miércoles, septiembre 01, 2010

Pedro Conde, El Islam, una religión totalitaria

miercoles 1 de septiembre de 2010

Pedro Conde | El Islam, una religión totalitaria

martes 30 Agosto, 2010

El Islam, esa especie de centón de ideas religiosas que pretende sustituir o compendiar todos los códigos: legislativos, sociales, civiles, penales, hacendísticos, etc., para regular la conducta de los ciudadanos y ahormar la vida total de los pueblos, es la creación de un hombre, Mahoma, que vivió hace mil trescientos ochenta y ocho años y que en nombre de un dios, Alá, ha de imponerse por la buenas o por las malas, a sangre y fuego si es preciso, a todos los habitantes de este planeta y, suponemos, a los de cualquier otro que pudiera aparecer en el futuro. Uno sospecha que cuando una empresa tan ingente, alucinante, totalitaria e inmensa, nace y anida en la cabeza de un ser humano, estamos ante un fanático, un iluminado, un lunático. Pero lo grave no es que esa idea quepa en la cabeza de uno; lo malo, lo gravísimo para la humanidad entera, es que anegue el cerebro de millones de personas que la siguen.

Si la religión no fuera más que un conjunto de creencias, ritos, ceremonias, teologías, interpretaciones del más allá, etc., recogidas en un libro o libros a los que se eleva a la categoría de sagrados, no sería otra cosa que el derecho a la libertad que cada ser humano tiene a creer o no en un Dios o dioses; el derecho a pensar en la transcendencia de esta vida a otra superior o creer en la existencia de un premio o castigo divinos o en una vida inmortal al otro lado de la frontera física.

Si fuera sólo un código de conducta para guía interior de la ética y la moral de cada creyente, representaría el cimiento y complemento básico de las leyes y constituciones de cualquier Estado de Derecho; lo que no impediría, más bien le exigiría, oponerse en su momento a las posibles injusticias de éste.

Si, además, esa religión tuviera un mandato básico en el conjunto de creencias propias que fuera el amor y respeto a los demás, creyentes o no creyentes, sin distinción de sexos, razas, culturas, religiones, pueblos o naciones; si así fuera, la religión compendiaría un decálogo sublime al que ateos y no ateos deberían tener como principio máximo civil de la sociedad en la que viven. La religión sería así, para unos y para otros, el punto de partida o piedra angular de cualquier sociedad pluralista y auténticamente democrática.

Mas si la religión se plasma en un texto, que contiene mandatos que traspasan el espacio espiritual, íntimo y único del individuo al que obliga a invadir el otro espacio espiritual, íntimo y único de las demás, esa es una religión fanática, ilícita, exclusivista y transgresora de los derechos universales del hombre, en cuyo decálogo está impreso, como primero, natural y fundamental, el derecho a la libertad de todo ser humano. ¿Quién es el profeta Mahoma para ir contra los principios del derecho natural? Lo de profeta imputémoselo a su propia arrogación.

Si, además, esa religión plasmada en ese libro, el Corán, creada por un hombre al que unos tienen pleno derecho a creer y otros, el mismo, a no creer profeta, contiene mandatos, las llamadas “suras”, que a media humanidad la consideran por razón del sexo con la mitad del valor que la del otro medio, esa religión es inaceptable, rechazable y perseguible por la Justicia Universal en cuanto tales mandatos pasen del mero enunciado y teoría a su aplicación práctica.

