lunes 21 de noviembre de 2011
Carta de despedida de Don Quijote a ZP
Alfonso de la Vega
El excelentísimo señor presidente del gobierno saliente de Su Majestad deja una España arruinada espiritual, moral, institucional y económicamente. El grado de devastación provocada por el gobierno de Su Majestad con la complicidad de todo un sistema político ecónomico financiero cómplice por acción u omisión de sus fechorías al no ya poner freno sino incluso jalear las mismas, es tal, que nos ha llevado a un momento histórico crítico del que nos va ser dificil salir con bien, si es que lo logramos.
El presidente Zapatero cuando aún era un escudero poco conocido invocó repetidamente a Don Quijote, y éste le despide como se merece en carta abierta que reproducimos a continuación:
Mal escudero José Luis:
Ahora que vas a pasar de jayán de popa a trono subido nos conviene hacer algo de memoria histórica, un breve repaso para recordar algunas de tus felonías más importantes desde que comenzaste tu lamentable carrera en el clan de Monipodio cría pobres en calidad de trainel, rufezno y jorgolino, hace ya algunos años.
La verdad es que, hoy ya repudiado malandrín, nunca pensamos que podrías dar tanto juego entre hampones y germanías cuando te dabas de calabazadas para intentar entender algo bueno o útil. Pero lo tuyo no es la Belleza ni la Justicia ni la Libertad. Con tu faz risueña de mostrenco irremediable te creías un cabarrús pero has resultado un gran enjambrador de entuertos y desaguisados. Lenguaraz mentiroso y fullero, progenitor de góticas criaturas, ablanda-brevas, botarate, badulaque, embaucador de madreselvas progres, generador de insacudibles balandranes que encajas con mérito mientras los adobas con lengua falsaria y viperina.
Cuando hacías méritos entre el vulgo y cohechabas para conseguir tu ínsula y luego, al principio de tu desastrosa gobernanza que, visto lo visto, mejor cabría calificar de tiranía, me has invocado repetidamente en momentos solemnes y yo siguiendo la fraternidad caballeresca que tú deshonras ha intentado ayudarte para indicarte cuatro verdades y evitar que te perdieras del todo por la tenebrosa senda. Y también porque comprendo que no todos los males del mundo te son achacables. Pero, bellaco malandrín fullero y descomunal, nunca me verás como el colega amparador de doncellas, Lohengrin, por el Escalda sobre una patera tirada por dos cisnes encantados como mi Dulcinea, ni menos animándote en el error como tantos malos compañeros que te lisonjearán como antes hicieran con tu ilustre antecesor en el cargo de presidente del gobierno de España y luego en la desgracia, si te he visto no me acuerdo.
Sabes que yo atendí a mi fiel escudero Sancho que fue un más que digno gobernador mientras duró su aventura y otro tal me disponía a hacer contigo cabeza de melón. Si hubieras seguido un algo su conducta te habrías, y nos habrías, evitado muchos malos tragos amén de tu actual deshonra y desvergüenza. Pero emulaste la de los encanallados duques, falsos nobles mohatreros conjurados contra la virtud que nosotros representábamos. Te hiciste tartufo mercenario de la plutocracia.
No me duelen prendas y he de reconocer que un primer momento antes de calarte en tu oceánica indigencia moral e intelectual, te estuve incluso agradecido, en primer lugar, por recordarle mi existencia al pueblo español, en buena parte tan ignaro y embrutecido gracias a los apesebrados titiriteros que tú tanto jaleas, que apenas permite que brille dentro de sí la estrella del Ideal, lo que demuestra riéndose cuando me aludes. En palabras de Lao Tsé, eso de que por la sonrisa del necio se conoce la grandeza del Tao.
Pero vamos a lo nuestro. Mis dos consejos principales a Sancho cuando iba a ser nombrado gobernador de su ínsula Barataria eran el del Temor de Dios y el del conócete a ti mismo. Y te los voy a aclarar en estos tiempos modernos para que te sirvan de meditación mientras ves pasar las nubes. Donde dice temor de Dios te adelanto que es otra forma de llamar a la sabiduría, si bien podrías emplear ahora la palabra ley moral universal o su concreción histórica como marco constitucional. Ese que has hecho trizas pese a haber jurado defenderlo. Porque un gobernante noble y leal ha de atenerse siempre en sus actos a los principios de orden superior que han de informar en todo momento su conducta. Cosa que tú, felón y majadero mendaz y miserable, aupado en la cucaña por otros no menores majaderos botarates, ganapanes, felones sino corruptos, tan miserables como tú, nunca has hecho. Por miedo o por estulticia, o por vanidad o por soberbia. O por que no se ha hecho la miel para la boca del asno.
