viernes 28 de abril de 2006
DOS AÑOS DE DESGOBIERNO
La España del talante
Por Ignacio Villa
Cuando Rodríguez Zapatero ganó en marzo de 2004 las elecciones generales, era muy difícil saber cómo iba a ser una legislatura que se iniciaba con la sombra triste y sobrecogedora de los atentados más atroces de la historia de España. Dos años después, el diagnóstico es fulminante: estamos en la legislatura más desastrosa del actual periodo democrático en España.
Dos años de gobierno es mucho tiempo; pero normalmente los dos primeros años de un mandato legislativo suelen ser el tiempo más placentero para un gobernante. Después de los primeros ajustes de un Ejecutivo siempre comienza la etapa más lucida de gestión, de medidas y de apoyo ciudadano. Con Rodríguez Zapatero, lejos de cumplirse esta costumbre, la situación se ha convertido en altamente inestable.
Hemos asistido a dos años de un Gobierno cuya mayor obsesión se centra en hacer "oposición" a la "Oposición". Han dinamitado, de forma obsesiva, todo el trabajo realizado por los Gobiernos de Aznar; han buscado el enfrentamiento, sin tapujos, entre los distintos modelos de sociedad; han arremetido contra todo y contra todos los que no piensan como el Ejecutivo; han utilizado, con toda la demagogia imaginable, los tópicos de la izquierda; han demolido la estructura constitucional del Estado, han abierto las puertas a los separatismos y han utilizado la persecución como estrategia política para alcanzar sus objetivos.
La muestra más clara de lo que estamos viviendo es la larga colección de manifestaciones que desde el verano de 2005 se han venido sucediendo. Nunca tanta gente se había congregado en la calle por motivos tan distintos y con un Gobierno con tan poco tiempo en el poder. Además, si ese Ejecutivo es de izquierdas, la situación es todavía más novedosa. Pero por encima de todo es una muestra clara de la debilidad de un partido que llegó al poder con la sombra de los atentados del 11 de Marzo.
La matanza de Madrid, dos años después, sigue siendo la gran losa de Rodríguez Zapatero. Con una estrategia tosca y zafia, el Partido Socialista se encuentra en un laberinto de imposible salida. Desde el Gobierno se trabaja incansablemente para enterrar lo ocurrido el 11 de Marzo: con pruebas falsas y desaparecidas, con una investigación policial incompleta, con una comisión de investigación inútil y con una operación mediática de desprestigio contra todos aquellos que simplemente pretenden conocer la verdad.
En el ecuador de la legislatura, el presidente del Gobierno no ha conseguido hacer olvidar los atentados del 11 de Marzo. Y desde luego que lo ha intentado. Zapatero, que no ha escatimado esfuerzos para dividir a las víctimas, no ha aceptado nunca que su triunfo electoral esté determinado por los atentados del 11 de Marzo. Nadie pone en duda la legitimidad de los resultados; pero al mismo tiempo no se puede olvidar que desde el Partido Socialista se rompió el día de reflexión –algo insólito en la democracia española–, y desde sus terminales mediáticas se incitó sin pudor a manifestarse ante las sedes del Partido Popular al grito de "¡asesinos!, ¡asesinos!". Ésa es la verdadera historia, ésas son las horas previas a la victoria electoral de los socialistas. Pretender que por la propaganda mediática de sus amigos las cosas se pueden olvidar es una torpeza propia de una mezcla de maldad, sectarismo e ingenuidad.
Zapatero prometió la España del talante y lo que ha conseguido es la España de la división, del enfrentamiento, de la tensión, de las heridas, de los bandos. En definitiva, estamos en la España del desgobierno. Con un Ejecutivo que sólo mira hacia atrás, que no gestiona, que no conoce lo que es la responsabilidad. Es lamentable que en Moncloa sólo se hable de la guerra de Irak o del Prestige, claro síntoma de una pobreza política lamentable para la sociedad española.
Nos encontramos en la mitad de una legislatura, y lo que se percibe es que estamos en el final de un ciclo, en los últimos estertores de una etapa. Precisamente en este diario se recoge la crónica política de unos meses en los que en España nos hemos acostumbrado a los sobresaltos, a la política del amiguismo, al ninguneo para los que piensan diferente y al desprecio para los que se salen de la línea oficial. Es la verdadera crónica de la España del talante. La de un Gobierno que no gobierna.
NOTA: Este artículo es la introducción de La España del talante, el primer libro de nuestro columnista Ignacio Villa (Styria, 2006; 223 páginas).
Gentileza de LD
jueves, abril 27, 2006
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