martes 25 de abril de 2006
IBEROAMÉRICA
El diferendo entre Uruguay y Argentina
Por Hana Fischer
La tensa situación tiene perplejo a más de un observador. Buscan diferentes explicaciones para comprender cómo algo en apariencia tan técnico y sencillo de resolver ha derivado en el persistente enfrentamiento entre ambas naciones.
El problema, en apariencia, surgió porque dos importantes industrias europeas dedicadas al procesamiento de celulosa decidieron radicar importantes inversiones en Uruguay, y el sitio escogido para instalar las fábricas fue junto al río Uruguay, que es la frontera entre ambas naciones. A partir de ese momento hubo intensas movilizaciones de los ambientalistas –de las dos orillas– para evitar que tales obras se realizasen. El argumento esgrimido era que iban a contaminar el río.
Los ambientalistas argentinos, como "medida de protesta", han procedido a impedir la libre circulación por vía terrestre desde la Argentina hacia el Uruguay, bloqueando el acceso a los tres puentes que sobre el río unen a los dos países. Las autoridades argentinas han actuado con negligencia, permitiendo que se impida el paso en la frontera. Se sospecha que, desde las sombras, altas figuras gubernamentales en la Argentina están alentado el corte de las rutas, lo cual ha provocado numerosas protestas del Gobierno uruguayo.
Pero el problema es más complejo de lo que a primera vista parece, e involucra aspectos tan profundos que nos hacen vaticinar un empeoramiento paulatino del escenario, aunque es importante destacar que no hay actores inocentes.
Empecemos por los ambientalistas. Están imbuidos del espíritu de "cruzada santa" y parecen convencidos de que el fin justifica los medios. Como cualquier fanático, no parecen percibir que están violando fundamentales derechos individuales, como el derecho a circular libremente y a trabajar. No les importa perjudicar a terceras personas impidiendo el tránsito de familiares, turistas y mercancías.
Es la intolerancia más rampante, vestida con los ropajes de los "sentimientos elevados". Se trata de un ataque tan frontal al Estado de Derecho y a la convivencia pacífica que eventualmente podrá explotarles en la cara.
Los gobernantes uruguayos, que tanto se rasgan las vestiduras, tampoco están libres de culpa, sino que están cosechando lo que con tanta despreocupación sembraron durante años, con el fin de llegar al poder.
Hagamos un poco de historia. La aprobación de la instalación de las papeleras en territorio uruguayo se hizo bajo el anterior Gobierno. En ese entonces Tabaré Vázquez apoyó a los ambientalistas y sembró un mar de dudas con relación al control del medio ambiente. Asimismo, durante la pasada campaña electoral Néstor Kirchner visitó el Uruguay. En esa ocasión y en actos oficiales hizo varios comentarios favorables a la candidatura de Vázquez, con el objetivo deliberado de favorecerlo en las elecciones. En ese momento las principales figuras frentistas se quedaron calladas y no le reprocharon su intromisión en los asuntos internos de la nación.
La misma actitud tuvo Vázquez frente a todas las ayudas brindadas por las autoridades argentinas, que sin duda fueron decisivas para que obtuviera el triunfo electoral en la primera vuelta.
A todo esto hay que sumarle la propia personalidad de Kirchner. Es quien mejor encarna al ex dictador Juan Domingo Perón de la extensa galería de presidentes que el "justicialismo" ha dado a la desafortunada Argentina.
A Vázquez le va costar demostrar que no es un "vasallo" de Kirchner, especialmente ahora que Kirchner está empeñado en señalarle al mundo que Uruguay es en realidad tan solo una provincia argentina.
En conclusión, lo que está ocurriendo es que, como diría Milton Friedman, en política "no hay almuerzo gratis".
© AIPE
Hana Fischer, analista política uruguaya.
Gentileza de LD
martes, abril 25, 2006
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