jueves, abril 24, 2008

Miguel Martinez, Bordes

jueves 24 de abril de 2008
Bordes
Miguel Martínez
E SQUINADO, impertinente, antipático. Con estos sinónimos define el Diccionario de la Real Academia el vocablo “borde” en una de sus múltiples acepciones. Y es que de un tiempo a esta parte proliferan los bordes en todos los colectivos y en todas las profesiones, si bien algunas de éstas son especialmente propensas a albergar bordes entre sus filas. Me van a permitir mis queridos reincidentes que les cite cuatro, a modo de botones de muestra. Borde uno, o borde de la Inspección Técnica de Vehículos. ¿Alguno de ustedes se ha encontrado un tío simpático en la ITV? Un servidor sí. Una vez se encontró a uno que se comportó, no ya con corrección sino con simpatía y amabilidad, claro que he de comentarles, en honor a la verdad, que el chaval en cuestión es amiguete mío desde hace más de veinte años. Pero dejando al margen a mi amiguete y excepto en esa ocasión, cada vez que quien les escribe ha tenido que llevar algún vehículo a la ITV ha sido atendido por seres ariscos, antipáticos, a menudo sordos -no responden a la preguntas del estilo “¿eso que marca el chisme ése del control de humos, es mucho o poco?”- y que parecen encontrarse aquejados de un proceso de estreñimiento crónico y/o abstinencia sexual forzosa de carácter sempiterno. No me digan que nunca han tenido ganas de contarle un chiste al tío borde de la ITV a ver si así sonríe un poco. Claro que cualquiera se atreve, que lo mismo el borde se lo toma a mal y le marca como deficiencia grave el “cimbreo de la junta de la trócola en su conexión con el inglete del husillo del bisinfín” y le toca a usted pasar por el taller a que se lo arreglen –si es que saben lo que es y lo encuentran- y volver otro día. Ese miedo a tener que regresar a la ITV, con las consecuentes pérdidas de tiempo y de dinero, nos hace tragar con las borderías del sujeto en cuestión, borderías que nos reconcomen por dentro y que hacen que al primer conductor despistado que nos encontremos en el camino de vuelta y que tarde una centésima de segundo en arrancar tras el cambio del semáforo de rojo a verde, se lleve un concierto de claxon en Re menor y una sarta de juramentos e imprecaciones. Borde dos, o borde de oficina de suministros de energía con monopolio en su ciudad. Tras tres –perdonen la cacofonía- cuartos de hora llamando al servicio de atención al cliente, consigue usted que le atiendan al teléfono: - Oiga, que le llamo porque se ha ido la luz. - ¿Y yo qué quiere que le haga? - Hombre, es que como son ustedes la compañía de electricidad, he supuesto que mejor les llamaba a ustedes que al Museo del Prado, y, la verdad, estaría bien que me dijera por qué se ha ido la luz y cuándo volverá. - Pues no sé ni una cosa ni la otra. Se habrá ido porque se habrá roto algo y volverá cuando lo arreglen. - ¿Y no tiene usted ni idea de cuándo arreglarán lo que sea que se haya averiado? - Pues no. Ya se lo he dicho antes. - Y entonces… ¿Para que está usted ahí? - Para atender pesados. Usted es el quinto en los últimos seis minutos. Adiós muy buenas. Tu tu tu tu tu tu tu tu (onomatopeya que quiere significar el sonido de cuando nos cuelgan cual jamón puesto a curar) ¿Y qué hace usted? Pues lo que todo el mundo, volver a llamar, pero esta vez sin darle tiempo a que el borde sea ídem. - Fuerzas Hidroeléctricas del Norte. ¿Dígame? - Tu mujer te pone los cuernos con el vecino, so cabestro. Mírale los mensajitos en el móvil y te enterarás, que lo sabe todo el barrio menos tú. ¡Capullo! Tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu… (esta vez el que cuelga es usted). Obviamente, si esa compañía actúa con monopolio en su zona –como ocurre en la de un servidor- no hay tutía. La empresa no tiene por qué esforzarse en tener empleados atentos y amables, pues saben sobradamente que no le van a faltar los clientes. Siendo esto así, y no habiendo posibilidad de cambiar de compañía, no nos queda otra que fastidiarnos, si bien nos podemos dar el gustazo de vengarnos al sembrar duda suficiente en el borde que le asegure una buena bronca cuando llegue a casa y la señora lo pille trasteándole el móvil. O quizás sean los mensajitos en el móvil los que le aseguren la bronca. En cualquier caso, se la tiene merecida por borde. Borde tres. Revisor de la RENFE. Este espécimen suele ser especialmente borde. No se toma la molestia ni en pedir el billete con palabras –mucho menos en dar los buenos días-, con un gesto y un gruñido gutural tal que así: “Gññee” tiende la mano en pos del tique. Es altamente recomendable tenerlo muy a mano, porque si usted es –como lo es un servidor- algo despistado, y nunca recuerda dónde lo ha puesto y ha de rebuscarlo en los seis bolsillos – a razón de tres por pantalón y tres por americana- después de no encontrarlo en la cartera, se arriesga a comentarios del tipo “que no tenemos todo el día” o “ los he visto más rápidos”. Una vez se asegure usted de que tiene el billete a mano , puede contestarle con algo así como “sí, rápidos como los trenes de cercanías de RENFE” o “manda narices, tres horas de retraso que lleva el tren y usted se impacienta porque tardo diez segundos en encontrar el billete”, pero -insisto- no haga comentarios sobre la puntualidad de los trenes de RENFE hasta que encuentre el billete, o tiene todos los números para verse de patitas en la próxima estación y con un multazo del quince en cualquiera de sus seis bolsillos. Borde cuatro. Cliente quemado con los servicios telefónicos de atención al cliente, con los revisores de la RENFE y/o con los trabajadores de ITV. Es el peor de todos. Su ira es injustificable. No sabe encajar con resignación los tropiezos a los que todos nos vemos sometidos y le culpa a usted de su suplicio. Harto de aguantar borderías se pasa al enemigo y se convierte en un ser mezquino, despiadado y ofensivo, que llega incluso a insinuarle que su cónyuge se la pega con el vecino. Ante éste no hay nada que hacer salvo marcarle el terreno y hacerle saber que, puestos a ser borde, a usted no hay quien le gane. En algunas ocasiones puede atemperar la situación el hecho de estar acompañado de un pitbull agresivo y sin bozal. El problema es que ese recurso sólo funciona en la primera ocasión, pues a la segunda suele presentarse con un rotweiler de 90 kilos y entrenado para el ataque inmisericorde, lo cual le obliga a usted proveerse de una licencia de armas y una escopeta del calibre 12. Huelga decir que si es usted, querido reincidente, trabajador de la ITV, telefonista de compañía de electricidad o revisor de la RENFE, no debe darse por aludido, pues sabe que éste no es su caso, que usted atiende siempre con corrección y amabilidad, que son los bordes de sus clientes los que pagan con usted las frustraciones a los que la vida y otros bordes los someten. Aunque quizás unos y otros, todos en definitiva, debiéramos esforzarnos en intentar relacionarnos con el prójimo intentando tratarlo como a nosotros nos gustaría que nos trataran. Un servidor se va a empeñar en conseguirlo. Eso sí, al primer borde y a la primera bordería que le suelten, le piensa montar un pollo monumental, de agárrate y no te menees, al más pintado. ¡Faltaría más!

http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/

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