jueves 24 de abril de 2008
CINE
Lars y una chica de verdad
Por Juan Orellana
El cine independiente americano –el llamado "indie"– vuelve a dar el do de pecho tras películas como Pequeña Miss Sunshine o Juno. En esta ocasión es el famoso director de publicidad australiano Craig Gillespie el que sorprende con la comedia Lars y una chica de verdad.
El film está realizado a partir de un guión escrito por la dramaturga y guionista de televisión Nancy Oliver, que debuta en el cine con este libreto que le ha valido una nominación al Oscar al mejor guión original. Y es que si algo tiene ese guión es originalidad.
El argumento nos cuenta el proceso de sanación mental de Lars, un joven enormemente tímido y dulce que vive en una pequeña localidad junto a su hermano y su cuñada. Su incapacidad de relaciones y su aislamiento deliberado desembocan en un grave delirio que requerirá de la colaboración de todos sus paisanos, una colaboración guiada por la doctora Dagmar.
La película tiene varios encantos. Uno de ellos es la inexistencia de personajes antagonistas. Todos son buenas personas, y el "malo" de la película es el desequilibrio psicoemocional de Lars, al que hay que tratar de vencer. En ese sentido se trata de una película bastante coral y muy capriana, ya que la idea que la atraviesa la deja clara el sacerdote del pueblo en su primer sermón: "Hay miles de libros con cientos de leyes, pero para nosotros sólo hay una ley: el amor."
En la rica galería de personajes que nos ofrece el film, hay muchos tocados por imperfecciones y defectos, pero juntos forman un retablo sobre la grandeza humana y la limpieza de corazón. Y es que se trata de una película fundamentalmente "limpia": personajes limpios, de motivaciones limpias. Se le podría reprochar cierto angelismo, pero el propio actor protagonista, Ryan Gosling, lo deja claro en estas declaraciones: "Es una película que cree que la gente es bienintencionada; que cree que los hombres queremos formar parte de algo bueno. Hay muchas películas que se basan en la visión de que la gente tiende a estropearlo todo; de que cuando nos encontramos con algo especial siempre acabamos destruyéndolo. Esta película no es de esas."
Otro encanto es la forma que tiene el film de afrontar la cuestión terapéutica. Se podría decir que es un monumento al realismo. La clave está en la declaración de la doctora Dagmar en alusión al delirio de Lars: el delirio es real, luego no tiene sentido discutir lo que debiera o no debiera ser. Es real y hay que caminar a partir de ahí. Esta postura, que cuenta con muchas oposiciones iniciales en unos cuantos personajes, especialmente en el hermano de Lars, es la que permite la sanación del protagonista de una forma humana. Es hermosa la postura del sacerdote, que enseguida comprende que la propuesta de Dagmar es la que abraza con más amor la psicopatía de Lars.
Un tercer encanto es la dirección de actores. Es sencillamente espectacular. Las interpretaciones son exquisitas: Ryan Gosling, Emily Mortimer, Patricia Clarkson, Paul Schneider y Kelli Garner están estupendos y hace muy recomendable ver la película en versión original.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234603
miércoles, abril 23, 2008
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