¿Por qué el testimonio de una hembra ha de valer la mitad que el de un varón antes los tribunales? ¿Por qué el adulterio ha de castigarse en la mujer con la lapidación hasta la muerte y en el hombre con sólo unos latigazos? Es más, ¿qué autoridad moral tiene ningún ser humano para juzgar y entrometerse en una decisión y conducta individual? Si se considera con ella, con esa autoridad, que tire la primera piedra ¿Por qué en algunos lugares en nombre de esa religión a la mujer se la ablaciona el clítoris, negándole el placer sexual que está en la base de la naturaleza humana y es consustancial a la procreación? ¿Por qué una niña de nueve años puede ser entregada en matrimonio a cambio de media docena de cabras, más o menos, o de una par de asnos, a un viejo posiblemente ya baboso? ¿Es que además de un estupro no es esto una crueldad y una canallada? ¿Se puede obligar a una mujer a ir tapada de pies a cabeza con el burka o con otros pañuelos, la cara, que, además de atentar contra la salud de quien lo lleva, va contra la dignidad de esa mujer que es obligada por mandato? ¿Podemos dudar que ni una sola hembra se los pondría si no fuera por esa norma coercitiva cuyo incumplimiento le puede costar la vida? Si hubiera libertad de uso, seguro que tal prenda quedaría acotada para los tiempos de carnaval. Que esos pañuelos atentan contra la salud, además de contra la comodidad de la mujer, qué sofocos en verano, no tengo duda porque las miasmas que lanzamos con la expiración quedan muchas atrapadas en esos pañuelos a través de los cuales vuelven a inspirar el aire del exterior que las revertirá otra vez a los pulmones. No sé si es una teoría sólo mía; en todo caso la considero irrefutable salvo informe en contrario. ¿Qué nos parecería a los hombres si las mujeres nos obligaran a llevar gafas de un color que impidiera mirarlas con el gusto que lo hacemos? Lo inaceptable no estaría ni en las gafas ni en el color sino en la imposición. Que alguno lo hacía voluntariamente, ya sabemos todos lo que se perdía. Allá él

Podríamos seguir haciendo preguntas como, por ejemplo, por qué Mahoma escogió a una niña de nueve años como esposa. Y de otro perfil y rango como es el de la relación madre e hijo. ¿Consentiríamos los que pertenecemos a otra civilización, en terminología monclovita-zapateril, que nuestra madre estuviera sometida a ese régimen y trato que se mueve entre el concepto de mercado ganadero y poligamia de serrallo?

Tengamos una esperanza por la tranquilidad y paz de la única civilización que debe existir, la humana, y es que las mujeres mahometanas se rebelen contra la tiranía machista, explicación y clave de tanta aberración; porque para rebelarse es eso de que en el cielo al buen musulmán le esperan como premio setenta huríes, setenta bellezas perfectas. Y a la buena musulmana ¿no le espera nadie? Que nos lo explique Alá y su profeta.

Desde el origen, las tres religiones monoteístas, las religiones del Libro, están transidas de esa enfeudación machista; tanto que las mujeres apenas tienen relevancia en la concepción original ni en el desarrollo ritual de las mismas, si no es como plañideras y paridoras. Sin embargo, el cristianismo vino a marcar una enorme diferencia con el islamismo, seiscientos años antes de la existencia de éste, con aquel hecho que narra el Evangelio sobre la mujer adúltera. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, dijo Jesucristo; aunque algunos Santos Padres de la Patrística cristiana siguieron siendo tributarios de esa enraizada misoginia. Vayan sólo dos ejemplos. San Juan Crisóstomo, que significa precisamente “boca de oro” en griego: “Las mujeres están creadas esencialmente para satisfacer la lujuria de los hombres”. San Ambrosio: “La mujer es sólo fuerte en el vicio”. En la religión de Mahoma, parece ser que la mitad de la humanidad, los machos, casi está libre de pecado; la otra mitad, las mujeres, son el pecado inmanente. De una manera genérica, la mujer, en estas religiones patriarcales, ha sido la “ancilla domini”, la esclava del señor. Desde su origen bíblico, la hembra ha representado una costilla, ni siquiera todas; podía haberse añadido el esternón, pues ni eso, solamente una costilla del macho, con un papel secundario en ese largo drama humano que empezó en el paraíso junto a un manzano y con una embaucadora serpiente


http://www.minutodigital.com/noticias/2010/08/30/pedro-conde-el-islam-una-religion-totalitaria/

No hay comentarios: