martes, abril 25, 2006

Josep Pla

Palique
Josep Pla
Santi Lucas

26 de abril de 2006.
Siento un cierto rubor ante este comentario. El pasado domingo se cumplió el 25 aniversario de la muerte de Josep Pla. La reciente edición, por primera vez en castellano, de sus cientos de artículos sobre la II República Española, reunidos ahora en un solo tomo, es una oportunidad excepcional y sustanciosa para celebrar un recuerdo que nadie debería perderse, de la misma forma que se pueden recomendar sin decepción cualquiera de sus treinta mil páginas escritas. Debo decir enseguida, para desvelar mi subjetividad, que se trata de uno de los escritores principales y preferidos que tengo al alcance. Pero no soy ningún experto en Josep Pla, ni la persona más indicada tampoco para hacer juicios pertinentes sobre la verdadera importancia de su fecundísima obra.La casualidad hizo que diera un día con el Cuaderno gris, y me prendara de su autor para siempre. Conservo a buen recaudo la obra de Josep Pla, editada con cuentagotas en castellano; sumo los títulos con un empeño fiel en el que han colaborado muchas personas queridas que conocen esta afición e, incluso, ante los límites derivados del idioma, y para no interrumpir el placer de acceder a nuevas cosas, practico algunos ratos con el diccionario de catalán-castellano que me regalaron el verano pasado.Sobre Josep Pla se puede llegar a saber algo leyendo sus obras, y también siguiendo la guía magistral de personas inteligentes y entendidas de verdad, que han desmenuzado las palabras del ampurdanés con un afecto valeroso y con un provecho soberbio, como es el caso, por poner unos ejemplos, de Valentí Puig, de Arcadi Espada o de Xavier Pericay. Hay otros, y otras, lo sé.Este largo exordio viene a cuento de un ciclo de conferencias sobre Josep Pla, organizadas por La Caixa, en las que ha reaparecido Jordi Pujol (aunque no sea el único espectro del programa). El Periódico de Catalunya ha titulado como síntesis de la charla: "Y Pujol explicó la verdad". "No leía lo que Pla escribía sobre mí porque no soy masoquista", dice Pujol. No lo leyó, ni lo apoyó, ni lo respetó, ni lo valoró, ni le hizo maldita la falta al escritor para desplegar todo su genio. "De Pla, únicamente queda su obra", sentencia Pujol. De Pla queda, precisamente, una obra espléndida que sobrevive lozana y preciosa, incluso a las conferencias de La Caixa y las idioteces de Pujol.

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