jueves 2 de septiembre de 2010
Los Estados deben llevar la muerte en los ojos para supervivir al terrorismo
Ismael Medina
E S una vieja historia que acaso recogiera en una crónica lejana. Merece recordarla, aunque así fuera. Adquiere un crudo realismo aplicada a los manantiales de sangre que barbotean por doquier y las túnicas teñidas de falso humanitarismo en que se envuelve la cobardía de un mundo occidental en decadencia.
Sucedió en el bar de un barrio suburbial cuyo mostrador estaba tomado de la mañana a la noche por un corpulento matón al que reían y aplaudían sus chulerías cuatro tipos de igual calaña y menos musculatura. Algo parecido a escenas reiteradas en la tópicas películas del Oeste americano.
Una tarde entró en el bar un señor correcta y humildemente trajeando. Enjuto y de baja estatura su palidez delataba un mal estado de salud. Se acercó al mostrador, susurró un “buenas tardes” y pidió un vaso de leche que, no sin extrañeza, le sirvió el dueño del bar. Se le acercó el matón cuando iba a consumirlo, reclamó al camarero que le sirviera una copa de coñá y exigió al hombrecillo que la bebiera. Se excusó éste explicando que padecía úlcera de estómago. Fue inútil su correcto forcejeo. El matón le obligó a ingerir aquel horrendo brandy peleón tras contundentes amenazas físicas entre el jolgorio de la pandilla que había rodeado a la víctima del escarnio. El infeliz abandonó el bar cabizbajo y humillado.
Apenas si había transcurrido media hora cuando el hombrecillo entró de nuevo en el bar con una botella de leche. La puso sobre el mostrador y pidió al camarero que le sirviera un vaso al matón, al que pidió con calma: “Le ruego, señor, que se lo beba”. Ante el asombro y la consternación de los presentes tragó la leche de un golpe. Se hizo un silencio espeso mientras el hombrecillo abandonaba erguido el bar.
Los esbirros del matón se extrañaban de su bajada los pantalones ante un alfeñique y le exigían una explicación. No tardó en llegar: “Traía la muerte en los ojos”.
Se preguntarán algunos: ¿Y qué relación guarda esta concreta historia de andar por casa con la sangrienta realidad que nos envuelve? La uso al modo de los fabulitas famosos, como Esopo, La Fontanine o Samaniego, sin pretensión alguna de emularlos. Las viejas fábulas iban acompañadas de una moraleja. También la tiene la pequeña peripecia humana exhumada.
LOS TERROTISTAS Y DEMÁS BANDIDOS DEBEN SABER QUE PUEDEN Y HABRÁN DE MORIR
TETRRORISTAS, bandidos y demás calaña (todos son la misma cosa) deben estar persuadidos de que pueden y habrán de morir. O dicho de otro modo, que los Estados, como el hombrecillo de la historia, llevan la muerte en los ojos. Los Estados, de otra parte, habrán de hacer suyo el principio de que cualquier muestra de debilidad frente al bandidaje, se disfrace de terrorista o no, conduce a su derrota.
Días atrás exaltaba Herman Terscht la figura del que fuera presidente socialdemócrata de Alemania en horas difíciles, Helmut Schmidt. No le tembló la mano a la hora de liquidar a los terroristas que habían secuestrado un avión repleto de pasajeros. Era consciente de que la operación podría ocasionar víctimas entre éstos. Y su preocupación que fueran los menos posibles. Lo fundamental radicaba en que de entonces en adelante supieran los terroristas que no supervivirían a un atentado. Se negó primero a las exigencias de los terroristas que habían ocupado la embajada de su país en Suecia. Fueron detenidos, encarcelados y condenados a cadena perpetua los cuatro asesinos principales de la Banda Baader-Meinhof. Continuaron los atentados por la llamada “segunda generación” de la banda. Pero Schmidt no dio su brazo a torcer.
