miercoles 26 de abril de 2006
Israel debe dejar de ceder
por Joaquín Santiago Rubio
Dos son las ideas basadas en mitologías supersticiosa con aspecto racional que afectan muy gravemente a la opinión pública de hoy. Una tiene que ver con la percepción que se tiene de los Estados Unidos de América y su papel real en el mundo moderno, tan lejos del propagado por odio y reiterado por ignorancia y, también, envidia. La otra, y es la que aquí trato, afecta a los judíos y la existencia legítima del Estado de Israel. En este caso, los precedentes históricos resultan, además, trágicos, pues colocaron al borde de la desaparición a un pueblo ejemplar cuya aportación a las ciencias, el arte, la cultura y, en definitiva, a la civilización, superan con creces al número de judíos que históricamente hubo en el mundo. No obstante, los sucesos recientes, que incluyen el abandono de los territorios ocupados, la radicalización de Irán y la victoria de Hamás, hacen temer por la orientación que adopte el nuevo ejecutivo de Olmert.
En estos momentos Israel se encuentra en una situación delicada. Tras la desaparición política de uno de los más importantes líderes israelíes de su historia, Ariel Sharon, el gobierno salido de las urnas, coalición del ganador Kadima, los laboristas y otros grupos de la Knesset, incluidos los ortodoxos y excluido el Likud de Netanyahu, el nuevo gobierno se enfrenta a los efectos no deseados de una parcialmente culpable política de cesiones unilaterales de territorios, que llevó a Hamás al control de los territorios árabe-palestinos.
La política de Ariel Sharon de abandono de los territorios ocupados, no hablemos de devolución puesto que ninguno de los propietarios precedentes se ha hecho con las tierras abandonadas, ha transferido validez a las reivindicaciones palestinas de recuperar territorios. Una validez, a mi juicio, inmerecida, puesto que no es legítimo reclamr las tierras perdidas sin antes se ha pretendido arrebatar las suyas. Eso han intentado los árabes desde la independencia de Israel hasta hoy y, hasta que los estados árabes vecinos y los de Palestina no rectifiquen realmente su intención expresada a veces y ocultada otras de hacer desaparecer a los israelíes del mapa político, los políticos de éstos no pueden ceder argumentos que los envalentonen.
Si uno observa el mapa del contexto histórico y geopolítico que afecta al Estado de Israel puede comprobar que el judío es, sólo por el peligro que ha conjurado una y otra vez desde que en 1947, la ONU decidió partir Palestina en dos zonas de igual extensión para que los árabes y los judíos estableciesen sus respectivos estados en ellos. La intransigencia de los gobiernos árabes de la zona les condujo a rechazar el plan, a impedir la formación de nuevos estados organizando ataques a civiles judíos que respondían con el mismo expediente. Al año siguiente los judíos fundaron el de Israel, de acuerdo con la resolución del organismo internacional.
A mi entender, la legitimidad del Estado de Israel es total desde ese mismo momento. Tanta poseyó desde el principio como hubiera tenido, igualmente, el Estado Árabe palestino si se hubiese constituido como tal. Pero no fue posible y aún sigue sin serlo. En 1947-48 el fracaso vino de la mano directa de los cinco países árabes –Líbano, Siria, Irak, Jordania y Egipto- que intentaron invadir a Israel el primer día de su existencia y establecerse como ocupantes de Palestina. Rechazaban su existencia así como la de su pareja territorial formada por árabes. La desigual guerra fue una victoria no sólo de los israelíes, sino, de todos aquellos que no utilizan la negociación y acuerdo sólo cuando previamente han intentado la laminación del vecino. Justa también fue la ocupación del 78% del territorio total que la ONU propuso para el reparto.
A partir de ese momento la de Israel fue toda una odisea animada por la firme voluntad de sobrevivir a pesar de todo para, desde la precariedad de sus milicias, lo exiguo de su administración, la vesania agresora de todos los estados árabes que lo rodean y la incomprensión internacional tanto en tiempos de la Guerra Fría como actualmente, lograr llevar a cabo una sociedad viable. Por si esto fuera poco, dentro del territorio administrado por los israelíes viven cerca de 500.000 árabes, un 19% de la población que gozan, en buena parte, de derechos similares a los de los israelíes aunque, justificadamente, el peligro que supone la amenaza de los terroristas suicidas albergados entre la población y un nada desdeñable sentido de la autoprotección como pueblo llevan a los israelíes a marcar distancias respecto de la población árabe. Fuera del hecho de que los árabes, por motivos religiosos y culturales, rechazan y rechazarán siempre a los judíos, sus vidas se desarrollan con más confort, seguridad y derechos que los de sus hermanos de los territorios bajo administración propiamente árabe.
Tantos como sean los intentos y las declaraciones de expulsar a Israel de Oriente Próximo, tantas han de ser las confirmaciones morales y políticas de que los judíos tienen más derecho a su seguridad y existencia. Las tierras que los colonos han abandonado son de su legítima propiedad porque han sido obtenidas en guerras justas y concesiones legales. Por ello, el gobierno de Olmert no sólo ha de cuidarse de tener suficientes apoyos parlamentarios, sino que, además, ha de revertir totalmente la política previa a la victoria de Hamás.
La biografía de Sharon lo acreditan como héroe histórico pero su legado de última hora convierte en sensatas las palabras de Benjamín Netanyahu reclamando la vuelta a un tipo de liderazgo del tipo del también histórico Menahem Begin.
martes, abril 25, 2006
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