martes, abril 25, 2006

El verdadero rostro del estado

miercoles 26 de abril de 2006
EL GRAN ENEMIGO DE LOS POBRES
El verdadero rostro del Estado
Por Alejandro A. Tagliavini
Mientras el tema de la inmigración está candente, seis personas murieron al incendiarse un taller textil en un barrio de Buenos Aires. Allí trabajaban y vivían hacinados unos 50 inmigrantes bolivianos, en condiciones similares a la esclavitud: Hayek se quedó corto al calificar el estatismo de camino de servidumbre.
Una pareja sobreviviente relató que trabajaban 18 horas diarias, sin tiempo libre, y entre los dos ganaban 700 pesos mensuales (230 dólares). Aunque hace dos años vagaban por Buenos Aires.

Según denunciaron sindicalistas y políticos, estos talleres "no pueden existir sin (...) un sistema de coimas generalizado: frontera, policía, inspectores", por el que cada comisaría "levanta unos 60.000 pesos". De hecho, la propiedad incendiada estaba habilitada por el Gobierno como taller textil.

A raíz de las graves irregularidades descubiertas, el Gobierno admitió que hubo "fallas", y reconoce que en Buenos Aires hay unos 4.000 bolivianos "reducidos a esclavitud" en 1.600 talleres y fábricas. Además, otros 11.000 inmigrantes de Bolivia trabajan en la economía informal.

Irónicamente, el Gobierno, en particular la ridícula Secretaría de Derechos Humanos, dice que "dará una pelea frontal" contra "la condición de esclavitud". Y digo ridícula porque hoy el Estado es una organización que utiliza el monopolio de la violencia para imponer la "legalidad"; es decir, lo que la "mayoría democrática" decide imponer, aunque sea este Estado esclavista.

La falta de trabajo no se debe a que la tecnología desplace mano de obra. Por el contrario, los avances técnicos potencian el rendimiento del capital, que es lo que produce empleo. Hoy, la gran mayoría trabaja en actividades que son producto del desarrollo: fábricas de automóviles, empresas de telefonía y tantas otras.

Mientras en la poco desarrollada América Latina existe una asfixiante legislación laboral, el desempleo en Estados Unidos, el país más tecnológicamente desarrollado, es de 4,7%, y allá el avance social es consecuencia del desarrollo natural del mercado. Cuando las exigencias coactivas del Estado son mayores a las que el mercado puede absorber, los empresarios sencillamente no emplean personal o funcionan en la economía informal.

El gran economista francés Jacques Rueff encontró, durante un período con un 20,9% de desempleo en Inglaterra, que cuanto más altos son los salarios menor es la demanda de mano de obra. La curva muestra que si el Estado permite que bajen los salarios, la desocupación desaparece. Por ello es que los salarios mínimos tienden a crear mayor desempleo entre los más jóvenes y los menos capacitados.

Recordemos lo que denunciaban los inmigrantes bolivianos sobrevivientes: antes de este trabajo esclavo estaban todavía peor, vagando por las calles a causa de la desocupación que provocan las leyes del Gobierno. Luego la presión impositiva y las ridículas regulaciones estatales provocan que muchos "empresarios" trabajen en la informalidad.

Pero el Gobierno, en lugar de dejar el Estado policial, que destruye el mercado laboral, impidiendo que se logren trabajos dignos, anunció que redoblará los allanamientos y cerrará algunos talleres, dejando en la calle y sin alimentación a muchos inmigrantes. Otra consecuencia será el aumento de la corrupción, que siempre es proporcional al poder arbitrario del Estado.

Desde agosto se han clausurado 180 talleres. "Más de la mitad reabrieron en menos de tres días", reconoce el Gobierno. Los inmigrantes bolivianos y varios propietarios de talleres textiles donde trabajan cientos de personas rechazan las inspecciones del Gobierno: "Nos toman como delincuentes, cuando hemos venido a trabajar", dijo el dueño de un taller al pedir a la Legislatura un "proyecto de ley" que regularice ese tipo de locales.

Mejorar el nivel de los salarios sin provocar desocupación se logra con la capitalización del mercado, ya que esto tiende a absorber mano de obra, presionando los salarios hacia arriba, a la vez que aumenta la productividad, presionando los precios hacia abajo. Así, la desocupación y los bajos salarios tampoco se combaten cerrando las puertas a los inmigrantes, que, por el contrario, crean mayor riqueza.

España progresó notoriamente a pesar de la llegada de casi cinco millones de inmigrantes desde 1999. Si su sistema de Seguridad Social no aguanta se debe a que el Estado obliga a hacer aportaciones inconvenientes que muchos evaden, recayendo sobre pocos toda la carga.


© AIPE
Alejandro A. Tagliavini, analista político argentino.

Gentileza de LD

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