El 13 de octubre de 1977 fue secuestrado por un grupo islámico el avión que desde Palma de Mallorca se dirigía a Francfort. El gobierno alemán rechazó sus exigencias. Y luego de varias escalas y el asesinato del piloto, el avión aterrizó en Mogadisquio. Bajo la dirección de Vischnewski, antiguo ministro, un comando del GSG9 asaltó el avión y en siete minutos completó la operación con la muerte de los secuestradores y algunos heridos entre los pasajeros. Media hora después se divulgó la noticia, la cual conocieron los miembros de la banda encarcelados en Stammmheim. Aquella misma anoche se suicidaron todos ellos con disparos o ahorcándose. Irmgard Moller fue recuperada en el hospital. Fue la única superviviente. Aquel día participaba yo en un seminario de la Fundación Hans Seidel en un albergue de los Alpes bávaros, bajo la dirección del archiduque Otto de Habsburgo. El fiscal general del Estado compareció en televisión para refrendar la noticia y explicar que se desconocía como las pistolas habían llegado a manos de los terroristas en la prisión de máxima seguridad. Pese a las protestas y dudas de un sector de la izquierda, el pueblo alemán respaldó al presidente del gobierno Helmut Schimdt.
No cesaron del todo los atentados. La banda se reconstruyó con los reclutados de la “tercera generación” y algunos de los antiguos teóricamente “reinsertados”. El hundimiento de la URSS y la reunificación dejaron a la disminuida banda sin el apoyo logístico y de refugio del KGB y la Stasi, aunque dispusieron de campos de entrenamiento en Jordania, al amparo de Al Fatah. Falta de apoyos y diezmada, la banda se disolvió finalmente, aunque tres de sus componentes siguieron matando y nunca más se ha sabido de ellos. Sólo ETA y GRAPO restaron activos en Europa.
Común a todos los movimientos terroristas europeos fue su pertenencia a Interterror, creada en Cuba por el KGB, en el seno del cual se coordinaban con los terrorismo hispanoamericanos y los islámicos, además de posteriormente con el narcotráfico. Disponían de canales diversos de apoyos logísticos, refugios y campos de entrenamiento en los que se les adiestraba para la guerrilla urbana.
LA ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA DE LENÍN Y MAO
ALGUNA vez aludí a los siete escalones de la estrategia diseñada por Lenín para el asalto al poder en los Estados. La intoxicación ideológica y la guerrilla urbana configuraban el primer escalón. Caldo necesario de cultivo para seleccionar a los grupos de acción directa que con sus crímenes selectivos o indiscriminados sembraran el miedo en la sociedad, crearan en ella ámbitos de cobertura y condicionaran la actividad represiva del Estado. La Internacional Socialista y las ramas afines del Movimiento Revolucionario Sionista, el iluminismo en definitiva, se encargarían de movilizar a la izquierda en Occidente para exaltar a los terroristas abatidos, condenados o ejecutados.
Mao hizo suya la estrategia revolucionaria de Lenín, llevándola hasta los extremos de que es capaz una mentalidad de nuevos mandarines, la cual ha pervivido hasta hoy en la China de sus herederos comunistas, pese a la asunción parcelada y controlada del liberalismo capitalista en lo económico. El retorcimiento amedrentador llega al extremo de hacer pagar a las familias de los ajusticiados el precio de la bala que les dio muerte de un disparo en la nunca, arrodillados de espaldas a sus verdugos.
Uno de los principios básicos de Mao, reflejo de la estrategia revolucionaria leninista, advertía que la guerrilla precisaba nadar como el pez en el agua. No podría prosperar si no contaba con una cobertura entre la población, fuera por identificación ideológica o por miedo. Todos los centros militares y policiales occidentales de contraterrorismo estudiaron a fondo la estrategia revolucionaria leninista y maoísta, tras lo que diseñaron una acorde estrategia de respuesta, de la que aíslo tres medidas: los terroristas deben morir; infiltrar informadores en los cuadros enemigos; e impedir que naden como el pez en el agua. La política de Estado aplicada contra el terrorismo por Helmut Schmidt fue un fiel reflejo de aquel diseño de la estrategia contraterrorrista.
Hay otros dos aspectos del terrorismo moderno que adquieren especial dimensión en el islámico por su componente religioso: la alienación ideológica; y que, de los seleccionados y formados para matar, muy pocos de ellos son rescatables. No sirven para otra cosa y volverán a matar antes o después de su aparente y ocasional “reinserción” en la vida política. O incitar a otros para que maten. Salvo, naturalmente, que sean eliminados a tiempo.
