AUDIENCIA EN LA GASOLINERA, último thriller neoconsocialista.
01.11.11
Roberto Malestar Rodríguez
Del Ministro de Fomento por todo el país murmuran las hablillas, unas más altisonantes, otras cabizbajas, la unísona sentencia de que Pepe Blanco lo tiene negro. Es un murmullo viscoso y transversal a cuya epigrafía ya sólo falta el contenido rítmico de una copla, como la de los tiempos de la República en torno a Lerroux y el escándalo del estraperlo; copla en cuartilla verde —recuerdo de mis abuelos— que, semiextraviada, conservo todavía en un caos abisal de libros y papeles del que, aunque sea con escafandra, procuraré rescatar.
Yo no sé si Pepe Blanco lo tiene negro, como en la hablillas del “Caso Campeón” se dice y se comenta. Pero sí sé, en cambio, que el porvenir de su vida pública constituye hoy un dilema de problemática interrogación: ¿negro sobre Blanco o Blanco sobre negro? Como también sé que, al margen del blanco, siempre fue el negro, con su gama de sectarios cromatismos, uno de los colores más obsesivos del rojerío hispano. Así el color negro-Durruti, el color negro-sotana e, incluso, el color negro-gótico (ZP black-family) que en USA puede lograr su intensidad máxima si se le acierta a combinar paradoxalmente con una pareja de negros de la Casa Blanca, hasta alcanzar el tono de la Alianza de Civilizaciones más perfecto y representativo del negro color de la crisis. Lo mismo que el color negro-Lerroux, para la sapiencia de los doctores y abogados del Frente Popular, el color característico del período centro-derechista de la Segunda República, “el bienio negro”, conocido así por obra y gracia de los cuelgarrótulos propagandísticos de aquella secta historiográfica. Claro que, si se mira bien, no tan negro como el cuajarón de sanguinolencias in crescendo que de antaño ennegrece la bandera —centenaria hasta las arcadas— del Partido Socialista Obrero Español; un partido cuyo devenir político describe el éxodo que, pasando por la socialdemocracia frustrada, arranca desde su propio Mar Rojo de acción directa y pistolerismos hasta alcanzar el presente y sórdido marasmo, quién sabe si ya irremisiblemente encallado y arrumbado para la eternidad política en la cianótica desembocadura del neoconsocialismo.
Ahora bien, si cierto es que por todo el país murmuran las hablillas, en honor a la verdad, hay que precisar que si así lo hacen es con la excepción de Pepunto; quizá por ser éste, más que un Pepunto y aparte, un Pepunto final, pues no menos cierto es que esta barbuda Raquel Meller del PSOE de las JONS, con la basculante prestidigitación de sus yuxtaposiciones manuales, hoy representa como nadie la suprema flor de loto del estanque nacional de las mentiras. No sólo, en efecto, no murmura Pepunto de Pepe Blanco sino que, prodigiosamente, ha convertido las murmuraciones en honra filial de los deshonrados padres del murmurado: «Tenéis un hijo honesto [José Blanco], que lo único que hace es trabajar por España y Galicia las 24 horas del día.» Es que Pepunto es la taumaturgia heróica y varonil, la alquimia a calva descubierta frente a los implantes insalubres de Salobre; la esperanza socialista de los calvos que no tienen un pelo de tonto y de los tontos reimplantados que los tienen todos. —¡Yo no soy tonto!: fue la única verdad no sucedánea que Pepunto liberó en su siniestra vida; en el Congreso de la Comedia, dónde si no: el gran circo de la mamandurria y de los codiciosos Pinitos del Oro. Sus restantes liberaciones fueron siempre faroles de tahúr; o como el insalubre calvo de Salobre —el pojtulante a la Guardia de Franco que preside aquel Congreso—, Pepe Bono, ha dicho: un engaño para perros. Perros que sin ser peperos también comienzan con “Pe”, igual que Pepe Blanco, Pepunto o el mismo dicente, Pepe Bono: «Os ha dicho Blanco que Alfredo [Pepunto] era liebre falsa, yo os digo que es liebre eléctrica. Es la liebre que engaña a los perros, que engaña a las otras liebres, finalmente para que corran.»
