viernes 28 de abril de 2006
El rebaño
Óscar Molina
Q UE una alta porción de nuestra sociedad está enferma es algo que me parece que no admite mucha discusión. La duda es saber qué capacidad de contagio tiene la mentecatez social sobre la totalidad, y sobre todo, en qué consiste el estado terminal del espíritu de manada que nos afecta. Las excepciones son escasas, y se alimentan de un porcentaje cada vez menor de personas que son capaces de resistir las inyecciones de morfina que llegan de todas partes, hábiles para ignorar los cantos de sirena del consumismo engañoso que nos arrasa e íntegras para no haber perdido un ápice del mínimo espíritu crítico, la valentía de pensar por sí mismos y desnudar lo poco o nada que hay tras palabras grandilocuentes carentes de significado. Pero, repito, mayormente somos el típico rebaño occidental, saciado de artículos consumibles al alcance de cualquiera. Un conglomerado de gente a lomos de un alarmante déficit cultural que satisface sus inquietudes adquiriendo unos bienes y servicios por los que donamos entre 45 y 50 horas semanales de trabajo por término medio, a pesar de que la jornada oficial es mucho menor. La dieta intelectual típica se basa en la televisión, “internet” y la prensa hablada o escrita donde se manipula a destajo. Una legión de deudores enfangados en hipotecas millonarias para comprar pisos de 80 m. cuadrados, que halla su felicidad en la quimérica posibilidad de llenar el carro de la compra a precios impensables y que se cree tocada por el privilegio del lujo cada vez que puede permitirse hacer cosas que hasta hace nada estaban reservadas a unos pocos. Pero el acceso de todos a todo tiene un evidente precio para muchos. Sobre todo para las mismas cosas de las que presuntamente disfrutamos. El billete de avión que se obtiene hoy a 35 euros ofrece algo bien distinto de la exclusividad que compraban los pudientes de hace años. Hoy se vuela en aviones atestados en los que un sufrido pagano permanece durante horas con las rodillas casi pegadas al pecho por la falta de espacio, y sobrevive con la comida que se trae de casa. Existen proyectos para que en la Clase Turista se empiece a volar de pie, mientras se aumentan las comodidades y lujos de las Clases Preferentes. Seguimos separados por el abismo que pretendíamos abolir, pero de alguna forma se nos anestesia para que sólo veamos que podemos permitirnos volar. Se persigue de manera implacable a los Profesionales, los Expertos, y se trata de convertirlos en meros trabajadores porque es necesario acabar con la Excelencia, de manera que se pueda bajar el valor de las cosas y ponerlas al precio de mercado. No importa, el rebaño paga, consume y sigue dormido. EL furor inmobiliario nos pone a todos en casa, en la nuestra, en la que pagamos a cambio de una hipoteca que literalmente dejaremos a nuestros hijos el día en que faltemos. Pero el rebaño es feliz, tiene su piso, paga, consume y sigue la siesta. La dormidera de realidad que nos engaña con la Fiebre Visa apuntalando el sistema. El entorno en el que nadie, ni siquiera los partidos políticos supuestamente progresistas, se atreve a alzar la voz para denunciar que en 1990 los sueldos de los Directivos de las empresas eran 85 veces superiores a la media de los de sus empleados, y hoy son 500 veces más altos. Los campeones de la Justicia Social participan de la fiesta apuntados a administradores del letargo y caminando del brazo con unos listos que se distinguen por alcanzar acuerdos birriosos para los trabajadores a los que presuntamente representan. Sindicalistas que han descubierto que su hueco en el juego está en allanar el camino al ensanche de la brecha y hacer el caldo gordo a los virtuosos de los balances, a los usufructuarios del sueldo multiplicado por 500, para que éstos puedan seguir gestionando a un personal cada vez más barato, menos cualificado y continúen haciendo maravillas con los precios que retroalimentan la farsa. Luego, esas mismas ovejas durmientes son las que se atiborran de lo que producen y colocan la medalla de los costes a los que viajan en Preferente y no necesitan pedir dinero al banco para comprar una casa. No pasa nada, viajaremos de pie, pero volaremos, y seguiremos con la siesta. El rebaño se ha vuelto muy cobarde, y no pone ya la proa a los lobos que se han hecho dueños de sus pastos. Prefiere no ver el pan para hoy y hambre para mañana que significa perder la cara a quien te quiere someter e imponerte un modo de vida y unas decisiones colectivas al margen de tu conciencia. Porque el rebaño hace tiempo que abandonó los principios y sólo quiere que le dejen disfrutar feliz en su prado alegre y confiado. No quiere que se le moleste con problemas, y elige la vía rápida para afrontarlos, echarlos a un lado y seguir su siesta. Escoge contemplar las bragas de una señora famosa por salir con futbolistas, o se regodea en la contemplación de una enferma mental filmada desde muy lejos. Se da más al indudable interés que tiene la exhibición de cornamentas, dimes, diretes, querellas de profesionales del morro y exclusivas de oportunistas, que a despertar y poner su mirada en todo lo que están haciendo con lo que tenía; con lo que le ha permitido vivir en Paz y Libertad. Y es que el rebaño se llena de tópicos que le hacen creer que tiene ideología y piensa por sí mismo. Se embelesa con cuatro frases inconsistentes que no dicen nada, pero suenan muy bien, y disfrazan a la perfección su tendencia al egoísmo, su rendición por falta de armas morales, y su distanciamiento por los que han sufrido para que el rebaño pueda disfrutar lo que disfruta. Estas sentencias para encandilar a bobos son perfectas como lavado de conciencia para una sociedad en la que la mediocridad empieza ser mérito, lo vulgar finalidad y el compromiso una vetusta reminiscencia de quienes ya no saben por dónde van los tiros. No es difícil entonces colar a este rebaño los derechos “humanos” que se piden para simios y se niegan a embriones de su misma especie. Ni tampoco es demasiado trabajoso vaciarle el concepto de su Patria por el camino de acabar con su propia Historia. “¿Los Reyes Católicos? No sé, ¿En qué equipo juegan?” Te preguntarán algún día mientras repasan los anuncios de residencias de ancianos, buscando dónde meter al abuelo que ha soltado su primera tos. Luego, se les encogerá el corazón con el llanto de una Don Nadie despechada, se irán a la cama y al día siguiente seguirán maquinando cómo despellejar al hermano para quedarse con la herencia. Por eso, por esa vaciedad, si alguien grita “Paz”, el rebaño ni siquiera se preocupa de que les ofrezca una Paz tan de Bajo Coste como los billetes de avión que compra. Es Paz, a fin de cuentas. Del mismo modo que viajar en avión es viajar en avión, aunque sea como sardinas en lata. Si les hablan de “consenso”, “tolerancia” o “talante” el rebaño está rendido de principio, porque ya venía sin armas. Ya se han encargado algunos que vuelan en Preferente y no piden dinero al banco para comprarse una casa de elaborar un sistema que ponga la majadería en Bolsa, con la inestimable colaboración de quien a lo mejor no tiene ansias monetarias, pero rezuma por todos sus poros indomable glotonería de Poder y de satisfacción para su ego. El mismo apóstol de la cosa ha hecho una encomiable labor con su trabajo de otorgar anatema o gloria a las palabras que designan valores, convirtiendo algunas, como “Nación” en “discutidas y discutibles”, y elevando mentecateces como “La Alianza de Civilizaciones” al altar de la religión progre. Y no nos engañemos, que esto no empezó con él, viene de largo. Pero da igual, el rebaño duerme. ¡Y además vuela en avión!
jueves, abril 27, 2006
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