LA LECCIÓN EXTRAIBLE DE LA LARGA LUCHA CONTRA EL BANDOLERISMO EN LA ESPAÑA DE POSGUERRA
LA Unión Soviética pretendió dar la vuelta a la tortilla en España tras la derrota del III Reich y la posición ventajosa que los partidos comunistas adquirieron en la Europa de la posguerra. Encargaron a La Pasionaria y a Carrillo la creación de un Ejército Popular de Liberación financiado con parte del oro entregado por Negrín. Persuadieron a muchos antiguos combatientes exiliados de que los españoles los recibirían en triunfo. No fue así y muchos se entregaron a las primeras de cambio, entre ellos un pariente mío por el que conocí el engaño de que fueron víctimas. Es de sobra sabido que el “maquis” venido de Francia se unió al bandolerismo que tras la guerra se había refugiado en las áreas montañosas. La ideología, como en cualquiera otra forma de terrorismo se convirtió en mera cobertura dialéctica del crimen y la extorsión.,
No es la ocasión para entrar en el relato de lo que fue la prolongada batalla a muerte con aquel bandolerismo, cuya últimos restos fueron eliminados en la Serranía de Cuenca. Pero sí anotar tres aspectos significativos: la Guardia Civil, cuerpo armado con funciones de seguridad del Estado y larga experiencia en la materia, fue la encargada de la lucha contra el bandolerismo, mientras al Ejército se le encomendaba la impermeabilización de la frontera; se aplicó la estrategia contraterrorista y se procedió a evitar que nadara como el pez en el agua al forzar el despoblamiento o la inhibición de las gentes que habitaban en las zonas más conflictivas; y en ningún momento el Estado cedió ante las exigencias del bandolerismo ni ante las presiones políticas de los gobiernos europeos, azuzados por los partidos de izquierda y la progresía intelectual.
La Gendarmería francesa hizo un gran elogio días atrás de nuestra Guardia Civil que combate al terrorismo etarra. Dijo de ella que es la mejor en trabajos de campo. Pero en contraste con la pasividad y contradicciones de sus altos mandos. Nada insólito. El espíritu de servicio, incluso a riesgo de morir, sigue vivo en oficiales, suboficiales y números de la Benemérita, mientras sus altos cuadros de mando, politizados al extremo a la hora de los ascensos, siguen fielmente la política de “paz a toda costa” marcada por Rodríguez y practicada por el ministerio del Interior con la complicidad de la Fiscalía General del Estado y de la progresía en general, amén de del PNV y las impunes pantallas políticas de ETA. Coberturas a las que no son ajenos los rescoldos eclesiásticos de aquel periodo en que seminarios, templos, sacristías y centros religiosos amparaban a los terroristas.
Una decena de víctimas del terrorismo nacionalista y leninista-marxista se registraron en el periodo que medió entre su la creación de ETA y la muerte de Franco. Más de mil, si se cuentan los atentados del Hotel Corona de Argón y el abatimiento del avión de Iberia “Alhambra de Granada”, desde la Ley de Amnistía de 1977 a hoy. Conviene analizar las causas.
El Estado mantuvo con firmeza la lucha contra el terrorismo hasta la muerte del Jefe del Estado. Algunos consideran que fue un error el indulto de los condenados a muerte en el Juicio de Burgos acordado por el gobierno. Supuso la escisión de ETA en dos ramas, las llamadas militar y político-militar. Esta última se disolvería más tarde y sus miembros se dispersaron entre nuevos partidos independentistas, el PNV y el PSOE. Pero sin renunciar , aún dentro de este último, a la ideología nacionalista. Algunos, como por ejemplo Mario Onaindía, serían exaltados como fieles demócratas pese a su pasado criminal.
LA LEY DE AMNISTÍA DE 1977 FACILITÓ EL BRUTAL RESURGIMIENTO DEL TERRORISMO
LA Ley de Amnistía de 1977 se presentó a los españoles como el consenso partitocrático encaminado a suturar las heridas de la guerra civil y el régimen de Franco, del que tantos provenían a izquierda y derecha. Se trataba en realidad de una autoexculpación de la nueva clase política de la democracia partitocrática. Pudieron muy bien los promotores de la Ley excluir a los terroristas de la amnistía. Les sobraban argumentos jurídicos y de otra índole para hacerlo. Los más notorios criminales amnistiados fueron enviados a países hispanoamericanos y africanos en aviones militares con el añadido de un viático de 200.000 pesetas por persona.
