miercoles 30 de abril de 2008
CRÓNICAS COSMOPOLITAS
La socialburocracia simpática
Por Carlos Semprún Maura
Ahora que falta tan poco para los conflictivos Juegos de Pekín, mueve al orgullo nacional saber que la carrera de los minusválidos intelectuales la ha ganado un compatriota, ese José María Lasalle que se ha declarado abierta y tontamente socialdemócrata en El País.
Resulta que este señor no sólo es diputado del PP por Cantabria, sino secretario de Estudios de ese partido. Se entiende, entonces, que los populares tengan problemas.
Evidentemente, el artículo de Lassalle se enmarca en la polémica desatada a propósito de las declaraciones de Esperanza Aguirre. Y es muy sintomático que haya salido en El País, que atiza esa guerra con su soberbia habitual y siguiendo el viejo precepto de dividir para reinar.
Comienza su escrito este joven analfabeto, secretario de Estudios, declarando que Esperanza Aguirre, gran presidenta de la Comunidad de Madrid, se equivoca al exigir un profundo debate de ideas en el seno del PP y defender tesis liberales. ¡Pero si somos liberales de toda la vida, incluso desde antes!, replica Lassalle; y para demostrarlo cita algunos puntos del programa que presentó el partido en las elecciones que perdió en marzo. Yo lo siento mucho, pero los puntos de marras son tan vagos, onusianos, mequetrefes, que cualquiera, desde Zapatero hasta Cebrián, podría firmarlos. Y Ruiz-Gallardón, no faltaba más.
Dice Lassalle que el PP dice que el reformismo es "garantía de progreso y bienestar y de la igualdad de todos los españoles dentro de una economía libre", y que la libertad "es el fundamento de la dignidad de la persona y el motor del progreso y el bienestar de las sociedades". Y digo yo: queda por definir lo que cada cual entiende por libertad; les aseguro que no es lo mismo para todos.
Lo más jocoso es que este sociata travestido de liberal señala sus principales enemigos, porque si todo el mundo, hoy, se declara partidario de la libertad y la igualdad, no todo el mundo proclama que sus adversarios ideológicos son nada menos que Hayek y Friedman, y sus enemigos políticos Reagan y Thatcher. Llega incluso, con infinita bondad zapaterista, a decir que no piensa que Aguirre sea neocon, pero sospecha de alguno de sus consejeros.
Considera este cretino, como cualquier columnista de El País, que con decir neocon sobra y basta: es la nueva estrella amarilla, la condena a las llamas del infierno, el tópico antiyanqui de toda la gauche divine europea. Pero resulta que los llamados neoconservadores, y precisamente los que cita: Wolfowitz, Perle y Kristol, forman parte de la crema y nata del pensamiento liberal, neo o ultra, de los USA.
Un liberal español de verdad, no un sociata disfrazado, debería conocer, y considerar con interés, las ideas de esos intelectuales norteamericanos. "Un neoconservador es un progresista asaltado por la realidad", escribió Irving Kristol, el más eminente de todos ellos, según recuerda José María Marco en su espléndido libro La nueva revolución americana, cuya lectura no aconsejo al señor Lassalle porque lo entendería, el pobre. Por cierto, es asimismo sintomático que Lassalle acuse a Esperanza Aguirre de estar sometida a unas ideas que provienen del Gran Satán, como haría cualquier progre, porque es el tópico de las izquierdas.
En cambio, nada dice sobre los problemas esenciales de la sociedad española.
En un artículo no se puede hablar de todo, pero como dice tantas chorradas podría haber dicho algo, por ejemplo, del papel del Estado en nuestras sociedades, que constituye uno de los ejes del enfrentamiento entre liberales y socialistas y muchos conservadores, como demostró, precisamente, Hayek. ¿Hay que mantener el peso, y muchas veces el monopolio, del Estado en tantas cosas: la Seguridad Social, las pensiones, la enseñanza, la cultura, el mercado laboral, etcétera? Sin embargo, al mismo tiempo se destruye España, el Reino de Taifas de las Autonomías, que ahora andan a la greña, ricas y pobres, ¡y Barcelona sin agua!
Si el Estado se retirara –no de la noche a la mañana, se entiende; no se trata de suprimir, sino de cambiar el sistema– de tantos sitios y sectores, como hizo en el Reino Unido en tiempos de Thatcher y hace ahora, y desde hace ya, en varios países escandinavos tradicionalmente socialdemócratas, tendríamos una sociedad más abierta, con más iniciativas privadas y menos paro, y más recursos para dedicar a cuestiones como la lucha contra ETA y la legítima defensa en esa "guerra de nuevo tipo" (Elorza dixit) que nos ha declarado el islam radical. O sea, más Ejército, más Policía y más servicios de Inteligencia, y menos funcionarios de los demás palos.
Poner a una mujer embarazada al frente de Defensa podrá parecer muy feminista y posmoderno, pero en realidad demuestra la poca importancia que Zapatero concede a ese ministerio, antaño llamado "de la Guerra". Pero como opinan que España está en paz, una paz eterna, la paz de los cementerios, ¿qué mejor imagen que la de una mujer embarazada para simbolizar la concordia universal?
Los liberales no somos ni corderos, ni testigos de Jehová, y, aunque muy minoritarios, siempre hemos luchado contra los totalitarismos, comunista o nazi, y más consecuentemente que muchos conservadores, y no hablemos de los socialistas, fascinados por la dictadura del proletariado. Ahora somos casi los únicos en denunciar el terrorismo islámico, mientras que el socialburócrata Lassalle, ni mu. Por cierto, ¿qué opina de Aznar y de la guerra de Irak? ¿Qué piensa de la "alianza de civilizaciones"? Me temo que lo mismo que Soraya. Si este señor es representativo de la mayoría del PP, tenemos Zapatero para rato.
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276234650
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