lunes 4 de agosto de 2008
Genocidas serbios
Ignacio San Miguel
E STAMOS tan acostumbrados a leer sobre crímenes y corrupciones políticas que se nos puede escapar la particular villanía de algunas personas y situaciones. Muchos optan por no enterarse, pues prefieren vivir en la beatitud de un mundo virtual de cantos, risas y felicidad indefinida. Pero esto es a costa de no parar mientes en hechos terribles y hacer caso omiso de personas que han sufrido y muerto horrorosamente.
Radovan Karadzic, con la ayuda de su brazo ejecutor Ratko Mladid, y bajo el patrocinio del pervertido Milosevic, fue el responsable del cerco de Sarajevo, de sus doce mil muertos y de la salvaje matanza de Srebrenica, con ocho mil asesinados. Aparte de estos hechos puntuales a Karadzik se le hace responsables de la muerte de trescientas mil personas y todo tipo de atrocidades.
El cerco de Sarajevo fue particularmente cruel. La gente moría de hambre, pues se impedía la llegada de alimentos. Tambi9én estaban los francotiradores, promocionados por Karadzik, que disparaban sin discriminación a todo aquel que caminara por la calle. Recuerdo a uno de estos francotiradores que salió en la televisión española. Limpiaba y preparaba su rifle cuidadosamente. Era un tipo de mirada fría y calmosa. A una pregunta o comentario del corresponsal, dijo: “Algunos, cuando fallan un tiro, hacen otro disparo. Yo, no. Yo hago seis disparos”, haciendo un gesto como de amenaza a quien tuviera el atrevimiento de esquivar sus disparos. Una ocurrencia de asesino de la que parecía estar satisfecho.
Era tal la desesperación de mucha gentes en Sarajevo que, deseando acabar con todo, algunos se colocaban apoyados en el pretil de un puente, sabiendo que eran blanco fácil para los francotiradores. En efecto, poco después caían abatidos. Se puede decir que era un suicidio por delegación. Y de toda esta monstruosidad era responsable Karadzic. El cerco duró unos tres años, y no hace tanto tiempo de ello. Tres lustros escasos.
Al fin el cerco fue pulverizado por decisión de los americanos, que son los que siempre tienen que tomar las medidas decisivas en los asuntos de la impotente Europa. De esa impotencia y esa pasividad podría hablar mucho el actual Lord Owen.
Al terminar la guerra, Karadzic se escondió en Belgrado, adoptando otra personalidad. Ahora dicen que los servicios secretos lo han descubierto. Es el colmo del cinismo. A nadie con dos dedos de frente se le podrá convencer que durante estos casi tres lustros, Karadzic no fue protegido por los servicios secretos, ni por el gobierno del nacionalista Kostunica. Eso es algo que cae de su peso. En realidad, ni siquiera se molestan en disimularlo y la Prensa lo declara abiertamente. Y es lógico suponer que el mismo Boris Tadic, el jefe de gobierno actual, supiera dónde paraba Karadzic. Lo que es seguro es que confiaba en los servicios secretos al respecto.
Hay una doble vileza en todo esto. Por una parte, el haber protegido a un genocida, con lo que los servicios secretos y las autoridades se han hecho corresponsables de los terribles crímenes. Y, ahora, con el cambio de gobierno, con un Boris Tadic que es prooccidental y desea fervientemente la entrada de Serbia en la Unión Europea, se “descubre” a Karadzic en su escondite y se le envía al Tribunal Internacional de La Haya como ofrenda propiciatoria. Un oportunismo desvergonzado, que no resulta menor porque la vida de Karadzic no valga nada. Significa ni más ni menos que la moral y la justicia no cuentan absolutamente nada en determinados regímenes y en determinados países. Porque este criminal ha vivido protegido durante cerca de quince años, cuando tenía que estar encarcelado o ejecutado. Y ahora se le entrega al Tribunal no para reparar la injusticia, sino para conseguir algo codiciado a cambio.
Falta la entrega del brazo ejecutor, Ratko Mladic. Puede parecer raro que no lo hayan “descubierto” ya. Pero si se tienen en cuenta los antecedentes de Serbia, es lícito pensar en algún otro cambalache, en alguna forma de blindar la entrada en la Unión Europea. No son más que especulaciones, pero legítimas.
Y uno se imagina a la antigua Roma recibiendo a los criminales hasta entonces protegidos y ahora traicionados, y parando en seco a quienes esperaban el premio con aquella magnificiente, si bien cínica sentencia: “Roma no paga a traidores”
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4768
lunes, agosto 04, 2008
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