¿Creyeron realmente los democratizadores que los terroristas etarras se darían por satisfechos y se disolverían? ¿O aquella decisión de trágicas consecuencias había sido pactada previamente con el PNV y formaba parte del reconocimiento constitucional de Vascongadas como entidad histórica diferenciada y, de manera implícita, que los etarras eran los gudaris del nacionalismo que se habían enfrentado al franquismo? Es muy posible que coincidieran y se mezclaran ambos supuestos.
Los terroristas, sin embargo, lo entendieron de manera muy distinta que los presuntos democratizadores. Consideraron la amnistía como una muestra de debilidad del Estado y reforzaron su condición de brazo armado del independentismo vascongado. Ampliaron su estructura, se rearmaron, recibieron la ayuda de otras ramas de Interterror y contaron además con Francia como “santuario”, favorecidos por la inhibición del gobierno galo, la cual no cambiaría hasta que Chirac dejó la presidencia de la República.
La nefasta política de los gobiernos de Suárez y posteriormente de González, a las que ya me referí en mi crónica anterior, contribuyeron al oleaje de atentados, secuestros y extorsiones a que el terrorismo etarra se dio durante los años siguientes. La amnistía también influyó en significativos cambios tácticos del bandidaje etarra. Además de la convicción de impunidad, favorecida por la inhibición de la policía vasca mientras el PNV estuvo en el poder con la colaboración socialista, descubrieron que la democracia partitocrática les ahorraba la posibilidad de morir. De ahí que se ordenara a sus asesinos que se entregaran sin oponer resistencia cuando fueran detenidos y “cantaran” todo lo que sabían, en realidad poco dada la estructura triangular del bandidaje.
El nuevo Código Penal promulgado por el gobierno González abría al terrorismo un ancho portillo con su maniqueísmo buenista para aminorar las pena, cohibir la acción represiva de las fuerzas de seguridad del Estado, favorecer al delincuente frente a las personas honradas, reducir a términos ridículos e impracticables la legítima defensa del agredido, generar amplios márgenes de interpretación a los jueces y otros márgenes de escapatoria. La normativa de política penitenciaria, de otra parte, abría anchos pasadizos para la arbitrariedad política en materia de reducción del tiempo de prisión, de falsas reinserciones, favoritismos y un largo etcétera.
Fué ya en ese marco de degradación penal y penitenciaria cuando se registró la operación de los GAL. Si de verdad se perseguía asestar un golpe efectivo al bandolerismo etarra habría bastado con encomendárselo a la Guardia Civil y equipos cualificados de la Policía Nacional, autorizándoles para actuar sin contemplaciones. Pero se encomendó a unos sujetos ayunos, de experiencia antiterrorista, y chulescos que utilizaron los recursos económicos puestos a su disposición para su propio provecho y montaron un operativo atrabiliario. Estoy persuadido de que el objetivo no era otro que el de instrumentar una ficción que permitiera al gobierno presumir a efectos políticos de una falsa imagen de determinación antiterrorista.
Es ocioso recordar que con la llegada de Aznar al gobierno se inauguró un periodo de auténtica y eficaz lucha contra el terrorismo, llevada adelante con rigor por Mayor Oreja al frente del ministerio de Interior. Se obligó al partido socialista a suscribir un pacto antiterrorista y a transigir con la norma que establecía el cumplimiento íntegro de las penas impuestas a los terroristas sentenciados por la Justicia. Protestaron airadamente los partidos nacionalistas. El P(SOE), puesto entre la espada y la pared, no tenía otra escapatoria que suscribir el pacto a regañadientes. Pero dispuesto a burlarlo en cuanto pudiera hacerlo. Eran demasiado fuertes los compromisos secretos con los independentismos. Y en este caso con los encabezados por el PNV.