Te explico gañán sonriente. El sentido que los cabalistas le dábamos en mi época es el bíblico "el temor del Señor es el principio de la sabiduría" o bien "está escrito, el secreto del Señor es para los que le temen". Y lo de la sabiduría aquí te sonará de cuando Platón, que por si no te suena te aclaro que fue un gran filósofo griego influido por el esoterismo pitagórico, se decidió a ayudar con sus consejos a su amigo gobernador de Siracusa y proponía si no un gobierno al menos un consejo de sabios siendo así que los poderosos en cuanto que tales es casi imposible que sean filósofos.
Y me gustaría que me aclararas, pero después que tú mismo te lo preguntaras, felón desmedrado, si crees acaso, por ventura, que los Pepiños, Rubalcabas, Chacones, Montillas, Pachis, Pajines, bibianas, puedan pertenecer al escaso número de filósofos o filósofas que en el mundo han sido, o si algunas de sus más que escondidas y nunca halladas virtudes pueden encajar dentro del ideal caballeresco.
Y aquí iba mi segundo consejo a Sancho: Conócete a ti mismo. Y ahora quizás puedas recordar las palabras del noble caballero Lincoln: "declaro que nunca he ejercido un control real sobre los acontecimientos, y confieso llanamente, en cambio, que son ellos los que han gobernado mis actos".
Pero ya que un acontecimiento terrible cuya autoría nos has querido averiguar hubo cambiado la suerte de España sacándola de la senda de progreso y bienestar como otros graves atentados estratégicos, los de Prim y Carrero, lo hicieron también en su momento, no debías haber olvidado la trágica precariedad de las circunstancias morales que te auparon al gobierno. Ni menos la peripecia veleta de tu abuelo militar que luego de reprimir la sangrienta y devastadora revuelta de tus correligionarios asturianos se ofreciera de espía a Zugazagotia para delatar a sus compañeros de armas.
Bellaco malandrín, te prohíbo que pongas mi honrado nombre en tu boca porque no tomarás el nombre de Don Quijote ni menos el de la Dama y la Orden de Caballería en vano, deslenguado, cuya memoria has traicionado, pues la libertad, por la que se debe arriesgar la vida, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra.
Traidor, embustero remienda-virgos, te has compinchado con los enemigos de España, haciendo pasar por honradas y recatadas doncellas a maritornes felatrices y por caballeros a sus enjibadores o mandiles cuando no mohatreros santiguadores de bolsillos, como el felón tan poco gallardo vizcaíno o los bellacos tales de esto está lleno de bandoleros y forajidos de donde se deduce que debemos estar cerca de Barcelona.
O esos agarenos malandrines tan peligrosos y distintos del admirable patriota morisco Ricote.
¡Ah! Y la Cultura se dirige a la promoción del Espíritu no a saquear fondos públicos que según tus preciosas ridículas filósofas de guardia no son de nadie. Y se parece bastante más a lo que yo le explicaba al hijo del caballero del verde gabán que a las zafiedades alienantes y embrutecedoras de muchos de tus contemporáneos.
Para ejercer el ideal caballeresco es preciso preparar la voluntad para ser fuerte. Y con esa fortaleza de ánimo luchar por la realización de los grandes valores metafísicos y llegado el caso dimitir del cargo como hiciera mi leal Sancho, cuando hubieras comprobado que eres causa de ruina y balandranes que hacían insostenible tu permanencia en el poder.
Pero nos has traicionado a todos, acaso te has traicionado a ti mismo, porque aunque lo ignores en tu miseria moral e intelectual participas de la condición sagrada del hombre. Has olvidado desmemoriado histórico que yo no me traicioné en Barcelona cuando fui vencido. Porque la verdadera victoria para un caballero está en ser vencedor de sí mismo.
Don Quijote, Caballero español y manchego.
http://www.libertadidioma.com/20111119.htm
lunes, noviembre 21, 2011
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