lunes 21 de abril de 2008
Rajoy y sus circunstancias
GERMÁN YANKE
Presenta el Gobierno su «plan de choque» para la situación económica (una palmadita más bien) y ya puede Cristóbal Montoro desgañitarse sobre la insuficiencia de las medidas que el PP está en otra cosa. Anda Soraya Saénz de Santamaría negociando la renovación del Consejo General del Poder Judicial, asunto en el que necesitaría todo el apoyo estratégico e intelectual, pero el PP sigue en otra cosa. No sería un asunto menor -el examen de lo que ocurrió el 9 de marzo, la renovación del partido, la fundamentación de una alternativa con visos de poder alcanzar el poder- si se plantease de otro modo, o de ese modo, pero el espectáculo, por el momento, resulta pasmoso.
Hay un intento -esperpéntico- de disfrazar la crisis del PP como una cuestión ideológica. Esperanza Aguirre se erige en la «lideresa» del liberalismo y asegura, ya que no da el paso para presentarse como candidata para presidir el partido (porque se ha encontrado con una oposición que no imaginaba fuera de la Comunidad que preside), que quiere un debate ideológico. Puede aceptarse que Aguirre, gracias al profesor Schwartz, tenga una idea general de lo que significa, intelectual y políticamente, el liberalismo, pero quienes le rodean y le ayudan a establecer la estrategia se caracterizan por una empanada mental y un relativismo ideológico que casa bien con la palabra intereses. Poco con el liberalismo, como demuestra la propia acción política de un poderoso gobierno, el suyo, y no sólo en relación con los medios de comunicación, para el que el control de todas las instancias económicas y sociales resulta un objetivo primordial.
Por eso, en este inicio del debate en el PP, nos paseamos por un escenario de chiste en el que el liberalismo parece ser un elixir para no caer en las «trampas» del Gobierno como las leyes de matrimonios homosexuales o de memoria histórica. Al mismo tiempo, en el campo de Aguirre, las pocas cosas con sentido común, aunque muchas sean discutibles, las dice Francisco Álvarez Cascos, del que se pueden hacer muchos elogios pero no precisamente que sea un liberal.
No estamos ante una cuestión ideológica y todavía no ha entrado el PP en el debate sobre el discurso, que es el modo en el que se explica lo que se piensa. El tema del PP, en esta hora, es el del liderazgo. Esperanza Aguirre, sola y en compañía de otros, piensa que Rajoy no es la persona para ganar las próximas elecciones y, en esa tesitura, el drama es que van comprobando a velocidad vertiginosa que ella tampoco ya que, para empezar, no consigue ni aglutinar a los dirigentes del partido, ni incluso a los descontentos, ni incluso a los liberales. Pero el amago coloca a Rajoy en la disyuntiva de elegir entre el amodorramiento de tener asegurada su reelección por ser «el mal menor» o el empeño por construir un liderazgo y un discurso que demuestren que el fracaso de marzo no era exactamente él sino «sus circunstancias»: el equipo y el discurso.
Puede que se dé ahora la paradoja de que sea precisamente el amago de Aguirre el que actúe como reactivo para Mariano Rajoy. De hecho, en su intervención de ayer en Elche, el presidente del PP se acercaba a la frontera del problema del discurso del partido al decirle a la presidenta madrileña, sin citarla, que él se presentará como candidato en el congreso de junio porque se lo han pedido muchos militantes y no porque lo haya sugerido un periódico o una radio. Doble acierto: desecha el absurdo de afirmar, como hizo antes, que se presentaba porque era «lo mejor para España» y pone el dedo en la llaga, aunque la llaga no es que determinados comentaristas favorecidos por el PP apoyen a Aguirre, sino que han secuestrado desde antaño el discurso con el que Rajoy ha perdido las elecciones.
Si se atreve (o se ve forzado) a traspasar la frontera a la que se ha acercado, seguramente reparará en que su propio liderazgo -que tiene que rehacer- precisa el equipo adecuado para un nuevo discurso. No basta con que sean valiosos y leales, sino que precisa también que, además de no desaprovechar oportunidades y nombres (como ha hecho últimamente), dé la impresión real de que hace visible y seria la posibilidad de alternancia (como no ha hecho hasta ahora). Si lo hace no se lo deberá al liberalismo de Aguirre, sino a su interesado arrojo.
http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20080420&idn=1641808741390
lunes, abril 21, 2008
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