Unos cuantos millones de perros españoles, perros engañados, ya están corriendo, despavoridos, para salvarse de la quema. Aunque también se dice que ningún perro muerde la mano de su amo, dudo mucho que los millones de galgos despellejados por el erial a que ha venido España, muchos de los cuales lamieron el 11-M y volvieron a relamer después, en la siguiente legislatura, la mano de estos amos —nuevos señoritos neoconsocialistas de la escopeta nacional—, deseen volver a lamérsela. ¡Ay esos galgos, amigos! Dios libre a sus amos de tener que correr delante de ellos.
Pepunto, por supuesto, quiere decir: señor Rubalcaba; no sea que los anacletos del CNI (Centro Nacional de Inteligencia, al servicio de España y de los españoles, según cacarea su patriótica leyenda) se trasladen a esta esquina ibérica para perseguirme, a mí también, con el coche oficial de la familia Picapiedra. Hacienda, Fiscalía y CNI, los tres pilares del nuevo Estado, constituyen, quiérase o no, la brigada social del Régimen neoconsocialista. Conviene por ello no jugársela con los ofidios de la política española: que Pepiño sea, pues, “don José”, y Pepunto “señor Rubalcaba”. Socialistas y obreros siempre, mas eso sí, por si acaso, ¡con los nombres bien claritos, eh!: Don Alfredo, Don José...
He ahí los fofitos del macrocutre club de la comedia socialista, la patética y putrefacta milikada del mayor patio de monipodio, inimaginable hasta su advenimiento, de la Historia de España. Y he aquí también, suum cuique tribuere —a cada cual lo suyo—, el comienzo de la nueva copla:
Eran dos tipos requete finos,
eran dos tipos medio “chiflaos”,
eran dos tipos casi divinos,
eran dos tipos “desbarataos”.
Si se encontraban en una esquina,
en las gasolineras o en un café,
siempre se oía, con voz muy fina,
el saludito de don José.
Hola don Pepito, hola don José.
¿Pasó vd. por Guitiriz? Por Guitiriz yo pasé.
¿Vió vd. la gasolinera? La gasolinera yo la vi.
Adiós don Alfredo, adiós don José.
Cónyugues, menestros y miembras socialistas. ¿Socialistas? ¡Neoconsocialistas del PSOE de las JONS! Socios-listos con aspiración a señoritos, señores de balde sin señorío. Listos-socios que, de por vida ajenos al don del Don, tienen de éste lo que el machadiano don de Don Guido.
Con un funeral político en ciernes, ¿a qué “Menestro” con dos gramos de sensatez —que no fuese el más listo que los demás Pepiño Blanco de Palas de Rey— se le ocurriría andar de audiencias por las gasolineras con su acomplejado tiqui-taca de saltitos, ¡a pecho descubierto y en pleno 5 de febrero!? Se me ocurre que sólo a un suicida, como coloquialmente se dice, para palmarla. Para palmarla doblemente, porque este “Menestro”, vástago lechón del PSOE, todavía pendiente del destete (otros podrán retornar a su profesión), se llevará a la tumba con él a su pingüe, grasiento y renqueante progenitor político.
Los sabios-ignorantes del partido planetario de los los Comités de Expertos en crímenes de indefensos nonatos y de las Conferencias para la Paz de los criminales natos harían bien en no despreciar otras sapiencias, como la secular de los refranes: «Cochinillo de febrero, con su padre al humero», que ya comienza a resonar en toda España con la premonitoria prospectiva de un esperado San Martín, el del 20 de noviembre; día de efemérides: por lo pronto, defunción de Franco y el PSOE de las JONS —UCD del siglo XXI para el que la generosa cuestación pública de los españoles proveerá una losa bien pesada en el Valle de los Caídos, no sea que pretendan volver a galopar después de recuperadas la cosechas y los campos.