HAY ALGO MÁS SÓRDIDO QUE EL ANSIA DE PAZ EN LAS NEGOCIACIONES DEL GOBIERNO CON EL TERRORISMO
LA ocasión les llegó a los socialistas con el acceso al poder de Rodríguez merced al “accidente” de la matanza de los trenes de Atocha y de su fraudulento aprovechamiento por los equipos de Pérez Rubalcaba para dar un vuelco a los resultados electorales. No es esencialmente el adornarse con el título de nuevo Príncipe de la Paz lo que ha movido a Rodríguez, con el concurso del gran conspirador y Tartufo que es Pérez Rubalcaba, a las reiteradas negociaciones con ETA, sino los compromisos contraídos con los partidos separatistas, su vinculación con los regímenes totalitarios neomarxistas iberoamericanos que protegen a los bandoleros etarras y su servil dependencia del NOM. Bien es cierto que este psicópata irrecuperable sueña con presentarse ante el mundo como el artífice de la paz, aunque sea a costa de destruir España, Y hasta con el Premio Nóbel. Pero no es en realidad la nuez del problema.
También son un artificio político la mayoría de las detenciones de bandoleros etarras que se registran, en no pocas ocasiones forzadas por el cambio de actitud de Francia y la colaboración entre la Gendarmería y la Guardia Civil. La mayoría de las detenciones se registran cuando conviene al gobierno subrayar la falsa imagen de una eficaz política antiterrorista o tapar con su exhibición problemas coyunturales e incómodos para el poder. ¿Pero como dar crédito a esa aparente voluntad cuando al propio tiempo se otorga un descarado tratado de favor a los bandoleros encarcelados, se les pone en libertad, se atienden sus demandas, viven en prisión como en hoteles de lujo o basta una carta de arrepentimiento para que puedan reintegrarse a la acción política independentista? Si a un criminal común se le ofreciera esa misma posibilidad las cárceles españolas estarían semivacías. Tampoco contribuye a creer en una real política antiterrorista cuando la Justicia es renuente a reabrir la causa de la filtración del bar Faisán, la Fiscalía hace el juego al gobierno en las concesiones al bandolerismo etarra o es de público conocimiento que prosiguen sin demasiados tapujos las negociaciones con un bandolerismo terrorista que, pese a las detenciones, se reproduce cono la hidra de las siete cabezas y de nuevo amaga con la reaparición de la guerrilla urbana. Lo que en verdad se juega no es la paz, sino la destrucción de España.
Insisto en que los terroristas, igual que otros criminales, organizados o no, se ganaron a pulso su derecho a morir y que deben ver la muerte en los ojos del Estado, como en la historia con la que abro esta crónica. Lo que plantea un debate que excede de los términos de este artículo. Pero que creo indispensable enunciar.
COSAS MUY DISTINTAS SON LA DOCTRINA DE LA IGLESIA Y LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
LA Iglesia rechaza la pena de muerte y la caza a muerte de cualesquiera tipo de delincuentes. Es consecuente con el Quinto Mandamiento y la predicación de Jesús. No en sentido estricto de defensa de los derechos humanos. Advierto no obstante que no condena al que da muerte a su agresor en legítima defensa. ¿Y acaso, me pregunto, no es lícito matar al Estado en legítima defensa de la comunidad?
Asunto muy distinto es la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su interpretación y aplicación por la ONU, unos u otros regímenes y gobiernos y los epígonos del entreguismo. El fundamento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es relativista y laicista. A unos se aplica con rigor y a otros se les pasan por alto groseras vulneraciones, bestia lidades sin cuento e incluso genocidios. Según se trate de unos u otros Estados y de los intereses del NOM se les reconoce de facto el derecho a matar a sus oponentes. En ningún caso a los Estados occidentales de vitola democrática a los que el NOM pugna por degradar y desmoralizar para mejor dominarlos y favorecer la creación de un gobierno mundial.
Los terroristas islámicos y sus protectores fundamentalistas son por su puesto unos angelitos cuyos derechos humanos han de protegerse al amparo de la gran farsa de la Alianza de Civilizaciones, cuando, insisto se han ganado su derecho a morir. No caben medias tintas: o los Estados llevan la muerte en los ojos para terroristas y bandoleros de cualquier calaña o son ellos y sus pueblos los condenados a morir.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5825
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