservar monumentos históricos, las declaraciones de impacto medioambiental y el resto de las regulaciones para la vivienda. No deberíamos aumentar tanto los precios de manera artificial como para que los treintañeros tengan que estar viviendo con sus padres. Pero como ven, el alto coste de la vivienda sí que tiene algo que ver con el sexo, el matrimonio y los bebés.
La Dra. Jennifer Roback Morse es investigadora especialista en Economía del Instituto Acton para el estudio de la religión y la libertad y autora del libro Smart Sex: Finding Life-long Love in a Hook-up World.
*Traducción por Miryam Lindberg del artículo original.

Gentileza de LD

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