Y otro tanto: harían bien en no echar en olvido el responso de Antonio Machado por los “dones” sin Don, ese poeta que los progresistas del regreso a la caverna antisocial del desahucio y la mendicidad, citándolo tanto para lo impropio, eluden sin embargo cuando se trata de lo propio:
Al fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!
[...]
Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo gran rezador.
[...]
Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?
¿Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?
¡Buen don Guido y equipaje,
buen viaje! ...
Qué llevó o qué llevaron, políticamente, es lo que menos importa. Claro que es importante lo que se llevan y no devuelven, ni pagan con la cárcel, quienes vienen saqueando España, nunca mejor dicho, con su afán de servicio público; los proxenetas del Estato que sólo ven en ella esa mujer pública cuyos servicios han “puesto en valor” a beneficio de sus codicias insaciables. Pero con un ordenamiento jurídico legislado ad hoc para la cohesión social de la mamandurria y una judicatura corrompida de jueces-políticos y políticos-jueces, sinceramente, ¿qué justicia podemos esperar los españoles? Acaso la injusticia de unos tribunales superiores que solicitan indulto para sus propios jueces mientras permiten sádicamente putrefacciones de 36 años de cárcel para desgraciados como el señor Miguel Montes Neiro. ¿Que no existe la tortura en España? ¿Y qué otra cosa más que tortura brutal y sádica es la inmoralidad sistematizada que se practica en el ámbito de la invocada Justicia? Todo ello bajo las plácidas y acomodadas sonrisas de mis paisanos el fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, y el ministro Francisco Caamaño Domínguez, ese Buda neoconsocialista de la Injusticia española.
La única justicia que cabe esperar, pues en verdad ya ninguna otra cabe, es la justicia con sangría social incluida por aplazamiento: la justicia demorada hasta el 20 de noviembre, la justicia de los votos, la única justicia verdaderamente fiel al fiel de la balanza. La justicia con la que los españoles podrán cobrar, en un solo y único día, los desmanes de la codicia a los usurpadores que han menoscabado hasta lo impensable una de las más importantes tendencias sociales y espirituales de la cultura, como lo es la del temple socializador que anida en el corazón de los hombres, defenestrando el socialismo español, enmudeciéndolo con la doctrina repugnante del se puede ser socialista y rico (la doctrina del narco PRI, PSOE mexicano, tan democrático pro domo sua como el PSOE de las JONS), con una política social de progreso consistente en la generalizada progresión de la miseria y con la limosna de Estado hecha negocio en favor de un partido-secta de indecentes vividores.
Sólo ésa, y ninguna otra inexistente justicia, será la única que, en un solo y único día, pueda ajusticiar al partido de la palinodia ya imposible, del neoconsocialismo indecente y sinvergüenza, putrefacto y descabezado de manera irremediable por su propia, sectaria e indolente codicia, para dar paso a la esperanza de un nueva organización socialdemócrata que acierte a integrarse por personas cuya ética efectiva —no de pasquín ni demagogias— sea capaz de ilusionar a los socialistas honrados que aún quedan por las tierras de España. Alguno de ellos habrá que, ejemplar y vigoroso, quizá no tarde mucho en alzar su voz en medio de la meseta mortecina de los mudos, que recuperando las suyas como milagrosamente, ilusionados le seguirán:
—Socialistas del siglo XXI, no os dejéis engañar por quienes han convertido el socialismo en un centro de negocios. Arrojadlos por la borda. Quemad la nave inhábil de sus tifus, sacrificaos ejemplarmente si en verdad deseáis construir una nueva e ilusionante nave, un partido auténticamente nuevo. ¡España también os necesita! A ella, excepto cuantos proxenetas conocemos, todos, absolutamente todos, le somos necesarios.
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© R. Malestar Rodríguez
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