miércoles, abril 30, 2008

Jose Luis Restan, Y ahora, Francia

jueves 1 de mayo de 2008
PRÓXIMO VIAJE DE BENEDICTO XVI
Y ahora, Francia
Por José Luis Restán
Como si de una réplica a los inventos de Le Figaró se tratase, la conferencia episcopal francesa ha anunciado que Benedicto XVI visitará París y Lourdes entre los días 12 y 15 del próximo septiembre.
Así, cuando los ecos del histórico viaje a los Estados Unidos aún no se han apagado, se perfila ya un desafío si cabe aún mayor para el Papa Ratzinger. De la laicidad americana, abierta a la aportación social de la religiosidad, al rígido laicismo heredado de la Revolución; del empuje todavía juvenil de una comunidad católica que no ha cesado de abrirse espacio, al cansancio de una vieja cristiandad cada vez más reducida.... ¿O quizás no es todo tan simple como parece?
Lo cierto es que apenas veinticuatro horas después de los rumores esparcidos sobre la salud del Papa (tres años de paz y volvemos al asunto), se han conocido los detalles de la visita de Benedicto XVI a una nación antaño denominada "la hija mayor de la Iglesia", que paradójicamente ha exportado el laicismo a toda Europa y que ha visto crecer en sus calles la gran ruptura de Mayo del 68 que pretendió romper las amarras con la tradición cristiana. Pero cuarenta años después el panorama es ambivalente y fluido. Los franceses han votado ampliamente a un presidente que propone sin ambages pasar página de aquella rebelión fallida, muchos de los intelectuales que alimentaron el proceso están francamente de vuelta y la Iglesia ha aprendido a hablar con una voz nueva, sobre todo gracias al liderazgo del gran cardenal Lustiger.
Lo primero que llama la atención en el programa de este viaje es que el primer acto (tras los saludos a las autoridades) consista en un discurso dirigido al mundo de la cultura en el Colegio de los Bernardinos, una institución creada por la archidiócesis de París para establecer un diálogo permanente con la sociedad. Este será un escenario propicio para que el Papa profundice algunos de sus temas prioritarios: la relación entre fe y razón, el diálogo entre cristianismo y modernidad, la relación entre ciencia y ética y los fundamentos pre-políticos de la convivencia social.
Sin duda será un hito más, dentro de un eje que conforman ya los discursos de Ratisbona y La Sapienza. Por otra parte, Francia es un espacio geográfico ideal para enmarcar la descripción que realiza la encíclica Spe Salvi sobre la sustitución de la esperanza cristiana por los mitos del progreso (la ciencia y la política entendidas como redención), así que no sería extraño que esa sea otra de las perspectivas de un discurso que no mirará sólo a los intelectuales franceses, sino al conjunto de una Europa descreída pero sedienta, que emite señales contradictorias por lo que se refiere a una nueva recepción del anuncio cristiano.
No será la primera vez que Joseph Ratzinger hable desde una prestigiosa tribuna intelectual francesa. Lo hizo ya en La Sorbona en el año 1999, donde pronunció una memorable conferencia sobre Fe, verdad y cultura que fue reproducida por Le Monde como muestra del respeto conquistado por el cardenal-profesor en un ambiente más bien reticente frente a las propuestas católicas. Allí se levantó acta de que Roma tenía una palabra capaz de interesar a los miembros de las modernas sociedades europeas, una palabra sorprendentemente sagaz e iluminadora para abordar los nuevos problemas de una época que ha visto la quiebra de las utopías revolucionarias y que asiste a la pugna incierta entre el nihilismo y una nueva forma de esperanza aún no concretada. Ratzinger vuelve ahora calzando las sandalias del pescador, y será decisivo escuchar su mensaje en esa tierra de las luces y de la razón, cuya propia historia canta a las claras que el cristianismo es la espina dorsal de su propia carne.
En el atrio de la Catedral de Notre-Dame se desarrollará el encuentro con los jóvenes, del que el Papa no quiere prescindir en ninguno de sus viajes. Quizás sea la ocasión de confirmar aquella impresión de renovado empuje que se advirtió en los Campos Elíseos en la Jornada Mundial de la Juventud de 1997, junto a Juan Pablo II. Lo cierto es que algunos datos del catolicismo francés hablan de una nueva estación: cada año son bautizados más de diez mil adultos, la vida parroquial se recupera lentamente, existe una nueva generación de intelectuales católicos y se han superado algunas contraposiciones estériles en el campo teológico. Son señales que requerirían un análisis más profundo para sacar conclusiones, pero indican una dinámica de reconstrucción, de nueva vitalidad en un contexto socio-cultural algo más abierto que en los pasados decenios.
La segunda etapa del viaje se centrará en Lourdes para celebrar los 150 años de las apariciones de la Virgen a la joven Bernardette Soubirous. El Papa teólogo volverá a inclinarse ante la manifestación del Misterio dentro de la vida cotidiana de los hombres, volverá a rendir público homenaje a la fe de los sencillos que peregrinan con su necesidad a los pies de María para obtener de su Hijo la gracia de la curación, pero aún con más urgencia, la gracia de la conversión. El hombre que contemplaremos arrodillado en la gruta de Lourdes no es otro distinto del académico que discute con los grandes del pensamiento, ni del líder moral que recuerda a los poderosos de la tierra su deber de proteger los derechos de los más débiles. Allí, junto al pueblo de los necesitados y de los heridos en el cuerpo y en el alma, el Papa Benedicto reconocerá con toda la potencia de su razón y toda la riqueza de su sensibilidad que el Misterio se ha hecho carne, que tiene un rostro, que interviene en la historia, que no deja de enviar sus signos para abrir una senda de luz al fatigoso peregrinar de los hombres.
Lourdes puede ser una espina en el corazón de la Europa escéptica, pero es una espina que trueca el dolor en esperanza. Esa misma esperanza de la que sabe dar razón como nadie Benedicto XVI.


http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234656

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